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¿Quién quemó a Sondos y a sus niños?

Fuentes: Middle East Monitor

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.


 

Vista aérea de un campo de refugiados sirios tras las inundaciones producidas por las lluvias del 27 de diciembre pasado en Idlib, cerca de la frontera turca. Decenas de miles de personas luchan por sobrevivir bajo las más duras condiciones invernales. (Foto: Eçref Musa/Anadolu Agency)

¿En qué pensó Sondos tras prender fuego a su tienda y acurrucarse en un rincón con sus tres niños? ¿No la conmovieron las lágrimas de sus hijos? ¿No le hicieron cambiar de opinión los gritos de su bebé de solo un mes de edad? Es cierto que no habían podido comer desde hacía tres días. Es cierto que no tenían calefacción suficiente para combatir el clima helado. Dos niñas habían muerto dos días antes debido al frío, uniéndose a los aproximadamente veinte refugiados que este año murieron por esa misma razón y la falta de atención médica adecuada. También es cierto que ni el esposo de Sondos ni ninguno de sus parientes próximos estaban cerca. Era una joven de 28 años, que vivía en un atestado campamento de refugiados.

¿En qué demonios estaba pensando? ¿Creía que todos ellos iban a morir de un modo u otro, así que por qué prolongar su sufrimiento y su desdicha? O, tal vez, pensó que Dios es más misericordioso que la ONU, el gobierno sirio, los rusos, los estadounidenses, los iraníes y los jordanos, que rodeaban con sus ejércitos y bases militares ese miserable campamento de refugiados en el sur de Siria. Algo debió cruzarse en su mente, una sensación angustiosa incesante, como una especie de taladro eléctrico en tu cerebro que hace que tu vida sea peor que el infierno. ¿Acaso se dijo a sí misma: «Si pierdo mi dignidad y honor, no vale la pena seguir viviendo»?

Puede que se hubiera vuelto loca. Sin embargo, ¿cómo puede mantenerse uno cuerdo en esta región que flota en un mar de sangre? ¿Qué se necesita para que alguien siga siendo racional en medio de toda esta locura? ¿Por qué alguien debería culparla a ella y no a las agencias de la ONU que se supone deben proporcionar alimentos, combustible, refugio y tratamiento médico a los refugiados? ¿Por qué no culpamos a las fuerzas del gobierno sirio que rodearon el campamento e hicieron que el precio de los alimentos y el combustible alcanzaran cuatro veces su precio en otras partes de Siria? ¿Por qué no culpamos al ejército de Estados Unidos, que está dispuesto a gastar billones de dólares en guerras pero, cuando se trata de la vida humana, hace la vista gorda?

¿Qué nos lleva, como seres humanos, a darnos cuenta de que tenemos que asumir y compartir la culpa por esta tragedia? ¿No cometieron todas esas personas un suicidio moral al permitir que Sondos Fathullah y sus hijos alcanzaran tal nivel de desesperación? Al menos Sondos intentaba matar su cuerpo para mantener su alma, pero el resto de nosotros matamos su cuerpo y matamos nuestras propias almas. En este sentido, todos los que estuvieron presentes observando su sufrimiento son cómplices o incluso instigadores, y son quienes merecen condena.

Precisamente, el fin de semana pasado, miles de refugiados sirios se vieron atrapados en las montañas libanesas en medio de una tormenta de nieve helada. Los caminos estaban bloqueados por la nieve, sus tiendas y sus chozas estaban cubiertas con un sudario blanco, como si estuvieran esperando que alguien recitara una oración de muerte por sus almas. El campamento de refugiados de Deir Ballut, cerca del río Efrin, en el norte de Siria, fue testigo de otra tragedia. Debido a la nieve derretida y a las fuertes lluvias, el nivel del río aumentó e inundó partes del campamento de refugiados. El agua era tan fuerte que arrastró a las personas y destruyó sus refugios. Un anciano y un niño murieron asesinados.


 

Una vista del campo de refugiados en Arsal, Líbano, cubierto por la nieve el 10 de enero de 2019 (Foto:   Jihad Muhammad Behlok/Anadolu Agency)

¿Por qué no detiene alguien todo este sufrimiento? ¿Es que no durado ya suficiente? Quince millones de seres humanos son refugiados o desplazados, más de medio millón han perdido la vida. Todo está arrasado hasta los cimientos. ¿Qué más tiene que pagar el pueblo sirio por su libertad? Por favor, no envíen ayuda, aunque es muy necesaria, solo PAREN LA GUERRA. Permitan que las personas puedan llegar a un entorno seguro, reconstruyan sus hogares, críen a sus hijos y puedan llevar una vida decente.

El ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados) da ayuda a los sirios. Irónicamente, muchas de estas personas desplazadas en Siria son refugiados palestinos, que se encuentran ya bajo la jurisdicción de UNRWA (Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina). Hay diez campamentos de refugiados palestinos en Siria bajo el patrocinio de UNRWA. Sin embargo, ninguna de estas agencias puede ayudar a los refugiados a volver a casa.

Desde mi propia experiencia como palestino, ser refugiado en Oriente Medio no es necesariamente un estado temporal. Mi padre se fue de Palestina en 1948, cuando tenía solo nueve años. Nací en Jordania con la etiqueta de refugiado, al igual que mis hijos. Desde entonces, han pasado más de 70 años y todavía estamos esperando que la ONU y la comunidad internacional nos devuelvan a nuestros hogares. Hoy en día, no hay palestinos en nuestra ciudad natal, Baysan (Beit She’an), cerca de Nazaret. Está completamente judaizada.

Desde entonces, los iraquíes, sirios y yemeníes se han unido a los palestinos en su difícil situación de refugiados. Algunos de ellos han pasado más de una década en refugios temporales, a excepción de aquellos que emigraron a diferentes continentes y perdieron su cultura e identidad. ¿Hay realmente una conspiración global para destruir esta zona y acabar con su gente y su cultura? ¿Qué significa todo esto? ¿Por qué el mundo observa la aniquilación continúa sin intervenir realmente? ¿Se permitiría que esto sucediera en Europa occidental o en Estados Unidos?

¿Cuántas personas tienen que quemarse como Sondos? ¿Cuántos hombres y mujeres jóvenes tienen que ahogarse en el Mediterráneo en busca de una vida segura en Europa? ¿Cuántos seres tienen que perder sus vidas en los campos de batalla y bajo los escombros de sus hogares? El pueblo sirio no está compuesto de criminales y terroristas; todos, como Sondos, quieren vivir con dignidad o morir buscando justicia.

Muhammad Makram Balawi es un escritor y académico palestino. Vive en Estambul y es el presidente del Asia Middle East Forum.

Fuente: https://www.middleeastmonitor.com/20190116-who-burned-sondos-and-her-children/

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.