Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
El informe de un juez israelí publicado recientemente en el que concluye que Israel no está ocupando de hecho Cisjordania, a pesar de un arraigado consenso internacional que afirma lo contrario, ha provocado principalmente incredulidad o regocijo tanto en Israel como fuera de él.
Varias páginas web de izquierda en Israel utilizaron cómicamente fotos comentadas para poner de relieve las ridículas conclusiones del juez Edmond Levy. En una de ellas se ve a un soldado israelí presionando el cañón de su rifle contra la frente de un palestino tirado en el suelo y el soldado dice: «¿Lo ves? Te dije que no había ocupación».
Hasta Benjamin Netanyahu, primer ministro de Israel, parecía un tanto desconcertado por la noticia. Había recibido el informe hace más de quince días pero al parecer era reticente a hacerlo público.
Con todo, puede resultar poco sensato restar importancia al informe Levy. Si Netanyahu está incómodo es únicamente por el momento en que se ha publicado el informe y no por la esencia de este.
Al fin y al cabo, fue el propio Netanyahu quien a principios de este año estableció el comité para valorar la legalidad de los «puestos avanzados» de los colonos judíos, en apariencia no autorizados por el gobierno y que se han extendido como semillas silvestres por toda Cisjordania.
Netanyahu eligió a los tres miembros del comité, todos ellos defensores de las colonias, y recibió el veredicto que esperaba. Sin lugar a dudas la opinión de Levy no iba a ser una sorpresa. En 2005 fue el único magistrado del Tribunal Supremo israelí que se opuso a la decisión del gobierno de retirar los colonos de Gaza.
También los comentaristas legales han dado poca importancia al informe. Se han centrado más en el dudoso razonamiento de Levy que en el significado político del informe.
Han señalado que Theodor Meron, asesor legal del ministro de Exteriores en 1967, había advertido expresamente al gobierno después de la guerra que asentar civiles en el territorio recién conquistado era una violación de la Cuarta Convención de Ginebra.
Los expertos también han señalado las dificultades a las que se enfrentará Israel si adopta la postura de Levy.
Una ocupación beligerante
Según el derecho internacional, el dominio que Israel ejerce sobre Cisjordania y Gaza se considera una «ocupación beligerante» y, por consiguiente, sus acciones solo deben estar justificadas por una necesidad militar. Si no hay ocupación, Israel no tiene motivos militares para conservar el territorio. En ese caso, debe o bien devolver la tierra a los palestinos y desalojar a los colonos de ella, o bien desafiar el derecho internacional anexionándose los territorios (como ya hizo antes con Jerusalén Oriental) y establecer un Estado del Gran Israel.
Sin embargo, la anexión plantea sus propios peligros. Israel debe o bien ofrecer la ciudadanía a los palestinos y esperar que haya una mayoría no judía en el Gran Israel, o negarles la ciudadanía y afrontar un estatus de paria como Estado de apartheid.
Cuarenta dirigentes judíos de Estados Unidos plantearon recientemente estas mismas inquietudes y pidieron a Netanyahu que rechazara las «maniobras legales» de Levy que, en su opinión, amenazan «el futuro de Israel como un Estado democrático».
Pero desde el punto de vista de Israel puede que de hecho haya una salida a este atolladero.
En una entrevista hecha en 2003 a otro de los miembros del comité Levy, Alan Baker, un colono que asesoró durante muchos años al ministro de Exteriores, explicó la ortodoxa interpretación que Israel hace de los Acuerdos de Oslo, firmados una década antes.
Los Acuerdos no eran, como asume la mayoría, la base para la creación de un Estado palestino en los territorios [palestinos], sino una ruta para establecer la legitimidad de las colonias. «Ya no somos una potencia ocupante sino que estamos presentes en los territorios con su consentimiento [el de los palestinos] y como resultado de unas negociaciones», afirmó Baker.
Desde este punto de vista, los Acuerdos de Oslo dieron un nuevo nombre al 62% de la parte de Cisjordania asignada al control de Israel (la denominada Zona C) que pasó de llamarse territorio «ocupado» a llamarse «en disputa». Esto explica por qué cada gobierno israelí desde mediados de la década de 1990 se ha permitido una orgía de construcción de colonias ahí.
¿Trabajo preliminar o anexión?
Según Jeff Halper, presidente del Comité Israelí en contra de la Demolición de Casas, el informe Levy está preparando el terreno legal para la anexión por parte de Israel de la Zona C. Otras personas comparten esta inquietud.
Informes recientes de la Unión Europea han utilizado un lenguaje sin precedentes para criticar a Israel por la «transferencia forzada» (el término diplomático para limpieza étnica) de palestinos desde la Zona C a las ciudades de Cisjordania bajo control palestino.
La Unión Europea señala que la cantidad de palestinos de la Zona C bajo dominio israelí ha descendido drásticamente a menos de 150.000 o no más del 6% de la población palestina de Cisjordania. La cantidad de colonos en la Zona C es ahora superior a dos por cada palestino.
Israel podría anexionarse casi dos tercios de Cisjordania y conceder tranquilamente la ciudadanía a los palestinos que habitaran en ella. Añadir 150.000 palestinos al millón y medio de ciudadanos palestinos de Israel no afectaría al dominio de la mayoría judía.
Si Netanyahu duda es solo porque todavía no es el momento de implementar este plan. Pero en las últimas semanas ha habido indicios de los siguientes pasos de Israel para fortalecer su dominio de la Zona C.
Se ha informado de que se ha autorizado a la policía de inmigración de Israel (que tradicionalmente se limita a operar dentro de Israel) a entrar en Cisjordania y expulsar a activistas extranjeros. Estos poderes nuevos se exhibieron el mismo día cuando fueron detenidos varios extranjeros, incluido un periodista del New York Times, en una de las protestas regulares contra el muro de separación que se está construyendo en tierra palestina. Estas manifestaciones son la principal expresión de la resistencia a la toma de territorio palestino por parte de Israel en la Zona C.
Además salió a la luz que Israel ha empezado una campaña contra la OCHA, la agencia de la ONU que se centra en el daño humanitario que el ejército israelí y la actividad de los colonos causan a los palestinos, especialmente en la Zona C. Israel ha pedido detalles de dónde trabaja el personal de la OCHA y qué proyectos tiene, y está amenazando con retirar los visados de su personal, al parecer con la esperanza de limitar sus actividades en la Zona C.
No obstante, hay un problema. Si Israel toma la Zona C, necesita a alguien responsable del otro 38% de Cisjordania (un poco menos del 8% de la Palestina histórica) para «llenar el vacío», como lo formulan los comentaristas israelíes.
Sacar de apuros a la Autoridad Palestina
El candidato obvio es la Autoridad Palestina (AP), el gobierno en espera de Ramala dirigido por Mahmoud Abbas. Su policía actúa como contratista de seguridad para Israel, manteniendo bajo control a los palestinos en las partes de Cisjordania que están fuera de la Zona C. También, como receptora de la interminable ayuda internacional, la AP le quita útilmente a Israel la carga financiera de la ocupación.
Pero la debilidad de la AP es evidente en todos los frentes: ha perdido credibilidad para los palestinos ordinarios, es impotente en los foros internacionales y está envuelta en una crisis financiera. A largo plazo, parece condenada.
Con todo, por el momento parece que Israel desea mantener a la AP. Por ejemplo, en junio se reveló que Israel había tratado (aunque sin éxito) de sacar de apuros a la AP solicitando un préstamo de 100 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional en nombre de la AP.
Si la AP se niega, o no puede, a hacerse cargo de estos fragmentos que quedan de Cisjordania, puede que Israel simplemente opte por hacer retroceder el reloj y vuelva a cultivar dirigentes locales débiles y aislados en cada ciudad palestina.
La cuestión es si primero se puede hacer que la comunidad internacional se trague la absurda conclusión de Levy.
Jonathan Cook ganó el Premio Especial de Periodismo Martha Gellhorn. Sus últimos libros son Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (Pluto Press) y Disappearing Palestine: Israel’s Experiments in Human Despair (Zed Books). Su página web es www.jkcook.net
Una versión de este artículo se publicó originalmente en The National, Abu Dhabi.
Fuente: http://electronicintifada.net/content/israel-preparing-annex-most-west-bank/11511