EL GOBIERNO israelí de Ariel Sharon ha votado en favor de la retirada de Gaza. Es una decisión lógica y valiente que esta creando tensiones fuertes en el interior de Israel donde la mayoría de la población la aprueba, mientras una minoría de extrema derecha está dispuesta a todo por retardar esa retirada. Sobre todo […]
EL GOBIERNO israelí de Ariel Sharon ha votado en favor de la retirada de Gaza. Es una decisión lógica y valiente que esta creando tensiones fuertes en el interior de Israel donde la mayoría de la población la aprueba, mientras una minoría de extrema derecha está dispuesta a todo por retardar esa retirada. Sobre todo los ocho mil colonos que un tiempo adoraron a Sharon y ahora están amenazando con matarlo, como lo hicieron con Isaac Rabin.
Los tiempos han cambiado desde aquella provocación del general Sharon al presentarse el 28 de septiembre de 2000, protegido por decenas de policías, en la Explanada de las Mezquitas (el monte del Templo para los judíos). Así se puso en marcha un nuevo engranaje trágico: la segunda Intifada, protestas de civiles palestinos, brutalidad desproporcionada de la represión, niños y adolescentes palestinos abatidos por las balas, horrible linchamiento de dos militares israelíes, represalias contra los árabes israelíes, atentados suicidas en las calles de las ciudades israelíes, reocupación militar de las ciudades autónomas palestinas, provocaciones de colonos extremistas, nuevos y odiosos atentados contra civiles israelíes, etcétera. La espiral de violencia parecía no tener fin.
El choque planetario del 11 de septiembre de 2001 no interrumpió el ciclo de venganzas y represalias. Barbarie cotidiana. Regresión política. Con llamadas, entre los fanáticos de ambos campos, a la «limpieza étnica» o a la «segregación de las poblaciones». Retorno a la desesperación de los civiles palestinos, cuyas condiciones de vida se han vuelto infernales debido a los sucesivos bloqueos de las ciudades. El PNB palestino por persona y año ha disminuido sensiblemente, pasando de 2.245 dólares en 1992 a menos de 1.300 en 2004. Y retorno de la inquietud y el miedo en el seno de la sociedad israelí, que, traumatizada y martirizada, sigue siendo no obstante mayoritariamente partidaria de un acuerdo de paz. La muerte de Arafat y la elección democrática de Mahmud Abbas parecen haber despejado el horizonte.
En Gaza, un millón de palestinos viven hacinados en condiciones de miseria indescriptibles, mientras que unos ocho mil colonos judíos extremistas, protegidos por soldados armados hasta los dientes, ocupan un tercio del territorio, constituido por las tierras mejor regadas… Despreciando el derecho internacional, Israel promovió la implantación de poblaciones judías venidas en muchos casos de ultramar.
Huelga decir que la actitud colonial de las autoridades repugna a numerosos ciudadanos israelíes. Porque este singular estado no se parece a ningún otro. Ciertamente, es el fruto de las tesis formuladas en 1896 por Theodor Herlz. Pero el estado de Israel surge también, indiscutiblemente, del antisemitismo europeo, de los pogromos rusos y del genocidio nazi. Constituye el puerto y el refugio al que se han acogido millones de perseguidos en busca de un espacio de libertad. Así pues, para todos ellos, y en particular para los supervivientes de los campos de exterminio, Israel no es solamente un proyecto nacional, sino también un proyecto moral.
Un proyecto moral hasta ahora traicionado. Pero que podría cobrar de nuevo sentido después de la retirada de Gaza y más aun si a eso le sigue el reconocimiento mutuo de seguridad y de soberanía.