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Razones por la ciencia

Fuentes: Juventud Técnica

Hace poco la periodista Mónica Rivero en Cubadebate (1) comenzaba una reflexión sobre la cultura en la Revolución recordando aquella pregunta esencial de Sergio: » ¿Cómo se sale del subdesarrollo?» de la película Memorias del Subdesarrollo. El torbellino que comenzó en 1959 demostró que la respuesta inicial pasaba por todas las políticas de inclusión diseñadas […]

Hace poco la periodista Mónica Rivero en Cubadebate (1) comenzaba una reflexión sobre la cultura en la Revolución recordando aquella pregunta esencial de Sergio: » ¿Cómo se sale del subdesarrollo?» de la película Memorias del Subdesarrollo. El torbellino que comenzó en 1959 demostró que la respuesta inicial pasaba por todas las políticas de inclusión diseñadas y ejecutadas por el joven gobierno revolucionario. La convicción de que solo en la realización cultural más completa, vista esta como la apropiación social de lo mejor de la cultura, se podía lograr un ser humano que mientras más pleno, sería más libre..

La cultura, en esa estrategia, no era reducida a la creación artística y literaria, espacios donde, aun con todas las limitaciones, el país mostraba una vanguardia estructurada y un cuerpo sólido refugio de la identidad nacional. Por el contrario, la Revolución se sumergió en aguas no exploradas al incorporar lo científico como un componente esencial de la cultura, que debía nacer y arraigarse socialmente como factor de desarrollo y a la vez de emancipación social e individual. No se podía concebir un ser que se apoderase de la dignidad toda sin que comprendiera el mundo en su complejidad de leyes naturales y sociales, en simbiosis con una visión humanista heredera de una tradición nacional y universal. Una comprensión que le permitiera al individuo entender su lugar en la sociedad desde la naturaleza y a partir de ello asaltar «la libertad como conciencia de la necesidad» (2).

A partir de esta concepción universalizante de la ciencia, la Revolución percibió el papel esencial que ella desempeñaba para sostener argumentalmente medidas de emancipación social impostergables para el país. Es así como la ciencia se convirtió también en sostén educativo de las transformaciones en el plano de la igualdad de las mujeres, la batalla contra el racismo, por el desarrollo económico diversificado, la incorporación del campesino preterido al entramado político del naciente Estado. El impulso a la ciencia en el país se proyectó como una fuerza desterradora de complejos coloniales de supeditación cultural, capaz de proveer los instrumentos que nos llevarían a un futuro más pleno como sociedad y como individuos.

A la vez que se alfabetizaban a amplios sectores poblacionales y se creaban escuelas en toda la geografía nacional, también se fundaban instituciones científicas, se actualizaban las universidades y, desde los primeros momentos, el discurso revolucionario, en voz de sus líderes, reclamaba la necesidad de crear una sociedad de personas científicamente cultas como premisa para lograr una sociedad mejor. Vale la pena releer los discursos del Che en la Universidad Central de las Villas y numerosas intervenciones de Fidel de aquella época (3).

Es bueno hacer ese recuento como parte de la batalla ideológica de la Revolución. Con demasiada frecuencia se pretende, desde la perspectiva de las dificultades actuales, olvidar una historia de avance colosal protagonizada por las millones de personas que conforman la Revolución. Ella logró crear el ciudadano nuevo que las condiciones históricas le permitieron y gracias a ello se sostuvo cuando el socialismo se derrumbó en Europa.

En la medida en que ese proceso de construcción social y humana avanzaba se creó un nuevo actor social, desconocido en la Cuba pre revolucionaria: el científico. La ventaja de tal creación radicaba en que no se arrastraban para ese actor lastres históricos, lo que permitía un diseño virgen, sin compromisos directos con el pasado. La mayor debilidad, ese propio desarraigo.

La ciencia es un área donde los referentes propios se hallan fundamentalmente fuera del país; tal condición entonces no constituyó un peligro mientras existió un campo socialista donde ese actor hallaba un espacio de expansión. Nuestros primeros científicos se formaron en buena medida en ese mundo socialista y trajeron consigo no solo la formación técnica, sino los elementos ideológicos de reproducción de un tipo de socialismo.

Cuando el campo socialista europeo implosionó, la carencia de referentes históricos para la ciencia en Cuba, salvo algunos puntuales, se reveló como una debilidad dentro de un contexto de aguda contracción económica, que redujo sustancialmente el espacio de expansión profesional del científico ya formado, así como el que estaba por crearse.

Al llegar el periodo especial, la Revolución no había tenido tiempo de desarrollar lo suficientemente la ciencia en el país como para lograr su auto reproducción expansiva al ritmo internacional, como tampoco de arraigar la cultura científica entre su población para que esta se auto reprodujera como hecho cultural. Han ocurrido desde entonces importantes retrocesos en ambos espacios. También se revelaron carencias teóricas y prácticas en la conceptualización de las funciones sociales de las ciencias, en medio del vacío abierto por el desmerengamiento. Claro está que la crisis económica fue la razón objetiva de los retrocesos, pero a la vez que esto se reconoce, se deben buscar otras manifestaciones superestructurales de los fenómenos que en la ciencia se han dado desde la década de los noventa del siglo pasado.

Que la Revolución ya no fuera capaz de garantizar la superación profesional continua del científico, como lo había hecho a partir de contar con el campo socialista, cambió de manera profunda las dinámicas en el área de formación de recursos humanos. En esencia, se mantuvo la capacidad de formar hasta nivel de pregrado a las generaciones que llegaban a la edad universitaria pero, en el caso de las ciencias duras, esta capacidad en el nivel postgraduado se redujo dramáticamente.

La necesidad de enviar a los graduados a formarse no solo a países capitalistas desarrollados, sino incluso a países de nuestro entorno regional, también creó nuevos referentes para los que se formaban. Esa emisión de jóvenes se hace necesariamente, además, en una edad volátil. Unido a ello, ocurrió la pérdida de atractivo económico (salarial) para el ejercicio de la profesión en el país y la capacidad económica de sostener la investigación científica y su infraestructura más allá de ciertos enclaves (precisamente fue la creación de esos enclaves la que años después se ha tornado en germen de la resurrección de la ciencia cubana, revelando la impresionante visión estratégica de la decisión tomada). Como resultado de todos estos factores, la pérdida de talento científico ha sido peligrosamente desangrante.

A esta pérdida de talento habría que sumarle un cansancio estructural acumulado. Una buena parte de la última década ha sido testigo de una capacidad de resistencia sin parangón de nuestro pueblo y dentro de ello, de nuestras instituciones científicas y sus actores. Sin embargo, esa resistencia ha tenido un costo importante en términos de cansancio social sistémico del que la ciencia no ha sido ajena. En particular, muchas instituciones científicas perdieron, o están perdiendo, capacidades de reproducción importantes. Se perdieron escuelas de conocimiento. Se perdieron liderazgos. Todo ello, en un contexto internacional donde eclosionaba una nueva etapa de la revolución científico técnica.

Son los años donde la nanotecnología y la nanociencia alcanzaron la misma categoría que años antes habían logrado la genética y la biotecnología, mientras estas últimas elevaban su ritmo de desarrollo. Es la etapa en que la informática y la automatización inteligente, incluyendo la mecatrónica, explotaron en términos de capacidades transformadoras de la sociedad a nivel global. Es la etapa en que la computación cuántica comienza a proyectarse como una revolución en ciernes que sugiere implicaciones económicas y sociales tremendas. Es la época en que la agricultura de precisión empieza a alcanzar madurez económica. Es el momento en que las energías renovables comienzan a ser alternativas globales viables a los combustibles fósiles. Son los años en que la comprensión de los procesos cognitivos y el cerebro lleva a una revolución que vislumbra concretas aplicaciones prácticas. Son los tiempos en que se ha dado un salto en la compresión de las fuerzas fundamentales de la naturaleza, la teoría del campo, los procesos cuánticos no localizados. Algunas de esas revoluciones están ocurriendo sin contrapartes en nuestro país, más allá de ciertas individualidades.

Si bien es cierto que estrategias bien pensadas han resultado en desarrollos importantes en la formación de recursos humanos y creación de capacidades en espacios emergentes; dígase por ejemploen la UCI, en el ya mencionado polo de las ciencias vivas, u otros desarrollos en las ciencias cognitivas, enfrentamos crecientes peligros que aumentan a velocidad mayor que la capacidad actual de dar respuesta. Después de alcanzar una producción de recursos humanos sostenida, por primera vez desde el triunfo de la Revolución hoy tenemos áreas donde se carece de recursos humanos frente a la compra de equipamiento e infraestructura. Áreas donde antes teníamos esas capacidades. Y no son áreas ajenas a las prioridades del país.

Pero más allá de esas realidades de freno y retrocesos en el desarrollo científico de frontera, otros fenómenos negativos gravitan sobre la ciencia nacional como factor de emancipación social.

Existe una concepción que pretende reducir todo esfuerzo en la ciencia a mero potenciador de las fuerzas productivas. La dimensión cultural de la ciencia se reduce a la nada o se califica de irrelevante en la práctica. El desprecio implícito por la ciencia fundamental o a los mecanismos de promoción de la ciencia a nivel social, son un reflejo de ese reduccionismo. Hay mucho de pensamiento positivista cuando se cree posible lograr una ciencia fábrica de soluciones y aportadora de recursos sin plantearse una ciencia sana. Cuando se pretende que haya una ciencia aplicada sin que esta sea en el fondo la aplicación de la ciencia. Hay de manquedad cuando no tenemos estrategias integradoras de espacios para la promoción de la ciencia en el país. Con ello se pone en peligro su capacidad de reproducción social y su expansión. Algo difícilmente contabilizable en términos económicos.

Advierte el catedrático español Vicenc Navarro, que «no hay plena conciencia de que el lenguaje que se utiliza hoy en las ciencias económicas (…) reproduce unos valores que quedan ocultos en la narrativa de esta área de conocimiento» (4) La advertencia no es nueva, sigue una larga lista de prevenciones.

En nuestro contexto quizás fue iniciada por el Che, para quien había un precio que pagar por utilizar categorías económicas capitalistas en la pretensión de construir el socialismo. Para el economicismo ramplón, todo lo que no genera ganancia material es gasto inútil. Su relación con la cultura y dentro de ella la ciencia, se vuelve difícil porque no se le reconoce, no se entiende, que su dimensión está más allá de «sumas hilando y revolviendo cifras».

El neoliberalismo no es solo la expresión extrema de la apropiación privada de lo que se produce en colectivo. No es ni tan siquiera solo la apropiación por adelantado de la plusvalía que aún está por realizarse. El neoliberalismo es también un conjunto de categorías, métodos e instrumental que diseña una forma de asumir económicamente la sociedad, basado en la fe incuestionada a palancas ciegas y autónomas, a la mano oculta del mercado. Se puede estar en contra de la filosofía distributiva del capitalismo neoliberal y sus consecuencias sociales, y aún así, abrazar consciente, o inconscientemente, la fe de que su instrumental teórico es capaz de producir desarrollo. Nada más lejos de la verdad.

La sociedad socialista, basada en la voluntad consciente de los seres humanos, no puede forjarse bajo categorías e instrumentos autónomos e independientes de la voluntad de cada individuo, cada colectivo, cada entidad. Esa es, junto al concepto de nunca rendirse, dos de las enseñanzas más importantes de Fidel.

La prédica de ese economicismo a ultranza, del seguimiento acrítico de instrumentos ciegos, contribuye marcadamente a la desideologización de la sociedad, contribuye al retroceso del espacio político como terreno primordial del accionar social de una sociedad en transformación.

La Revolución necesita del desarrollo económico para salvarse, pero su triunfo no se realizará en ese espacio, sino en el de la conciencia colectiva; es decir, en la superestructura con su carga ideológica y política, con su carga cultural. Si el diseño económico marcha contra esa batalla por la conciencia de los hombres y las mujeres, entonces lo que debe cambiar es ese diseño para que, siendo eficiente en términos de creación de riqueza material, no sacrifique lo que, en primera instancia, es el sentido mismo de la Revolución.

La experiencia nos indica que la absolutización de la utilidad conduce a no distinguir entre el científico y el demiurgo de feria que con artes de mago muestra como ciencia lo que no es más que burda superchería. Esta contaminación del espacio público con tanta basura disfrazada de ciencia, es al menos homomórfica con procesos similares que se están dando en el arte y la apropiación homogeneizadora de símbolos sin jerarquías. Conduce, por demás, a la perpetuación cultural del subdesarrollo. También tiene un costo económico que no se contabiliza por cada fraude disfrazado de ciencia que se vende fácil como solución de algún problema. La más de las veces, como piedra filosofal para una gama amplia de asuntos por resolver. Entonces vemos la aprobación de inversiones en proyectos, en el mejor de los casos dudosos y no comprobados, en el peor, burda superchería. Pagamos en recursos contantes y sonantes el subdesarrollo cultural en la ciencia.

Se hace imprescindible entender la necesidad de la ciencia más allá de su función económica, en su dimensión fundadora. Y en ello no se trata solo de entender la poesía que maneja el que contribuye a diseñar álgebras, aunque a priori desconocemos si describirán realidades; geometrías que suman ángulos exóticos; crear objetos sublimes que pueblan la imaginación, tan inasibles como la sensación que produce oír a Caturla y a la vez, igual de trascendentes.

Se trata de entender, entre otras razones, que esos espacios de la ciencia son los que sustentan su propia arquitectura, los que la hacen útil. Al fin y al cabo, sin ella no habría ciencia que aplicar. Pero se trata más que la pospuesta utilidad de la investigación fundamental. Más allá de la investigación de laboratorio, sin la capacidad de asimilar el conocimiento al nivel más alto y en la frontera más remota, terminamos tornando el espacio de lo (pretendido) científico en un amasijo de carne con madera. La falta de una ciencia sana, poluta el espacio social de su asimilación y lo prostituye. Terminamos por aceptar como ciencia lo que no es y cuando esta supuestamente falla en proveernos de los bienes o servicios prometidos, la desechamos a nivel del que, en última instancia, es responsable de aplicarla en el surco, en la línea de producción, en el que debe decidir en el espacio político las exigencias inmediatas.

Las transformaciones del país que conllevan a nuevas dinámicas sociales le plantean a las ciencias sociales, como sustento de las decisiones políticas, retos en sus investigaciones básicas o fundamentales. Son las ciencias sociales y sus investigaciones básicas las que deben dar respuesta a interrogantes que van más allá de lo socialmente paliativo o justificador de medidas ya tomadas, para indicar caminos en las transformaciones que necesita nuestra superestructura social y política frente a una realidad que se transforma de manera acelerada a ojos vistas. Tal alcance difícilmente puede ser valorado desde una visión economicista de la sociedad y la pretensión de que «arreglar» la base económica conduce necesariamente a solucionar los problemas súper estructurales. El marxismo hace muchos años que superó esa visión maniquea de las leyes sociales.

El carácter revolucionario de la ciencia, en su capacidad socialmente transformadora, no puede ser subestimado. El 24 de enero de 1921, en medio de una guerra civil tremenda y con el fantasma de la hambruna azotando despiadadamente la joven Rusia bolchevique, Lenin firmó un decreto garantizando al científico ruso I. P. Pavlov que su trabajo de investigación básica continuara y ordenaba a las autoridades «que instalen el laboratorio del académico con el máximo de comodidades» (5). Los trabajos de Pavlov en reflejos condicionados poco tenían entonces de utilidad práctica, pero constituían un aporte importante a la concepción materialista dialéctica de la naturaleza.

La ciencia fundamental hoy es el sustento argumental de la batalla contra el cambio climático originado por el ser humano; es el sustento argumental de la capacidad tecnológica de erradicar el hambre en el mundo; es el sustento argumental de la necesidad de preservar los recursos hídricos potables. Es el sustento argumental que pone al ser humano como un actor no necesariamente trascendente del universo y, por tanto, destierra ideas antropocéntricas que justifican mileranismos, creacionismos y otras visiones reaccionarias del mundo y la sociedad.

¿Está la cultura en Cuba, entendida aún solo como la creación artística y literaria, sobredimensionada? Parece absurda la pregunta. La cultura es, al fin y al cabo, el corpus esencial y creativo del que se nutre nuestra identidad y nos hace quienes somos. Si ella se nutre, se nutre la nación misma y su salud; es nuestra salud identitaria. Todo lo que hagamos por ella será poco, insuficiente, así de importante es.

¿Está la ciencia sobredimensionada en Cuba? La pregunta se ha formulado como retórica desde espacios de autoridad del país. Para algunos la respuesta puede parecer más difícil que con la cultura. No lo es. Al responder la primera pregunta, respondemos de hecho la segunda. Y para nuestra sociedad, todo lo que se haga por la ciencia será poco, insuficiente, así de importante es. Tanto, que la ciencia es esa parte de la cultura sin la cual se esterilizarían las otras partes como, del mismo modo, sin las otras partes, la ciencia que hagamos no tendría sentido emancipador. Cuba no solo tiene a Carpentier, tiene además a Finlay; ambos nos definen como nación en el terreno de la cultura más vasta y universal.

Una sociedad incapaz de crear conocimiento nuevo es vulnerable a ser colonizada por el conocimiento generado en otras latitudes. Las invasiones tecnológicas, vistas acríticamente como medios de consumo, generan una admiración tonta sobre las sociedades que las producen y crean una mentalidad colonial de inferioridad social con respecto a ellas. Lo mismo ocurre con las invasiones ideológicas desde lo científico. A ello contribuye el desborde de documentales importados que son televisados sin coherencia editorial alguna. La ciencia fundamental no debe solo respaldarse, sino que debe articularse dentro de una estrategia de socialización que destierre esas visiones coloniales y genere confianza en nuestras fuerzas transformadoras. Esa estrategia hoy no la tenemos estructurada.

Hace notar Agustín Lage que del método científico «pueden y deben apropiarse todos los cubanos para usarlo en su función social cualquiera que esta sea, de la misma manera en que nos apropiamos (y convertimos en derecho de todos) de la capacidad de leer y escribir en 1961.» (6)

Esta necesidad de socializar el método científico, se hace más necesaria frente a la descentralización propuesta para el modelo de desarrollo económico del país. El desarrollo territorial con alto grado de autonomía necesita de agentes sociales y económicos alfabetizados científicamente. Si esa alfabetización se enfoca solamente a capacitar «cuadros» poco se avanzará en una verdadera supeditación de la estrategia de desarrollo a una economía de conocimiento. No se logra una sociedad del conocimiento sin una población alfabetizada científicamente. Es por ello que tal propósito no se alcanza reduciendo la ciencia a enclaves y como mero potenciador de las fuerzas productivas. Eso se logra con una revolución educativa en el área de la ciencia que asalte a la sociedad como un todo y nos permita recuperarnos de los retrocesos culturales y educativos que hemos acumulados en las últimas décadas.

Vuelvo a Agustín Lage cuando afirma que «el método científico es un procedimiento objetivo, pero la creatividad científica es un fenómeno cultural» (6). No se logra creatividad científica si no se desarrolla el contexto cultural donde se va a desenvolver. Esto es solo posible crearlo con una ciencia fuerte. Un ambiente donde prevalece la superstición o el culto al fetichismo científico no es un ambiente potenciador de la creatividad científica, como no lo es un ambiente donde se acepte el facilismo académico, la ignorancia metodológica, la falta de rigor, el fraude abierto. Hoy tenemos de ambos conjuntos en el país.

La ciencia en Cuba no solo tiene una crisis material, la tiene también en términos de formación de profesionales y de una cultura científica a nivel social incluyendo muchos cuadros y dirigentes (7). Tiene crisis en la calidad, en el alcance. El fraude disfrazado de ciencia nos degrada y le hace gastar al país recursos. Nuestra ciencia no está sobredimensionada, es aún subdesarrollada. Hay mucha ignorancia sobre qué es realmente la ciencia, cómo actúa y que esperar de ella. Hay mucho reduccionismo, mucho de no entender sus leyes y sus dinámicas. Hoy existe mucha hojarasca disfrazada de ciencia, mucho equívoco.

La ciencia es potenciadora de las fuerzas productivas, pero su dinámica, métodos y prácticas no son los de la esfera productiva. Incluso en aquellos enclaves donde se integran ciencia y producción en dialécticas fortalecedoras, como la industria biofarmacéutica cubana, su desenvolvimiento tiene, en ese contexto, leyes particulares, como han sistematizado sus dirigentes en diversos textos. Quienes reduzcan la ciencia a mera producción de conocimiento en plan económico, solo apuestan a esterilizarla en su origen y volverla en freno y no en impulso. Solo logrará el auge del empirismo, la superstición, el colapso de la calidad científica y al final, por rebote, el regreso al colonialismo intelectual.

El que tenga dudas, que observe como la seudociencia en la práctica social está impactando áreas sociales esenciales, derrocha recursos materiales y humano y deforma empeños educativos basados en el método científico. La educación y la ciencia son resortes esenciales en la potenciación de las fuerzas productivas. Su actuar en ese sentido, es no sólo insustituible, sino además imprescindible. Pero ni la educación, ni la ciencia se definen como objetos económicos, se definen en primer lugar, como objetos culturales. Y es desde ese espacio cultural, con sus leyes y dinámicas propias, que se proyecta como factor imprescindible de desarrollo económico, agregando cualidades nuevas y mejoradas a la producción de bienes materiales y servicios, a la vez que no se reduce a ello solamente.

En educación, hoy oímos decir, que las universidades son como fábricas donde la productividad se mide por la razón entre cantidad de ingresados y cantidad de egresados. O argüir que hay que reducir los tiempos de las carreras porque es la «tendencia mundial». Sin saber, u ocultando, que es la tendencia neoliberal mundial, que reduce la universidad a mera institución profesionalizante, antípoda de lo universal que su nombre prefigura. «Tendencia», por cierto, criticada con acierto desde el pensamiento de izquierda internacional (8). Habrá que recordar que si los dirigentes de esta Revolución se hubieran guiado por las «tendencias mundiales», no hubiésemos atacado el Moncada, y nos hubiésemos rendido cuando el desmerengamiento socialista europeo.

Esa pretensión de ponernos a tono con el plan Bolonia (9) es conceder que hay que ponerse a tono con la expresión europea del neoliberalismo en la educación. El neoliberalismo en la educación superior persigue, sin ocultarlo mucho, convertir a las universidades en centros profesionalizantes que «producen», con mayor «eficiencia» una mano de obra especializada. Profesional deformado con algunas extremidades desproporcionadamente grandes respecto a otras deliberadamente atrofiadas (10). Una especie de «obrero profesional» no muy lejos de ese otro que Chaplin inmortalizo en Tiempos Modernos. Enajenado, quizás con una cualidad distinta, pero enajenado al fin. Un individuo al que se le ha acotado la capacidad intelectual a «crear» productos y servicios novedosos, e incapaz de proyectar su intelecto a otras dimensiones emancipadoras del ser humano, condenado a la vez a consumidor distinto, pero igual de frenético, de cultura masticada y prehecha y de bienes con obsolescencia programada. El neoliberalismo miente con la necesidad del mercado de fuerza calificada, cuando en realidad se trata de alimentar un ejército desempleado de profesionales que abarate su precio de mercado.

No he oído un solo argumento que justifique de manera coherente la necesidad de reducir la duración de nuestras carreras universitarias. Confieso que soy agnóstico respecto a las ventajas de tal reducción, pero sí soy opositor contumaz a hacerlo bajo presupuestos equivocados. Argüir que la economía cubana necesita acortar ese ciclo, es, a mi entender, mentirnos a nosotros mismos. El problema de la carencia de profesionales no radica en su creación en ciclos acortados, sino en la incapacidad de retenerlos y aprovecharlos como señalara hace poco el presidente de la Academia de Ciencia de Cuba en Cubadebate (11). Debemos partir de reconocer que el robo de cerebros es la pretensión de la proyección internacional del plan Bolonia. Que el resto de los países «periféricos» se sumen a ese ejercicio neoliberal globalizador, precarizador del mercado laboral. ¿Caeremos en esa trampa?

El análisis de raíz pasa también por cómo aprovechar la capacidad intelectual ya creada. Como recientemente analizaban desde la blogosfera (12), un país que gradúa anualmente cientos de informáticos tiene un panorama catastrófico en términos de diseño y actualidad de las páginas web de sus instituciones y empresas. ¿La solución es graduar más rápido a los informáticos?, o realmente lograr incorporar a esa masa de manera efectiva, a la dinámica económica y creadora de la nación.

Nuestra universidad es heredera de la tradición Cordovesa y el Manifiesto Liminar, pasando por la Universidad Popular José Martí de Mella, hasta la reforma universitaria de comienzos de la Revolución. Un crisol para la juventud que, habiendo accedido a ella, debe en su horno crecer como ser universal, a la vez que se profesionaliza y formarse también, por tanto, como ser culto, incluyendo en ello el ser político y el ser ideológico. Para ello se requiere tiempo y se requiere una didáctica más allá de lo instrumental, para tornarse en pedagogía cristalizadora de un nuevo ser humano. Eso es nuestra universidad y eso debe ser de manera creciente, no mero formador de actores económicos, truncados y estériles.

Necesitamos un debate nacional inclusivo y amplio sobre nuestras políticas de ciencia y formación de científicos, un Congreso de la Ciencias que debe realizarse bajo el talante de que «todo lo que no tenga un contenido que se adapte solamente a lo que quiere decir, no tiene valor en la Cuba nueva» como dijera el Che en la UCLV (3). Puede parecer innecesario, pero se necesita vindicar la ciencia para una Cuba socialista que aspira no solo a ser próspera y sustentable, sino además emancipadora y universal. No podemos olvidar que desde la modestia de nuestro día a día, estamos haciendo historia y abriendo caminos para el mundo. En ese sentido, lo que nos enseñan quienes nos trajeron desde la historia hasta este eterno umbral de nuevos empeños, es que la política revolucionaria, no es el arte de lo posible: es, por el contrario, el arte de tornar posible los imposibles a que aspira lo más avanzado de este maltratado mundo en el que vivimos.

Bibliografia

1) Mónica Rivero, Revolucionar la cultura, breve repaso a la vuelta de medio siglo, 14 enero 2014, http://www.cubadebate.cu/opinion/2014/01/14/revolucionar-la-cultura-breve-repaso-a-la-vuelta-de-medio-siglo/#.VggP3nUViko

2) La idea hegeliana de la relación entre libertad y necesidad, con su argumentación acerca de las leyes naturales fue desarrollada por los fundadores del marxismo, ver por ejemplo Federico Engel, Anti-Dühring, Crítica, Grupo editorial Grijalbo (OME 35), Barcelona, 1977

3) Ver por ejemplo el discurso pronunciado por Fidel en el acto celebrado por la Sociedad Espeleológica de Cuba, en la Academia de Ciencias, el 15 de enero de 1960, el discurso del Che en la Universidad Central de las Villas del 28 de diciembre de 1959.

4) Vicent Navarro, La ideologia que reproducen las ciencias economicas, 9 enero 2014, http://blogs.publico.es/dominiopublico/8655/la-ideologia-que-reproducen-las-ciencias-economicas/

5) La cuarta disposición del decreto del Consejo de Comisarios del Pueblo fechado el 24 de Enero de 1921 decía textualmente «Se encomienda al Soviet de Petrogrado que asegure al profesor Pávlov y a su esposa el usufructo vitalicio del departamento que ocupan y que instalen el laboratorio del académico con el máximo de comodidades.» (https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1921/enero/24.htm)

6) Agustin Lage, Ahora es cuando necesitamos mas de la ciencia, 18 marzo 2015, http://www.cubadebate.cu/opinion/2015/03/18/ahora-es-cuando-mas-necesitamos-de-la-ciencia/#.VeyK2XUViko

7) El problema no es sólo nuestro y afecta por igual a sociedades primer mundistas » Xavier Vidal Grau, ex rector de la Universidad Rovira i Virgili y uno de los pocos científicos que muestran esa preocupación, lo expresa en los siguientes términos: «Tenemos un nivel global insuficiente de cultura científica que se manifiesta en un exceso de menosprecio del rigor y la precisión … y, consecuentemente, en un predominio de opiniones no fundamentadas, sobre las que se llegan a tomar decisiones en todos los ámbitos de lo público». Público, 13 febrero 2015, http://blogs.publico.es/econonuestra/2015/02/13/el-exilio-o-el-subempleo-el-futuro-de-nuestrosHYPERLINK «http://blogs.publico.es/econonuestra/2015/02/13/el-exilio-o-el-subempleo-el-futuro-de-nuestros-cientificos/»-cientificos/

8) Ver por ejemplo http://www.pensamientocritico.org/ferfer0410.html, http://sergimateo.com/criticas-al-plan-bolonia/

9) El plan Bolonia, aprobado por la Unión Europea en una cumbre en la ciudad del mismo nombre, tiene como objetivo la homogenización de las universidades de ese bloque y ha implicado una serie de transformaciones de los planes de estudios y la estructura de las universidades europeas muchas de ellas, planteadas como necesarias para reducir el coste de los estudios universitarios y garantizar un ciclo más corto de formación frente a la demanda del mercado.

10) Críticas al Plan Bolonia, http://www.revistafusion.com/20090414833/Nacional/Tema/criticas-al-plan-bolonia.htm

11) Ismael Clark, Recursos humanos: un capital invaluable, Cubadebate, 18 Enero 2015, http://www.cubadebate.cu/opinion/2015/01/18/recursos-humanos-un-capital-invaluable/

12) Panorama de internet en Cuba, 22 de Mayo 2015, http://progresosemanal.us/20150522/panorama-de-internet-en-cuba/

Fuente: http://www.juventudtecnica.cu/contenido/razones-ciencia