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Seamos realistas: pidamos lo imposible

Fuentes: Rebelión

En el marco de la 66 reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU), el Presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, en su calidad de Jefe de la Organización para la Liberación Palestina (OLP), presentó un pedido ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) para que este […]

En el marco de la 66 reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU), el Presidente de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), Mahmoud Abbas, en su calidad de Jefe de la Organización para la Liberación Palestina (OLP), presentó un pedido ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (CSNU) para que este organismo reconozca un Estado palestino basado en las fronteras anteriores a la guerra de junio de 1967, es decir en el 22% del territorio de la Palestina histórica. Si bien la aprobación del pliego puede demorarse algunos meses y se espera que Estados Unidos utilice su poder de veto para rechazar el pedido -como ya fuera anunciado en su discurso por el Presidente de dicho país, Barack Obama-, la jugada político-diplomática de la OLP es, desde nuestro punto de vista, una jugada histórica. En este sentido, no acordamos con aquéllos que sostienen que es una movida «meramente» simbólica, entendiendo lo simbólico como estando escindido de la «realidad».

La movida busca un cambio de táctica en un contexto de profundas modificaciones en el plano regional y mundial. Es aquí donde debemos situar el agotamiento de las instancias de negociación mediadas por Estados Unidos y sus creaciones (v.g. el «Cuarteto»). Esta forma de negociación comenzó hace 20 años a través de la Conferencia de Madrid que dio paso a los llamados Acuerdos de Oslo, y hasta el día de hoy, -con idas, venidas, intifadas, divisiones, retiradas unilaterales, nuevas guerras, ataques, humillaciones, coacciones y algunos movimientos compartidos por palestinos e israelíes que esbozan un futuro posible- no ha dado ningún resultado. En estos últimos 20 años, la representación palestina se modificó y se dividió de la mano de los cambios a nivel internacional: el movimiento Hamas cobró mayor fuerza, al punto de que se encuentra gobernando la Franja de Gaza; Al-Fatah y con él la OLP abandonaron la lucha armada y comenzaron a pensar la negociación como la única salida al conflicto. Sin embargo, las conversaciones de paz, fuertemente apoyadas por el Presidente palestino -lo que inclusive le costó fuertes críticas por parte de sostenedores de la causa – se detuvieron en septiembre del año pasado debido a la negativa por parte del gobierno israelí del Primer Ministro Benjamin Netanyahu de frenar la construcción de asentamientos en la ocupada Cisjordania.

Recordemos, por otra parte, que, tal como lo sostuvo Abbas, el pedido de reconocimiento ante la ONU no supone en absoluto abandonar las negociaciones. Lo que se pretende, desde nuestra lectura, es lograr una mejor posición en la relación de fuerzas para obtener mayores concesiones (el reconocimiento de su carácter de Estado haría que las negociaciones fueran Estado-Estado y, por lo tanto, más simétricas) y también mayores derechos que puedan evitar los ataques israelíes de los que los territorios palestinos son víctimas con frecuencia (en este sentido, y en palabras de Husam Zomlot, representante de la OLP ante la AGNU, «la idea principal es la de la defensa, para prevenir un ataque», es decir que el reconocimiento de un Estado palestino serviría como «un arma de disuasión»).

La movida debe ser ubicada témporo-espacialmente. En este sentido, no puede soslayarse que la región meso-oriental ha estado experimentando fuertes cambios en los últimos años y más particularmente durante los últimos meses. En efecto, no sólo sufrió ocupaciones por parte de las potencias occidentales, sino que también fue testigo y es testigo del levantamiento de los pueblos que, a sus particulares modos, están intentando transformar su realidad política, social y económica. En este contexto, Egipto es clave, pues a partir de 1979 los dos gobiernos de dicho país funcionaron como una especie de reaseguro para la paz de Israel a cambio de una importante «ayuda» económica y militar que desde entonces le proporciona Estados Unidos. El país árabe se encuentra en este momento en un proceso de mutación que, más allá de cuál sea la forma que adoptará luego de que los dados dejen de rodar, seguramente contará con un mayor protagonismo de su pueblo que, en su gran mayoría, apoya la causa palestina.

La llamada «Primavera árabe» vio emerger, asimismo, a Turquía como un jugador de importancia en la región. Si hasta hace no muchos años le daba la espalda a su sur, en el último tiempo Ankara se ha volteado y ha buscado alianzas con sus vecinos árabes así como con Irán. De esta manera, y sobre todo a partir del envío de la llamada «Flotilla de la libertad» que pretendía romper el bloqueo israelí sobre la Franja de Gaza, y las consecuencias derivadas del asesinato de nueve de sus tripulantes por parte de las Fuerzas Armadas Israelíes, Turquía e Israel se han distanciado cada vez más, al punto de haber llegado a la ruptura de relaciones. En pocas palabras, en los últimos meses Israel ha visto temblar a dos pilares fundamentales de su política meso-oriental.

Sin embargo, su principal sostén continúa siendo Estados Unidos (siendo Tel Aviv, a su vez, el principal sostén de Washington en la región). Y, en efecto, Barack Obama no sólo no le quitó apoyo durante su discurso ante la última AGNU, sino que redobló la apuesta, desechando el esfuerzo realizado hasta entonces en su recomposición de las desgastadas relaciones de su país con aquéllos de Medio Oriente. Ahora bien, el mundo se encuentra en una fase sumamente dinámica, la configuración de las relaciones de poder está cambiando a pasos agigantados y la crisis que golpea con más fuerza en Estados Unidos y en la Unión Europea está produciendo una «difusión del poder» que supone una pérdida relativa para la potencia norteamericana. En este sentido, el apoyo de Estados Unidos puede servir para vetar el reconocimiento del Estado Palestino en el CSNU, pero no puede evitar un paulatino pero seguro aislamiento del Estado de Israel si éste continúa sin modificar su política hacia los palestinos y hacia la región. Al respecto, las palabras del diputado de izquierda por Jerusalén/Al-Quds, Meir Margalit, son más que elocuentes: «Estoy convencido de una cosa: si Israel sigue en este camino va a colapsar. No sé si en 20 o 30 años, pero este camino nos lleva a un precipicio. Si alguien no nos para, y digo alguien porque nosotros no tenemos ni la motivación ni el incentivo para parar, terminaremos destrozándonos en un precipicio.»

Es en este contexto, entonces, que debemos situar el movimiento palestino. Y decíamos que es un movimiento histórico porque la contextualización que hemos hecho es necesaria para entender que es la primera vez que los palestinos toman la iniciativa en la resolución del conflicto. Y éste no es en absoluto un dato menor. Pues lo han hecho, además, llevando el conflicto a la AGNU y, por tanto, internacionalizándolo y desacoplándolo, de esta manera, de la restringida órbita estadounidense en la que estaba situado. Y han colocado tanto a Tel Aviv como a Washington en una situación sumamente incómoda en la que estos han tenido que jugar la carta de la seguridad y han debido ceder su tan cara carta de la libertad a los palestinos. Son estos últimos en este momento quienes están usando los mismos instrumentos discursivos que les proporciona el sistema para pedir el reconocimiento de su Estado. Estados Unidos e Israel que suelen levantar la bandera de la democracia y la libertad a fin de llevar a cabo intervenciones fuera de sus fronteras, se han quedado únicamente con el significante seguridad, repitiendo la idea de que feroces amenazas se ciernen sobre ellos. Los palestinos han demostrado, así, los límites de cierto modo de ejercicio del poder. Y han puesto de relieve la necesidad que enfrentan aquellos situados en una posición dominante al interior de las relaciones de poder de cambiar estrategias para afrontar desafíos que, siendo iguales, ya no son los mismos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.