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Turquía

Razones de una revuelta

Fuentes: kaosenlared

Al atacar la plaza Taksim, Erdogan atacaba a los mártires de la clase obrera, pues como recordó Fidel Castro a Juan Pablo II, «como la iglesia primitiva, también la revolución tiene sus mártires». Uno de mayo de 1977, segundo año en que se celebra esta fecha entre la clase obrera turca, tras cincuenta años de […]

Al atacar la plaza Taksim, Erdogan atacaba a los mártires de la clase obrera, pues como recordó Fidel Castro a Juan Pablo II, «como la iglesia primitiva, también la revolución tiene sus mártires».

Uno de mayo de 1977, segundo año en que se celebra esta fecha entre la clase obrera turca, tras cincuenta años de prohibición. 500000 manifestantes, la mayoría obreros, se dirigen a la plaza Taksim.

El año anterior, en el primer uno de mayo, el mitin en la plaza de Taksim congregó unos 200000 obreros. Aquel mismo año, 1976, Turquía conoció las huelgas más poderosas de su historia. El sindicato de metalúrgicos, el más fuerte con diferencia, encuadrado en el DISK, de orientación comunista (el partido comunista estaba entonces ilegalizado: hasta 1990 no se permitió en Turquía que se publicasen obras de Marx o simplemente marxistas) se muestra bastante combativo. Se ocupan más de 120 fábricas, las huelgas duraron 11 meses y participan decenas de miles de trabajadores. Las mujeres, los intelectuales, los jóvenes,… interponen sus cuerpos entre la policía y los lugares donde los trabajadores se habían atrincherado.

Uno de mayo de 1977. La CIA (se sospecha que también la red Gladio) y agentes secretos turcos están al acecho. Constituye el primer episodio para el golpe fascista de 1980. Mientras los manifestantes avanzan hacia la plaza Taksim, empiezan a descargarse los disparos de la policía. 40 muertos y numerosos heridos. Comenta Francisco Olmos que «El pánico causó una estampida que fue lo que a la postre segó más vidas. En total murieron 34 personas y hubo cerca de 200 heridos. Un aura de misterio rodeó los francotiradores, pertenecían supuestamente a las fuerzas contra-guerrilla (la rama turca de la operación Gladio), que no fueron juzgados, desapareciendo sospechosamente las pruebas. A partir de entonces, tras el golpe militar de 1980, se prohibieron las manifestaciones en la plaza de Taksim». En los próximos días, los paramilitares protagonizan asesinatos selectivos entre los líderes obreros hasta culminar con el asesinato del más destacado y respetado de los líderes de la clase obrera turca: Kemal Turkler, del sindicato de los metalúrgicos. Medio millón de trabajadores asisten a su entierro.

Desde entonces, en la conciencia de la clase obrera, Taksim es su símbolo, de la misma manera que el 1 de mayo, celebrado en muchos países como algo meramente folclórico, atrae y se siente por los turcos mucho más que cualquier otra fecha civil o religiosa. Tras diez años de desenfrenadas políticas neoliberales, Erdogan quiso dar la puñalada al lugar que representa lo más querido de la clase obrera, en una fecha cercana a aquel simbólico 1 de mayo.

Tres años después del 1 de mayo de 1977, para acabar definitivamente con la combatitividad de la clase obrera, tiene lugar el golpe de estado fascista del 12 de septiembre: 600000 personas detenidas y torturadas, 50000 personas emigraron, 700 sentencias de muerte (de las cuales 48 fueron en la horca), 200 personas mueren torturadas y más de 20000 asociaciones son prohibidas. En occidente, este golpe de estado fue descrito como, además de suave, necesario para mantener el orden, casi pensado para salvar la democracia (poco tiempo después se crearía un parlamento ad hoc).

Durante años, de Turquía sabíamos que tiene ejército y militares influyentes, islamistas, independentistas kurdos, una próspera economía, ínfulas de gran potencia regional que la ha llevado a colocarse a la cabeza del ataque al régimen sirio, el único que se interpone a la previsible invasión norteamericana y occidental a Irán. Pues bien, este mes de junio de 2013 nos hemos enterado que además existe el pueblo turco.

La historia del capitalismo y la clase obrera turca son de hace menos de un siglo. Cuando en 1923 Kemal Atatürk impulsa el proceso de Turquía hacia el capitalismo, ésta era un inmenso territorio dominado por una élite burocrática-militar que extraía sus riquezas de los impuestos a colectividades campesinas que vivían una existencia bastante independiente, ancladas en sus costumbres ancestrales. El Estado apenas se inmiscuía en ellas mientras cumpliera con su deber de pagar los impuestos a los pachás. Tras la Primera Guerra Mundial y el fin del Imperio Turco en todo el Próximo Oriente (Arabia, Siria, Palestina,…), las pequeñas colectividades campesinas de la Península Anatólica no podían mantener a la centenaria élite burocrática-militar dominante. Mustafa Kemal Atatürk termina con el sultanato y la casta militar va a imponer, además de un estado laico, una industrialización forzosa, dirigida por el estado, para lo que se vio obligado a explotar sin miramientos a los campesinos. Se acaba con la propiedad agraria colectiva, que pasa a manos de los pachás, reconvertidos en terratenientes capitalistas ávidos de poder y dinero, en tanto que una gran masa de campesinos marchan a las ciudades. En este sentido, Kemal Atatürk desempeñó el papel expoliador de Mendizábal y Madoz en la España del siglo XIX, dejando inmensas masas de campesinos empobrecidas, superexplotadas y listas para trabajar en las nuevas ciudades industriales.

Se crea así una clase obrera, joven, unida y solidaria: en los suburbios de Ankara y Estambul comparten las mismas preocupaciones, debido a su unión en el espacio y los espacios en las largas horas de convivencia en los arrabales: los bajos salarios, las largas jornadas de trabajo, la falta de higiene, de electricidad, de agua,…. Sindicatos y partidos obreros revolucionarios (en Turquía nunca ha existido una socialdemocracia digna de tal nombre), unas veces en la legalidad y las más en la clandestinidad, encauzan de una u otra forma un potente movimiento obrero con heroicos momentos de lucha, como los de 1976 y 77, según hemos visto.

Con Kemal Ataturk dominó básicamente la burguesía industrial, íntimamente relacionada al estado y a la burocracia, en tanto que los nuevos terratenientes se veían marginados de las bases del poder. En 1950, en una Europa que renacía industrialmente tras la Segunda Guerra Mundial, se necesita mano de obra que provendrá de Turquía, de España, de Grecia,…El campo turco, al contrario que el español, se industrializará debido a una demanda enorme de productos agrícolas, destinado en gran parte al mercado europeo, y contando además con el dinero inyectado a través del Plan Marshall con la incorporación de Turquía a la OTAN (Turquía se había convertido en la niña mimada de la OTAN, al ser dique de contención frente al bloque socialista. Los precios agrícolas suben y la burguesía agrícola se enriquece, junto con los comerciantes que venden sus productos. La coalición de los terratenientes y comerciantes logrará derrotar en 1950 a los militares kemalistas, a través del Partido Demócrata (PD). El dominio de estos dura hasta 1960, en que ambos grupos burgueses en pugna logran asociarse frente al crecimiento de la clase obrera. Aparece la DISK, el gran sindicato turco hasta la actualidad.

  Sólo a partir de 1977-1980 se logra quebrar la columna vertebral del movimiento obrero turco. Como en todo el mundo, y más aún después del golpe de estado fascista del 1990, el capitalismo turco, que había estado bajo el abrigo del estado y había intentado atajar el movimiento obrero a través de medidas paternalistas (vieja táctica del capitalismo desde Bismarck, quien pudo comprobar que ante un movimiento obrero en crecimiento lo mejor que se puede hacer es conceder medidas que mejoren la situación obrera), ahora empieza a introducirse en la ola neoliberal, que, surgida en 1980, adquiere enorme vitalidad a partir de 1990, con la caída del bloque socialista, único bastión consistente frente al neoliberalismo.

El gobierno de Erdogan, en la última década, ha aumentado el PIB a costa del continuo empeoramiento de la situación de la clase obrera turca (como en China, como en la India,…ya se sabe que Turquía es una de las llamadas economías emergentes). Así, en 2003 se inicia la privatización de las telecomunicaciones (que concluye en 2008). En 2008 se privatiza casi toda la red eléctrica y el tabaco y, frente a los campesinos, en el 2009 el agua de los ríos y lagos pasa a manos privadas. En el 2011, autopistas, puentes… Ese mismo año se organiza un plan de privatizaciones del textil, la industria minera, la alimentación, el petróleo y todo aquello que es productivo o se ha hecho productivo abaratando y precarizando las condiciones de la mano de obra: reducción del salario mínimo, legalización de los contratos sin seguridad social… Los levantamientos populares se suceden en los años 11 y 12, así como la bipolarización social. Los salarios medios en Turquía raramente superan los 500 dólares. Cuando se dice que Turquía es una potencia economía emergente, simplemente se está diciendo que tiene una inmensa mano de obra totalmente explotable.

Durante una década se había atacado a los trabajadores y a su forma de vida, en junio de este año se atacó el símbolo más querido de la clase obrera. La hora de la revolución, lo decía Walter Benjamin, nunca se sabe cuando llega y así, en una atmósfera hasta entonces quieta, estalla la revuelta. Al atacar la plaza Taksim, Erdogan atacaba a los mártires de la clase obrera, pues como recordó Fidel Castro a Juan Pablo II, «como la iglesia primitiva, también la revolución tiene sus mártires». Y cuando la clase obrera se levanta no lo hace las más de las veces en la espera de un futuro mejor para las generaciones por venir, cuanto por el recuerdo de las luchas fracasadas, de los muertos insepultos y las injusticias del pasado.

En «Recuperar a nuestros muertos, para poder vivir» vine a decir que los peatones de la historia no aparecen ni en los manuales, ni en los libros de texto, ni en las canciones, pero sí en la memoria colectiva cuando despierta, porque en el cerebro de los humillados se encuentra indeleble el recuerdo de todas las generaciones vencidas y no se hace la revolución mirando sólo a las generaciones del futuro, sino que nos da fuerza el recuerdo de todos aquellos que fueron sacrificados en el pasado. La hora de la revolución es la del presente y es la del pasado. Sin los que fueron, no somos.

 La memoria histórica no es una lucha en el pasado, sino la única forma que tenemos por hacernos con el presente, recordando que toda lucha debe librarse, incluso las perdidas (Manuel Sacristán), sobre todo las que creemos perdidas, pues abren los auténticos caminos, aquellos que aparecen cuando la esperanza se ha esfumado. A fin de cuentas, sólo cuando nos hemos atrevido a enfrentar batallas perdidas han sobrevenido las grandes sorpresas en un cielo tranquilo donde nada pasaba, como parece que ahora está sucediendo en Turquía, pero siempre recordando que el rayo de la revolución, que interrumpe el tiempo de la historia y la explotación, desaparece con la misma rapidez con que llega si no sabemos descubrirlo prontamente, pues con la sociedades sucede lo que con las vidas individuales: los momentos felices son breves y además sólo nos damos cuenta cuando han pasado.

Lo del parque Gezi en Taksim es la conjunción de una larga lucha histórica y de un momento que ha hecho estallar la chispa. Con las políticas neoliberales, se pierde consumo interior y los gobiernos se lanzan a empresas extranjeras, donde obtener mercados, beneficios y la expropiación de los bienes del vecino (lo mismo ha sucedido con España, donde el neoliberalismo se ha visto impelido a lanzar al país a una serie de campañas en el exterior desconocidas hasta ahora). Erdogan aceptó convertirse en punta de lanza frente a Siria en ayuda del imperialismo yanqui; no otra razón tiene la tregua que estaba pactando con los kurdos: tener la casa tranquila para combatir fuera. La miserable y bastarda sumisión del gobierno de Turquía al interés yanqui frente a los sirios también ha encolerizado al pueblo turco.

 Tampoco lo de Taksim ha sido una vulgar revuelta de estudiantes o indignados; cuando el 6 de junio la plaza estaba a punto de caer, la clase obrera (algo que no consiguieron los del 15-M en España) se puso en movimiento, junto a unos sindicatos y a un Partido Comunista no sometidos al capital, como ha relatado muy vívidamente Claudia Cinatti: «Tras seis días de movilizaciones masivas, principalmente de sectores de clase media urbana y diversas minorías oprimidas, la protesta entró en una nueva etapa el miércoles 5 de junio con la huelga y movilización convocada por de la Confederación de Sindicatos del sector púbico (KESK) y la Confederación Sindical de Obreros Revolucionarios (DISK), que reclaman 240.000 y 350.000 miembros respectivamente. De esta manera, amplios sectores de la clase obrera se sumaron a la lucha. Al grito de «¡Taksim, resiste, los trabajadores llegan!» decenas de miles de personas confluyeron en la plaza Taksim, que se ha transformado en el corazón de la revuelta, exigiendo la destitución de los jefes policiales, la liberación de todos los detenidos y la suspensión del polémico proyecto de «urbanización» del gobierno. Escenas similares se repitieron en Ankara y otras ciudades importantes del país».

Erdogan ha lanzado un reto y la clase obrera ha respondido. Tal vez por poco tiempo o tal vez se convierta en un movimiento de hondo calado. De todas formas, la conciencia olvidada de los muertos del pasado ha resucitado a los luchadores del presente. Al escupir sobre los muertos de 1977, Erdogan quedará ya para siempre inscrito en la larga lista que la clase obrera reserva a los canallas que olvidan que «la revolución también tiene sus mártires».

Fuente original: http://www.kaosenlared.net/america-latina/item/60071-turqu%C3%ADa-razones-de-una-revuelta.html