Conferencia de Ilan Pappe en el Auditorio del MACBA de Barcelona, 16 octubre 2008
La entrada del Auditorio del MACBA de Barcelona parece la entrada a un refugio, escondida detrás el museo, la sala subterránea parece hazaña expresamente para encuentros como esta de hoy -16 de octubre-. Los palestinos y los amigos del pueblo palestino de Barcelona montan sus encuentros en el subsuelo. Cada día bajan los escalones de la Casa Palestina, a la calle Leopoldo Alas: por conmemorar la Nakbah se reúnen el 15 de mayo a los sótanos del CCCB; hoy escucharán el Ilan Pappé en esta sala, a la altura de los fundamentos del MACBA. A la entrada, dos chicas morenas parapetadas tras una barricada de libros imprescindibles: «La limpieza étnica de Palestina», «Historia de la Palestina moderna. Una tierra, dos pueblos» de Pappé, «Palestina: ocupación y resistencia» y, quizás para dejar buen gusto de boca a tanta historia amarga, Aroma árabe de Salah Jamal. Sentados en cómodas butacas esperamos. Se escuchan conversaciones en un diversas lenguas: castellano, inglés, árabe y, incluso, catalán pese a que estamos en la Ciudad Condal. No hay ningún representante de las autoridades, los políticos catalanes hace más de treinta años que no se citan a las catacumbas.
El historiador israelí entra acompañado por Salah Jamal, médico y escritor, barcelonés de Palestina. Salah nació en Nablus, Ilan nació en Haifa de padres alemanes, los dos son, pues, nacidos en Palestina.
Ilan Pappé, profesor a la Universidad de Haifa, doctorado en Oxford, es uno de los «nuevos historiadores israelíes». Una de esas personas que buscan en páginas de documentos mohosos lo que los poderosos quisieran ocultar, que escriben lo que pasó en Palestina a la luz de documentos militares desclasificados. Romper mitos crea problemas y, pese a que Pappé no quiere hablar de los suyos, sabemos que, amenazado de muerte por la ultraderecha israelí, vive exiliado y tiene cátedra en Inglaterra.
«Hablaré de la ocupación a Palestina y como acabarla», dice al empezar
«Una ocupación siempre es el resultado de una guerra. Internacionalmente hay unos roles establecidos para ocupado y ocupante. En todo el mundo la ocupación ha tenido, tiene, un inicio y un final. En Palestina no, porque las élites de Israel no están dispuestas a ponerle fin. La ocupación es un fin en sí misma», afirma.
«Si un médico quiere curar a un paciente lo primero que debe hacer es una buena diagnosis. Si hablamos todavía de ocupación, la solución está en tener dos estados. No puede haber seguridad para los israelíes sin una salida justa para los palestinos. Antes de empezar un proceso de paz se debe hablar del fin de la ocupación civil y militar de Palestina. Pero en Israel no piensan que han ocupado Cisjordania y Gaza. Israel explica algo que sólo ellos entienden. Es demasiada complicado para nosotros, que sólo podemos llamarle ocupación», sigue.
«Cuando me preguntan sobre la situación actual en Cisjordania y Gaza siempre digo que debemos volver los ojos hacia lo historia. Sin hacerlo no entenderemos nada. Es una historia larga. Es la historia del sionismo, desde el siglo XIX hasta 1948, buscando un territorio para los judíos, en Sudamérica, en África, finalmente en Palestina. Quien ocupa tierra de otro es un colonialista. Querían conseguir el máximo de tierra con el mínimo de palestinos. El sionismo aspiraba a construir un estado democrático parecido a los regímenes europeos, pero esto entraba en contradicción con la limpieza étnica que implementaban. Abandonaron los valores democráticos para conseguir más tierras», dice serio.
«De 1948 hasta hoy es una historia corta. La historia de la ocupación. Hoy, en el 2008, las dos historias se encuentran. La misma gente que tomó las decisiones para la limpieza étnica el año 1947, son las que tomaron las decisiones en 1967. Todos los representantes del espectro político israelí estuvieron de acuerdo en perpetrar este crimen contra la humanidad. La ideología sionista es la misma entonces y ahora, y sigue anhelando más tierras y menos palestinos.
«Pero en 1967 no pueden expulsar y matar a los palestinos como veinte años antes. No al menos a tan gran escala. Los palestinos de los territorios ocupados en el año 1967 se podrán quedar. Pero la tierra será de Israel para siempre jamás. Entonces, ya sabían que habrían negociaciones, conversaciones, resistencia. Juegos políticos. Pero no aceptarán que los saquen de los territorios», afirma convencido. «Ahora en Israel desclasifican documentos secretos»
«En esto son más transparentes que en España. Tenemos acceso a documentos de 1967 y sabemos que ya entonces estaban decididos a quedarse todos los territorios para Israel. El dilema es como apropiarse la tierra sin echar a la gente y a los que se queden no darles ningún derecho. Para implementar esto quieren crear la prisión más grande del mundo: la Megacárcel, con capacidad para tres millones de personas.
» Hay dos versiones. La primera es una prisión al aire libre, con autonomía si aceptan la autoridad de Israel. Oslo y Camp David representan el mejor modelo de esta prisión que les pueden ofrecer. Pero si rechazan esta oferta hay otra cárcel. Esta es de máxima seguridad, la que los palestinos sufren desde el año 2000. Con muro, sin los exiguos derechos del otro modelo y dónde a cada acción de resistencia se contrapone el castigo colectivo», dice mirando fijamente al público.
«Mirando atrás, a 1967, me sorprende la efectividad de los israelíes para crear las leyes de esta prisión, las terminaron dos semanas después de la ocupación. Primero, el control seria de los militares; más tarde de los civiles. La Shabak -la policía secreta- tiene un sistema tremendamente operativo: todo lo que los palestinos necesitan tiene un precio, que se paga colaborando. Un quiosco, estudiar, una habitación, atención médica… tiene un precio. Los que quieren colaborar muchas veces acaban en la prisión real, encerrados entre cuatro paredes.
«Los últimos ocho años hemos visto los últimos adelantos de la Megacárcel: vallas electrificadas, el muro del apartheid, los checkpoints, los caminos bloqueados con escombros, las barreras en todos los pueblos de los territorios ocupados… Cuando hay resistencia la megacárcel se torna más dura. Se debe castigar a todo el mundo con castigos colectivos», dice mientras -quizás- sus pensamientos rememoran lo que sus ojos han visto. «Y cual es la solución?»
«De entrada llamar a las cosas por su nombre. No es sólo la ocupación, es un sistema maligno basado en la certeza de que los palestinos no son personas. Son un problema y como tal que se los debe tratar. Debemos saber qué es este sistema que usan los sionistas en Palestina, comprenderlo para saber como se puede abolir.
«Este sistema es de una ineficiencia eficiente. Se dan pocos permisos para todo, por eso es imposible satisfacer a todos los palestinos. Es policial, con normas y arbitrario, aunque conozcamos todas las leyes los soldados y los policías pueden decidir en cualquier momento aplicarlas o no. Cuando lo criticamos nos acusan de antisemitas.
«Pero debemos diferenciar el sistema de las personas. Cambiar los diccionarios para cambiar los conceptos. No son dos partes enfrentadas. No son dos países en guerra. Es un sistema colonial que desposee a las personas. Es un sistema criminal, donde unos son victimarios y los otras sus víctimas. A una mujer maltratada, violada, a nadie se le ocurre pedirle que negocie nada con su violador. Sencillamente se acaba con el crimen y se castiga al criminal», suena rotunda, su voz, como la de una sentencia.
«La negociación empieza acabando con la megacárcel. Solucionando el problema de los refugiados. Buscando una manera para convivir juntos. Pero insisten con las conversaciones de Oslo y los acuerdos de Camp David y no dicen nada de acabar con la prisión, no podremos ir a ninguna parte hasta acabar con este crimen.
«Durante mucho tiempo hemos creído que la diplomacia solucionaría el problema. Pero el proceso de paz es sólo una pantalla para continuar con la expansión de las colonias y establecer las normas de la megacárcel. La estrategia del Cuarteto – EEUU, UE, ONU y Rusia- es continuar con las negociaciones y no hablar del crimen. Ahora con la crisis ya no hablan ni de proceso de paz. Ya no necesitan justificar nada», sostiene rotundamente. «Los palestinos creían que la resistencia es el camino. Como historiador debo decir que no han tenido éxito. En Jenin ha desaparecido una generación de jóvenes, la que va de los 18 a los 25 años. Tenemos ahora la responsabilidad de escoger una buena estrategia, que no es ni la diplomacia ni la lucha armada.
«Una tercera estrategia que implique a la opinión pública de los países europeos. Una campaña como la que provocó el fin del apartheid en Sudáfrica. Debemos decir a Israel que así no son bienvenidos, que serán apartados de la comunidad internacional si continúan con esta política racista e inhumana. No podemos cambiar el régimen de Israel, pero podemos influir, determinar un cambio. Hicieron falta 21 años para derrocar el régimen de Sudáfrica. No tenemos más opción para acabar con el apartheid en Palestina».
«Si Israel destruye a los palestinos, los árabes -tarde o temprano- destruirán Israel. En beneficio de todos, y es difícil decirlo para mí como Israelí que soy, ahora es la última posibilidad de construir un movimiento social que entienda la importancia que tiene este conflicto por el futuro de la paz al mundo y que quieran contribuir a acabar con este crimen. Es difícil desprogramar a la gente con una ideología racista. Harán falta años, pero es el único camino», dice.
«Europa, sus gobiernos, compensaron a los judíos de siglos de persecuciones. Los compensaron dando carta blanca al proyecto sionista que desposeyó a los palestinos. Europa es responsable moral del mal que han sufrido y sufren los palestinos. En 1948 había otras opciones que ahora ya no existen.»
«Debemos hacer que los países de Europa, y sobre todo Alemania, que son quienes bloquean todas las soluciones, sean más positivos y digan a Israel que no puede mantener este régimen de apartheid por más tiempo», expresa convencido.
Acaba la charla y empieza el coloquio. Salah administra los turnos de palabras. Su gesto da paso a las preguntas nuevas. Una chica y un chico se pasean por la sala con un micro inalámbrico que ofrecen a quienes tienen cuestiones y quieren expresarlas.
Si es Europa quien debe ser protagonista, ¿qué rol tienen los palestinos?
«Qué papel pueden jugar los prisioneros de la megacárcel, no tienen papel porque primero han de estar en libertad. Un camino es la resistencia que en 40 años no ha dado frutos. El otro es la solidaridad internacional. La gente de Israel piensa que la prisión es necesaria pero no saben qué pasa allá dentro, y nosotros no somos lo suficiente fuertes para cambiarlo. Los palestinos necesitan la unidad para luchar y ser eficaces», contesta.
Se están rompiendo mitos modernos, pero también es interesante que se rompan los antiguos, como quienes afirman que nunca existió la resistencia judía a Masada.
«Los libros que niegan los mitos antiguos son muy populares entre los jóvenes israelíes, no así los que hablan de Gaza y de la limpieza étnica de Palestina. Así como en España no es ningún problema hablar acerca de la expulsión de los judíos, sobre todo porque hace 500 años de aquellos hechos», responde.
¿Cuál es el rol de los palestinos en Acre y en Israel?
«Los israelíes no están preparados por entender que al instaurar el Estado de Israel expulsaron a la gente que vivía allá por más de mil años. Los palestinos de Acre demuestran que todos los palestinos, estén dónde estén, sufren las consecuencias de la Nakbah. Los refugiados de Líbano, los de Cisjordania y Gaza y también los palestinos de Israel. Demuestran que 60 años de violencia no han hecho olvidar. Esto es sólo el comienzo de lo que puede estallar en otros lugares. No hay ningún problema por parte del ejército israelí en matar palestinos», afirma.
¿Se puede comparar el nihilismo nazi con el de los sionistas?
«No ayuda comparar el racismo nazi con el sionista, porque este último sólo esta focalizado en los palestinos. A mi familia la salvaron los sionistas. Israel tiene y tendrá políticas genocidas hacia los palestinos. Ningún pueblo del mundo está libre de ser infectado por el virus nazi. En todos los países pueden volver, también en Israel. El movimiento de los colonos cree en el racismo. algunos dicen que son peor que los nazis. Si son como los nazis ya son lo suficiente malos, les digo yo», responde sin perder el sentido del humor.
¿La solución es otra intifada?
«Tras la segunda intifada, la población israelí aceptó que el conflicto con los palestinos es una guerra. Por lo tanto no hay posibilidad de discusión. La semilla del cambio debe venir abonada por la presión exterior. Hemos de ir a las escuelas israelíes y decirles a los estudiantes que les han lavado el cerebro. Los que lo entiendan cambiarán Israel en los próximos 40 años. Entenderán que no se puede apoyar el régimen sionista de Israel, como no se podía apoyar al régimen racista de Sudáfrica, ni al de Pinochet, ni la segregación de los negros en los EE.UU. de los años 60», contesta rememorando la historia.
¿No hay en Israel un nuevo colonialismo de Estado?
«Si, es una buena manera de decirlo. Es el cruce entre la vieja y la nueva historia. Un buen análisis hace que el problema se pueda enfocar. La cuestión es qué les podemos ofrecer a los israelíes al final de la ocupación. Uno de los problemas es que Israel se ve como víctima y que los israelíes tienen miedo de los palestinos. Pero lo más importante es que haya paz entre israelíes y palestinos. Algo imposible con la megacárcel. No sólo la desprogramación mental sino también la fuerza hará cambiar esta mentalidad. El ánimo de los palestinos es compartir la paz con los judíos en Palestina. Quieren vivir una vida normal. Tanto da si en un, en dos, en tres estados. Es la tercera generación de palestinos que no viven una vida normal.
«No podemos permitir cuarenta años más de ocupación, no quedarían palestinos para verlo», y la preocupación, por un momento, le nubla la mirada.
¿Abandonar la lucha armada por parte de los palestinos no les daría más apoyo en Europa?
«Estaría bien, teóricamente. Pero es poco realista pensar que la gente que está dentro de la megacárcel no resista, no den una respuesta. Más bien es al revés: si más europeos presionan y boicotean a Israel, los palestinos no habrán de luchar», afirma contundente.
Cómo podemos trabajar para la solución de un estado para israelíes y palestinos?
«Los que creemos que la solución de un Estado es la buena tenemos que usar ideas realistas. El mundo académico y el de los activistas deben encontrarse. La solución de los dos estados está muerta. Hace falta una acción directa internacional contra la megacárcel. Ya discutiremos de todo esto cuando la hayamos destruido», dice como respuesta a la última pregunta.
La gente se levanta. Algunos se acercan para pedirle que firme una dedicatoria a los libros que traen bajo el brazo. Ilan Pappé, accesible, sonríe a uno y otro, saluda a quienes se acercan. Se lo ve contento de la respuesta y el interés de la gente. Soy de los últimos en irse. Sabe que las redes que hundirán el régimen de apartheid a Palestina, que hundirán el muro, se tejen con hilos hechos de palabras.
Fuente: http://www.nodo50.org/csca/agenda08/palestina/arti398.html