«El trabajo eficaz de nuestros militares ha creado las condiciones para el inicio del proceso de paz. El objetivo asignado al Ministerio de Defensa y las Fuerzas Armadas en su conjunto ha sido cumplido, de manera que ordené iniciar a partir del día martes 15 de marzo la retirada de la parte principal de […]
Esas fueron las palabras dadas a conocer por el presidente Ruso Vladimir Putin, que no sólo causaron sorpresa en Oriente Medio, sino que sacudieron los pasillos de la Casa Blanca y las cancillerías de los países aliados de Estados Unidos, que no habían previsto tal declaración y que los deja en una incómoda posición en el marco de las conversaciones de paz que se llevan a cabo en la ciudad suiza de Ginebra. Y señalo el concepto de incomodidad pues – usando en ello un símil futbolístico – la pelota está ahora en el área de los países que han conformado la coalición internacional liderada por Washington y los obliga a definir pasos en pos de la paz o la intensificación de las presiones contra Siria.
Grupo de gobiernos, que tiene entre sus componentes a declarados enemigos, no del terrorismo de grupos como EIIL – Daesh en árabe – o el Frente al Nusra, sino que a la República Árabe Siria y que se han empeñado en derrocar al presidente Bashar al Assad. Incluso conforman un puñado de regímenes patrocinadores, financistas y proveedores de armas de los grupos takfirí, que eran signados como blancos de esa Coalición Internacional en una clara y falsa puesta en escena. Me refiero en específico a Turquía, Arabia Saudita y las Monarquías feudales ribereñas del Golfo Pérsico, que al amparo de esa sociedad han desarrollado sus propios planes regionales dentro de un objetivo geoestratégico mayor, dibujado en las oficinas de Washington y Bruselas.
El análisis de la situación en el Levante Mediterráneo indica que las movimientos terroristas takfirí sólo fueron combatidos eficazmente por la Alianza conformada por Siria, Irán, Rusia e Irak, que coordinaron sus acciones en una labor que permitió recuperar amplias zonas del país levantino y configurar un nuevo balance de fuerzas y con ello condiciones de negociación muy distintas a aquellas, que previo a septiembre del año 2015 conducían inevitablemente a la completa fragmentación de Siria en un proceso similar al que está experimentado Libia e Irak.
La decisión de Rusia de retirar parte de sus fuerzas estacionadas en Siria sólo es posible gracias a esa eficaz acoplamiento de acciones y compromiso en la defensa de la nación siria junto a las fuerzas del Ejército Árabe Sirio, las Milicias de Hezbolá y milicianos chiitas, que avalados por la asesoría de miembros del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica Iraní, permitieron conquistar victoria tras victoria y recuperar la iniciativa del gobierno sirio tras cinco años de agresiones.
Las Fuerzas Aeroespaciales de la Federación Rusa con sus avanzados aparatos aéreos – bombarderos tácticos Su-24M y Su-34, aviones de ataque Su-25SM apoyados por cazas multifuncionales Su-30SM, sus sistemas de defensa de misiles – como el misil de crucero 3M14 lanzado por el kalibr -NK – y el sistema de defensa aérea S-400. Los blindados, tanques T-90 y un apoyo logístico del más alto nivel tecnológico, actuaron con enorme competencia. Medios rusos como Sputnik han señalado que «la guerra en Siria se ha tornado en polígono de pruebas para las armas rusas más modernas, tales como misiles de crucero, lanchas portamisiles, drones y bombarderos».
Pero es claro que la labor en el terreno, en el combate en aldeas, pueblos y ciudades sirias en Lakatia, Homs y Aleppo contó con miles de soldados enfrentando a fuerzas bien apertrechadas y que antes de la entrada de Rusia al campo de batalla en septiembre del año 2015, dominaban el escenario bélico gracias al apoyo logístico y de información de inteligencia entregado por turcos, israelitas y saudíes, que contaba con el beneplácito de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN.
Un descolocado occidente
Washington, ante la declaración de retiro de sus fuerzas de Siria por parte de Rusia, reaccionó con sorpresa y claramente desacomodado, poco acostumbrado a no tener la iniciativa, tal como se deduce de las primeras palabras del Vocero del Ejecutivo estadounidense, Josh Earnest quien sostuvo que «no podemos evaluar de manera inmediata las consecuencias que tendrá la intención del Presidente de Rusia, Vladimir Putin, sobre las negociaciones sirias».
Desde Bruselas las declaraciones fueron similares, sorprendidos al más puro estilo de una jugada de ajedrez inesperada, audaz y lanzada como un estilete al corazón del rival como lo solían hacer los mejores exponentes rusos del juego ciencia. Ya no es la clásica jugada de la defensa Petrov o defesan rusa, que buscaba la igualdad pero que hacía muy difícil triunfar con ella. Esta jugada de Putin es más ofensiva y tiende a poner a la defensiva al rival, que deberá utilizar el gambito Cochrane o sumarse a la búsqueda de una solución que signifique eliminar toda amenaza terrorista.
Nobleza obliga, pensaron los rusos, y se pusieron en contacto con Washington. Los presidentes de la Federación Rusa, Vladimir Putin y de Estados Unidos, Barack Obama, conversaron telefónicamente el mismo día que el Kremlin anunció su decisión de retirar parcialmente parte de sus fuerzas. En esa llamada, según se señaló desde Moscú, «los presidentes han llamado a una intensificación del proceso para acordar una solución política al conflicto sirio, y han expresado su apoyo a las conversaciones auspiciadas por la Organización de las Naciones Unidas – ONU – la ciudad Suiza de Ginebra entre el Gobierno sirio y la oposición».
La decisión del gobierno ruso, tomada en consultas con el presidente sirio Bashar al Assad, sin duda tomó desprevenidos a políticos, militares y servicios de inteligencia occidentales y sus socios de Oriente Medio. No lo esperaban. Es una jugada interesante, que hay que analizar día a día en el campo de lo que suceda en la lucha contra los grupos terroristas, que aún operan en suelo sirio. El gobierno sirio y sus aliados deben tener mucho ojo, mucho cuidado para visualizar el terreno en que se pisa. Esta es una medida política-estratégica de Moscú destinada a ejercer presión sobre las potencias occidentales en materia de decir «yo retiro parte de mis tropas pues creo en el cese al fuego y en alcanzar la paz por medios político-diplomáticos ¿qué harán ustedes?». Por eso se reserva una parte de sus fuerzas en territorio sirio. Las bases militares rusas en el puerto mediterráneo de Tartus y en el aeropuerto de Jmeimim, en Lakatia, respectivamente «continuarán funcionando como antes y deben ser bien defendidas por tierra mar y aire», afirmó Putin, que hizo su anuncio en una reunión conjunta con el ministro de Defensa Sergueí Shoigú y con el ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov.
Un primer análisis permite sostener que estamos ante una hábil jugada la lanzada por el Kremlin, que hace emerger con fuerza la interrogante respecto a los rivales: ¿cuál será el paso que tomará ahora Estados Unidos en aras de poner término a un conflicto del cual es copartícipe, al avalar y apoyar el nacimiento y desarrollo de las bandas terroristas con el objetivo de llevar el despertar islámico – eso que occidente llamó Primavera árabe – hacia posturas proocidentales? Sostuve en un artículo anterior, en este mismo medio, que las conversaciones de paz, las intenciones declaradas y los acuerdos que se logren – hoy sumamos las decisiones concretadas – no pueden convertirse en freno de la acción necesaria y vital de destruir a las bandas terroristas de raíz takfirí. Y menos aún puede servir de impulso para el rearme y nuevos bríos de estos movimientos con aval occidental y sus socios de Oriente Medio. «El papel de Siria y sus aliados es conseguir la paz en beneficio de la sociedad siria, que ya ha perdido a 280 mil de sus hijos, que ha visto su tierra arrasada, sus riquezas esquilmadas y su población dispersa en condición de desplazados y refugiados».
Rusia pretende dejar en suelo sirio un millar de soldados de sus fuerzas de elite, junto a una flota de aviones en posición de seguir implementando la lucha aérea contra las bandas terroristas como Daesh y Frente al Nusra, que no entraron en las negociaciones de alto al fuego. Por su parte el Ministro Sirio de Información, Omran al-Zoubi, confirmó que la retirada de Rusia será parcial y que la coordinación contra el terrorismo entre Damasco y Moscú – al que indudablemente se suma Bagdad y Teherán – continuará al más alto nivel «debido a los avances de las Fuerzas Armadas sirias en muchas zonas, el cese de las acciones militares y el inicio de la reconciliación a nivel local en muchos sitios, además de otras cuestiones relacionadas con la dirigencia militar rusa, se tomó la decisión de retirar de Siria cierto número de efectivos rusos, en coordinación y concordancia entre Moscú y Damasco» señaló al Zoubi.
Alcanzar la paz en Siria y privilegiar aspectos políticos, hoy que la correlación de fuerzas se inclina a favor de la alianza entre Siria, Irán, Moscú e Irak, es un imperativo. Así se ha sostenido por los gobiernos aliados de Damasco, desde el inicio de las acciones de desestabilización contra el país levantino, en una postura consecuente, que ha privilegiado el buscar caminos de acercamiento, de negociación pero también el combate si es necesario a costa del sacrifico y la entrega de miles de ciudadanos sirios pero también voluntarios, que han acudido en defensa de un sociedad que ha sido obligada a sufrir una cruel destrucción.
La paz en Siria es un objetivo fundamental, pero no al costo de permitir su desintegración, de transformarla en una nueva Libia pues los efectos que ello conlleva tendrá efectos sobre todo Oriente Medio pero, sobre todo, con relación al pueblo palestino, la nación iraquí y con objetivos planteados claramente por lo sectores belicistas de Washington, sus socios europeos junto a la triada conformada por Riad-Ankara y Tel Aviv: cercar a la República Islámica de Irán e impedir el desarrollo extramuros de la Federación Rusa, constreñida por el avance de la OTAN y la Unión Europea.
Indudablemente, la alianza entre Damasco, Teherán, Moscú y Bagdad no sólo apela a la defensa de la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, sino también a la propia supervivencia y desarrollo de sus países, enfrentados a una Coalición amplia y belicosa, dispuesta a desintegrar países, provocar enormes migraciones, generar la muerte de cientos de miles de seres humanos y destruir lo que ha costado cientos de años construir con el afán ambicioso de repartirse los restos para reconstruir con su maquinaria industrial y militar, esquilmar sus riquezas y generar un mundo unipolar.
A pesar de los éxitos obtenidos por Siria, irán, Rusia e Irak en la lucha contra las bandas takfirí, como también contra el apoyo turco y saudí, la misión en Siria no está cumplida. El peligro aún es una realidad, está latente mientras regímenes como el de Erdogan, la Casa al Saud, la entidad sionista y las Monarquías del Golfo Pérsico sigan pensando que esa zona del mundo les pertenece y sigan siendo apoyados en ese pensamiento y conducta, en esa ambición irracional por países como Estados Unidos, Francia e Inglaterra.
La misión sólo será cumplida cuando el último de los terroristas de Daesh y el Frente al Nusra, como también sus patrocinadores, sean polvo en el desierto. Por ello resulta alentador que el retiro de las fuerzas rusas sea parcial, que parte valiosa de su Fuerza Aérea siga en Jmeimim y su barcos estén a tiro de cañón en el Puerto de Tartus. Sumemos a ello que Hezbolá y los asesores del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica, junto a milicianos chiitas, siguen siendo un apoyo importante al cada día más fortalecido Ejército Árabe Sirio.
Articulo del autor cedido por Hispantv.
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