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El mito del "pueblo" judío

Shlomo Sand

Fuentes: Rebelión

Fue el artículo de Gilad Atzmon El mito del judío errante, aparecido en Rebelión, quien me condujo al libro When and How the Jewish People Was Invented de este historiador judío, profesor de la Universidad de Tel Aviv: Cúando y quién se inventó el pueblo judío. A juicio de Gilad «se trata del estudio más […]

Fue el artículo de Gilad Atzmon El mito del judío errante, aparecido en Rebelión, quien me condujo al libro When and How the Jewish People Was Invented de este historiador judío, profesor de la Universidad de Tel Aviv: Cúando y quién se inventó el pueblo judío. A juicio de Gilad «se trata del estudio más serio jamás publicado sobre el nacionalismo judío y, de lejos, el análisis más valiente del discurso histórico judío».

Dice Atzmon que es un hecho establecido que entre el siglo I y principios del XIX no se escribió ningún texto histórico judío. Fue en 1820 cuando el historiador judío alemán Isaak Markus Jost publicó la primera obra histórica seria sobre los judíos, The History of the Israelites, iniciando su recorrido en el reino de Judea y obviando los tiempos bíblicos. «Se dio cuenta de que los judíos de su tiempo no formaban una continuidad étnica». Pero sería en la tarde del siglo XIX (1853-1876) cuando el hijo de un matarife judío, el doctor prusiano de filosofía Heinrich Graetz, escribiera los once tomos de la «Historia de los judíos desde los inicios a nuestros días«. La historia de los judíos de este historiador y teólogo se convirtió en una obra fundamental de historia del XIX, siendo traducida a seis idiomas. Para él la historia judía no era una mera historia religiosa sino que se encuadraba en un contexto suprareligioso con especial reflejo en la ética, a su encuadre le dotó de sabor nacional. Los acontecimientos de la historia judía Graetz tiño de un nuevo colorido. Así por ejemplo los hasmoneos, los macabeos -quienes realmente lucharon por la libertad de la religión judía- en sus libros aparecen como «gente con conciencia nacional, amantes de su patria», transfiriendo la idea moderna de estado nacional de los siglos XVIII y XIX a épocas muy de otros tiempos. Graetz a través de su obra se convirtió en un precursor del sionismo.

La decisión en los años treinta de la Universidad hebrea de separar la «historia judía» de la «historia general» en dos departamentos distintos fue algo más que un asunto de conveniencia, se quería inculcar en los estudiantes universitarios judíos que la «condición y psiqué judías era algo único» que debía estudiarse por separado. Sand dirá que en los departamentos de Estudios judíos «el investigador está disperso entre lo mitológico y lo científico, manteniendo el mito la supremacía». La nacionalización de la Biblia estaba ahí para implantar en los jóvenes la idea de que los nuevos judíos -los israelíes- son los descendientes directos de sus grandes antepasados antiguos. Y teniendo en cuenta que la nacionalización era un movimiento ampliamente laico se extirpó el significado espiritual y religioso de la Biblia, pasando ésta a ser considerada como un texto histórico, que describía una cadena real de acontecimientos del pasado. «A la luz de sus heroicos antepasados los judíos aprendieron a amarse a sí mismos tanto como odian a los demás, pero esta vez poseían la capacidad militar de infligir dolor real a sus vecinos… Ahora en vez de una entidad sobrenatural -es decir Dios- quien les ordena invadir un teritorio, llevar a cabo un genocidio y robar la tierra prometida a sus habitantes autóctonos en su renacido proyecto nacional serán ellos mismos, Herzl, Jabotinski, Weitzman, Ben Gurion, Peres, Barak… quienes deciden expulsar, destruir y matar. En vez de Dios son los nuevos judíos, los israelíes, quienes matan en nombre del pueblo judío y lo hacen siguiendo las órdenes que se les da en la lengua recién restaurada de sus antepasados.

En el afán por resucitar a Jerusalén se acudió a la arqueología, buscando en ella una base científica necesaria para apuntalar el epos sionista; la arqueología tenía ahora una función nacional. «Pero conforme la investigación arqueológica se fue independizando del dogma sionista la embarazosa verdad salió a la luz. Era imposible demostrar la veracidad del relato bíblico con hechos forenses. De hecho la arqueología refuta la historicidad del argumento bíblico. Las excavaciones revelaron este incómodo hecho. La Biblia es un compendio de innovadora literatura de ficción». La Biblia es un relato de ficción y no existe base alguna sobre la que pueda apuntalarse en ningún momento cualquier gloriosa existencia del pueblo hebreo en Palestina.

¿Quiénes son los judíos, de dónde vinieron?, se pregunta Shlomo Sand, y responde: «Aunque la mayoría de los judíos contemporáneos están totalmente convencidos de que sus antepasados son los israelitas bíblicos, que fueron brutalmente exialiados por los romanos, es preciso decir la verdad. Los judíos contemporáneos no tienen nada que ver con los antiguos israelitas, que por lo demás nunca fueron enviados al exilio porque dicha expulsión nunca tuvo lugar. El exilio romano es otro mito judío». Los romanos no exiliaron gente y de quererlo no podrían haberlo hecho porque no tenían medios. «Mi libro nació, dice Sand, de una constatación: de la certeza de que la sociedad judaica no fue ni dispersada ni exiliada». De lo que se deduce un resultado lógico: si el pueblo de Israel no fue expulsado entonces los verdaderos descendientes de los habitantes del reino de Judá son los palestinos actuales. Y si los palestinos son los auténticos judíos ¿quiénes son esos que insisten en llamarse a sí mismos judíos? Y la respuesta: «El pueblo no se diseminó, fue la religión judía la que se diseminó. El judaísmo es una religión de conversos. El judaísmo inicial adoraba convertir a los demás.» Tras la victoria de la cristiandad en el siglo IV la tendencia a la conversión al judaísmo se detuvo en el mundo cristiano y hubo un descenso importante en el número de judíos. Es probable que muchos de los judíos del entorno mediterráneo se convirtieran en cristianos. Pero entonces el judaísmo empezó a permear otras regiones paganas como el Yemen y África del Norte.

El profesor Sand nos deja la conclusión clara de que: «los judíos contemporáneos -los israelíes- no tienen un origen común y su origen semita es un mito, son conversos de otros latitudes y regiones. Y los judíos de España serían en su mayor parte bereberes convertidos. Comparte la tesis de que los kazarios judaizados constituyeron los principales orígenes de las comunidades judías de la Europa del Este, que él denomina la Nación Yiddish.

Los nuevos judíos, los retornados a Israel, los judíos israelíes de ningún modo son originarios palestinos y, por tanto, su denominado «retorno» a «su tierra prometida» debe considerarse como una invasión ejecutada por un clan ideológico tribal».

La explicación histórica de Shlomo Sand sobre la historia judía es tan cautivadora, y posiblemente tan veraz, como la desmitologización del dios bíblico y su libro, tarea llevada a cabo en teología por exegetas científicos de los siglos XIX y XX, amantes de la verdad. El libro de Shlomo Sand merece leerse.