[En viento sur ya hemos informado y analizado el proyecto de implantar un nuevo Museo Guggenheim con dos sedes en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai en Bizkaia (UNESCO 1984). Una de las sedes ocuparía, en la villa de Gernika, el centro de acogida, información etc. en lo que fue la empresa Dalia; la otra sede se ubicaría en el corazón mismo de la marisma de esa biosfera, entrando brutalmente en ella a partir de los actuales Astilleros de Murueta (ver foto en portada) que se cerrarían. Aunque el proyecto contaba con los avales del PNV de Bizkaia, el que fue lehendakari de la Comunidad Autónoma Vasca (CAV) Iñigo Urkullu (condicionado probablemente por las consecuencias de la protesta social creciente, había sugerido darse un par de años de reflexión antes de acometer las obras definitivas. Había cierta expectación en ver qué movimientos se producían tras las pasadas elecciones autonómicas (21 de abril) y las europeas posteriores (11 de junio) en las que el PNV había sufrido una pérdida general de votos en la CAV y caída estrepitosa, con sorpasso, en toda la comarca de Busturialdea donde está integrada Urdaibai. Ramón Zallo, que fue uno de los analistas en escribir antes sobre el tema, lo hace ahora, de nuevo, tras los resultados electorales y el título de este artículo es un buen resumen: “Se endurece el guión y asoma el expolio”.]
El guion sobre el Guggenheim-Urdaibai (GGU) que el anterior lehendakari, Iñigo Urkullu, puso en reflexión y cuarentena, lo ha cerrado el nuevo lehendakari, Imanol Pradales, al mes de asumir el cargo. Dos sedes, apeadero de tren en el Astillero y Dalia, están incluidos –sin diálogo ni debates públicos- en el Programa de Gobierno para esta legislatura, forzando incluso la posición de su socio, el antaño conservacionista PSE-EE. Lo ha ubicado en la centralidad de su política, y ya se verá si en el modo de gobernar. Porque, en este caso, el Sí o Sí, es del puño de hierro de los hechos consumados, sobre el guante de terciopelo de una sonrisa, sin margen a un diálogo de revisión y con la promesa de un Plan (enero 2025) bajo el brazo que, me temo, se parecerá poco al necesario. Las excavadoras ya están en Dalia. Como un tanque. Se anticipa una gran confrontación en los próximos meses y años, con un amplio sector social.
Gobierno Vasco y Diputación de Bizkaia no tienen un diagnóstico general de Busturialdea ni un plan estructural de amplio alcance y sostenible, desde el que iluminar la conveniencia o no de una iniciativa así (GGU) y si eso es compatible con la normativa de protección de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai (RBU). Se ha procedido al revés. Se asume la iniciativa de parte (Fundación Guggenheim), se empiezan a cambiar normativas, se soslaya el diagnóstico, y se ofrece al final un plan económico de urgencia para adornar la incoherencia institucional y las quejas vecinales. Una gobernanza invertida.
Reserva de la Biosfera y zona de sacrificio económico no compensado
Aunque la cuestión del GGU acapare titulares, el tema nuclear de Busturialdea es lo que implica la declaración de RBU (1984 y Ley de 1989) para los ecosistemas de la comarca y para el futuro socioeconómico de Busturialdea que necesita una actuación integral que revierta su declive. Y el GGU no la es. Y para compatibilizar RBU, modelo de desarrollo sostenible y gobernanza participativa, no caben decisiones no sostenibles.
El orden de prioridad debe ser justamente ese: protección de la naturaleza con absolutas garantías de sostenibilidad (la naturaleza no es nuestra, la cuidamos, no es un capital a explotar); bienestar económico y ecosocial de Busturialdea; cualquier decisión responderá a las anteriores premisas; y la estructura institucional ha de ser de gobernanza democrática y participativa.
En los 80, la Declaración de la RBU fue muy bienvenida como conquista social, pero no vino acompañada de inversiones que la compensaran como merma que era de territorio urbanizable y mercantilizable en nada menos que tres cuartas partes de Busturialdea.
La culpa no fue de la Reserva –una bendición– sino de la desidia institucional y del escaso capital privado con visión de futuro. La RBU fue excusa para descuidar la inversión pública y privada, puesto que siempre ha habido margen para la acción pública y privada en los entornos urbanos y para ejecutar los accesos de Autzagane y Sollube[1]. El incumplimiento del Plan de Armonización y Desarrollo de las Actividades Socioeconómicas (PADAS) -con sus pocas especificaciones económicas- las demoras en poner en marcha el polígono previsto en Muxika[2], la crisis de 2008 …están entre esas razones.
Busturialdea no es una comarca cualquiera. ¿Por qué necesita un trato específico respecto a otras comarcas? Porque ha sido “zona de sacrificio económico” no compensado durante 40 años. La comarca se hizo cargo de la RBU (restricciones económicas y urbanísticas) pero no tuvo compensaciones en zonas urbanas (coincidiendo con la caída del sector cubertero del que formaba parte Dalia) y se retrasaron sus infraestructuras de acceso y la reconfiguración del puerto de Bermeo. Tampoco se ensayó un nuevo modelo de economía adaptada a la economía circular, el ahorro energético, nuevos materiales. Se abandonó hacia un solo destino, el ecoturístico, cultural y de playa al final del estuario (Laida, Laga, Abiña, Mundaka..) y de fuerte presión turística en verano. Y requiere –según nuestro diagnóstico publicado en su día en viento sur– un cambio de modelo económico, intersectorial y de nuevo tipo, para lo que es el laboratorio perfecto.
Y, ahora, con la peligrosa iniciativa GGU se arriesga que también pueda pasar a ser “zona de sacrificio ecológico” con intervenciones incompatibles con una Reserva de la Biosfera. Y solo con una compensación económica: declaración de Zona de Atención Prioritaria (ZAP) -como ya lo son otras cinco comarcas de la Comunidad Autónoma Vasca- y un plan económico comarcal de bajo perfil que incluiría -quieras que no- al nuevo Guggenheim. Dicho de otra manera, ese plan lleva bicho dentro y se ha pensado, básicamente, para arroparlo y legitimarlo socialmente, continuando con la apuesta turística.
La nueva consejera de Cultura, Ibone Bengoetxea, ha dicho que, en Busturialdea en el pasado “han estado unidas industria y naturaleza, ahora se trata de pasar a arte y naturaleza” (2-7-24). Suena bien, pero es falso. El modo industrial arrasó la naturaleza, y tuvo que venir la RBU a salvarla. Y ahora no es el arte, sino la privatización del patrimonio natural, el empuje al mercado y al negocio del arte de titularidad foránea y el turismo masivo, quienes vienen, no a salvar la naturaleza sino, de nuevo, a alterarla.
Hacia un cuádruple expolio
Hay riesgo máximo de que un bien ambiental y comunitario, un bien eco-comunitario, como es la RBU -en la zona de Astillero y sus accesos desde Gernika, en especial- se vea desposeída, afectando a la naturaleza como tal, a su protección y a la comunidad que la ha cuidado. Se puede producir así un cuádruple expolioa)
a) Por reapropiación privado –pública, entregada por las instituciones a una transnacional (Fundación Guggenheim), afectando a la Reserva (zona Astillero y humedales en especial) y alterando la naturaleza de su protección, solo exceptuable por utilidad pública de primer orden. Es increíble que la pregunta institucional principal sea cómo sortear sus (nuestras) propias leyes que, tenidas como protectoras, ahora las ven como obstáculos para la acción privada- pública, a demanda de intereses ajenos, tanto al medio ambiente como al país.
b) Por mercantilización de una parte de la RBU. Se entregaría al mercado turístico de masas (eco-turismo cultural) que, hasta ahora, tenía vetado el acceso al corazón de la marisma, salvo como visitante no turista (no mercado). No se ha aprendido de la experiencia de san Juan de Gaztelugatxe.
c) Por el riesgo de exención a Astilleros de Murueta de la obligación de restaurar los 100 metros de costa utilizadas en concesión que, a la hora de devolver territorio, deberían revertirse restaurados y a sus expensas. Lo que sí podría abonar la Diputación –si sigue con el proyecto- es la parte privada del linde del tren y más allá.
d) Por gobernanza autoritaria, que puentea -con hechos consumados y sin consulta- a la comunidad que la ha guardado, con orgullo y sacrificio. No quieren contrastarlo con la gente local. Lo remiten a las Juntas Generales de Bizkaia. El derecho de consulta, aunque no llegue a ser un derecho de decisión, le asiste al más afectado.
De tener sentido una iniciativa semejante, la tendría en una zona urbana, no en una zona del núcleo de la Reserva, puesto que esa intervención sería un cambio de status del concepto de Reserva. Sería un thermidor (cambio reaccionario) para la RBU, acometido por las instituciones encargadas de cuidarla y mejorarla, rompiendo un eslabón central de la cadena de custodia que tiene encomendada.
No están pensando en la mejora del estuario ni en el Buen Vivir de sus cuidadores, nosotros, sino en ELLA (la fundación) y en ÉL (turismo masivo foráneo), a falta de una apuesta estratégica polivalente para la comarca.
Un cambio de paradigma… mercantil
Asistimos así a un cambio de paradigma respecto a una Reserva de la Biosfera: se pasa de un enfoque protector de la naturaleza como bien colectivo -consagrado por Ley- a un enfoque liberal de mercantilización de la naturaleza, con la excusa del arte, y protagonizado por los responsables de cuidarla que, de mal administrar pasan a depredar.
Se hace retorciendo normativas para que la decisión encaje: modificaciones legales generales -hoy recurridas- de la Ley de Costas-; o del Plan Territorial Parcial; o del PGOU de Murueta; o forzando renuncias a competencias municipales de tres localidades; o reinterpretando perversamente la normativa de la RBU al permitir una gran instalación (cultural privada con dinero público); y, además, todo al servicio de y una presencia masiva de turismo en la Reserva, mediante mercantilización en usufructo del ecosistema.
Se le trata a la Naturaleza protegida como un Capital del que obtener rendimientos—similar a lo que denunciaba Arturo Villavicencio para el caso de Ecuador[3]– como un fondo de recursos a explotar mediante el turismo, con -en nuestro caso- previsibles efectos materiales y físicos (accesos por la marisma, intervención sobre 100 metros no devueltos a marisma…) que cambiarán el panorama de una parte de la Reserva de la Biosfera.
Una Reserva de la Biosfera no es un fondo de reserva de recursos económicos a dinamizar, sino una Reserva Natural a cuidar. Es otra cosa. Y más siendo de Propiedad Público-Comunitaria y con restricciones tasadas por ley, normativa internacional y sucesivos Planes Rectores de Uso y Gestión (PRUG).
Es una pésima idea neoliberal que se quiera construir el primer museo de arte en el mundo en una Reserva de la Biosfera, y, además, en la única Reserva de la Biosfera de la Comunidad Autónoma Vasca, en la que hay pocos espacios protegidos y, al que lo está, se le quiere dar un mordisco, como en la manzana de Apple. Muestra una falta de sensibilidad preocupante de nuestras autoridades, como lo está siendo abatir la parte noble del edificio de Dalia, que diseñó el arquitecto Luis Mª de Gana. Muestra una cultura no conservacionista, de nuevos ricos, en un país de gran amor por sus tradiciones.
La fundación Guggenheim no es Mr. Marshall. Al revés, quiere nuestro capital natural, viene a por su parte y quieren regalárselo sus valedores, sin tener derecho a ello. No es un intercambio ceremonial sino una simbiosis desigual. Una promesa a cambio del patrimonio natural que pasa al mercado, de nuestra dignidad de cuidadores y de la ley. Esa intervención mercantilista no iría en beneficio del ecosistema, sino que lo pone en riesgo.
Asimismo, se le invita al turista eco-cultural a una “experiencia natural inmersiva” para llegar al museo desde Gernika a Murueta, a lo largo de casi 7 km. (¿a pie, en bici, patinete, vehículo eléctrico?) con tres alternativas y las tres malas: hollando con palafitos los carrizales que son refugio de aves de Forua y Murueta (nefasto); o con reapropiación mercantil del paseo local del “Corte de la Ría”, lo que sería la expulsión del numeroso vecindario paseante en sus 4,5 hermosos kilómetros pegados a la ría (expolio); o mediante un camino nuevo, adjunto a la vía del tren, en una experiencia insufrible hasta para un turista sordo con seis pases de trenes en hora y media de andadura (tortura).
También ha despertado al capital inmobiliario especulativo local. Hay que recordar que cuando se quiso hacer la salvajada de desecar la marisma y construir un macropuerto deportivo en los años 70, capitales privados conocidos se hincharon a comprar terrenos por doquier, que quedaron casi baldíos de uso y renta. Pero, ahora, se pueden activar y, de hecho, ya hay quien está comprando amplios terrenos alrededor de Dalia.
Limpiezas que venían obligadas
Ciertamente, la necesaria intervención sanadora de 40 millones de euros del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, acompaña a ese proyecto para legitimarlo, cosa que se tenía que haber producido ya hace años en un estuario que ha estado en la mayor de las desidias, eso sí, con una arquitectura jurídica potente, más prohibitiva que correctora, que ahora, encima, se relee con ojos de dinero.
Pero no se podrá decir que el GGU trae debajo del brazo el rescate de una ruina industrial (Dalia) y de un enclave de astillero en marisma (Murueta). El dinero público se olvidó y descuidó el estuario, praderas, acuíferos, bosques, plantas exóticas… hasta que una confluencia astral de intereses (“yo quiero que me apruebes mis presupuestos estatales”; y “yo quiero el proyecto GGU para el business con mis amigos USA”) han determinado la doble decisión de PNV y PSOE de limpieza y de construcción edificatoria sobre un diseño disparatado. Una decisión de oportunismo mutuo. La única acción de interés en todo esto y será bienvenida, son las limpiezas, que no es una derivada del GGU sino una acción obligada y postergada. Pero es una limpieza a costa de poner patrimonio natural en el mercado y rendirse a la apuesta turística.
Seguro -que si se hace todo- quedará muy bello y reluciente, pero francamente mejor que no se haga: trae poco en economía e impulso cultural, y mucho de peligro para el estuario, con la carga añadida y antisocial del turismo masivo.
De hacerse –¡los Juzgados y la opinión pública no lo quieran!- a la parte de Murueta solo debería poder accederse en tren, o en bus por carretera, y ubicarlo a más de 100 metros, y al otro de la vía. Tampoco debería ser el edificio central sino más bien sede de artistas en residencia con exposiciones al final de estancia, justo el rol que se le asigna a Gernika. El debate habría sido distinto si el proyecto hubiera sido solo para Gernika: acotado en tamaño y en turismo, respetando el legado de Luis Mª Gana (en cambio, los USA quieren su edificio “emblemático” a costa de nuestro patrimonio arquitectónico) y dejando en paz el estuario, tras sanarlo.
Insisto
Lo razonable es un Plan estratégico y ecosocial a fondo para revitalizar la comarca y recuperar el estuario y, para ese viaje, GGU no es un proyecto tractor, sino captador de fondos -más útil en otros destinos más estratégicos para Busturialdea- y depredador del capital natural comunitario. Quizás pueda concertarse entre distintos agentes sociales, económicos e institucionales locales de Busturialdea una propuesta de Plan Económico y Eco-social que afronte los reales retos estratégicos de la comarca e incida, cualitativamente, en el plan institucional previsto para enero de 2025.
Notas
[1] Para salir de Busturialdea hacia el resto de Bizkaia las carreteras principales pasan por los puertos de Autzagane y Sollube -el primero tiene pendiente la mitad del trazado y el segundo está presupuestado- que han sido un obstáculo añadido para inversiones empresariales en la comarca.
[2] Localidad cercana a Gernika. Bermeo y Gernika son las dos principales localidades de la comarca.
[3] Arturo Villavicencio (2020) Neoliberalizando la naturaleza. El capitalismo y crisis ecológica. Siglo XXI- Universidad Andina Simón Bolívar de Ecuador. Madrid- Quito.