Por cuarta vez en dos años los votantes israelíes acuden a las urnas el martes 23 de marzo de 2021. Si la cuestión palestina ya no es un tema de campaña, los partidos políticos, más de derecha que de izquierda, multiplican las insinuaciones a los votantes «árabes».
En plena campaña electoral el diario israelí Haaretz celebra una conferencia sobre seguridad nacional en la que participa la candidata laborista Merav Michaeli. Esta activista feminista llegó en enero de 2021 a encabezar el partido. Desde entonces le ha dado un nuevo impulso: aunque en varios sondeos de principios de año parecía que no iban a superar el umbral electoral del 3,25% para entrar en el Parlamento, ahora se adjudica a los laboristas entre 5 y 8 escaños de los 120 con los que cuenta esta asamblea.
Al ser preguntada acerca del inicio por parte de la Corte Penal Internacional (CPI) de una investigación sobre los crímenes cometidos en los territorios ocupados y en Gaza, Michaeli responde categóricamente: “Israel no comete crímenes de guerra. Actuamos de acuerdo con el derecho internacional, sin equívocos”. Michaeli no se detiene ahí y critica al principal candidato de Meretz, Nitzan Horowitz, que se supone representa a la izquierda sionista «radical», por haberse alegrado en las redes sociales de la decisión de la CPI.
Sobre el tema de la colonización, la laborista defiende que se siga construyendo en los «grandes bloques de colonias» alrededor de Jerusalén y de Belén, pero dice que se niega a sentarse junto a los partidos que abogan por la creación de nuevas colonias. En efecto, a pesar de que en Israel se la considera de «izquierda», Michaeli no es contraria a las colonias. Aunque se puede desmarcar de los candidatos del Likud o del centro en cuestiones socioeconómicas o sociales, se une fácilmente a ellos en lo referente al incumplimiento de las resoluciones de la ONU y del derecho internacional.
«Todo salvo Netanyahu»
Un sondeo reciente indica que los votantes de izquierda, definidos como aquellos que defienden la solución de dos Estados, quieren primero que Benjamin Netanyahu renuncie. En vez de a los laboristas, votarían, por defecto, a los candidatos del centro, de la derecha y de la extrema derecha partidarios de «Todo salvo Netanyahu”.
Así, el 53,1% de los votantes de Avigdor Lieberman (extrema derecha laica), el 44,3% de los de Gideon Saar (derecha nacionalista, disidente del Likud) y el 23,1% de los de Naftali Bennett (extrema derecha nacionalista y religiosa) dice estar a favor de la solución de dos Estados. El estudio también indica que solo el 20,5% de los votantes considera importante la cuestión palestina.
Por tanto, los votantes de izquierda sensibles a la cuestión palestina votarían por el pragmatismo a favor de candidatos ajenos a sus ideas. Los dirigentes de la izquierda sionista no contribuyen a que esté más claro: el parlamentario de Meretz Yair Golan ha dicho que está dispuesto a apoyar el ascenso de Gideon Saar al puesto de primer ministro si eso ayudara a apartar a Netanyahu. Un representante de este partido, que fue el principal relevo político del difunto campo de la paz y que todavía cuenta con una buena cantidad de activistas movilizados en defensa de la solución de dos Estados, admite relegar la suerte de los palestinos a un segundo plano al apoyar a un empedernido defensor de la anexión.
Pero quienes desean que Netanyahu se vaya parecen sufrir amnesia. Desde que Netanyahu llegó al poder en 2009 los múltiples ataques a las libertades contra activistas pacifistas o la criminalización de las ONG que trabajan junto a los palestinos no solo se deben al líder del Likud, sino también a sus ministros, comenzando por Lieberman, Saar o Bennett. Este último, ministro de Educación entre 2015 y 2019, estuvo detrás de una ley destinada a prohibir a las ONG israelíes que dan una «mala imagen» del ejército intervenir en las escuelas. En su punto de mira estaba Breaking the Silence, que recopila testimonios de soldados movilizados en los territorios ocupados, o B’tselem, que difunde videos y testimonios sobre las violaciones de los derechos de los palestinos.
«Ellos en su casa, nosotros en la nuestra»
La mayoría de los proyectos de dos Estados defendidos por los candidatos electorales no se basan en el derecho internacional ni tienen nunca en cuenta las aspiraciones nacionales del pueblo palestino. Así, Jerusalén seguiría siendo la capital indivisible de Israel, el ejército israelí seguiría estando presente en Cisjordania y el Estado de Palestina solo tendría una soberanía limitada. Todos coinciden en la idea poco realista de una separación entre ambas sociedades: “Ellos en su casa, nosotros en la nuestra”. Una gran parte de los israelíes no desea ver a sus vecinos palestinos y menos aún interesarse por su vida diaria, sus sufrimientos que, sin embargo, son consecuencia de una política decidida por unos dirigentes elegidos por la sociedad israelí.
No es de extrañar, por lo tanto, que la sociedad judía israelí haya acogido con tanto entusiasmo al mal llamado “Plan de paz” del presidente estadounidense Donald Trump cuyo objetivo era expresamente condenar a muerte el proyecto nacional palestino. Ni tampoco que la principal manifestación realizada el 6 de junio de 2020 contra el proyecto de anexión de una parte de los territorios ocupados solo haya reunido en Tel Aviv a unos cuantos miles de israelíes.
Meretz, por su parte, se distingue en el campo político sionista por su adhesión a la solución de los dos Estados sobre la base del derecho internacional y la defensa de la igualdad de derechos de los ciudadanos en Israel. Sus dirigentes siguen acusando a la ocupación de ser el origen de la “deriva moral” de la sociedad israelí: ocupar militarmente un pueblo es inmoral y pervierte el espíritu de los jóvenes movilizados en el ejército. La propia estructura del Estado de Israel, que desde 1948 asegura a los ciudadanos judíos un estatus superior al del resto de la población, solo se menciona rara vez como posible causa original de dicha “deriva moral”.
El fracaso de una alianza de “izquierda”
La única formación que defiende la resolución del “conflicto” israelo-palestino basada en el derecho internacional y la cooperación es la Lista Unida, compuesta por los principales partidos palestinos de Israel, que van desde los nacionalistas árabes de Balad hasta el movimiento judeo-árabe Hadash (Frente Democrático por la Paz y la Igualdad) del que forma parte Maki (Partido Comunista Israelí). Dirigida por el comunista Ayman Odeh, la Lista defiende la superación del sionismo a beneficio de un Estado para todos. A falta de una adhesión “de circunstancia” a la derecha nacionalista y a la extrema derecha, Odeh propone a la izquierda sionista una alternativa que uniría a los palestinos de Israel (18% del electorado) y la minoría judía que todavía es progresista y partidaria una verdadera paz con los palestinos.
Hasta ahora no se ha tomado la mano tendida. El Partido Laborista se centra en su reorientación hacia el centro del tablero político mientras que Meretz ha multiplicado sus alianzas sin fundamentos ideológicos esperando en vano ampliar su electorado. Y cuando en marzo de 2020 Odeh aceptó apoyar como primer ministro al centrista Benny Gantz (que, sin embargo, había sido Jefe del Estado Mayor del ejército israelí durante la operación “Escudo Protector” en la franja de Gaza en verano de 2014, que produjo más de 2.000 víctimas palestinas), este último terminó por formar parte del gobierno de unión nacional de Netanyahu. Para justificar su elección afirma que se niega a ser primer ministro gracias a los votos de los diputados palestinos.
Operación seducción del electorado árabe
Desde 2015 la Lista Unida ha venido fortaleciendo su condición de tercera fuerza política del país. La participación electoral de los palestinos de Israel fue históricamente alta en el escrutinio de marzo de 2020, con cerca del 65% de votantes. En las principales ciudades palestinas de Israel, como Nazaret o Oumm Al-Fahm, la Lista Unida obtuvo el 95,6% y el 98,5% de los votos respectivamente.
Desde entonces se han convertido en electores cortejados ante este nuevo escrutinio. El primer ministro y líder del Likud visitó varias veces las ciudades palestinas de Israel, comenzando el 13 de febrero de 2021 por Nazaret, donde se comprometió a iniciar una nueva era entre los “árabes” y los “judíos” sobre la base del “bienestar, la integración y la seguridad”.
Este último punto resulta particularmente importante en la campaña. De acuerdo con varios sondeos, acabar con la criminalidad que gangrena sus ciudades constituye una prioridad para el electorado palestino. Según las autoridades, 26 palestinos han sido asesinados desde enero de 2021 debido a arreglos de cuentas vinculados al crimen organizado. Jugando con ello, el primer ministro y líder del Likud que, sin embargo, construyó su carrera sobre la estigmatización y el odio a los palestinos, se presenta ahora como un amigo fiel y sincero de ellos, aun cuando desde 2009 ninguno de los gobiernos de Netanyahu se ha preocupado por combatir la pobreza ni por proponer nuevos empleos a los palestinos de Israel.
Mansour Abbas, líder del partido Raam y representante de la rama sur del Movimiento Islámico en Israel, fue hasta 2020 diputado de la Lista Unida. Provocó una escisión al rechazar seguir al cabeza de lista Odeh en su orientación izquierdista y anti Netanyahu. Según Abbas, los palestinos de Israel deben seguir al candidato mejor ubicado para ganar con el objeto de negociar unas políticas que los favorezcan. Por eso se ha acercado a Netanyahu con quien incluso planea una alianza. No es seguro que su estrategia sea popular: la visita de Netanyahu a Nazaret provocó enfrentamientos entre jóvenes y fuerzas de seguridad israelíes.
Hasta la extrema derecha se ha involucrado: Ayelet Shaked, antigua ministra de Justicia de Netanyahu (2015-2019) y figura de los colonos, visitó las ciudades de Tayibe y Kafr Bara, donde se reunió con palestinos que comparten una convicción con ella: los palestinos de Israel se integrarán mejor y serán tenidos mejor en cuenta por el Estado de Israel si rompen con su identidad palestina a beneficio de una identidad “árabe israelí”. Prometió no “abandonar a la sociedad árabe” que corre el riesgo, según ella, de ver a los árabes precipitarse en los brazos de la Autoridad Palestina. Sin embargo, Shaked es conocida por sus diatribas contra los palestinos a quienes en un artículo publicado en Facebook en 2014 calificaba de “serpientes” y “enemigos”.
En la izquierda, el Partido Laborista y Meretz cuentan con palestinos de Israel en los diez primeros lugares de su lista con la esperanza de poder rivalizar con Odeh. Pero este parece haber comprendido la actual ecuación política mejor que las formaciones históricas del sionismo de izquierda, actualmente minoritarias en Israel. Para formar una coalición gubernamental sin los partidos religiosos o la extrema derecha, la izquierda judía israelí debe acudir a los palestinos. Para crear un frente sólido y duradero, estos partidos deben interesarse por la suerte de los palestinos tanto de Israel como de los territorios ocupados y tener en cuenta, por fin, sus aspiraciones.
Thomas Vescovi es profesor e investigador de historia contemporánea, autor de La mémoire de la Nakba en Israël, L’Harmattan, 2015, y de L’échec d’une utopie, une histoire des gauches en Israël, La découverte, que se publicará el 1 de abril de 2021
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