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Turquía

¿Qué perspectivas tras el levantamiento en masa de la oposición?

Fuentes: LCR

Ha pasado un año desde el fracaso lamentable de la tentativa de golpe de Estado militar realizada por sectores cercanos al predicador F. Gülen y la puesta en marcha exitosa del golpe de Estado civil por R. Erdogan para transformar el régimen en un sentido autoritario. Las espectaculares puestas en escena, sin reparar en gastos, […]

Ha pasado un año desde el fracaso lamentable de la tentativa de golpe de Estado militar realizada por sectores cercanos al predicador F. Gülen y la puesta en marcha exitosa del golpe de Estado civil por R. Erdogan para transformar el régimen en un sentido autoritario. Las espectaculares puestas en escena, sin reparar en gastos, organizadas por el régimen el fin de semana del 15-16 de julio se lo han recordado a la sociedad turca y al resto del mundo.

Durante estas festividades el Reis Erdogan ha «prometido arrancar la cabeza de los traidores»… cuando la tentativa del golpe militar no gozó de simpatías en ningún sector significativo de la sociedad y cuanto todas las corrientes políticas lo condenaron inmediatamente (salvo los gulenistas). Pero ya está establecido que este episodio ha sido el pretexto para aniquilar políticamente a los opositores demócratas más vigorosos, operar purgas masivas (en particular entre los funcionarios), apuntando a miles de personas, militantes o no, que no tuvieron nada que ver ni de cerca ni de lejos con la tentativa de golpe de Estado y realizar, aprovechando todo esto, un plan de austeridad de gran envergadura en la función pública.

Sin embargo, estas conmemoraciones oficiales no son una nueva demostración de fuerza de Erdogan y sus acólitos. Son sobre todo una tentativa de conjurar dos fantasmas que atormentan al régimen: el deterioro económico y la pérdida de legitimidad política en beneficio de la oposición.

Las purgas de masas y ostensiblemente arbitrarias no solo han manchado la imagen de un régimen que encarcela a numerosos intelectuales y dirigentes políticos, hombres y mujeres, por sus opiniones y sus actividades pacíficas. Han debilitado también de forma considerable el funcionamiento del Estado y reforzado la crisis creciente de la economía turca. Así, por ejemplo, en un año:

– Turquía cuenta con 463 000 parados más.

– La tasa de paro ha aumentado un 1,2 % para alcanzar el 10,5 %.

– Esta tasa es del 12,4% fuera de la agricultura y del 19,8% para la juventud de 15-24 años.

– El déficit público generado el primer semestre de 2017 es de 6 mil millones de euros. Esta cifra era de 7 mil millones para todo 2016 [datos oficiales del Instituto de Estadísticas de Turquía y del Ministerio de Finanzas].

La pérdida de legitimidad se manifestó el 16 de abril de 2017 en el referéndum constitucional iniciado por Erdogan, que ganó el No, aunque se proclamó la victoria del Si mediante un fraude masivo. Esta evolución se manifestó también el pasado fin de semana en el mitin de masas que se celebró el 9 de julio en Estambul y que fue el punto final de la Marcha por la Justicia iniciada el 15 de junio de 2017 impulsada por el CHP (Partido de la República y del Pueblo, miembro de la Internacional Socialista, nacionalista «de izquierdas»). La chispa fue la detención del diputado CHP Enis Berberoglu debido a un artículo que escribió sobre le transporte de armas dirigidas al Estado Islámico (EI) con la complicidad del Estado turco.

Innegablemente, una iniciativa política nacional como esta respondía a una expectativa que iba más allá de las filas del CHP: numerosos actores políticos y sociales respondieron a ella favorablemente, asegurando su éxito masivo. Esta marcha estuvo organizada en torno a la consigna de «Derecho, Legalidad, Justicia», la reivindicación de «justicia» era bastante vaga y, a corto pazo, logra federar voluntades frente a los atropellos del régimen. Su sombra llegó hasta las conmemoraciones del primer aniversario de la tentativa de golpe de Estado de 2016, que el régimen intenta hacer un elemento central de su mitología.

Si la marcha fue la ocasión para condenar de nuevo la tentativa de golpe de Estado militar de 2016 (hay que repetir que prácticamente no gozó de ningún apoyo en Turquía), también permitió la emergencia de un relato en competencia al del AKP con los términos de el 15 de julio del pueblo frente al 15 de julio del Palacio (del régimen) y golpe de Estado civil del 20 de julio (establecimiento del estado de urgencia y comienzo de las purgas por el régimen). Por otra prte, durante el tiempo que duró la marcha, el AKP no logró por mas que alimentar polémicas bastante ridículas sin ningún eco más allá de sus círculos más convencidos.

En el mitin central, Kemal Kılıçdaroğlu, el presidente del CHP, lanzó un discurso democrático básico y defensivo consistente en particular en exigir la liberación de los diputados detenidos, el restablecimiento en sus puestos a universitarios y funcionarios arbitrariamente despedidos de su función y en algunos casos encarcelados, la ilegitimidad de la constitución adoptada por el referéndum constitucional fraudulento, etc.

Puede sorprender el hecho de que la movilización anti Erdogan más importante desde el movimiento de Gezi fuera impulsada por la dirección del CHP. Un partido que no es solo un partido burgués (por otra parte, tampoco es asimilable a una tradición socialdemócrata contrariamente a sus pretensiones); es también el heredero de una pesada herencia colonial/nacionalista turca y de traición a las aspiraciones democráticas, y es también el partido de la protesta platónica y de la sumisión al AKP.

En efecto, desde las elecciones de junio y noviembre de 2015, la dirección del CHP no ha dejado pasar ninguna ocasión para legitimar al régimen turco. Así, el CHP apoyó al régimen cuando éste hizo adoptar una reforma constitucional temporal que permitía el levantamiento de la inmunidad parlamentaria de los diputados del HDP. En esta ocasión, el presidente del CHP, Kemal Kılıçdaroğlu declaró que esta reforma era contraria a la constitución pero que, no obstante, la apoyaba…

Además, tras la tentativa de golpe de Estado de julio de 2016, Kemal Kılıçdaroğlu participó en nombre del CHP en el mitin pro-régimen La Democracia y los mártires del 9 de agosto de 2016 al lado de los dirigentes del partido ultranacionalista MHP, del Estado Mayor, de la Dirección de Asuntos Religiosos y determinadas figuras mediáticas en lo que fue un verdadero espectáculo a la gloria del régimen de Erdogan. Solo el HDP no participó en el mitin: este partido no lo quería y evidentemente el régimen ni se planteaba invitarle.

En fin, cuando el régimen obtuvo de forma fraudulenta la mayoría en el referéndum constitucional, la dirección del CHP intentó desmovilizar las movilizaciones espontáneas que emergieron para protestar contra el fraude, intentando canalizar la energías hacia próximas elecciones legislativas que, en la situación actual, apenas presentan garantías. De hecho, la represión contra el HDP y los movimientos sociales ha puesto al CHP en posición de casi monopolio para tomar una iniciativa política de amplitud contra el régimen… algo que no había hecho nunca hasta el presente.

En suma, el CHP ha perpetuado lo que nos permitía hacía algún tiempo proponer la siguiente descripción:

«Partido estatista cuando el Estado se confunde ya con el AKP su adversario político, es lógico que el CHP no vuelva a los excesos de los años 1990 y que un ala democrática y social exista en su seno».

Esta caracterización iba acompañada por la siguiente constatación:

«Sin embargo, de toda esta confusión, no surge nada más allá de una crítica pasiva de la deriva autoritaria del régimen con tonalidades de un democratismo platónico cruzado con nacionalismo. Es decir, demasiado poco frente a lo que plantea la situación».

El CHP había proseguido esta actitud no defendiendo los derechos democráticos y abandonando a su suerte al HDP atacado por el régimen. Ahora bien, éste atraviesa justamente una fase crucial de la represión con los procesos de sus dos copresidentes Selahattin Demirtas et Figen Yüksedag. Sin embargo, sobre este punto, la marcha por la justicia señala una modificación de la situación política.

El hecho de que la dirección del CHP haya tomado la iniciativa de una movilización tiene que ver principalmente con la huida hacia adelante del régimen y los estragos sociales y económicos que provoca. No hay duda alguna de que Erdogan usa el autoritarismo para apoyar una línea ferozmente ultraliberal. Por otra parte, él mismo ha recordado en una reunión de una organización de multinacionales en Turquía (con presencia de grupos franceses): «A partir de ahora, utilizamos el estado de urgencia cuando hay una amenaza de huelga».

Esto no significa sin embargo que los capitalistas turcos estén unánimemente detrás de él. El aislamiento internacional, el callejón sin salida económica, el debilitamiento del Estado y la arbitrariedad triunfante no son muy apreciados en sectores enteros de la burguesía turca, tanto que una organización como el TÜSIAD, representante de la gran patronal liberal, ha apoyado la «marcha por la justicia».

Sin embargo, sería un error grave asimilar la «marcha por la justicia» a una maniobra de una fracción del capital contra otra representada por Erdogan. Estos últimos años han mostrado que sectores importantes de la sociedad, además de la población kurda, estaban dispuestas a protestar en la calle contra el régimen. El impacto de los atentados suicidas, que aterrorizaron a la oposición, fue difuminado por el fraude en el referéndum. Es el callejón sin salida en el que el régimen mete a Turquía el que ha obligado a la dirección del CHP a recurrir a la movilización popular.

Ahora bien, tal recurso -que las masas salgan a las calles, además sobre la base de reivindicaciones democráticas- no deja nunca de tener peligro para los partidos burgueses. Sigue habiendo un gran peligro de que la incapaz dirección del CHP logre canalizar la energía de la movilización hacia objetivos tan ilusorios como elecciones de 2019 o retrocesos cosméticos. Lo que podría impedir esto, es la capacidad de las masas de proseguir su movilización democrática, lo que necesita igualmente la contribución decidida de los revolucionarios en ese sentido, pero también… la huida hacia adelante del régimen. En efecto, la reacción del régimen en relación con la marcha no se ha hecho esperar: 72 universitarios han sido encarcelados, entre ellos un nuevo diputado del CHP.

En la conmemoración del fracaso del golpe de Estado del 15 de julio, cuando las alrededor de 90 000 mezquitas del país difundían tras medianoche las oraciones en homenaje a los muertos durante el movimiento para hacer fracasar de la tentativa, Erdogan prometió «arrancar las cabezas de los traidores», recordando que este régimen no conoce la marcha atrás. Además de la resistencia mostrada por una gran parte de la población kurda, primera víctima de los atropellos del Estado, la «marcha por la justicia» y el enorme mitin que la cerró indican la disponibilidad de las masas turcas para una movilización, al menos sobre una base democrática mínima, contra el régimen y contra el neoliberalismo autoritario.

Fuente: http://www.lcr-lagauche.org/turquie-quelles-perspectives-apres-la-levee-en-masse-de-lopposition/

Traducción: Faustino Eguberri para viento sur