Tenemos aquí un libro riguroso y bien escrito. Plantea unas propuestas elaboradas y claras a los problemas globales que estamos padeciendo. Ahora bien, creo que el libro arrastra un defecto de análisis por la falta de un marco teórico que sitúe el sistema capitalista en la base de los problemas que analiza. Me parece que […]
Tenemos aquí un libro riguroso y bien escrito. Plantea unas propuestas elaboradas y claras a los problemas globales que estamos padeciendo. Ahora bien, creo que el libro arrastra un defecto de análisis por la falta de un marco teórico que sitúe el sistema capitalista en la base de los problemas que analiza. Me parece que son científicos sociales como Immanuel Wallerstein, al que el autor no cita, los que pueden hacerlo. Como Held no contempla que estamos en un sistema global que es la Economía-Mundo Capitalismo, con una lógica de acumulación de capital y con unos Estados que la posibilita, le resulta imposible encontrar la raíz de los problemas. Al mismo tiempo hay poca radicalidad en la crítica a las instituciones, que hace que sus propuestas puedan parecer ingenuas. Es el problema de las influencia de las teorías del consenso de Habermas o de Rawls. El autor habla, como ellos, agentes racionales que a través de la deliberación pueden llegar a acuerdos que nos beneficien a todos. Pero existen grupos de poder que quieren mantener sus privilegios y no los cederán si no es a la fuerza. Existen también pasiones de todo tipo que mueven a los humanos más que las razones. Existen los conflictos y hay que negociar y a veces luchar para ganar o perder. Todos los procedimientos formales que nos propone David Held son excesivamente ideales. Esto no quita que no valga la pena buscar elementos aceptables desde una razón común. Pero son políticos más que morales. Como dice un interesante teórico del cosmopolitismo que el autor ni cita, K.A. Appiah, hay que buscar unos principios que no se confundan con los valores. Me parece que la democracia como consulta amplia, vinculante y protegida, por seguir una definición moderada de Charles Tilly, y como garantía universal de derechos sería un buen punto de partida. La Declaración Universal de los Derechos Humanos sería un documento-base provisional y mejorable. Pero es una apuesta política que no todos seguirán y con argumentos difícilmente lo conseguiremos, por lo menos en bastantes casos. Como dice Chantal Mouffé la democracia convierte los enemigos en adversarios. Esperemos que así sea.
El libro, de todas maneras, defiende certeramente el cosmopolitismo como única salida a la crisis. Me parece innegable. Los mercados son universales y también lo son las 1000 empresas que en buena parte lo controlan. Igualmente lo son el FMI, el Banco Mundial y la OMC. También las reuniones secretas que a diferentes niveles celebran anualmente los poderosos del mundo. Lo que puede hacer un Estado-nación es limitado. Held señala tres grandes problemas : el financiero, el cambio climático y la seguridad. El problema de la seguridad es uno de los que la izquierda no ha tratado a fondo. ¿ Cual es el papel de los ejércitos en un mundo globalizado ? . Held nos da buenas pistas. Lo mismo con el cambio climático, aunque el problema de la sostenibilidad sea más amplio. La tasa Tobin, la regulación del mercado, la eliminación de los paraísos fiscales, la lucha contra el blanqueo de dinero de las mafias… todo esto no puede hacerlo un solo país. En definitiva, que solo ha partir con la intervención de poderes internacionales la política dominará la economía y podremos romper la lógica del capitalismo. Quizás es solo una propuesta socialdemócrata frente a la liberal, como dice Held, pero ya es mucho si se es realmente consecuente. Aunque insisto que hay que ir más lejos que los análisis que hace el autor del libro.
David Held señala dos cuestiones básicas para estos poderes : capacidad y responsabilidad. Debe tener poder y debe dar cuentas de lo que hace. Es igualmente útil la crítica que hace a la ineficacia de los organismos internacionales realmente existentes, entre otras cosas por la falta de lo anterior y también por la superposición de funciones. La ONU podría ser un punto de partida si es reformada radicalmente en su funcionamiento antidemocrático y en su burocratización. Y sí se le da una capacidad que hoy no tiene y asume la responsabilidad que le correspondería por ello. Estos poderes cosmopolitas han de ser resultado, dice correctamente, no de una estructura jerárquica sino de redes que se van tejiendo a partir de poderes democráticos. De todas maneras las críticas a la política de los EEUU me parece muy suave. Aunque cuestiona su política de seguridad lo hace de una manera muy conciliadora. Me parece además muy parcial que hable del fundamentalismo religioso refiriéndose únicamente al islámico y no al del judaísmo o del evangelismo.
El libro es muy aprovechable y sus propuestas son interesantes, por lo que tienen de concretas y de posibles. Me parece una reflexión del mismo estilo que la de Tim Jackson en su estudio Prosperidad sin crecimiento. Son análisis serios, con propuestas realistas, en una línea reformista que puede dar a la socialdemocracia la dignidad de la que hablaba el malogrado Tony Judt. Si los partidos socialistas, socialdemócratas y laboristas de Europa quieren dar propuestas alternativas al neoliberalismo pueden hacerlo. Y Europa, a pesar de todo, sigue siendo un referente posible para iniciar el camino de este cosmopolitismo deseable.
David Held. Cosmopolitismo. Ideales y realidades. (Traducción de Dimitri Fernández Bobrovski). Madrid : Alianza editorial, 2012.