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Un año después de los levantamientos árabes

¿Qué fue lo que ocurrió? ¿Qué viene ahora?

Fuentes: Rebelión

Traducción para Rebelión de L. Oliván

Después de casi un año de levantamientos árabes inicialmente prendidos en Túnez y extendidos como un reguero de pólvora a lo largo de vastas regiones del mundo árabe, ha quedado muy claro que la explosión que ha sacado a millones de personas a las calles con el resultado del derrocamiento de tres opresores es, por el momento, espontánea. Lo que no significa que la explosión no tuviera preludios. Todo lo contrario: según pasaba el tiempo la gente se sentía cada vez más y más oprimida pero los levantamientos han demostrado claramente que aún en ausencia de una formación catalizadora y organizada (un partido revolucionario, una clase revolucionaria), cuando una masa crítica alcanza ciertos límites se produce una verdadera explosión.

Si los levantamientos en Europa del Este y en los Estados del antiguo bloque soviético se produjeron gracias a la labor de grupos opositores y partidos organizados (como Solidaridad en Polonia), junto a décadas de debilitar una calma encubierta, de infiltración y de propaganda acometidas por Occidente (Estados Unidos y Europa), el levantamiento árabe no ha estado dirigido por la oposición organizada sino que se ha producido de manera inadvertida para los círculos imperialistas que históricamente han respaldado a sus represivos regímenes clientelistas. [ 1 y 2].

Los levantamientos populares espontáneos de los pueblos del mundo árabe subrayan tres aspectos esenciales:

El fracaso del «Estado» árabe poscolonial

Tras el colonialismo británico, francés e italiano sobre la región árabe , los europeos dejaron tras de sí un área que deliberadamente fragmentaron en «Estados» diseñados para que no tuvieran posibilidad alguna de convertirse en independientes y soberanos. Asimismo, legaron un guardián -una solución fácil para tranquilizar sus conciencias importunadas por el antisemitismo-: los colonizadores dejaron «Israel», un Estado colonial para que las cosas siguieran como estaban tras la retirada física de sus patronos.

Los Estados post-coloniales fueron Estados subordinados desde su concepción debido a su propia condición fragmentada e incompleta, y por imperativo de la naturaleza de la clase gobernante que siguió al colonialismo. El colectivo homogéneo de un pueblo integrado por religiones, sectas y grupos étnicos diversos se quebró. El colonialismo alimentó conflictos internos y los regímenes árabes posteriores prolongaron esa tradición manteniendo una estrecha alianza con los antiguos colonizadores. El término ‘alianza’ en este contexto resulta desproporcionado. Una estructura subordinada no está capacitada para erigir alianzas. No es más que una subordinada.

Así, el «Estado» árabe post-colonial era todo menos un Estado. Conceptos como «Estado de Derecho», «instituciones de gobierno» o «derechos de ciudadanía» no se aplicaban. Los países estaban gobernados por una mentalidad gánster. No existían «tradiciones» ni un cuerpo legislativo nítido que se aplicaran por igual. A diferencia del modelo de la democracia burguesa en el que las normas, las leyes y las tradiciones sostienen y preservan el sistema capitalista y se aplican a todos sus integrantes, ese diseño no formaba parte del «Estado» árabe post-colonial. La clase gobernante se sintió libre para promulgar leyes, para revocarlas, para no aplicarlas; para no aplicar las constituciones, para modificarlas; para forjar elecciones fraudulentas, malversaciones, torturas, masacres; para confiscar derechos fundamentales, para consentir una corrupción flagrante, para fabricar identidades, y para pasarse la presidencia de padres a hijos.

El ejemplo más parecido al Estado árabe post-colonial es el Estado Libre del Congo (1885-1908) que era propiedad privada del rey Leopoldo II de Bélgica, incluidos todo su pueblo, sus recursos y sus 2,3 millones de kilómetros cuadrados de territorio [3]. El Estado árabe post-colonial no es más que un feudo ampliado cuyo mandatario obedece a las potencias imperialistas que pagan ciertas cantidades de «ayuda exterior» y que entrenan y financian a los ejércitos y a la policía, todo ello para mantener al pueblo más allá del punto de explosión mediante la combinación del miedo y de la satisfacción de necesidades muy básicas que el gobernante presenta como favores y logros propios. Las mismas potencias imperialistas que pagaban sus sobornos en » ayuda» se emplearon a fondo a través de los esquemas de restructuración económica del FMI y de préstamos del Banco Mundial para desmantelar cualquier posible crecimiento interno independiente y trabajaron con ahínco para privatizar el sector público.

Los regímenes árabes, al reinar sobre un espacio aún más subdividido y económica y políticamente destruido, interpusieron su autoridad delegada desde el extranjero mediante el terror interno; consiguieron transformarse en amortiguadores, en garantes de todos los sectores fragmentados, lograron asimilar a casi todos los grupos de la oposición en su estructura, se las agenciaron para crear instituciones de gobierno sin entidad (parlamentos deformes, poderes judiciales deformes… etc.), otorgándose a sí mismos, con ello, una existencia prolongada más allá de lo que cabría esperar de un sistema así.

El fracaso de la oposición árabe «organizada»

Al igual que los centros imperialistas y los regímenes árabes no pudieron predecir el momento del inicio ni la magnitud de las revueltas árabes, tampoco lo hicieron las organizaciones de la oposición. Estas últimas no participaron en ellas. Ni trabajaron a su favor. Ni les han aportado valor alguno tras su comienzo.

Salvo pocas excepciones (como el movimiento Kifaya, en Egipto, el Partido Islámico al- Nahda y el Partido Comunista de los Trabajadores, en Túnez, y algunos intelectuales de Siria), la oposición árabe organizada (partidos políticos, sindicatos y otras organizaciones) nunca se ha enfrentado al régimen árabe ni a su sistema. De hecho, más bien lo que ocurrió fue lo contrario. Por regla general, la oposición ha buscado el reconocimiento y la legitimación de los regímenes árabes. La oposición quería ser » legal» y ha seguido las ‘reglas’ establecidas por los regímenes aceptando su gobierno.

De tal manera que la oposición árabe organizada ha sido en realidad un factor de estabilidad para los regímenes árabes que se ha sumado a su longevidad. Hasta que la gente no tomó las riendas en sus propias mentes y en sus manos rechazando la legitimidad de los regímenes árabes y actuando de forma autónoma al margen de esa oposición a través de fórmulas más creativas, las cosas no empezaron a moverse.

Una revisión rápida de cómo procedió la oposición organizada tras los levantamientos puede proporcionar una idea de cómo actuaron durante los levantamientos y en el período crucial que condujo a ellos. La Hermandad Musulmana de Egipto nunca cuestionó al régimen de Mubarak. Por el contrario, periódicamente emitía vigorizadoras señales de que querían que el régimen de Mubarak continuase [4]. La Hermandad Musulmana en Egipto no participó en los primeros días del levantamiento y, tras la sublevación, dio respaldo al Consejo Militar [ 5 ] y a su represión contra las manifestaciones de enero de 2012 [ 6 y 7]. Muchas de las llamadas organizaciones de izquierda y nacionalistas de Jordania, Palestina y Líbano apoyan en la actualidad al régimen de Bashar al-Asad y su masacre en Siria.

La oposición organizada, que soñaba a menudo con el momento en que el pueblo se levantase contra sus opresores y que con razón definía a los regímenes árabes como instrumentos de la intervención imperialista y como los principales obstáculos para cualquier proyecto de liberación, se alía ahora con los regímenes y contra el pueblo. Lo hacen porque están vacíos. Durante años no han conseguido presentar ninguna alternativa ni en la teoría ni en la práctica. Están vacíos y temen un futuro que queda fuera de su capacidad de control, que no pueden abarcar y al que no pueden contribuir. Al igual que «Israel», «conocen» a los regímenes actuales [8], no saben qué es lo que vendrá después y no tienen capacidad de influir en ello, así que, al igual que » Israel», están dispuestos a oponerse a ello.

La unidad de los oprimidos en el mundo árabe

El panarabismo soñaba con una patria árabe unificada pero más allá de los golpes militares que a la larga se transformaron en regímenes locales represivos, careció de instrumentos para cumplir ese sueño. Algunos marxistas árabes independientes han escrito sobre ello y han trabajado a favor de una especie de «unión de los oprimidos». Los pueblos del mundo árabe son diversos y fueron fragmentados por diferentes factores desde criterios sectarios, religiosos y étnicos. Sólo cuando los oprimidos se han dado cuenta de que están unidos por su propia miserable condición (la de estar oprimidos) es cuando el pueblo ha tendido a movilizarse en masa para alcanzar sus objetivos comunes. Eso es lo que ha sucedido realmente.

La movilización de Túnez, Egipto y Yemen cumplía ese requisito y por ello ha tenido un éxito parcial. Por el contrario, la movilización en Jordania se llevó a cabo siguiendo la perniciosa fisura local (los de origen palestino frente a los de origen jordano-oriental), por lo que estaba condenada al fracaso y se puede considerar como un movimiento dentro del régimen más que ajeno a él [9 y 10].

Otra lección clave en este contexto fue la que mostró el inmediato contagio de los fenómenos de levantamientos en todo el mundo árabe. Lo que empezó en Túnez tuvo su eco con diferentes grados de repercusión en Marruecos, en el oeste, hasta Bahréin, en el este. Hay una integración material entre lo que interesa a los pueblos; por ejemplo, hay una continuidad que se observa en las manifestaciones casi automáticas que barren el mundo árabe en contra de «Israel» cuando de manera regular y sangrientamente ataca a los palestinos. Ello se evidenció aún más con la misma continuidad en el momento de hacer frente a los regímenes árabes. Los pueblos del mundo árabe hallan entre sí profundidad, apoyo y poder; tienden a inspirarse entre ellos y siguen pensando que su causa es una. No es de extrañar, pues, que las potencias coloniales y sus sucesores, los regímenes árabes dependientes, hayan luchado férreamente por mantener la división aislacionista de los Estados post-coloniales.

La naturaleza de clase del levantamiento árabe

Como se mencionó anteriormente, el «Estado» árabe post-colonial es generalmente un área desastrosa en lo político y lo económico, en la que se produce muy poco o nada y que cuenta con escasas fábricas. El tejido social ha quedado deformado por la imposición y/o la magnificación de las divisiones y la fragmentación. Por lo tanto, en el seno de las sociedades árabes modernas no se produjo una verdadera formación de clase sino que se fueron transformando desde agrupamientos autosuficientes que colaboraban entre sí – basados económicamente en la agricultura y el pastoreo en las zonas rurales, en el pillaje y el pastoreo en las zonas desérticas, y en el comercio, la artesanía y algunas manufacturas (textiles, jabón, etc.) en las ciudades, y en los que cada grupo social tenía sus propias tradiciones y reglas aplicables a todos sus miembros- en deformadas formaciones sociales consumistas. Esas formaciones viven en la periferia de un sector de servicios globalizado y están gobernadas por un grupo que ha destruido las economías locales en favor de un modelo basado en la ayuda exterior, un modelo subsidiario de las corporaciones, acomodaticio y basado en los servicios, en el que la clase dominante es la representante de las corporaciones globales: una formación compradora con intereses opuestos a la industrialización y a la producción local.

Resulta difícil identificar una división de clases basada en el interés o en la contradicción. Lo que encontramos es una clase dirigente bien definida integrada, en general, por los jefes de Estado, aliados próximos y parientes cercanos, empresarios que representan a compañías extranjeras, además de altos responsables de la seguridad (por lo general todos vinculados en una misma matriz de corrupción); un clase media vagamente definida e integrada por profesionales y empleados del sector servicios, y un estrato depauperado compuesto por jornaleros, artesanos, trabajadores no cualificados y parados, y fuertemente influido por lealtades tribales, religiosas, sectarias y étnicas.

La privatización del sector público y la apertura del mercado a los inversores extranjeros minaron aún más la escasa producción local que quedaba. Con un «Estado» que solo dispone para subsistir de la imposición cada vez más gravosa de impuestos a las materias primas, de servicios e ingresos, los sectores cada vez más amplios de la clase media de muchos países árabes han sido abocados a la depauperación.

El principal remedio para esta situación fue administrar en las bolsas del empobrecimiento y ante posibles protestas pequeñas cantidades de beneficios y dinero apenas suficiente para mantenerlas por debajo del umbral de explosión. Ello se llevó a cabo distribuyendo una parte del dinero del petróleo (en países productores de petróleo) o parte del dinero de la ayuda exterior y de sus beneficios (a través de «proyectos»). Tal mecanismo demostró su eficacia durante un largo periodo de tiempo y consiguió neutralizar las protestas populares hasta que algo sucedió: la crisis económica internacional y el colapso de la economía neoliberal.

Desde mi punto de vista, si ha existido un catalizador directo y singular de los levantamientos árabes ha sido el colapso global de los mercados monetarios y la onda expansiva resultante que ha enviado a todo el mundo.

En el mundo árabe, donde la población está compuesta principalmente por una juventud formada, la onda expansiva ha ido enviando gradualmente a las calles a un número cada vez mayor de jóvenes desempleados, empobrecidos y desesperados. Añádase a ello la confiscación de los derechos políticos (y por lo tanto, la confiscación del futuro), la tremenda humillación de la dignidad; junto a las herramientas relativamente libres y sin censura de la comunicación, los ingredientes para un levantamiento se completaron y alcanzaron pronto a la masa crítica.

En Túnez, Muhammad Bu-Azizi, la figura icónica que inició la reacción en cadena, reunía todos los elementos antes mencionados: era un joven empobrecido, con cierto grado de formación (cursó hasta la escuela secundaria y disponía de una cuenta en Facebook), fue insultado por una policía que quería confiscar su carro sin licencia con el que vendía verduras porque no tenía empleo y no había encontrado otro trabajo. Su auto-inmolación extendió el fuego a través de la seca hierba de Túnez y del mundo árabe. La empobrecida y desesperada juventud de clase media egipcia fue la que inició el levantamiento el 25 de enero, mientras que en Siria, fue en las empobrecidas zonas rurales donde prendió la revuelta.

¿Levantamiento o revolución?

Si revisamos con rapidez los modelos de la Revolución francesa de 1789 y la Revolución rusa de 1917, hallamos los tres pilares característicos sobre los que descansan.

Primero: las revoluciones llevan a cabo una transformación económica y social y mueven a la sociedad de una época a otra (de la feudal a la burguesa en Francia, y de la feudal a la socialista en Rusia).

Segundo: las revoluciones son precedidas por discursos teóricos y filosóficos generados por filósofos y pensadores vanguardistas que reflejan los intereses de la clase o grupo naciente. Esos discursos presentan visiones futuristas, soluciones, opiniones, predicciones, estructuras, valores, etc. Más adelante, las revoluciones se basan en ellos o tratan de llevarlos a cabo (las visiones de Rousseau, Montesquieu, Voltaire y otros en Francia, las visiones de Marx, Engels, Lenin en Rusia).

Tercero: existe una clase revolucionaria o un grupo revolucionario (o partido) que se embarca en el logro de los intereses de clase, o en lograr el discurso ideológico/filosófico que requiere de una existencia material expresada socialmente por los intereses de clase.

Por lo tanto, tenemos intereses de clase no satisfechos que producen un discurso filosófico/ideológico que eleva a la clase hacia el logro de un cambio revolucionario.

O bien, tenemos intereses de clase insatisfechos que producen un discurso filosófico/ideológico que produce un grupo o partido revolucionario que mueve o empuja a la clase hacia el cambio revolucionario.

Estas características no se dan en los levantamientos árabes. Quizá el futuro podría demostrar que estoy equivocado en el primer punto, pero indudablemente, los puntos segundo y tercero, no se cumplen.

Por otra parte, una revolución se alimenta de los intereses de clase o de la ideología de un partido revolucionario; un levantamiento se nutre de la ira y de la frustración. Una revolución presenta un programa social, económico y político global para un cambio premeditado y basado en discursos filosóficos/ideológicos; una insurrección no cuenta con tal programa y no tiene discursos filosóficos/ideológicos. Una revolución cuenta con una clase dirigente o un partido dirigente; un levantamiento no tiene una dirección nítida.

De todo lo anterior podemos extraer claramente que lo que estamos experimentando en el mundo árabe es una serie de levantamientos generalizados. Puede que se desarrollen y maduren hasta convertirse en revoluciones y puede que experimenten retrocesos pero no debemos tener demasiadas expectativas. Se ha cumplido el principal paso hacia adelante (y se trata de un gran paso): en el mundo árabe el pueblo se ha levantado contra los regímenes corruptos y subordinados. Su levantamiento se ha escrito con sangre. No hay vuelta atrás. Este levantamiento ha quedado esculpido profundamente en la conciencia general del pueblo y no bajará la cabeza ante otros futuros opresores, sean quienes sean.

El punto débil del levantamiento árabe y el ascenso de los islamistas

Dado que las revueltas árabes no se han basado en [un componente de] clase, ni cuentan con una columna vertebral filosófica/ideológica y que carecen de una organización o partido revolucionario dirigente que impulse el movimiento hacia un cambio específico definido social, económica y políticamente, se ha abonado el terreno para el ascenso de las oportunistas corrientes institucionalizadas tales como la Hermandad Musulmana y otras facciones islamistas.

Históricamente, el islam político fue un aliado muy próximo a los regímenes árabes, sobre todo en los años 1950 y 1960, cuando lo utilizaron como instrumento para hacer frente a la expansión de las corrientes nacionalistas y de izquierda. En Jordania, por ejemplo, a los islamistas se les permitió permanecer legalmente activos durante el período de la ley marcial (1957-1989) mientras se prohibieron todos los demás partidos. Se les permitió el establecimiento de instituciones, asociaciones, bancos, hospitales, escuelas, universidades, y una enorme red de organizaciones de apoyo social, además de dirigir con sus imames las oraciones de los viernes y participar en puestos clave del gobierno como el Ministerio de Educación. Estados Unidos y su aliado Arabia Saudí nutrieron y respaldaron completamente al movimiento salafista durante la Guerra Fría. La primera vez que se sirvieron de él fue en Afganistán contra los soviéticos; más tarde se extenderían por todo el mundo.

Solo cuando los islamistas crecen hasta convertirse en demasiado fuertes como para ser manipulados por los gobiernos y se vuelven una amenaza posible, los regímenes se sitúan, sin éxito, en su contra. Ya era demasiado tarde. Los islamistas ya habían abierto canales con la administración de Estados Unidos y comenzaban a presentarse a sí mismos como un posible, más eficiente y más popular remplazo de los regímenes árabes.

Los Hermanos Musulmanes de Iraq – el Partido Islámico- formaron parte del Consejo de gobierno de la ocupación estadounidense presidido por Paul Bremer; asimismo, siguieron participando en el gobierno títere iraquí erigido bajo la ocupación, y su dirigente, Tariq al-Hashimi, ocupó el cargo de vicepresidente. Los Hermanos Musulmanes de Siria entraron en coalición con Abdel-Halim Jaddam, un oficial renegado y pro-occidental sirio. Además, el dirigente de los Hermanos Musulmanes de Egipto, Abdel-Mun’im Abu el-Futuh (ahora candidato a la presidencia en el Egipto post-Mubarak) no ha tenido problema alguno en declarar que la Hermandad respetará todos los acuerdos internacionales firmados por los gobiernos de Egipto y que aceptan el derecho a la existencia de Israel [11]. Hamas (los Hermanos Musulmanes de Palestina) participó en el proceso electoral de Cisjordania y Gaza que se fundamenta en los Acuerdos de Oslo, y tras su victoria y después de hacerse cargo de la autoridad en Gaza, ha declarado en muchas ocasiones que acepta un Estado palestino en las fronteras de 1967, reconociendo con ello la legitimidad de «Israel».

Desde 2007 he escrito extensamente en árabe [12] que la represión del régimen árabe contra los islamistas es el resultado de la percepción del régimen de que los islamistas son cada vez más poderosos y se presentan ante Estados Unidos y Europa como una posible alternativa más eficiente. Los regímenes árabes temían que el factor externo jugase un papel decisivo por lo que continuamente pusieron en marcha campañas de relaciones públicas sobre el extremismo islamista, la intolerancia, el terrorismo, etc. Los regímenes árabes temían el día en que los islamistas pudieran hacerse con su puesto con las bendiciones estadounidenses y europeas. Ese día ha llegado, aunque el factor externo poco ha tenido que ver con ello.

Tras los levantamientos: el ascenso islamista al poder

La aplastante victoria islamista en las elecciones después de los levantamientos no era el resultado que pretendían los levantamientos árabes, pero sí el lógico.

Cuando un régimen cae en ausencia de una alternativa revolucionaria, las fuerzas políticas que ascenderán al poder serán aquellas más organizadas, más oportunistas y más aceptadas por las potencias mundiales.

Uno de los factores principales e importantes del crecimiento islamista lo constituye las décadas de patrocinio del islam político por parte de Estados Unidos y el régimen árabe permitiéndole crecer y mantener una base sólida, mientras otras corrientes progresistas eran represaliadas bajo el lema de la «lucha contra el comunismo». Incluso la «guerra contra el terrorismo» y su base teórica subyacente (el «choque de civilizaciones») otorgó aún más poder a las corrientes islamistas y profundizó su penetración social creando una crisis de identidad basada en la propaganda que halló su solución a través de una mecánica reacción defensiva de regreso a las raíces (13).

Las consecuencias: ¿un paso adelante o hacia atrás?

Después de un año de revueltas árabes, la percepción general en Egipto es que el régimen todavía se mantiene fuerte con el Consejo Militar en el poder. La catastrófica represión de las manifestaciones alrededor del Ministerio del Interior en enero de 2012 es una prueba más de ello. Los revolucionarios egipcios siguen diciendo que no se han cumplido ninguno de los objetivos declarados en enero de 2011.

Los islamistas han llegado al poder mediante elecciones tanto en Túnez como en Egipto y, en Siria, probablemente, las ganarían (si Bashar al-Asad fuera derrocado y se celebraran) al igual que en muchos otros países árabes. Los islamistas de Egipto respaldaron al Consejo Militar contra los manifestantes, y tanto los islamistas egipcios como los tunecinos han empezado por reprimir las libertades, especialmente las relacionadas con las artes [14, 15 y 16].

Ello no quiere decir que los levantamientos hayan supuesto un retroceso. Al contrario, romper la maldición del miedo, adquirir conciencia del poder popular, tomar las calles sin temor y derrocar a los que han sido presidentes por demasiado tiempo pagando el precio de la sangre por la liberación, la dignidad, los derechos fundamentales, la justicia social y la participación política, todo ello constituye un gran un paso adelante. Quedará incorporado en la conciencia colectiva de los pueblos para las generaciones venideras. Utilizar el poder colectivo del pueblo ha sido, como siempre, un éxito. Desde una perspectiva histórica la experiencia es indeleble y el pueblo volverá a levantarse una y otra vez contra cualquier posible represor futuro: los islamistas, la OTAN, los militares, quien quiera que sea. La libertad que se ha obtenido por la sangre es difícil que se rinda. Las sangrientas manifestaciones de enero de 2012 en Egipto (un año después del levantamiento inicial) son prueba suficiente de esta dialéctica.

Que el segundo paso no se haya producido todavía o que se haya retrasado no significa que el primero fuera mal, y no quiere decir que el segundo no vaya a producirse. Las revoluciones, por lo general, están precedidas por turbulencias y necesitan tiempo para madurar y estar listas.

A los pueblos del mundo árabe nunca se les ha dado la oportunidad de madurar como estructura social, pues pasaron de la dominación otomana al sometimiento colonialista y a la fragmentación y al gobierno de los regímenes árabes. Los mecanismos sociales internos se obstruyeron y se deformaron. Ahora ha llegado el momento de la emergencia social: el ascenso de los islamistas irá acompañado del surgimiento de una tendencia laica opositora que claramente defenderá sus derechos y sus convicciones. Se acabó la alianza entre los islamistas y los progresistas contra el imperialismo y el sionismo. Los islamistas han optado por el diálogo con el imperialismo [17]. A l os islamistas no les crea ningún problema la economía capitalista; de hecho, la denominada «economía islámica» no es más que una economía capitalista con especias islámicas [18]. Los islamistas están ahora obligados a entregar el cielo en la tierra, no en el cielo, y puesto que no tienen un programa alternativo, al final fracasarán.

Así que, ¿por qué no ? Dejemos que gobiernen los islamistas y que fracasen. Dejemos que los islamistas expongan sus posiciones oportunistas sobre el imperialismo y sobre «Israel». Dejemos que los islamistas expongan su doble discurso sobre la libertad suprimiendo las libertades sociales, las artes y la literatura. Dejemos que los islamistas apliquen el modelo capitalista que no pasará la prueba de la justicia social. Todo ello contribuirá a la madurez social. Todo ello contribuirá a que se forme una verdadera corriente laica que no se apoque, una verdadera corriente de izquierdas que no se retraiga, una verdadera corriente anti-capitalista que no se amilane, y todas se verán forzadas a presentar sus argumentos teóricos y obligadas a enfrentarse a la realidad y a presentar respuestas y programas.

La madurez social llevará tiempo y no será gratis pero ahora el pueblo sabe cuál es el camino. Sabe cómo se hace. Y teniendo en cuenta los hechos mencionados, el futuro parece prometedor para la izquierda.

Para que los pueblos del mundo árabe conquisten su liberación necesitarán: 1) unidad trans fronteriza, trans-étnica, trans-religiosa, trans-sectaria: la unidad de los oprimidos; 2) justicia social fuera y más allá del modelo capitalista; 3) verdadera libertad de expresión, de las artes y de la literatura, junto a las libertades sociales .

Sólo la izquierda puede ofrecerlo. Así que es hora de ponerse a trabajar.

Hisham Bustani , escritor y militante jordano. Colabora con Al-Quds al-Arabi (Londres), Al-Ajbar (Beirut), Revista Al-Adab (Beirut), Monthly Review y Jadaliyya (EEUU) entre otros periódicos, revistas y páginas webs. Ha publicado tres volúmenes de narraciones breves en árabe.

Este artículo no ha sido publicado aún en inglés aunque en breve lo será en árabe, alemán e italiano.

Notas:

1) Ministro de Asuntos Exteriores francés, Alain Juppé: «La primavera Árabe nos ha cogido por sorpresa», http://on.cfr.org/ynylCf

2) «Hasta donde yo conozco, ningún científico social o analista político, ya sea en Occidente o en el mundo árabe, declara haber predicho estos levantamientos. Tampoco ninguna agencia de inteligencia occidental o árabe los predijo. De hecho, las mismas personas que participaron en estos levantamientos, incluidos militantes desde hace mucho tiempo, no parece que lo hubieran previsto. Nos cogió a todos por sorpresa». Jeff Goodwin: «¿Por qué nos pilló por sorpresa (otra vez) por la primavera árabe?», Swiss Political Science Review 17(4): 452-456.

3) Para más detalles sobre el Congo belga, véase: http://bit.ly/Al2X1e

4) «Los Hermanos Musulmanes de Egipto evitarán la confrontación en torno a los intentos de instalar al hijo del presidente Hosni Mubarak como presidente porque teme que una redada de las autoridades», http://bit.ly/yurUdd

5) «Issam al-Irian, alto dirigente del partido político fundado por el grupo de la Hermandad Musulmana, declaró que el partido había decidido apoyar el mantenimiento del primer ministro y del gabinete provisionales designados por el consejo militar gobernante en el cargo durante los próximos seis meses», http://nyti.ms/x29R2v

6) «La poderosa Hermandad Musulmana de Egipto publicó una dura denuncia de militantes liberales y laicos que se hace eco de las acusaciones contra el gobierno militar de recibir fondos del exterior para crear el caos en Egipto». Http://huff.to/z7oee8

7) «Los manifestantes siguen coreando: ‘Despierta, revolución, y date cuenta de que los Hermanos Musulmanes se han convertido en las Fuerzas de la Seguridad Central’, en referencia a la infame policía de Mubarak que reprimió a los manifestantes», http://bit.ly/yd41Yo

(8) «En el 2005, […] , Ariel Sharon advirtió al presidente George W. Bush en contra de derrocar a al-Assad con el argumento de que el diablo que conocemos (Assad) es mejor que el que vendría (los Hermanos Musulmanes)», http://onforb.es/yI7rr8

(9) Hisham Bustani: «Las lecciones de las revoluciones egipcia y tunecina que Jordania no ha aprendido», http://www.rebelion.org/noticia.php?id=123035

(10) Hisham Bustani: «La nueva oposición de Jordania y las trampas de la identidad y la ambigüedad», http://www.rebelion.org/noticia.php?id=126939

(11) Abdil-Mun’im Abu al-Futuh, declarando en un video en inglés: «Reconozco el derecho de Israel a existir». Abu al-Futuh aparece en el minuto 3:30 del vídeo. http://bit.ly/ADnt8f

(12) Hisham Butani: «Regímenes árabes, islamistas y democracia estadounidense» (en árabe), al-Ajbar (Beirut), 23 de octubre de 2007, http://bit.ly/wQHAwI

(13) Hisham Bustani: «El engaño del ‘Choque de civilizaciones’ y de la ‘Guerra’ contra el Islam», http://www.rebelion.org/noticia.php?id=68356

(14) http://bit.ly/zAQFCV

(15) http://bit.ly/w07Vfs

(16) http://bit.ly/zvzJNc

(17) http://bit.ly/xBKSog

(18) Para más detalles sobre el tema: véase: Maxime Rodinson, Islam and Capitalism, University of Texas Press, 1979.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.