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Quizás haya que acabar con ellas

Fuentes: Aish

Se ha hablado mucho de los ataques lanzados por los censores de la moral pública contra la participación de la mujer en el Consejo Consultivo saudí(1) o contra la opción de que las mujeres vendan ropa interior femenina. Estos censores se oponen también a que la mujer trabaje como cajera en centros comerciales o en […]

Se ha hablado mucho de los ataques lanzados por los censores de la moral pública contra la participación de la mujer en el Consejo Consultivo saudí(1) o contra la opción de que las mujeres vendan ropa interior femenina. Estos censores se oponen también a que la mujer trabaje como cajera en centros comerciales o en farmacias y además han prohibido a una niña que cante en una feria comercial por considerarla una tentación. La corriente religiosa de la ignorancia, responsable de educar a la gente en el miedo, nos explica tales decisiones mediante charlas. Hace poco aparecía en un programa didáctico un predicador de la fe islámica que invitaba a los padres a cubrir la cara de sus hijas aunque todavía no hayan alcanzado la madurez. En su opinión: «Puede que el cuerpo de la niña posea rasgos de la belleza propia de una mujer, como ocurre si la niña es de complexión gruesa o corpulenta». Seguidamente añadía: «Estos atributos en el cuerpo de una niña son la causa de los episodios de abuso sexual infantil protagonizados por los familiares cercanos en los hogares».

¿Cuál es la solución? ¿Podría ser la implantación de una ley severa en contra del abuso sexual, además de concienciar en las escuelas y medios de comunicación sobre el problema y poner a disposición un teléfono directo para denunciar los casos de abuso; igualmente se podrían abrir centros especializados encargados de tratar a las víctimas de abusos y se urgiría a los juzgados para que no ampararan a los acosadores y garantizaran a los niños un entorno seguro? No. La solución -para ellos- es cubrir la cara de la niña. No comprendo cómo puede afirmar el jeque que una niña víctima de los abusos sexuales de un familiar en su propio hogar no se cubra la cara ante él y, en cambio, pida a la joven que se tape si sale afuera. Quizás estos consejos nos recuerden a cómo el jeque exhortaba a una chica, víctima de los abusos de su padre, a que no se desnudara ni utilizara un vestido con transparencias en su presencia, ya que «al fin y al cabo, su padre era un hombre». Es probable que con estos consejos cortemos el paso a cualquier degenerado, quitando de en medio todo aquello que pueda incitarle, pero sin curar su enfermedad. Al final, habremos diseñado una sociedad a la medida del pensamiento depravado en lugar de construirla según los parámetros de una vida normal y segura que garantice la dignidad, los derechos, el desarrollo y el bienestar de todas las personas.

Estas amonestaciones, que ayudan a orientar la opinión pública, son hechas por predicadores jóvenes que presumen de ser quienes mejor comprenden la personalidad de los padres que cometen abusos. Con el paso del tiempo, dichos consejos y advertencias hacen mella en la opinión pública, que sitúa la mujer como responsable de conflictos y problemas. Entonces, ¿qué se debe hacer con la mujer? ¿Debemos esconderla? Esconderla no es suficiente. Se pretende anular su existencia al igual que se combate la molesta aparición de caspa en la cabeza: le prohibimos que se muestre en lugares públicos, le vetamos el trabajo en centros comerciales, tiendas y juzgados; la apartamos del Consejo Consultivo, le denegamos practicar deporte y ¡listo!

¿Pero qué ocurre con los nombres propios femeninos? ¿Y si los nombres trajeran consigo indicios de provocación? ¿Qué ocurriría si un nuevo predicador descubriera que los nombres propios que evocan una emoción originaran esa misma emoción? Que el nombre Faten(2) suscita fascinación, que el nombre Yamila(3) provoca deseo, que el nombre Latifa(4) no entraña modestia y que el nombre Basma(5) es insolente. Siempre debemos ser prevenidos pero concretamente con estas cuestiones la prevención es imprescindible. A lo mejor tenemos que eliminar los nombres propios femeninos y quedarnos solo con números, igual que designamos a las escuelas como primera, segunda y tercera, llamemos así a las niñas para librarlas de la posibilidad de suscitar cualquier sospecha o incitar al deseo; así, primera, segunda, tercera, cuarta o quinta son nombres que no poseen un segundo significado y no estimulan la imaginación. ¿Pero qué ocurriría si alguna de estas adolescentes actuara de forma frívola y, de acuerdo con los patrones transgresores de la juventud, decidiera dibujar su nombre en forma de número en lugar de usar letras? ¿Qué provocaría el dibujo del número tres con sus curvas tortuosas o el del número cinco redondo y corpulento o el nueve guiñando un ojo? Personalmente, no les garantizo qué puede ocurrir, pero por decirlo de algún modo: «¡Que Dios nos libre de la inconsciencia de la mujer!».

Notas

1. Órgano de consulta del rey saudí. Está formado por 150 miembros elegidos por el rey. Su cometido es dar recomendaciones sobre leyes, tratados o planes al consejo de ministros que pueden ser tenidas en cuenta o no [N. de la T.]

2. Nombre propio femenino cuyo significado es encantador, fascinante, tentador [N. de la T.]

3. Nombre propio femenino cuyo significado es bella, guapa, bonita [N. de la T.]

4. Nombre propio femenino cuyo significado es exquisitez [N. de la T.]

5. Nombre propio femenino cuyo significado es sonrisa [N. de la T.]

Fuente original: http://www.aish.es/index.php/es/otrasvoces/colaboraciones/4111-quizas-haya-que-acabar-con-ellas