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Reflexiones sobre la jornada del 29m

Fuentes: Rebelión

La convocatoria de huelga por parte de los sindicatos mayoritarios en medio del clima social que se ha creado tras las brutales medidas del gobierno contra los restos que aún quedaban de la protección al trabajador frente a la avaricia empresarial, nos ha presentado una ocasión única, difícilmente repetible para despertar los hasta ahora contenidos […]

La convocatoria de huelga por parte de los sindicatos mayoritarios en medio del clima social que se ha creado tras las brutales medidas del gobierno contra los restos que aún quedaban de la protección al trabajador frente a la avaricia empresarial, nos ha presentado una ocasión única, difícilmente repetible para despertar los hasta ahora contenidos rencores que se han ido acumulando en los trabajadores ante la ya larga sucesión de medidas que han ido degradando su vida laboral y social. Puede que haya llegado el momento de decir todos a una: ¡¡Basta!!

Pero ese momento no llega por si solo. Los que estamos en la brega desde distintas organizaciones tenemos que hilar muy fino para sortear los obstáculos que se presentan, que no son pocos.

Lo primero que tenemos que hacer es evaluar la situación con la mayor exactitud. Veamos cual es el juego de los diferentes actores.

El gobierno.

Ha echado un órdago, visiblemente, confiando en la debilidad que afecta a las cúpulas de los sindicatos mayoritarios, a los que además castiga en sus medios de difusión (que prácticamente monopoliza) un día si y otro también, para alimentar el clima de desconfianza de las bases de esos sindicatos hacía sus dirigentes. Teniendo esto en cuenta, aprovechar el momento para denunciar lo que han venido haciendo las cúpulas de estos sindicatos significa hacerle el juego al gobierno.

Por otra parte, esa actitud lleva a los que se hagan eco de esa denuncia a fijar su atención en unas pocas personas (los dirigentes de esos sindicatos) en un momento en el que es vital que toda la atención se coloque en el enemigo principal, el gobierno y los empresarios. No hay que olvidar que esos dirigentes sindicales son para el enemigo peones transitorios, de usar y tirar. Acusan a esos sindicatos de haberse introducido en las instituciones del Estado para cobrar y vivir del erario público. Pero si ha sucedido esto es con la connivencia del propio Estado. La corrupción tiene siempre dos actores: El que corrompe y el corrupto. Está claro que al Gobierno, tanto a los anteriores como a este, le interesa tener a los líderes sindicales como rehenes, y lo han conseguido, incluso infectándoles del «síndrome de Estocolmo». Airear ahora en los medios sus corruptelas es un ejercicio de cinismo bien calculado que tiene como objetivo intentar distanciarlos de sus bases y de los trabajadores en general. Nosotros, afiliados a cualquier sindicato, y no afiliados, tenemos que verlos como lo que son: Dos hombres del pueblo, que están fascinados por su acercamiento al poder, por codearse con personajes que nunca imaginaron, que les han hecho sentirse parte de las instituciones y quieren aportar su grano de arena para contribuir a «hacer los deberes» que están exigiendo los grandes especuladores, los llamados «mercados». Así hay que verlos y como tales hay que tratarles. No son de ninguna manera el «enemigo principal a batir» dándoles un protagonismo que no tienen. Tarde o temprano, naturalmente, caerán o habrá que bajarlos de ese supuesto pedestal.

Un movimiento en fase de crecimiento tiene que mirar al enemigo principal y centrarse en una consignas propias, que en este momento, a mi parecer han de ser las de exigir la derogación de esas leyes. La condición esencial es que la marea crezca, y si esto se consigue, esos dirigentes quedarán sin autonomía de vuelo. Su futuro no nos importa.

Los sindicatos

Englobando todo el movimiento sindical, parece realmente difícil que se consiga impulsar el necesario ¡todos a una! que la situación exige. Pero hay señales alentadoras. El hecho de que los dos sindicatos mayoritarios hayan tenido que aceptar la fecha del 29 para la huelga, «coincidiendo» con la que ya estaba marcada por los sindicatos vascos, gallegos y canarios, ya indica que van a remolque de las circunstancias. En la manifestación que convocaron el 19 de febrero, si me guió por la de Zaragoza, a la que asistí y recorrí de arriba abajo, lo cierto es que pude comprobar que la gran mayoría de los manifestantes eran matrimonios de edad ya algo avanzada y pensionistas. Nostálgicos del prestigio que adquirieron las Comisiones Obreras en su tiempo, se han incapacitado para asumir los cambios que han sufrido. La juventud estaba en franca minoría. Esto puede bien indicar que es la punta de lanza de la resistencia en esos sindicatos a la política que están siguiendo sus direcciones.

En los otros sindicatos se ha abierto la polémica respecto a que hacer el 29 m. ¿Acudir o no acudir a las manifestaciones? Si se acude: ¿Con que lemas en la pancarta, con que textos en las octavillas? Las posturas varían en muchos casos en función de las experiencias que cada trabajador tiene en su centro de trabajo con los sindicalistas de las centrales mayoritarias. Porque, naturalmente, como reciben la influencia de sus compañeros de trabajo, no todos los afiliados a CC OO y UGT están de acuerdo con la política que sigue la dirección de sus sindicatos. Así, la discusión en los otros sindicatos se centra ahora en la actitud que cada uno piensa que deben de adoptar de cara al 29m. ¿Que poner en los comunicados, que escribir en las pancartas, etc.? ¿Se debe de criticar abiertamente a CC OO y UGT, citándolos por su nombre en los panfletos y pancartas? ¿No sería mas elegante y efectivo colocar en su lugar «otros sindicatos» o bien «los sindicatos mayoritarios»? ¿Y no sería bueno no exagerar su influencia en el movimiento general? Son detalles que sirven para aunar fuerzas y no para dividirlas.

Luego está la cuestión de las siglas y la necesidad que tienen muchos de que aparezcan en los escritos y pancartas que han de llevar la marca que identifica a ese sindicato, así como el sello nacionalista en los que lo tengan. La mayoría de los militantes que se afilian a alguna organización sindical necesitan llevar la impronta de su organización (en la pancarta, en la pegatina..) cuando ejercen alguna actividad pública. Lo ideal, quizás inalcanzable, sería que primasen las pancartas hechas en casa, con los lemas que a cada uno se le ocurran. Que se vea una manifestación del pueblo, no de los sindicatos. Ya en las manifestaciones del domingo 11 se vieron algunas pancartas caseras, lo que dentro del erial en que estamos, no deja de ser una buena señal.

Finalmente hay que tener en cuenta el carácter nacionalista de muchos de estos sindicatos, que no pueden sustraerse a la tentación de dejar su huella en público, reivindicando un marco de relaciones laborales vasco, catalán, valenciano, gallego, andaluz, etc. Esto es inevitable, pero no deja de ser un factor que desvía la atención de los participantes, que, como he dicho más atrás, debería de centrarse en el repudio al decreto del gobierno.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.