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¿Será Kurdistán el escenario de una nueva guerra?

Fuentes: Rebelión

«Más del 98 por ciento del territorio está bajo el control de las tropas gubernamentales de Siria», ha afirmado el presidente Putin en un reciente encuentro. El Califato del Estado Islámico, actor clave en la región, es ya prácticamente inexistente y sobre el terreno se consolida un conflicto que se ha venido desarrollando a tres […]

«Más del 98 por ciento del territorio está bajo el control de las tropas gubernamentales de Siria», ha afirmado el presidente Putin en un reciente encuentro. El Califato del Estado Islámico, actor clave en la región, es ya prácticamente inexistente y sobre el terreno se consolida un conflicto que se ha venido desarrollando a tres bandas entre el ejército sirio apoyado por la aviación rusa, las fuerzas islamistas moderadas afines a Turquía y las milicias kurdas armadas por EEUU.

Durante este año se han creado en Siria cuatro zonas de pacificación ubicadas de sur a norte e implementadas por las fuerzas del gobierno de Bashar al Assad y la oposición moderada. El acuerdo sobre estas áreas fue firmado en Astana por representantes de Rusia, Irán y Turquía. Hasta ahora se ha iniciado un periodo de tregua en tres de las zonas: al sur junto a la frontera con Israel, en las inmediaciones de la capital Damasco y en la ciudad de Homs. La cuarta debería incluir la norteña provincia de Idlib donde los principales centros urbanos todavía están bajo control de Al Nusra, filial de Al Qaeda, y son bombardeados por la aviación rusa. Sin la conquista de su capital no se puede dar por finalizada la guerra contra todos las organizaciones radicales.

Los esfuerzos para alcanzar un acuerdo en la coordinación de esta operación en Idlib por parte de Rusia y Turquía parece cada día que pasa más factible pero el desplazamiento de las tropas turcas en territorio sirio, próximo a la frontera, está siendo considerado por el gobierno de Damasco una agresión flagrante y crece el temor que el país otomano intente anexionarse más territorios en la vecina provincia de Alepo. Un argumento similar esgrimen los kurdos que acusan al presidente Erdogan de intentar impedir con su presencia la unificación de la totalidad del territorio controlado por ellos y que significaría la proclamación de su autogobierno. La defensa de la autonomía del Kurdistán es de vital importancia para el ejército estadounidense ya que no cuenta con el aval del ejecutivo sirio ni del del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas para continuar desplegado en la región después de la derrota del Daesh.

Fue a partir de la batalla de Kobane, en 2015, cuando se forjó la «alianza estratégica» entre la guerrilla kurdo-siria y EEUU. Un año después el Partido de la Unión Democrática (PYD), organización de inspiración troskista, proclamó la Federación del Norte de Siria, también conocida como Rojava. El autogobierno liderado por el PYD nunca ha sido aceptado por Damasco, pero sí por Washington a pesar de las diferencias ideológicas.

Algo similar sucede en el Kurdistán iraquí, presidido por el conservador Masud Barzani, líder del Partido Democratico (PDK) y socio de confianza para EEUU. Barzani supo sacar provecho de la causa independentista tras la derrota de Sadam Hussein y en el caos posterior provocado por ISIS ordenó a sus peshmergas tomar el control de la importante urbe de Kirkuk. El salto definitivo a la independencia lo debía realizar en septiembre a través de un referéndum que ganó por amplia mayoría pero las recientes alianzas entre Irak, Irán y Turquía dieron al traste con el plebiscito. Las autoridades iraquíes decidieron reconquistar la ciudad de Kirkuk, perdida en 2014, con el beneplácito de la Casa Blanca que ya había rechazado la consulta asumiendo la derrota militar de su socio.

Pero el foco del conflicto está en la estratégica Abu Kamal, la última gran ciudad bajo control del EI y liberada recientemente por las tropas del presidente Bashar al Assad. El ejército sirio se desplazó por el valle del Éufrates hasta la frontera con Irak donde recibió el apoyo de las milicias iraqíes aproximándose desde el sur. Una carrera paralela se desarrolló en la otra orilla del Éufrates con los kurdos de las Fuerzas Democráticas Sirias, apoyadas por EEUU, intentando infructuosamente la conquista de la ciudad. La coalición internacional realizó un rápido avance de un centenar de kilómetros por territorio controlado por los terroristas sin encontrar, sorprendentemente, oposición. Con la toma de Abu Kamal se garantiza el paso de ayuda iraní a Siria desde Irak y se abre un corredor chií hasta el Mediterráneo. Para el PYD significa la anexión de los yacimientos de petroleo al este del valle, alejados del Kurdistán, sumando más del 70% de las reservas de hidrocarburos del país.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.