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Regreso a Turquia, la paradoja del colonialismo interno

Fuentes: Il Fatto Quotidiano

Traducción para Rebelión de Susana Merino

La primera vez que fui a Turquía fue en 1994, para asistir al proceso contra el partido DEP  que ambicionaba representar a la gran minoría kurda. Hoy estoy de nuevo aquí, y es mi décimo viaje a esta región, al proceso contra 195 militantes del partido BDP (de la paz y la democracia), sindicalistas, periodistas e intelectuales acusados de formar parte del KÇK que según la acusación sería la cara legal de la guerrilla kurda del PKK.
 
Han pasado casi veinte años y sin embargo nada parece haber cambiado demasiado. La cuestión kurda, todavía sin resolver, continúa condicionando de manera fuertemente negativa, el clima político de este país, limitándole la posibilidad de expresarse democráticamente.
 
La verdadera y auténtica caza de brujas desencadenada en el 2009 ha declarado culpables a muchas personas por solo haber pedido una solución pacífica y negociada del conflicto existente mediante el necesario reconocimiento de la identidad kurda y del autogobierno local. Basta saber que entre los imputados que se hallan desde hace muchos meses en la cárcel está incluso Ayse Berktay, organizadora del Tribunal Mundial  contra la guerra de Irak, en Estambul en el 2005, en el que también participaron  intelectuales y juristas de fama mundial como Richard Falk, Samir Amin, Arhundati Roy, yo mismo y muchos otros.
En ese momento Turquía había asumido una posición crítica contra la guerra, negándose entre otras cosas al tránsito aéreo y  terrestre de las tropas invasoras de los EE.UU. Dicho Tribunal se celebró en la histórica ciudad de Topkapi, en pleno centro de Estambul y del que participaron público y prensa de Turquía y del mundo. El hecho de que hoy los cabecillas de la acusación contra Ayse se basen en las actividades relacionadas con aquel acontecimiento, resulta harto significativo de la verdadera y loca tendencia represiva de las instituciones turcas, que atacan a cualquier disidente aprovechando la posibilidad de   utilizar una ley de antiterrorismo que culpa en realidad cualquier forma de pensamiento crítico. Otro ejemplo de este frenesí lo constituye el pedido de penas mayores a los cuarenta años de cárcel para cada uno de los estudiantes que enfrentaron al primer ministro. Pero habría muchos más.
En la primera jornada del juicio los imputados de etnia kurda (la mayoría) reclamaron su derecho a hablar en su lengua madre, inmediatamente denegado por la Corte. Los jueces democráticos piden el fin de los procesos de este tipo y la libertad de los detenidos.
 
Es realmente triste comprobar que veinte años después del proceso contra el DEP, que concluyó con duras  penas carcelarias para Leyla Zana y otros diputados, privados de su inmunidad parlamentaria, se mantienen los mismos problemas de fondo y sin variar la conformación de las instituciones.

Hay quienes, como mi amiga kurda Hevi Dilara, parangonan los actuales acontecimientos, y aún los anteriores, a las masacres y deportaciones de 1925, que inauguraron las políticas de genocidio, cultural, cuando no físico, contra el pueblo kurdo, pueblo que sin embargo, en los años precedentes, había contribuido notablemente a la independencia nacional de Turquía bajo la conducción de Ataturk.
Un caso de colonialismo interno, cuyas bases económicas fueron analizadas por un turco tradicional como Ismail Besikçi. Una situación bloqueada y nociva que dificulta la construcción de una nueva Turquía en la que puedan coexistir pacíficamente diferentes identidades en el seno de un estado único sin ceder a la tentación de la represión o de la secesión.
¿Una utopía? Puede ser. Pero es también el único camino que le permitiría a este gran país  cumplir el papel de puente entre Asia y Europa que le está esperando y ser un ejemplo para toda la atormentada región de Medio Oriente.
 
Nota.
Partidos políticos turcos (las siglas no coinciden con las mencionadas):

         Partido Comunista de Turquía (TKP)

Fuente original: