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Remedos de feminismo: ¿el arte contemporáneo presta demasiada atención a obras que no la merecen?

Fuentes: Tlaxcala

Traducido por Atenea Acevedo

Uno de los poemas predilectos del pueblo británico inicia así: «Cuando sea vieja/ vestiré de morado/ con un sombrero rojo que no combine y no me favorezca». Los versos continúan por esa vertiente, una lista de excentricidades encantadoras e inofensivas, como si marcaran la vanguardia del desenfado hacia el final de la vida. ¿Qué tal si modificamos el poema? Veamos… Cuando sea vieja, me pararé desnuda, las piernas abiertas como un compás, con mirada desesperada y un revólver en cada mano, una apuntándote, otra contra a mi sien.

Ese es el cuadro que nos espera al atravesar la puerta de vidrio que conduce a la primera sala de la Serpentine Gallery, una especie de autorretrato de la artista austríaca Maria Lassnig que lleva por título «Tú o yo». Lo encantador de la obra es que, a pesar de su frenético espíritu de intimidad revelada y confrontación del espectador, los trazos que la forman no pueden más que resultar amables: no son precisos ni incontrolados, sino relajados y vivaces, con un aire del estilo tardío y flexible de David Hockney. Otro dato sorprendente es la edad de la pintora: casi 90 años. A las sorpresas se suma la propia sede de la exposición. Lassnig constituye un descubrimiento. Tras una larga trayectoria y con cierta fama en otras latitudes, resulta prácticamente desconocida al público británico avezado en estas lides, incluido quien esto firma. Toda la obra que conforma la exposición es de años recientes; desconozco en gran medida los trabajos previos de la artista, pero en esta ocasión todo remite a cuerpos humanos o cuasihumanos en un repertorio que incluye el placer, el dolor, el deseo y la frustración. Lassnig lo denomina «pintura de conciencia corporal» y comprende tanto figuras realistas como desconcertantes fragmentos de cuerpos animados, con ojos. En general, los cuadros tienen un toque cómico. Hace exactamente 20 años que la Serpentine Gallery «descubrió» a Paula Rego, una artista cuya obra tiene cierta afinidad con la de Lassnig. Ambas abrazan un feminismo profundamente ambiguo que tiende a deleitarse en la victimización de las mujeres y la monstruosidad de los hombres, y encuentra graciosas las cosas horribles. Sin embargo, la administración actual de la Serpentine Gallery es por demás distinta. El catálogo de esta galería es vanguardista. Muestra novedades plásticas, pero el tipo de arte que expone (John Currin o Glenn Brown) suele estar plagado de omnisciencia. Hoy no está de moda exponer, ya no digamos descubrir, genuinas artistas figurativas expresionistas como Lassnig. Entonces, ¿qué curioso giro explica la presencia de Lassnig en esta galería? No consigo descifrar el misterio. La obra de Lassnig muestra su calidad como pintora: el pincel fluye, los colores son intensos. Alguna que otra vez el objeto de su arte refleja una buena idea, como en aquel dramático autorretrato o en la serie de personas envueltas en polietileno arrugado, donde los navajazos brillantes de luz refleja llevan la amplitud de su técnica al límite de la coherencia. Sin embargo, en lo que a invención, alcance o conciencia corporal en general respecta, Lassnig no me parece superior a la mayoría de artistas figurativos, vivos o muertos, quienes, sin duda, no serían acogidos en esta galería.

Supongo que se trata de cumplir con los requisitos esperados: Lassnig es muy mayor, es mujer, es sexual y psicológicamente transparente, a veces «desconcertante» (pinta a un animalesco gordo deleitándose con lo que podría ser una chiquilla o una muñeca), está claro que se mantiene alerta y conserva su olfato de artista. Todo ello se conjuga, supongo, una vez más, según la opinión de alguien, para producir una interesante combinación cuestionadora y disonante (hasta donde sé, también se viste de morado). Pero lo que en verdad demuestra es que el mundo del arte atraviesa un momento de atroz efervescencia en lo que toca a la pintura. De pronto ese mundo decidió que la pintura no está muerta, sino vivita y coleando. Al igual que quien despierta en medio de un sobresalto, ese mundo no sabe distinguir una cosa de otra u otra. Estoy convencido de que esa miopía quedará lentamente en el olvido. Mientras tanto, la confusión hace de las suyas y espacios como la Serpentine Gallery promueven a artistas como Lassnig con la etiqueta «pionera vanguardista», y alaban su afán por hacer aquello que los pintores han hecho desde hace siglos (a saber, «plasmar […] sensaciones interiores»).

A ver, ¿cómo se llamaba ese señor? Ya me acordaré. Pablo… Pablo Algo, sí.

Maria Lassnig, Serpentine Gallery, Londres W2 (020-7402 6075), hasta el 8 de junio de 2008

http://www.tlaxcala-int.org/article.asp?reference=2907