Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
Había una vez un joven de una ciudad italiana muy pequeña llamada Bulciago que quería cambiar el mundo. En cuanto acabó los estudios, empezó su búsqueda. Viajó cerca y lejos, y cuando llegó a Jerusalén en 2002, supo que había encontrado su vocación.
En 2008 este joven, Vittorio Arrigoni, navegó por alta mar en un barquito. Tenía la intención de contribuir a acabar con el asedio impuesto a la población de la diminuta Franja de Gaza que llevaba mucho tiempo sufriendo. En una entrada de un diario que se acaba de publicar en un libro muy esperado, Freedom Sailors, Arrigoni escribió:
«La historia somos nosotros; la historia no son gobiernos cobardes, con su lealtad a cualquiera que tenga el poder militar más fuerte; la historia la hacen las personas corrientes».
La historia de Vittorio considera a las ‘personas corrientes’ como actores que pueden cambiar el mundo: valientes marineros que pueden desafiar a grandes potencias militares, médicos que atraviesan fronteras y salvan vidas, escritores, profesores, oradores, músicos y personas de todo tipo de orígenes.
El segundo nombre de Vittorio era Utopía, aunque la suya no era precisamente una empresa utópica. Era mucho más real y el propio Vittorio estaba trazando el camino para otros. Una vez en Gaza estaba decidido a llevar su misión hasta el final a pesar de que tenía muchas razones para marcharse. En septiembre de 2008 lo hirió la armada israelí cuando acompañaba a un pescador gazatí en las aguas territoriales de Gaza. Un mes después fue detenido (o más bien, secuestrado) por el ejército israelí y después deportado. Volvió un mes después, justo a tiempo para informar de la llamada Operación Plomo Fundido, la guerra unilateral contra Gaza entre diciembre de 2008 y enero de 2009, después de que Israel no lograra sus objetivos políticos con el bloqueo a la Franja de Gaza. La guerra de 22 días mató a más de 1.400 personas e hirió a miles de personas más.
Vittorio estaba ahí para ser testigo de todo ello. Mientras muchos encendían y apagaban la guerra por control remoto, Vittorio acompañaba a las ambulancias en mitad de la noche, confortaba a los heridos, lloraba con quienes estaban desconsolados, pedía ayuda al mundo y sobrevivía a la guerra.
Envío partes diarios a los medios italianos, escribió en su blog y a amigos de todo el mundo. Su libro, Gaza: seguimos siendo humanos: diciembre 2008- julio 2009*, ofrece una visión de las experiencias de este hombre valiente. En su primera entrada escribía como activista italiano pero al final era un palestino asediado en Gaza.
Para algunas personas era peligroso. Una página web estadounidense de extrema derecha pidió su asesinato. Lo que alarmaba a Israel no era la persona de Vittorio, sino la noción de lo que él y otros como él simbolizaban: un desafío a la previsibilidad de un conflicto entre un opresor poderoso y un oprimido sin poder aunque desafiante. Por lo que se refería a Israel, un idealista de una ciudad del norte de Italia no tenía nada que hacer en Gaza, cuyos habitantes están encerrados indefinidamente en una cárcel al aire libre. No se esperaba que ni Vittorio ni otros internacionalistas alteraran este experimento inhumano.
Pero la historia de Vittorio dio un giro de lo más inesperado. En abril de 2011 fue secuestrado y asesinado. Sus asesinos eran palestinos de Gaza a cuyo mando estaba un misterioso personaje jordano, cuyo origen y motivos para el crimen siguen estando poco claros. Fue un horrible y decepcionante final de una historia que nunca se pensó que fuera a tener semejante giro espantoso.
A la sociedad palestina le costó tiempo reconciliarse con el hecho de que los asesinos de Vittorio fueran gazatíes, mientras que otros se regodearon triunfales. Los propios detractores de Vittorio estaban llevando a cabo una guerra mediática para difamar a los palestinos, a los activistas internacionalistas y al italiano supuestamente engañado que creyó que lo ordinario puede cambiar la historia.
El historiador Geoffrey Alderman afirmó en un artículo publicado en The Jewish Chronicle: «Pocos acontecimientos (ni siquiera la ejecución de Osama ben Laden) me han causado un placer mayor en las últimas semanas como la muerte del llamado ‘pacifista’ italiano Vittorio Arrigoni» (como se cita en en el blog View from Jerusalem with Harriet Sherwood el 18 mayo de 2011). Aunque Sherwood considera que este comentario es «escandaloso», el hecho de que el asesinato de un pacifista cause placer es consecuente con los incesantes esfuerzos de Israel por conseguir que los activistas internacionalistas dejaran de mostrar su solidaridad con los palestinos.
Hamas, que controla Gaza desde la ruptura con su rival Fatah en 2007, parecía sincero en sus intentos por capturar a los asesinos de Vittorio. Una investigación señaló rápidamente a los grupos salafistas Tawhid y Jihad, Ejército del Islam y otros. Siguió una persecución que llevó al asesinato de un ciudadano jordano, Abbad a-Rahman al-Brizat, y de un refugiado palestino, Balal al-Omari. Se capturó a otras personas y en septiembre de 2011 empezó un juicio.
El juicio a los supuestos asesinos de Vittorio no ha sido exactamente un modelo de transparencia. Se espera que el 4 de septiembre se pronuncie el veredicto de los cuatro hombres acusados de estar implicados en el crimen. La clave más importante del juicio era quizá Al-Brizat, el jordano. Ahora está muerto y se siguen si verificar las acusaciones de que su verdadero objetivo era intercambiar a Vittorio por un dirigente salafí preso, Hisham al-Saedni. Solo once días antes del asesinato de Vittorio otro activista, Juliano Mer-Khamis, era asesinado en Jenin, en Cisjordania. El momento escogido para los asesinatos es desconcertante y sugiere un complot más amplio. Hamas y otros altos cargos palestinos sugerían una mano oculta israelí en ambos actos viles, pero todavía hay que descubrir y aclarar el hilo conductor.
Alegando falta de pruebas, a principios de este mes Hamas liberó a al-Maqdissi, el hombre que los supuestos yihadistas querían liberar. Pocos días después, tras el asesinato de los soldados egipcios en el Sinaí, Hamas tomó enérgicas medidas contra su grupo. Aquí la trama empieza a ponerse interesante más allá de la habilidad de cualquier relato sencillo para explicar todos los eslabones perdidos.
El 4 de septiembre cuatro hombres esperarán el veredicto de un tribunal militar de Gaza. Pero ese día se estará juzgando mucho más, no solo la credibilidad del sistema legal de Gaza. Hay que responder a muchas preguntas para entender realmente qué ocurre en la Franja de Gaza y quién está detrás de las agendas ocultas.
Asesinando a Vittorio no solo se pretendía matarlo como persona. También se pretendía destruir la propia idea que navegó con él y sus amigos a Gaza en 2008: que las personas corrientes son la historia y que ellas y solo ellas cambiarán las cosas en un mundo dirigido por el puro interés y la fuerza militar.
Sí, es primordial que haya justicia para Vittorio Utopia Arrigoni, pero esperamos que el gobierno de Gaza pronuncie algo más que un veredicto: respuestas a aquellos que tratan de matar el sueño de Vittorio junto con nuestra humanidad.
*Publicado por Bósforo Libros, Madrid, 2010, traducción de Valentina Bidone, Ana Vispe Montilla y Pablo Fernández Lewicki.
Ramzy Baroud (www.ramzybaroud.net) es un periodista que publica sus artículos en diversos medios internacionales. Es editor de PalestineChronicle.com. Su último libro es My father was a freedom fighter: Gaza’s untold story (Pluto Press, Londres), disponible en Amazon.com.
Fuente origianl: http://www.palestinechronicle.com/view_article_details.php?id=19519