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Palestina

Sí que hay una alternativa

Fuentes: Al-Ahram Weekly

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández.

La mayor parte de los observadores familiarizados con la situación que se vive en Palestina están de acuerdo en que la expansión de los asentamientos israelíes aniquila cualquier perspectiva de establecimiento de un Estado palestino independiente. Es decir, que la solución de los dos Estados está ya eficazmente enterrada.

Al mismo tiempo, muy pocos negarían la existencia de un profundo sentimiento de que el proceso de paz ha sido un fracaso total y que los Acuerdos de Oslo han representado un desastre para la lucha nacional palestina. Esos Acuerdos se pergeñaron básicamente como un acuerdo interino y una senda hacia una solución duradera. Sin embargo, esa senda solo ha servido para llevar a un punto muerto a los palestinos que soñaban con un Estado independiente.

El proceso de Oslo respondía a la perfección a los fines israelíes. Los partidos sionistas han considerado siempre que el problema palestino era sobre todo demográfico. Su solución no era nunca un Estado soberano sino una entidad autónoma endeble y dependiente encargada de sostener sobre sus hombros las cargas de la seguridad de la potencia ocupante y de mantener su orden de apartheid socioeconómico. El proceso de Oslo proporcionó tiempo a Israel para ampliar sus asentamientos, judaizar y anexionarse la mayor parte de Cisjordania. También le proporcionó un medio para contener al movimiento palestino de liberación y, en última instancia, crear enfrentamientos entre las fuerzas nacionales palestinas.

Oslo, un fracaso absoluto en lo que se refiere a los objetivos palestinos, demostró ser una enorme bendición para los objetivos israelíes. No debe sorprendernos que Dov Weinglass lo elogiara en su día como algo genial.

Mientras, los palestinos han aprendido, para su desgracia, que el único propósito de los Acuerdos de Oslo y del concomitante proceso negociador era mantener el statu quo y preservar el desequilibrio de poderes que permitiera que Israel completara la judaización sionista de Palestina. Utilizar Oslo como fachada les permitió hacer en Cisjordania lo mismo que habían hecho en Palestina en 1948, si bien los progresos fueron lentos y necesitaron de nuevas técnicas.

El peligro al que los palestinos se siguen enfrentando actualmente es a la idea, promovida por los representantes de varios gobiernos extranjeros que actúan en nombre de Israel, de que como ahora resulta ya imposible un Estado independiente, la única alternativa realista es aceptar una nueva fase transitoria. Esto tratan de empaquetarlo como si se tratara de una especie de Estado con fronteras temporales o un nuevo proceso negociador de horizontes confusos.

Los «realistas» palestinos que han caído en la trampa de esa idea no solo no tienen fe en la capacidad del pueblo palestino para desafiar la tiranía, sino que están asimismo motivados por mezquinos intereses personales que coinciden con tales planes. Puede que representen a un pequeño fragmento del pueblo, pero es un fragmento cuyos intereses se asientan en la preservación del statu quo.

El principal objetivo de la política israelí es asegurar que los palestinos y sus partidarios sigan siendo incapaces de detener la expansión de los asentamientos israelíes, la judaización y la anexión, con la esperanza de que todo lo anterior acabará finalmente expulsando de su tierra a la mayoría de los palestinos.

Los políticos israelíes solo tienen miedo de una cosa, a la alternativa real a un Estado palestino independiente o a la solución de los dos Estados: un único Estado democrático en el que todos los ciudadanos ostenten una plena igualdad de derechos y deberes.

Sea lo que sea lo que ingenuamente crean algunos soñadores intelectuales, esta alternativa no puede sostenerse a sí misma en el vacío. Requiere de una nueva visión estratégica y de un plan de trabajo concreto que reúna a los palestinos en pos de sus objetivos nacionales y ponga fin a una fragmentación que cada día se agudiza más.

Sí, hay una alternativa al desesperante y destructivo proceso de Oslo, a las negociaciones inútiles, a preservar un explosivo o erosivo statu quo, a fomentar las fisuras y enfrentamientos internos, a una autoridad gobernante que no tiene autoridad alguna bajo la ocupación. La alternativa es una nueva estrategia nacional palestina cuyo objetivo principal es modificar el desequilibrio de poderes actual en favor del pueblo palestino. Esta estrategia descansa en cuatro elementos clave: resistencia popular no violenta; fomento de la campaña por el boicot, desinversión y sanciones (BDS) contra Israel; establecimiento de un liderazgo nacional palestino unificado; y promoción de un enfoque económico que se centre en apoyar la capacidad del pueblo palestino para mantener la lucha y permanecer en su tierra.

Este es el tipo de estrategia que se necesita para liberar al movimiento de liberación nacional palestina de los vínculos de una autoridad gobernante encadenada a los Acuerdos de Oslo. Es una estrategia que deberá reunir a todos los integrantes del pueblo palestino y que les permitirá reconstruir sus relaciones con los movimientos de solidaridad a través del mundo entero, incluidos los movimientos judíos antisionistas. Es una estrategia cuya bandera es «la libertad»: libertad de la ocupación, libertad del apartheid israelí, libertad de todas las formas de represión, supresión y horizontes cerrados.

No tengo duda de que esta estrategia triunfará alterando el equilibrio de poderes y obligando al establishment dominante en Israel a revisar sus cálculos, porque no les quedará más remedio que comprender que sus planes para levantar un Estado exclusivamente judío han encallado.

Lo que no sabemos es si esto sucederá lo suficientemente pronto como para permitir el establecimiento de un Estado palestino independiente. Dudo que así sea. Creo que el momento del cambio se producirá una vez se desvanezca la última oportunidad de la solución de los dos Estados. En ese momento solo quedará una solución razonable, que es la de un único estado democrático para todos sus ciudadanos, sin discriminación alguna sobre la base de una afiliación étnica o religiosa.

Entendemos que el camino hasta tal fin exige una lucha ardua contra la discriminación y el apartheid. Pero, ¿no es acaso ésa una lucha en la que la mayoría de los palestinos están ya comprometidos?

El año pasado, la causa palestina volvió a reiterarse en la Asamblea General de la ONU. Este año se ha tenido que retirar ante los malos augurios de otro posible revés.

Es hora ya de liberarse de las ilusiones del pasado y de centrarse en la alternativa real: una estrategia para la libertad del pueblo palestino.

Mustafa Barghuti forma parte del Parlamento palestino y es el secretario general de Iniciativa Nacional Palestina.

Fuente: http://weekly.ahram.org.eg/2012/1118/op212.htm