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Rebelión cívica y obrera en Catalunya contra el neoliberalismo convergente-pepero

Fuentes: Rebelión

Para los trabajadores de Telefónica en huelga de hambre. E la na ve va.   Una nota de urgencia que deja para otra ocasión comentar otros nudos, no menos decisivos, de lo sucedido en la importante jornada electoral del 25N. Los del PP ríen y dicen estar felices -las declaraciones de la señora Camacho de […]

Para los trabajadores de Telefónica en huelga de hambre. E la na ve va.

 

Una nota de urgencia que deja para otra ocasión comentar otros nudos, no menos decisivos, de lo sucedido en la importante jornada electoral del 25N.

Los del PP ríen y dicen estar felices -las declaraciones de la señora Camacho de esta mañana en Radio Nacional, vomitivas y rancio-españolistas, son un ejemplo- pero saben que la cosa también va con (y contra) ellos.

La resistencia, la dura lucha en ocasiones, de la ciudadanía, de los trabajadores y trabajadoras catalanes durante estos años de infamia neoliberal protagonizada por CiU (y el PP, al alimón y de acuerdo en los asuntos esenciales) es conocida y admirada. En Sanidad (¡Boi Ruiz dimisión!), en enseñanza (¡Irene Rigau dimisión!), en asuntos sociales (¡Cleries y Mena, dimisión!), contra la política criminal y represiva de Felip el del garrote (¡Puig dimisión!). Destaco en esos combates en la pequeña-gran historia, la heroica, la arriesgada lucha de los trabajadores de Telefónica en huelga de hambre. Siguen exigiendo, están en su 22º día de ayuno, la readmisión de un trabajador injustamente despedido por estar enfermo, por «no ser rentable». ¡Marcos readmisión, Marcos readmisión! Sigamos apoyándoles en todo lo que nos sea posible.

Ni que decir tiene que la huelga del 14N, las grandes manifestaciones obreras y ciudadanas de la tarde (no sólo en Barcelona), han sido una vez más la sal de la tierra, el esfuerzo necesario, el combate que una vez más ha arrojado leña en la lucha interminable de décadas, de siglos, de siempre. ¡No pasarán! ¡No lograrán arrasar con todo lo duramente conseguido!

Los ataques al demediado estado de bienestar catalán protagonizados por Mas y Mas-Colell (¡dimisión!) que han defendido públicamente, ante hooligangs de las clases empresariales catalanas que tan bien representan, la conveniencia de desmantelar lo público y privatizar todo lo que se ponga por delante, han quedado absolutamente desautorizados. El mismísimo Mas el soberbio, el que se reía en sede parlamentaria de la forma de hablar de los niños gallegos y andaluces, un presidente de gobierno que incomprensiblemente sigue en funciones y con intención de seguir cuatro años más llevando el timón (guiado en acuerdo con las 400 familias catalanas de Millet de tota la vida) del gobierno catalán, manifestó ayer que en la próxima legislatura, cuando fuera posible, se tendrían que restablecer algunas ventanas maltrechas del estado de bienestar. ¡Inaudito! ¿Nos imaginamos qué hubiera dicho y hecho en caso de victoria, en caso de haber conseguido una mayoría excepcional para un momento excepcional como era su objetivo mil veces manifestado?

En 2010, con un participación del 59,95% (dudo de la exactitud del porcentaje), CiU consiguió 1.202.830 votos, el 38,43% de los votos emitidos, no del censo electoral. En 2012, con una participación del 69,58% -unos 10 puntos más, un incremento de votantes del 16%- ha obtenido 1.112.010, un 30,68%, unos 8 puntos menos (un decremento del porcentaje de votos de más del 20%). Han perdido unos 90.000 votos, más o menos los votos que ha ganado el PP, donde -aunque parezca imposible- han ido a parar votos no nacionalistas catalanes que se han agarrado a un clavo ardiente y oxidado, en absoluto por convencimiento neofranquista o neoliberal.

El PSC ha perdido unos 50 mil votos (que tienen mayor calado dado el incremento de participación). Han defendido, recuerdo brevemente, un federalismo difuso y poco estructurado (que apenas hacía referencia a reformas sustantivas de la Constitución: son un partido de orden), y unas políticas sociales contrarias, absolutamente contrarias, a las practicadas durante los últimos años del gobierno Zapatero. La otra cara de aquella moneda tan cercana.

ERC ha ganado unos 270.000 votos; ICV-EUiA, unos 130.000 y la CUP, que ha conseguido por vez primera representación en el parlamento catalán, ha obtenido 126.187. Ciutadans ha sumado unos 170 mil votos más, que en absoluto pueden ser considerados, todos ellos, votos de derecha españolista (algunos ciudadanos, erróneamente desde mi punto de vista, les han apoyado al no encontrar una opción que no fuera neoliberal y que abiertamente se opusiera al independentismo).

El triunfo obtenido por candidaturas que se oponían, de hecho y de palabra, a la política antiobrera y anticiudadana de CiU y del PP es, pues, evidente. ERC está, debe estar, entre esas fuerzas. No es buena señal que su candidato haya destacado que el «bloque nacionalista» ha salido reforzado pero sus posiciones durante la campaña y en ocasiones en las calles, las complementarias al tema nacional y el «derecho a decidir», han sido fuertemente críticas con la política neoliberal del gobierno CiU. Si finalmente forman parte del nuevo gobierno, hipótesis nada imposible, no podrán, no deberían abonar una política continuista en ese terreno. Sería su suicidio político y una estafa para sus votantes. El precedente de su desastrosa política de hace un cuarto de siglo les alejará probablemente, les debería alejar, de esa tentación.

Si reparamos sólo en los votos de ICV-EUiA y CUP y hacemos suma (habría que sumar también muchos votos nulos y en blanco), alcanzamos casi el medio millón y nos acercamos a los conseguidos por el PSC. No es poco lo alcanzado, no es necesario indicar las semillas que han sido causado del resultado pero es obvio que se alimentan de combates sociales, de organización ciudadana, del esfuerzo de muchos (y de muchas desde luego). Energía para continuar luchas, resistencias y abonar una intervención parlamentaria de nuevo tipo que no debe transitar por los lugares comunes, repetitivos y acomodados de siempre. No es de recibo volver a transitar por una política de vértice que menosprecie (o incluso desprecie en ocasiones) los esfuerzos ciudadanos de base.

Uno de los grandes filósofos de la ciencia del siglo XX, un socialista revolucionario y neopositivista temperado y documentado, nos regaló una de las metáforas más hermosas que se recuerdan. Imaginemos, escribía el amigo de Carnap, «que somos como marineros que en alta mar tienen que cambiar la forma de su embarcación para hacer frente a los destrozos de la tempestad. Para transformar la quilla de su nave tendrán que usar maderos a la deriva o tal vez tablas de la vieja estructura. No podrán, sin embargo, llevar la nave a puerto para reconstruirla de nuevo. Y mientras trabajan tendrán que permanecer sobre la vieja estructura de la nave y luchar contra el temporal, las olas desbocadas y los vientos desatados. Ése es nuestro destino como científicos» [1].

No está mal, nada mal. Ese es también nuestro «destino» como ciudadanos y trabajadores/as. La tempestad sigue siendo el neoliberalismo, el capitalismo sin entrañas y sus peligrosísimos corolarios ecológicos. Hemos hecho uso de viejas y nuevas formas de lucha y resistencia. Debemos seguir creando no desde la nada. No hemos podido llevar nuestra nave social a puerto para reconstruirla. Por ahora.. pero empezamos a imaginar, a realizar prácticas nuevas, no capitalistas, comunitarias, que ya están en este mundo. Debemos permanecer en la vieja estructura, luchando contra nuevos temporales, nuevos oleajes desbocados y vientos huracanados que no lograrán paralizarlos. No pasarán, no podrán lacar con nosotras. Es la lucha ininterrumpida de las tradiciones emancipatorias. En ella seguimos, en ella seguiremos. Muchos nos dan ejemplo. Son nuestros referentes. Podemos mirarnos en ellos. Sin que se rompa ningún espejo.

Otto Neurath no estaría triste en un día como hoy. Sus apasionados y documentados lectores, Manuel Sacristán y Francisco Fernández Buey, sin confiarse, tampoco. Incluso podrían sonreírnos… con esa sonrisa que no hemos olvidado.

Nota:

[1] Tomado de Francisco Fernández Buey, La ilusión del el método. Por un racionalismo bien temperado, Barcelona, Crítica, 1991, p. 228.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.