Hemos ido entrando en un proceso cada vez más vez rápido y ominoso y en varios planos u órbitas a la vez: una presentización del mundo cada vez más imperiosa que está rompiendo una característica humana por excelencia –nuestra temporalidad−; una hipertrofia de los laboratorios de guerra biológica (biowarfare) con eje en EE.UU. y “sucursales” en muchos y significativos estados; China, Ucrania, Azerbaiyán, Kazastán, alcanzando según denuncia Xinjuá, 336 laboratorios[1] que pueden ir modelando las sociedades en que están instaladas. Xinhua sostiene que sólo en Ucrania hay 26 de tales laboratorios; una pandemia universalizada, producto de ese mismo biowarfare que señalamos, cuyo patógeno se pretendió atribuir a la naturaleza o a la casualidad y nos obliga, o al menos debiera obligarnos, a ubicar a los fautores de la aparición del Covid19. Todos acontecimientos constituidos en mojones de la geopolítica de nuestro desgarrado presente, así como la reinstauración (desde hace ya tiempo, pero con revestimiento legal) de la industria concentracionaria para el manejo y la administración poblacional: Gaza, 2006.
Podemos agregar “relámpagos” llevados a cabo por (muy pocos) humanos; el 11 de setiembre, 2001, el 7 de octubre, 2023.
Nuestra actualidad que podemos remontar, inevitablemente de modo arbitrario, hasta 1945, coincide con el señorío planetario de EE.UU.[2] Y de su instrumental geopolíticomilitar: ONU, BM, FMI, AID, la red biowarfare que hemos señalado, los “comandos” con que el estado mayor o invisible norteamericano ha ido cubriendo el planeta (CENTCOM, AFRICOM, EUROCOM, etcétera) y para rematar el tablero de control planetario, la red de “nenúfares”, centenares de unidades dispersas por todos los continentes con que cuenta EE.UU: “una red mundial de fuertes fronterizos, la ‘caballería global’ del Siglo XXI”.[3]
Con estas instrumentaciones, hemos entrado en un nuevo tiempo genocida (del que, en rigor, nunca estuvimos lejos). ONU, por ejemplo, ha constituido la coartada si no perfecta, al menos ferpecta, para un genocidio escalonado en décadas, en Palestina.
Nos dice Isaac Nahón Serfaty que: “jóvenes no muestran gran sensibilidad ante la masacre cometida por Hamás el 7 de octubre [2023].[4] Lo que no nos dice Serfaty es que consciente o inconscientemente se ubica del lado de los victimados con el copamiento del 7 de octubre, equiparándolos a judíos en campos de concentración (nazis, obviamente). ¡Pero Gaza, toda la franja, es ella misma un monstruoso campo de concentración!, donde Israel se permite todas las arbitrariedades, todos los excesos; dosificarles la comida, el sueño, los ritmos en la calle, los medicamentos, el agua, las comunicaciones, el acceso a la costa… todo bajo pena de balazos sin intermediación judicial…
Dejemos a un lado si el copamiento palestino del 7 de octubre fue un gambito ayudado tipo Pearl Harbor, por el gobierno israelí para que Hamás y otras agrupaciones armadas palestinas incursionaran en el cuartel regional israelí a cargo del “orden” en la FdG o si, por el contrario, fue un operativo guerrillero “de alta costura” que tomó por sorpresa a los mandos, mal acostumbrados a un dominio aplastante; algo que –de todos modos− me cuesta mucho aceptar dado el tipo de control de la valla que ejercían los mandos israelíes. De todos modos, con Pearl Harbor o sin él, fueron copados y sumariamente ajusticiados algunos centenares de militares israelíes, incluso todavía en calzones.[5]
La prensa que se considera seria, objetiva y portadora de los valores de nuestra sociedad salió por ejemplo, en Buenos Aires, a ilustrar una “atípica marcha por la ciudad para reclamar por los rehenes en Gaza”. “Olvidando” que los gazatíes son desde 2006, rehenes de Israel. En todos los aspectos imaginables.
Este campo de concentración –infierno en la tierra− procesa instancias de resistencia al administrador (como en su momento, muy desesperadamente, los concentrados por el gobierno estalinista, el nazi o el sudafricano, por ejemplo, también encararon). El golpe de mano de Hamás y otras organizaciones armadas tiene así puntos de comparación con la resistencia judía desde el gueto de Varsovia. Por sus dimensiones físicas, empero, Gaza se asemeja más a Numancia[6] que al gueto varsoviano.
El operativo de copamiento del 7 de octubre y toma de rehenes constituyó el intento gazatí de zafar siquiera un poco de todos “los torniquetes” que Israel fue aplicando a la FdG. En ese aspecto, sí, es comparable con el gueto de Varsovia que en 1943 inició una rebelión desesperada que sus mismos protagonistas sabían de muy difícil concreción.
La prensa oficialista procura comparar a los israelíes tomados como rehenes en Gaza con los judíos perseguidos y puestos en campos de concentración por el nazismo. Eso habla del escaso nivel analítico de la prensa bien llamada “canalla”; sus apologías y emprendimientos pasan por dólares y/o ignorancia, “sabiamente” combinados.
Revival del campo de concentración
El poder concentracionario está en Israel, como estuvo en tantas otras constelaciones de poder: lo ejerció EE.UU. para “resolver” la cuestión india, “reservándolos”; durante la 2GM internó a japoneses; los sudafricanos anglos tuvieron tales campos donde internaron boers, abandonados en sus encierros hasta morir, mujeres y niños incluidos; la URSS dirigida por Stalin, tuvo una red de campos de concentración que Solzhenitsin tuvo la lucidez y el valor de revelar (y que estimó en 12 millones sus habitantes, casi un 10% de la población soviética); los campos de concentración nazis durante la década del ’30 para todos los que los nazis calificaban “desviados”, los hubo de varias naciones europeas en África, y sin ir tan lejos, en nuestro Salsipuedes (1831); el anticipo de la misma política de “limpieza” y “pureza” para la etnia charrúa en nuestro país).
Eso es lo que hay que asumir ante la conmoción de la madrugada del 7 de oct. 2023: un contragolpe desde el universo concentracionario.
¿Por qué los palestinos armados decidieron “pescar” rehenes? Porque es lo escasísimo que les ha brindado alguna compensación siquiera, algún respiro. Fue histórico el rehén azarosamente conseguido tras un enfrentamiento armado de dos puñados de combatientes en 2005: los palestinos sobrevivientes se llevaron prisionero a un soldado israelí. Y ofrecieron su devolución a cambio de la liberación de mil palestinos, presos políticos, bajo juicio o por detención “administrativa”.
Aunque “el ejército más moral del mundo” procuró liberarlo por sí mismo, siguiendo presuntas pistas que únicamente sirvieron para matar a enorme cantidad de palestinos “sospechosos”, luego de varios años de cautiverio, se llevó a cabo el canje propuesto por palestinos que resultó en ese soldado prisionero por mil veintisiete presos palestinos (que poco a poco iban a ser detenidos otra vez). El soldado en cuestión, estrella mediática por una hora, no fue más entrevistado por la prensa israelí al haber dicho en su primer reportaje que no fue nunca maltratado en varios años de cautiverio, que siempre tuvo para comer e higienizarse. Que había sido bien tratado.[7]
La info que se nos brinda desde los mass media: matanza escamoteada
Dresde fue una ciudad alemana castigada por Los Aliados cuando ya se había decidido el final de la guerra y el bando victorioso.
En 1945 Dresde, ciudad histórica y culturalmente famosa, recibió unas 1800 toneladas de bombas que mataron «al menos» entre 25 mil y 30 mil habitantes.
Gaza, la ciudad capital que hasta ahora ha soportado la mayor parte de los bombardeos recibió unas 4500 toneladas de bombas con tecnología 2023 (mucho más demoledora e incisiva que la tecnología 1945). Algunos equiparan esa carga de devastación con las dos bombas atómicas tipo Nagasaki o Hiroshima.
Si ponderamos las muertes en Gaza con las equivalencias en Dresde tendríamos unos 75 mil muertos gazatíes. Si referimos la equivalencia a Hiroshima, 160 mil muertos o a Nagasaki, 80 mil. Al día de hoy, la info para Gaza, tanto israelí como palestina, nos habla de cifras alrededor de 30 mil muertos. Claro que restringir el conteo a cadáveres visibles es insensato dado el grado de derribo y destrucción.[8] No hemos podido rastrear datos de cuerpos humanos dentro de la dantesca devastación edilicia.
Ralph Nader, a 6 meses del 7 de octubre y tomando la artillería empleada y el estado de privación generalizado a que ha sido planificadamente sometida la población gazatí (sin agua, sin alimentos, sin asistencia médica, sin techo, sin abrigo), arriesga el guarismo 200 mil,[9] que, según datos ya conocidos de matanzas con el mismo método (Dresde, Hamburgo) resulta atendible.
Se estima que los escombros alcanzan a 23 millones de toneladas (lo que se calcula como billions en inglés). Calles, paredes, techos, pisos, ascensores, escaleras, ventanas, muebles, ropas, aparatos domésticos de uso manual o eléctrico, ropas de cama, de uso personal, vajilla, fotografías, cartas, juguetes, y cuerpos de bebes, madres, ancianos y ancianas, enfermos, jovencitos… y sueños, proyectos.
Pero la prensa occidental tiene su emocionómetro: si habla de quince mil niños pero palestinos, asesinados a sangre fría, brota la circunspección, el ser contenidos; si habla de dos ciudadanos israelíes asesinados, allí sí brota la angustia, se desmelena el furor; allí, sí surge el vejamen a la vida.
Contra el maniqueísmo
Alice Wairimu Nderitu, jurista keniata secretaria de ONU en el área de prevención de genocidios, ha condenado desde el primer momento tanto el copamiento violento con toma de rehenes de las organizaciones palestinas como la respuesta violenta israelí enfocada en la noción (muy bíblica) de “castigo colectivo”; el que permite moralmente a los israelíes cosechar la muerte de decenas de miles de civiles palestinos, ajenos o no, al operativo “Hamás”.
Este escabroso asunto nos lleva inevitablemente a considerar otros factores en juego.
¿Por qué Israel acude al castigo colectivo como sustento de su accionar? Algo que desde el enfoque democrático resulta monstruoso. Porque considera a lo palestino como algo ajeno a su derecho, a los derechos que los judíos sí tienen. Eso es lo característico de toda sociedad señorial: un código propio para sí y otro para los demás (que puede consistir en que no tengan derecho alguno).
Ésa es la dicotomía propia de todo colonialismo, de toda sociedad de origen colonial. Es lo que hicieron los romanos en Numancia (y en tantos otros sitios); los españoles en las Américas, y varios otros europeos también en partes del “Nuevo Continente”. Ésa fue la irradiación europea también en África y el resto del planeta.[10]
No se puede desarrollar colonización alguna si no se parte de la base que el colonizador es mejor, y consiguientemente el destinado a ejercer lo mejor (para todos: este todos no tiene porque abarcar a todos). Así se posesionaron de Palestina, a lo largo del s XX, los sionistas.
Es la impronta colonial de “nuestro mundo moderno”, como muy bien explica el historiador francés Laurent Guyénot[11] lo que explica la lenidad de los juicios occidentales ante el comportamiento israelí. “la cola de paja” de tanto progresista de último momento ha llevado a muchos conservadores de la peor laya a pasar por alto las atrocidades sionistas cada vez más abundantes y abyectas. Siempre dieron por buenas sus propias historias nacionales, por ejemplo, arrebatando tierras a los indios para fabricar las sociedades rurales más estables y nutridas de derecho que imaginar se pueda. Claro que para consolidar ese reinado del derecho y la justicia hubo que matar a quienes clamaban que esas tierras eran propias. O de todos. Si pensamos en el sur americano, rioplatense, el proyecto artiguista podría haber sido una línea de encuentro o del medio, en lugar del arrasamiento que viéramos en Salsipuedes).[12]
Para quienes rechazamos tales escalas en valores de vidas humanas, la práctica sionista de matar a tantos por cada judío matado por natives trasluce prístinamente el valor atribuido a la vida propia… y el desprecio a la ajena.
En todo aquel maremagnum que señalé al comienzo he optado por abordar la matanza indiscriminada y colectiva de seres humanos desarmados no sólo por su atrocidad en sí casi incomprensible, sino porque me parece advertir la flojedad social, la indiferencia, la ignorancia, y la consiguiente manipulación comunicacional de quienes manejan nuestros resortes mediáticos, al punto que muchos no logran o aceptan calificar genocidio a un genocidio. O que están en trance, consciente o inconsciente, de calificar genocidios malos y genocidios buenos…
La gente en Gaza sigue pasando hambre, muriendo de enfermedades curables, se nos “cuenta” que un millón y medio de gazatíes se arremolinan en Rafah, un poblado mínimo hasta ahora de unos veinte mil habitantes. Que Israel promete bombardear cuando lo entienda… ¿justo, necesario, oportuno?
Muchos israelíes ya han dado cuenta de su verdadero interés: ocupar Gaza y aprovechar su envidiable costa. Sueñan y promueven zonas turísticas, muy bien equipadas. Justo delante de la costa gazatí, además, se han verificado yacimientos petrolíferos.[13]
El empleo de lo bíblico como argumento, amén de sus falencias como documento histórico, deja al desnudo intereses bastante más crudos y materiales… como en su momento los de los grandes terratenientes bonaerenses, del sur brasileño o del norte uruguayo…. tan afanados en “civilizar” las comarcas…
¿Por qué en la ONU se puede oír a Beniamin Netanyahu proclamando el extermino de los amalecitas y no se suspenden relaciones y contratos con quienes se guían por la Biblia para sus comportamientos sociales, políticos y militares? Únicamente Sudáfrica advirtió esa inaceptable referencia, pero toda una serie de estados y naciones “normales” no tuvieron objeción.
Ése es nuestro mundo. Tendré que terminar estas líneas con las que puse en mi última nota sobre otro tema: “‘Dios nos salve de los salvadores porque aquí los salvados son los únicos sacrificados y los salvadores los únicos que se salvan.’ Solo que, quienes no somos bíblicos ni nos sentimos ni protegidos (ni amenazados) por dios alguno, vemos, sí, nuestra realidad, nuestro mundo bajo una amenaza política, cultural, mediática, material, cada vez mayor y más pesante.
[1] http://spanish.news.cn/2022-03/19/c_1310521141.htm.
[2] ¡Y qué señorío! Hay que repasar lo que los dirigentes norteamericanos pensaban sobre sí y el mundo. Y es contundente la presentación del intelectual “exdeizquierdas” James Burnham en las primeras páginas de su La revolución de los directores, 1941.
[3] https://www.elciudadano.com/pueblos/nenufares-las-nuevas-bases-de-estados-unidos-repartidas-por-el-globo/08/03/.
[4] https://dialogopolitico.org/debates/nuevo-antisemitismo.
[5] Poco creíbles los datos “oficiales” de 1400 asesinados en esa madrugada del 7 de octubre. Periodistas que han procurado acercarse a la verdad, como desde The Gray Zone, estiman en algunos centenares los militares ajusticiados, y en la inmediatamente posterior de toma de rehenes, algunas decenas más de israelíes en la población local.
[6] Una ciudad que resistió el ensanche imperial romano y que tuvo éxito al impedir su asentamiento. Tras dos derrotas militares, los romanos cambiaron su táctica: la aislaron y al cabo de un poco más de un año, Numancia abrió sus puertas, es decir el puñado de sobrevivientes que no optó por el suicidio colectivo, abrió las puertas al imperio.
[7] ¿Cómo puede caerle bien esta ‘experiencia de prisión’ del soldado israelí, al personal militar “más moral del mundo”, que encierra a prisioneros palestinos en celdarios todos cuyos lados son entre un metro y un metro 20 o 30, por lo cual, encerrados, nadie puede incorporarse, estirarse ni erguirse? (cit. p. G. Atzmon).
[8] Un dato que sí hemos podido rastrear entre escaseces: en Gaza se han derribado unas 300 000 viviendas consideradas dos tercios del total habitacional. Hasta hoy.
[9] https://www.unz.com/article/how-many-gazans-have-already-died-perhaps-200000/.
[10] Una distinción cabe, que nos dé cierta luz u optimismo acerca del que no hay-mal-que-dure-cien-años. La impronta colonial que dejó el imperio romano, por ejemplo, en los pueblos europeos, muchos a la vez configurados con el aporte romano, hace más de mil años, no es tan perceptible, al menos como lo es la generada por ingleses, holandeses, españoles, portugueses en las diversas sociedades que fueron configuradas tras la colonización europea hace dos, tres o cuatro siglos. En algunos casos, dando lugar a híbridos societales y étnicos; en otros, como con los ingleses en América del Norte, opacando y reduciendo a un mínimo las sociedades preexistentes y generando sociedades nuevas. Muchos sionistas, los más desembozadamente racistas, tienen como modelo para su tratamiento a palestinos lo actuado por los americans con “los pieles rojas”.
[11] Tiene muchísimos textos sobre el particular, p. ej., “Las lente bíblica y la luz nietzcscheana”, probablemente el más reciente.
[12] México y su configuración política tuvo a su vez perfiles de cruces y reconocimientos culturales de los viejos y los nuevos americanos. Pero la impronta europea en América ha sido aplastante. Habrá que esperar hasta Evo Morales para vislumbrar un diálogo interétnico fecundo en las Américas. Antes hubo presidentes y figuras prominentes de origen indio, pero en general prolijamente europeizados u occidentalizados.
[13] Esa riqueza submarina se la conoce desde hace mucho, pero Israel “congeló” esos recoocimientos estando ese mar bajo jurisdicción gazatí, palestina. Corría el riesgo de tener una disputa o tener que compartir esa riqueza. El desalojo violento y sanguinario de la FdG le permite recoger esas “riquezas” de tierra no tan bíblicamente judía como fruta madura…
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.