Se acaba de concluir uno de los pasos más importantes del proceso electoral cubano: la realización de las asambleas de nominación de los candidatos a delegados a las Asambleas Municipales del Poder Popular. Más del 84 por ciento de la población electoral -que se estima superior a los ocho millones de personas– participó en las […]
Se acaba de concluir uno de los pasos más importantes del proceso electoral cubano: la realización de las asambleas de nominación de los candidatos a delegados a las Asambleas Municipales del Poder Popular.
Más del 84 por ciento de la población electoral -que se estima superior a los ocho millones de personas– participó en las más de 41 600 asambleas efectuadas, en las cuales los vecinos de cada demarcación, no partidos políticos, se encargaron libremente de postular a los candidatos a delegados que deben ahora ser electos en las urnas, por el voto libre y secreto, el próximo 17 de abril.
Poco se ha publicado en el mundo sobre este acontecimiento masivo ocurrido en Cuba en las últimas 29 noches, desde el 24 de febrero hasta el 24 de marzo. Los grandes medios de comunicación han preferido en ese lapso silenciarlo y, en su lugar, dar amplio espacio a las tres decenas de damas vestidas de blanco que salen a las calles de La Habana «y retan a la prensa oficial» o a las voces y rostros de los grupúsculos asalariados de la Oficina de Intereses de Estados Unidos. Que casi 7 millones de cubanos hayan participado en las asambleas de nominación no merecen ni una línea, pero en cambio «los cuatro gatos» llamados disidentes, que se representan a sí mismos, ocupan titulares y grandes espacios. Me consta que la prensa extranjera acreditada en La Habana fue invitada a asistir a las asambleas de nominación de candidatos. Pocos acudieron a la cita y, de esos pocos, menos aún fueron los que sus medios les publicaron sus notas o filmaciones. Esa rareza de elecciones, en que no intervienen maquinarias políticas, no es de interés para la agenda informativa de las grandes agencias cablegráficas, las cadenas de televisión o radio, y los grandes diarios.
Ahora, a partir del 27 de marzo, las fotos y biografías de los más de 32 600 candidatos nominados se expondrán, en igualdad de condiciones, en los lugares de mayor afluencia de población, a la vez que las organizaciones de masas, principalmente los Comités de Defensa de la Revolución, convocarán a los vecinos de cada circunscripción para presentar a los distintos candidatos.
De esto también se hablará poco en el mundo. ¡Qué rareza es eso de que la propaganda sea igual para uno u otro candidato, o que ninguno tenga que tener fortunas para organizar su propaganda! ¡Qué rareza es eso de que no haya ruidosas campañas electorales ni promesas de los que han sido postulados! Aquellas escenas del pasado en que las calles de las ciudades y pueblos cubanos se llenaban de pasquines con fotografías, los canales de televisión con propaganda pagada por los candidatos más adinerados o con mayor apoyo financiero, las emisoras de radio transmitiendo los mítines de los candidatos o de sus voceros en los que prometían a sus electores «villas y castillas», desde puestos de trabajo hasta ingresos en los hospitales, desde una beca estudiantil hasta la construcción de una escuela, un camino o un acueducto, es algo muy raro. ¿Qué es eso de organizar unas elecciones sin partidos políticos que promuevan a candidatos o candidatas que si resultan electos no van a beneficiarse económicamente? ¿Qué es eso de que los delegados que resulten electos -equivalentes a concejales en otros países– van a cumplir sus funciones de servicio a la comunidad sin recibir salario alguno y sin abandonar sus profesiones u ocupaciones? Todo eso es bien extraño para los que, en el mundo del capital, la economía de mercado, el consumismo del despilfarro y el pluripartidismo, tanto hablan de democracia y libertad.
Como lo es también que en el proceso electoral cubano entre los candidatos nominados haya más de un 28 % de mujeres, cifra que podría significar en el futuro un aumento importante de la presencia femenina en el Parlamento cubano. O que más del 80 por ciento de los candidatos tenga enseñanza media superior o universitaria. Todo esto suena raro en el mundo de hoy, donde la mujer sigue discriminada o relegada y muchos de los que asumen funciones públicas evidencian prontamente su bajo nivel de escolaridad.
Son, en fin, muchas las rarezas que acompañan el sistema electoral cubano.
Establece, por ejemplo, que en cada circunscripción, de acuerdo con el número de sus habitantes, se constituyan entre una y ocho áreas de nominación de candidatos. Así, por ejemplo, si hay hasta 399 habitantes, se crea una sola área, si tiene entre 1 200 y 1 599 habitantes, 4 áreas, y si tiene 2 800 habitantes o más, 8 áreas. Las comisiones electorales de circunscripción son las encargadas de convocar a las asambleas de nominación de candidatos a delegados, mientras que las organizaciones de masas, en particular los Comités de Defensa de la Revolución, la Federación de Mujeres Cubanas y la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños de cada demarcación movilizan a la población para que participe en las asambleas de nominación del área correspondiente.
Los candidatos a delegados son resultado de las propuestas que se hacen en esas asambleas que deben tener una asistencia masiva de los electores del área correspondiente. En esas asambleas se hacen todas las propuestas que la población considere, pero en cada área sólo se nomina a uno de ellos, al que, a mano alzada, alcance mayor cantidad de votos. Por ejemplo, en una circunscripción con 5 áreas de nominación se celebran 5 asambleas, pero en cada una de ellas sólo puede ser nominado un candidato. Puede ocurrir que, en tal caso, haya 5 candidatos diferentes a delegados en la circunscripción, cuyos nombres serían, entonces, los que estarían en la boleta electoral del 17 de abril. Pero ocurre también que en algunas áreas de una misma circunscripción los vecinos postulan a un mismo candidato, es decir repiten el candidato. Si en el caso de las 5 áreas, se repite en las 5 el mismo candidato, en la última asamblea, tal como lo establece la Ley Electoral, hay que postular a otro, porque por cada circunscripción, como mínimo, deben aparecer 2 candidatos y como máximo 8.
La praxis electoral cubana en once procesos anteriores, desde 1976 cuando el país comenzó un proceso de institucionalización, ha logrado hacer ver que es posible cambiar conceptos arraigados e impuestos por los dueños del dinero en el mundo sobre democracia, participación popular, mecanismos de inscripción de electores, postulación y elección.
Los males que corroen a las elecciones en otros países no están presentes en Cuba. El padrón electoral es de oficio, público y universal para todo aquel que cumpla 16 años de edad y aparecer en él es un derecho que no cuesta un centavo ni engorrosos trámites burocráticos. Todo el mundo sabe cuántos son los que pueden votar. Eso, de hecho, impide organizar cualquier fraude. Los candidatos son postulados por el pueblo, no por ningún partido político. No son propuestos porque tengan más dinero o más poder, sino por sus virtudes, méritos y capacidad.
En Cuba las elecciones no se caracterizan por el abstencionismo, como ocurre en otros países. Como promedio, en los últimos once procesos, ha votado más del 95 por ciento de los electores inscriptos. El día de las elecciones las urnas no las custodian los militares, sino los niños de las escuelas. Votar no es obligatorio y nadie tiene que temer, si no lo hace, con perder un puesto de trabajo o pagar una multa.
Todo eso, en fin, son también rarezas en el mundo de hoy.
A pesar de que en las aulas de enseñanza del periodismo se aprende que si un perro muerde a un hombre no es noticia, pero si un hombre muerde a un perro, sí lo es, aún estamos esperando que las rarezas del proceso electoral cubano, que son muy positivas, tengan un reflejo en los grandes medios de comunicación. Sabemos que no es culpa de sus periodistas, sino de los dueños de tales publicaciones, que actúan como cómplices de los que pretenden mantener el status quo de un mundo injusto, desigual y de estereotipos inmodificables.
Formamos parte de los que luchan por un mundo mejor posible, donde haya un mejor sistema electoral. Eso, también, es posible.