La foto del saliente presidente del Estado de Israel Shimon Peres y el presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas abrazados bajo la mirada benevolente del Papa Francisco recorre el mundo y más que una realidad política representa la necesidad de la opinión pública mundial de recibir buenas noticias y percibir algún futuro de paz […]
La foto del saliente presidente del Estado de Israel Shimon Peres y el presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas abrazados bajo la mirada benevolente del Papa Francisco recorre el mundo y más que una realidad política representa la necesidad de la opinión pública mundial de recibir buenas noticias y percibir algún futuro de paz para la Tierra denominada Santa por las tres religiones monoteístas.[1]
Lamento desilusionarlos y ser portador de malas noticias directamente desde esta Tierra Santa. La realidad es muy distinta a la distensión expresada por la bonita foto. Vamos a repasar algunas de las cosas que están sucediendo en estos momentos.
1. Decenas de presos políticos palestinos en huelga de hambre
Decenas de presos palestinos se encuentran en huelga de hambre que lleva ya varias semanas. Muchos de ellos se encuentran internados en hospitales israelíes al haber entrado ya en situación de riesgo de vida. Los presos sólo beben agua e ingieren sal para prolongar su capacidad de resistencia. A sal y agua la huelga palestina pretende quebrar el sistema denominado «prisión administrativa», o sea la prisión por decreto sin proceso debido, sin exposición de pruebas ni capacidad de defensa afectiva ante acusaciones indefinidas, ni garantías para demostrar culpabilidad o inocencia, detenidos sin ni siquiera condena fija. La prisión administrativa es decretada por una autoridad militar por meses y luego es renovable de manera absolutamente arbitraria. De esta manera las fuerzas de ocupación militar israelíes detienen por meses y a veces por años a militantes políticos palestinos que luchan por su liberación nacional, sin siquiera tener que demostrar que estos han participado en acciones violentas o ilegales de algún tipo. A su vez, miles de palestinos que sí han sido procesados y condenados en los tribunales militares israelíes reclaman regularizar y garantizar sus derechos a visitas de familiares, sus comunicaciones telefónicas, sus condiciones de cárcel. Afuera en las calles de las ciudades, en las mezquitas, en los mercados y en los medios de comunicación palestinos el reclamo es más generalizado y no distingue entre presos administrativos y condenados: ¡libertad para los presos de la ocupación!
La huelga de hambre se acerca a un punto crítico. Ayer los servicios de inteligencia filtraron a la prensa hebrea su posición contraria a negociar un compromiso con las demandas de los presos en huelga como se hizo en dos ocasiones anteriores en 2012 y 2013. En el parlamento israelí el gobierno está avanzando un proyecto de ley que permite la alimentación forzada de huelguistas de hambre, una ley que de aprobarse entraría en abierta contradicción con las disposiciones internacionales de derechos humanos. El sindicato médico israelí ha circulado entre los médicos de los hospitales una decisión de su concilio ético en el que se posiciona en contra de la alimentación forzada y recuerda que el compromiso médico es primera y únicamente con los pacientes a quienes hay que tratar de preservar su vida y salud respetando su voluntad. Sin embargo, la asociación médica ha evitado referirse al hecho que la mayoría de los presos hospitalizados en situación de riesgo están esposados a sus camas, bajo estrecha vigilancia e incomunicados. Hay que ver, llegado el momento, cuando las autoridades de seguridad pretendan imponer la alimentación forzada, a qué autoridad responderán los médicos. Ya existe un trágico precedente olvidado en este país. Presos palestinos en huelga de hambre en el verano de 1980 fueron internados y alimentados por medio de sondas, antes que entraran en vigencia las normas internacionales mencionadas, con el trágico resultado de la muerte de un preso huelguista por afección pulmonar aparentemente ocasionada durante la introducción violenta de una sonda.
2. Desalojos y limpieza étnica en regiones agrícolas
Paralelamente, en distintas áreas agrícolas de los territorios palestinos ocupados militarmente desde 1967 se están intensificando las acciones militares y civiles israelíes procurando el desalojo de poblaciones palestinas beduinas y de pastores y agricultores particularmente débiles. En el valle del Jordán el ejército israelí califica cada vez mayores terrenos como «zona fuego» para el entrenamiento de tropas, obligando la evacuación de los agricultores palestinos. En el territorio semi-árido de las alturas al sur de Hebron los colonos israelíes hostigan abiertamente a los campesinos palestinos con la complicidad de ejército y policía de ocupación, mientras que inspectores de la administración israelí destruyen antiguos aljibes y depósitos de agua, algunos de ellos muy antiguos, supuestamente por funcionar sin la autorización debida de las autoridades planificadoras. En realidad se trata de destrozar todo lo que permite la subsistencia palestina en esas tierras. Al este de Jerusalem, los beduinos residentes en terrenos entre la ciudad y las nuevas colonias israelíes que la rodean están bajo inminente amenaza de desalojo. Y todo esto como parte de un evidente plan israelí de limpiar étnicamente territorios palestinos de baja densidad poblacional para incorporarlos de facto al territorio de Israel. Algunos socios ultra-derechistas de la coalición gubernamental israelí están proponiendo anexar de manera oficial extensos territorios palestinos actualmente bajo ocupación militar. El desalojo actual de miles de palestinos es la preparación del terreno para un eventual paso de ese tipo.
3. El nacionalismo étnico orienta al gobierno
La frustración del gobierno israelí ante la reciente unidad nacional palestina y ante el reconocimiento internacional del gobierno palestino de unidad nacional se traduce en una creciente agresividad en las políticas de la ocupación, en una nueva ola de construcción de viviendas en las colonias israelíes y una ofensiva racista-nacionalista al interior de Israel, dirigida principalmente contra el 20% de los ciudadanos legales de Israel que son árabes-palestinos.
En nuestra foto representativa de la realidad puede apreciarse fuerzas del Estado de Israel arrasando una vez mas, esta semana, al poblado beduino Al-Arakiv, poblado constituido por ciudadanos de Israel pero «de segunda y de tercera», por ser árabes-palestinos y beduinos.
El agravado maltrato oficial a los refugiados africanos (huidos de las guerras civiles del Sudán y de la dictadura de Eritrea) demuestra que se trata de un racismo ideológico. Miles de estos refugiados ya están encarcelados en el desierto del Negev al sur del país por el único «delito» de haber cruzado ilegalmente la frontera de Israel en busca de refugio, de trabajo y pan, sin ser judíos, o sea sin estar «calificados» para ser considerados dignos de obtener un estatus legal soportable. La sociedad israelí ha girado mayoritariamente hacia la derecha y está gobernada por partidos políticos que se jactan de su abierto racismo y de su voluntad de guerra expansionista.
¿Qué dirán ustedes?
Ante este panorama y los nuevos estallidos de violencia que estas políticas agresivas están alimentando, ¿qué dirán quienes se ilusionan con el mensaje de paz que emite la foto en el Vaticano? Una vez más, ¿se acusará a los despojados, a los desplazados, a los invadidos, de ser violentos y fanáticos? ¿No es hora de ejercer una presión mundial real y efectiva, desde «arriba» quien esté en algún arriba o desde abajo, para forzar el fin de la colonización y el despojo? ¿No es hora de exigir airada y seriamente el cumplimiento de las normas internacionales de derechos humanos? O, ¿acaso la barbarie desatada en la guerra civil en Siria será tomada como pretexto para no frenar lo que se perfilan ya como una nueva ola de barbaridades en Israel/Palestina?
Nota
[1] Generalmente la santidad de esta tierra es usada como argumento belicista por parte de nacionalistas que reclutan la fe religiosa para sus fines. «Esta tierra es demasiado sagrada como para derramar sangre en ella», dijo hace un tiempo Ruty la madre de Uriel Ferera, joven judío religioso de 19 años residente en la ciudad de Beer Sheva, objetor de conciencia encarcelado en estos momentos por negarse a servir en el ejército de ocupación. En esa precisa y breve frase la madre del valiente joven desmorona uno de los mitos del nacionalismo sionista (mito belicoso e intolerante pariente de los cruzados cristianos de todas las eras y de algunas corrientes fundamentalistas que usan el Islam).
Fuente original: http://www.palestinalibre.org/articulo.php?a=50727