Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Para la solidaridad internacional con Palestina la masacre de Gaza en 2009 será lo que fue para la solidaridad internacional contra el apartheid en Sudáfrica la masacre de Sharpeville.
«¿De dónde puedo traerle un padre? ¿De dónde puedo traerle una madre? ¡Dime!». Esto es lo que el desesperado Subhi Samuni preguntó al corresponsal de Al-Jazeera en Gaza. Subhi perdió a 17 miembros cercanos de su familia, incluyendo los padres de su nieto de siete años. Resulta espantoso que mientras escribo estas líneas, se siguen sacando de los cascotes cadáveres de la familia Samun, 15 días después de que las fuerzas de ocupación israelíes bombardearan sus dos casas. El ejército israelí encerró a 120 miembros de la familia en una casa antes de bombardearla.
Las palabras de Subhi se hacen eco de la cruel realidad de todos los palestinos de Gaza: solo, abandonado, acosado, endurecido y, como su nieto, huérfano. Veintidós días de brutal matanza segaron la vida de más de 1.300 palestinos, al menos un 85% de ellos civiles, incluyendo 434 niños, 104 mujeres, 16 médicos, 4 periodistas, 5 extranjeros y 105 ancianos y ancianas.
¿Qué puede uno decir para consolar a un hombre que tiene la desgarradora tarea de tener que enterrar a toda su familia, incluyendo a su mujer, a sus hijos e hijas y a sus nietos? Díganoslo y transmitiremos sus palabras a tío Subhi porque su pérdida ha hecho que para nosotros carezcan de sentido nuestras palabras de condolencia.
Piense usted también qué palabras le quiere decir a Rashid Muhammad, de 70 años, cuyo hijo Samir, de 44 años, fue ejecutado con una única bala al corazón ante su mujer y sus hijos. Durante 11 días el ejército israelí impidió que una ambulancia recogiera su cuerpo para que su familia tuviera que esperar a que acabara el ataque antes de poder enterrarlo. Rashid tuvo la terriblemente dolorosa experiencia de mirar, tocar, besar y, por fin, enterrar el cuerpo descompuesto de su hijo. Diga a su familia qué sentido tiene su dura realidad, diga algo para que los niños puedan dormir, para mitigar la angustia que siente el padre en su corazón, para ayudar a la mujer a entender por qué tuvieron que quitarle a su marido.
Quizá prefiera usted hablar a Amira Qirm, de 14 años, cuya casa en la ciudad de Gaza fue bombardeada con bombas de artillería y de fósforo, bombas que quemaron hasta matarlos a tres miembros de su familia inmediata: a su padre, a su hermano de 12 años, Alaa, y a su hermana de 11, Ismat. Sola, herida y aterrorizada, Amira se arrastró de rodillas 500 metros hasta la casa vecina; estaba vacía, porque la familia había huido cuando empezó ataque israelí. Permaneció ahí cuatro días, sobreviviendo a base de agua y oyendo los sonidos de la maquinaria de muerte israelí alrededor de ella, demasiado asustada como para llorar de dolor por temor a que la oyeran los soldados israelíes. Cuando el dueño de la casa volvió a buscar ropa se encontró a Amira, débil y a punto de morir. Ahora está recibiendo tratamiento en el saturado y carente de recursos Hospital al-Shifa.
Puede usted tratar de consolar a Muhammad Samuni, de 10 años, al que encontraron tumbado cerca de los cadáveres de su madre y de sus hermanos, cinco días después de que estos murieran. Él le dirá lo que le he dicho a todo el mundo, que su hermano se despertó de pronto después de haber dormido durante mucho tiempo. Su hermano le dijo que tenía hambre, pidió un tomate y entonces murió. ¿Hay otros niños de 10 años en el mundo a los que se pida que carguen con esta experiencia durante el resto de sus vida? Por supuesto que no; este «privilegio » se reserva únicamente a los niños palestinos puesto que ellos han nacido en la tierra que Israel quiere para sí mismo. Pero son estos niños traumatizados quienes negarán a Israel lo que quiere, porque su propia supervivencia es un desafío a este Estado de apartheid. Son estos mismos niños quienes con toda seguridad heredarán Palestina: es su derecho inalienable y ningún ataque puede cambiar este hecho, ni hoy ni nunca.
Y durante todo esto, todos nosotros hemos sufrido a Tzipi Livni, la ministra de Asuntos Exteriores de Israel, categórica en su defensa del ejército más «moral» del mundo. «Nosotros no atacamos a civiles», mintió. «No queremos que los palestinos se vayan de Gaza. ¡Sólo queremos que se muevan dentro de la propia Gaza!». También el primer ministro israelí Ehud Olmert tenía algo que decir a los palestinos de Gaza: «Nosotros no somos su enemigo. Hamás es su enemigo».
Amira, Muhammad, Rashid, Subhi y las más de 40.000 familias cuyas casas han sido demolidas saben otra cosa. Estas personas que se precipitaron a ir al cementerio después de que fuera bombardeado y se encontraron con partes del los cuerpos de sus familiares expuestos a los elementos saben otra cosa. Saben que se les atacó deliberadamente porque son palestinos. Todo lo demás es propaganda para calmar las conciencias que aquellos que tienen sangre palestina en sus manos, de aquellos que están tanto dentro de Israel como fuera.
Durante 22 largos días y oscuras noches, se dejó a los palestinos de Gaza enfrentarse solos a uno de los ejércitos más poderosos del mundo, un ejército que tiene cientos de cabezas nucleares, miles de soldados que disparan a la menor ocasión armados con tanques Merkava, F-16, helicópteros Apache, barcos de guerra y bombas de fósforo. Veintidós noches sin dormir, 528 horas de bombardeos y disparos constantes, esperando en todos y cada uno de sus minutos ser la siguiente víctima.
Durante estos 22 días, mientras las morgues se desbordaban y los hospitales se desvivían para tratar a los heridos, los regímenes árabes emitieron toneladas de declaraciones, condenaron y denunciaron, y celebraron una rueda de prensa sin sentido tras otra. Incluso celebraron dos cumbres, ¡la primera de ellas convocada 19 días enteros después de que empezara el ataque a Gaza y la segunda un día después de que Israel declarara un alto el fuego unilateral!
A excepción de la era nacionalista progresiva (1954-1970), desde 1948 la postura árabe oficial en relación a los palestinos ha sido una mezcla letal de cobardía e hipocresía. Hay que cuestionar su último fracaso colectivo en acabar con el asedio de dos años a Gaza y su falta de acción para apoyar a los palestinos bajo un brutal ataque militar.
Los árabes deben exigir respuestas a la débil Liga Árabe porque durante el ataque israelí no se ha dado testimonio de una solidaridad fraternal con los gazatíes. En sus declaraciones llenas de lugares comunes no se mostró panarabismo alguno. Increíblemente, algunos consideraron que era un momento apropiado para echar la culpa a los palestinos de la situación en la que se encontraban, en vez de exigir que Israel detuviera su despiadado ataque.
Hoy en Gaza nos preguntamos cómo, en ausencia de democracia, se pueden traducir en acción las palabras de apoyo hacia nosotros pronunciadas en las calles de las capitales árabes. Nos preguntamos si los ciudadanos árabes de regímenes despóticos pueden cambiar el sistema de forma no violenta. Nos atormentamos tratando de discernir los medios de los que disponemos actualmente para producir un cambio político democrático. Con la actual masacre en Gaza y la construcción del sistema de apartheid en Palestina (en toda la Palestina histórica, incluyendo las zonas ocupadas por Israel en 1967), sabemos que para sobrevivir tenemos que tener el apoyo y la solidaridad de nuestros hermanos y hermanas árabes. Vimos levantarse al pueblo árabe para ese reto y estar a nuestro lado durante 22 días, pero no vimos a sus dirigentes detrás de ellos.
El arzobispo sudafricano Desmond Tutu dijo: «Si eres neutral en situaciones de injusticia has elegido el lado del opresor». Naciones Unidas, la Unión Europea, la Liga Árabe y la comunidad internacional en general han permanecido en silencio ante las atrocidades cometidas por el Israel del apartheid. Por consiguiente, están de parte de Israel. Cientos de cadáveres de niños y de mujeres no han podido convencerlos para que actuaran. Esto es lo que hoy sabe cada palestino, ya sea en las calles de la franja de Gaza, de Cisjordania o de los campos de refugiados de la diáspora.
Por consiguiente, sólo nos queda una opción, una opción que no espera a que se reúnan el Consejo de Seguridad de la ONU, las cumbres árabes o la Conferencia de Organizaciones Islámicas: la opción del poder popular. Éste sigue siendo el único poder capaz de contrarrestar el descomunal desequilibrio de poder en el conflicto israelo – palestino.
El horror del racista régimen de apartheid en Sudáfrica se desafió con una prolongada campaña de boicot, desinversión y sanciones iniciada en 1958 y reforzada en 1960 tras la masacre de Sharpeville. A la larga esta campaña llevó al colapso del dominio blanco en 1994 y al establecimiento de un Estado multi-racial y democrático.
Del mismo modo, el llamamiento palestino al boicot, la desinversión y sanciones ha ido cobrando fuerza desde 2005. Gaza 2009, lo mismo que Sharpeville 1960, no puede ser ignorado: exige una respuesta de todos aquellos que creen en una humanidad común. Ahora es el momento de boicotear al Estado israelí de apartheid Israeli, de desinvertir en él y de imponerle sanciones. Éste es el único modo de garantizar la creación de un Estado laico y democrático para toda la Palestina histórica.
Ésta es la única respuesta a las descorazonadoras preguntas de tío Subhi: ésta es la única manera de proporcionar un futuro a su nieto, una vida de dignidad e igualdad, una vida en paz y en justicia, porque, como cualquier otro niño, no merece menos que eso.
Haidar Eid enseña literatura inglesa en la ciudad de Gaza City. También es un comentarista y activista político.
Enlace con el original: http://electronicintifada.net/