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Estamos en el año 2005 después de Cristo. Toda la Hispania está ocupada por los gringos... ¿Toda? !No! Una aldea resiste todavía al invasor

¡San Pedro Libre!

Fuentes: Rebelión

Cerca del cabo de Gata, uno de los cuatro extremos que tiene la península ibérica, se sitúa el pequeño pueblo de San Pedro, dentro de los límites de un parque natural. A este pueblo no llega la red de agua potable, ni de luz eléctrica, ni siquiera llegan carreteras. Sólo se puede acceder a pie […]

Cerca del cabo de Gata, uno de los cuatro extremos que tiene la península ibérica, se sitúa el pequeño pueblo de San Pedro, dentro de los límites de un parque natural. A este pueblo no llega la red de agua potable, ni de luz eléctrica, ni siquiera llegan carreteras. Sólo se puede acceder a pie o en alguna pequeña embarcación.

Este enclave, que había sido abandonado por sus pobladores en los años 60, está formado un conjunto de casas derruidas; un castillo construido en el siglo XVII que por desidia de la administración se derrumbó en parte el año pasado; una casa cuartel de los carabineros; una espectacular fuente de agua en medio del desierto almeriense que da al conjunto un aspecto de oasis; y a los piés de todo ello, una cala bañada por las aguas transparentes del mar Mediterráneo. San Pedro ha resistido los embates de la agresión urbanística, la ausencia de accesos rodados y a la declaración de parque natural en el año 1987.

Ya desde los años ochenta, algunos jóvenes alternativos empezaron a repoblar la cala, sobretodo eran alemanes y de otros países centro-europeos. Pero hace doce años una veterana luchadora comunista y antifranquista decidió tomar posesión del viejo cuartel de carabineros que presidía la cala. Se llama Pura, antes había tenido un bar en Granada que había sido centro de reunión de los «rojos» de la ciudad y por tanto objetivo policial. Tras esta etapa, decidió abandonar su ciudad de toda la vida. Sin apenas medios y con mucho trabajo y voluntad creó un pequeño bar-restaurante. Con el apoyo de sus pocos vecinos comenzaron a crear un lugar único: lo limpiaron, crearon huertas, plantaron arboles frutales, restauraron las viejas viviendas, se recuperó la vieja balsa de riego, creando sus propias normas que tienen como fin la conservación de este paraje único.

Cuando se entra al Bar de Pura, a quien primero que vemos es al Che Guevara, cuyas fotos presiden su humilde local, pero que posee la mejor terraza desde la que podamos comer a la orilla del Mediterraneo. Ella es la matriarca de la cala por edad y sabiduría. El resto de vecinos lo forman jóvenes centroeuropeos, que viven en viviendas que han recuperado o en cuevas que han acondicionado mínimamente. Sin necesidad de que la administración se ocupe de ello, es difícil ver una playa tan limpia como la de San Pedro, no se ve una colilla en la arena cuando fumar es muy habitual en esos lares, puedo acreditarlo. Cuando llegas a la cala los carteles que realizados por los vecinos ya te indican que tienes que llevarte la basura, que tienes que desnudarte y hasta como tienes que defecar sin alterar el medio ambiente.

Mientras la Junta de Andalucia pleitea con un particular sobre la propiedad de las tierras, se ha formado una comuna estable. Su lucha principal es que los turistas (muy numerosos en julio y agosto) se lleven la basura cuando vuelvan. Ello les ha causado ciertos problemas con algunos barqueros de la localidad próxima de «Las Negras» que no quieren «ensuciar» sus barcas con las bolsas, a pesar de que, como recuerda Pura, ganan mucho dinero con los traslados de los turistas. También, hace unos años, tuvieron conflictos con la Guardia Civil que intentó varias veces desalojar San Pedro de sus nuevos vecinos, pero últimamente parece que la situación esta mas calmada. Para impedir nuevos intentos de desalojos u operaciones inmobiliarias, Pura pide a cada visitante que cuando vuelvan pongan piedras en el camino para levantar auténticas barricadas, «quien quiera venir que las tenga que quitar todas» sentencia la comandante de la comunidad.