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Si Trump intenta apoderarse de Gaza, los palestinos morirán allí donde estén

Fuentes: Voces del Mundo [Foto: Una mujer palestina y sus nietas entre los escombros de los edificios destruidos en Yabalia, norte de Gaza, el 5 de febrero de 2025 (Omar al-Qattaa/AFP)]

Todos hemos denunciado el papel del expresidente estadounidense Joe Biden como intendente general de la campaña genocida de Israel en Gaza. Y con razón. Pero Biden hizo algo más que permitir que una guerra continuara durante 15 meses. Sentó las bases para algo mucho peor. No fue sólo un caso de impotencia; fue alevosía. Ahora su sucesor, Donald Trump, lo ha expresado con palabras y políticas.

Algunos, sobre todo los que votaron a Trump en los estados indecisos, se han dejado llevar por la idea de que, tras los horrores de lo sucedido bajo el mandato de Biden, Trump sólo podía hacerlo mejor.

Se les hizo creer que Trump era sincero en su deseo de poner fin a la guerra en Gaza, incluso por razones equivocadas.

En su toma de posesión el mes pasado, Trump se rodeó de las familias de los rehenes. Su enviado para Oriente Próximo, Steve Witkoff, había forzado el acuerdo de alto el fuego en primer lugar, por lo que supusieron que Trump presionaría al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, para que siguiera adelante con el intercambio de rehenes y prisioneros.

¡Qué equivocados estaban!

Muchos de los que votaron a Trump no se tomaron en serio las implicaciones genocidas de su deseo de convertir Gaza en la Riviera del Mediterráneo Oriental, ni las reflexiones de su yerno Jared Kushner sobre toda esa «valiosa propiedad frente al mar». Tampoco se dieron cuenta de que Trump moldea su política en función de la última persona con la que habla.

Un mandato claro

Cuando The Wall Street Journal informó de que la idea de Trump de apropiarse de Gaza cogió por sorpresa incluso a sus ayudantes más cercanos, eso es lo que significa la improvisación de Trump en política exterior.

Las improvisaciones de Trump deben de estar desconcertando incluso a sus partidarios más cercanos. Se presentó como candidato para poner fin a todas las guerras en las que participó Biden. Apenas unas semanas después de asumir el cargo, no sólo está dando un mandato a Israel para que continúe su guerra contra Gaza, sino que además lo está asumiendo.

Tras una sola reunión con Netanyahu, el promotor-inmobiliario-jefe se había comprometido a tomar Gaza como propiedad estadounidense, a convertir un «lugar de demolición» en el paraíso.

Dijo que lo desarrollaría para la «gente de Oriente Medio»; en otras palabras, también para los colonos israelíes.

Sentado a un metro de distancia, el hombre que había demolido Gaza no podía contener la sonrisa. Trump acababa de darle todo lo que ni siquiera el sionismo instintivo de Biden podía darle.

Netanyahu se va de Washington con un mandato claro. No es, como todos pensábamos, detener la guerra, sino instarle a volver a la guerra. Esta es la consecuencia inevitable de las palabras de Trump, si las sigue hasta el final.

La humillación de todas esas imágenes de liberación de rehenes de los combatientes de Hamás -con uniformes nuevos y jeeps intactos, controlándolo todo con firmeza- ha quedado atrás para el líder israelí. Y también se han sumado a la idea las considerables fuerzas militares y políticas de la extrema derecha religiosa israelí.

La prisa de Itamar Ben Gvir, exministro de Seguridad Nacional y líder de facto de la derecha religiosa sionista, por reincorporarse al gabinete israelí tras la conferencia de prensa de Trump lo dice todo. Ben Gvir dijo que, si Trump empezaba a aplicar su plan, su partido volvería a unirse a la coalición.

Nunca antes el sueño de toda una vida, el sueño del Gran Israel, extendiéndose desde el río hasta el mar, había estado a su alcance.

Trump dijo e hizo mucho más. En un día, rompió el acuerdo de alto el fuego que se había negociado durante 15 meses. No sólo derogó unilateralmente la tercera fase, que prevé la devolución de todos los cadáveres y la retirada total de las fuerzas israelíes de Gaza, sino que también puso seriamente en duda la segunda fase, en la que todos los rehenes vivos debían ser liberados.

Trump ha declarado que «no confía» en las perspectivas a largo plazo del alto el fuego en Gaza. El martes, Witkoff confirmó que, aunque la administración tenía «esperanzas» en la segunda fase, la tercera estaba descartada.

Riesgo de colapso

Suponiendo que esta oleada de giros en falso de Estados Unidos sobre el acuerdo firmado en Doha se mantenga firme, ¿qué incentivo existe ahora para que Hamás siga liberando rehenes, incluso en la fase actual del acuerdo?

Sólo estamos a mitad de camino de la primera fase del acuerdo, que prevé la liberación de 33 rehenes a cambio de cientos de prisioneros palestinos.

¿Por qué iba Hamás a seguir liberando más rehenes, sabiendo que después vendrá la aniquilación para ellos? ¿Qué valor pueden tener ya los documentos que firma Estados Unidos?

Esta es la clara implicación de la reacción de Basem Naim, miembro del buró político de Hamás. Dijo que Hamás estaba comprometida con el acuerdo de alto el fuego mientras Israel lo estuviera, pero que «cualquier manipulación en la aplicación del acuerdo puede hacer que se derrumbe».

¿Y qué ha puesto Netanyahu en la mente de Trump sobre la Cisjordania ocupada? No lo sabremos hasta dentro de unas semanas, pero las señales son ominosas.

Preguntado sobre si Trump respaldaba la soberanía israelí sobre «Judea y Samaria» -lo que significa la anexión de las zonas B y C, que comprenden más de dos tercios de la Cisjordania ocupada ilegalmente-, Trump se manifestó de forma tibia.

«Está muy bien representada, y a la gente le gusta la idea, pero aún no hemos tomado una posición al respecto. Pero lo haremos… haremos un anuncio probablemente sobre ese tema tan específico en las próximas cuatro semanas», dijo Trump.

Ahora es obvio que Gaza ya no es una lucha entre un grupo de la resistencia palestina e Israel. Ni siquiera se trata ya de Gaza.

En un momento de la historia en el que la identidad palestina y la demanda de autodeterminación palestina están en su punto más alto -totalmente como consecuencia de lo que están sufriendo Gaza y la Cisjordania ocupada-, Trump y Netanyahu están trazando planes para un traslado forzoso en masa del pueblo palestino que empequeñecería todos los que han tenido lugar desde 1948.

Amenaza existencial

El segundo mandato de Trump representa una amenaza existencial para todos los palestinos, vivan donde vivan, y para la mayoría de la población que ahora vive entre el río y el mar. También debe ser obvio que los planes de Trump representan una enorme amenaza para la seguridad de la propia Europa.

Si la llegada de un millón de sirios condenó al Gobierno de centro-derecha de la excanciller Angela Merkel e inauguró un nuevo periodo de la historia alemana en el que la extrema derecha volvió a amenazar la democracia, ¿cómo podrían millones de palestinos perturbar la paz de la Fortaleza Europa?

Quizás los líderes europeos se están dando cuenta por fin de lo estúpido y patético que fue por su parte respaldar a Israel hasta el final en su guerra contra Gaza, y a dónde les lleva ahora esta política. Europa se está dando cuenta por fin de lo que todos los árabes y palestinos sabían desde el primer día que era el verdadero objetivo de esta guerra: el traslado forzoso de millones de palestinos de Palestina.

Trump hizo caso omiso alegre e imperiosamente de las advertencias saudíes, jordanas y egipcias contra la aplicación de esta política con Israel. Fue un insensato al hacerlo.

Pocas horas después de que Trump dijera: «Arabia Saudí va a ser de gran ayuda. Y así lo ha hecho. Quieren la paz en Oriente Medio. Es muy sencillo», el reino emitió su declaración más contundente hasta la fecha. El Ministerio de Asuntos Exteriores saudí subrayó la postura «firme e inquebrantable» del reino sobre la creación de un Estado palestino, contradiciendo la afirmación de Trump de que Arabia Saudí no estaba haciendo tal demanda.

La declaración continuaba: «El Reino de Arabia Saudí también reafirma su rechazo inequívoco a cualquier violación de los derechos legítimos del pueblo palestino, ya sea a través de las políticas de asentamientos israelíes, la anexión de tierras o los intentos de desplazar al pueblo palestino de su tierra». Y describió su postura como «no negociable».

Se trata de la reacción más contundente -y rápida- del reino ante un anuncio de un presidente estadounidense que se recuerde. Y no es casual la publicación de esta declaración.

Motivo de guerra

El rey Abdullah de Jordania está a punto de llegar a Washington con un mensaje similar. Según fuentes de alto rango que hablaron con Middle East Eye, Jordania consideraría «casus belli» -causa de guerra- que Israel abriera su frontera oriental y forzara un éxodo masivo de palestinos de la Cisjordania ocupada.

Jordania está siendo clarividente en esto. Muchas guerras importantes han comenzado con pretextos menores.

Jordania recibe anualmente 1.450 millones de dólares en ayuda estadounidense y asistencia militar, y Middle East Eye entiende que está totalmente dispuesta a renunciar a esta ayuda crucial si el precio de la asistencia financiera continua es aceptar un millón más de refugiados palestinos.

El ejército egipcio está igualmente decidido a no aceptar ni un solo palestino que se haya visto obligado a abandonar Gaza. Tanto Jordania como Egipto saben que, si lo hicieran, sus regímenes se verían abocados al fracaso.

Hemos llegado a una fase de este conflicto en la que los objetivos bélicos de Israel y de los sionistas religiosos que apoyan a Trump han quedado al descubierto.

No hay hojas de parra tras las que esconderse. Ya no puede llamarse guerra para defender a Israel, si es que alguna vez pudo serlo. Ya no se trata de derrotar a Hamás.

El objetivo claro y declarado de esta guerra es forzar un traslado masivo de la población palestina de Gaza y la Cisjordania ocupada. Se trata de asestar un golpe terminal a la estatalidad palestina y alterar el equilibrio demográfico de las tierras que Israel afirma que son suyas para siempre.

Cegados por la arrogancia

Israel puede llamarlo «transferencia voluntaria». Trump y Kushner pueden llamarlo reurbanización. Pero no puede llamarse de otra manera que no sea su verdadero nombre: limpieza étnica a una escala nunca vista desde la Europa ocupada por los nazis.

Todos los palestinos así lo entienden. Y por esta razón, no se moverán. El mundo puede estar seguro ahora de que, si esta guerra se reanuda en Gaza, los palestinos morirán allí donde estén.

Un día de trabajo en la oficina para Trump presagia sufrimiento y matanzas a una escala inimaginable incluso para los estándares de los últimos 15 meses. Y está a punto de ocurrir en tiempo real ante nuestros ojos.

Lo que Trump propuso el martes ya lo ha intentado Israel en varias ocasiones. Las milicias sionistas intentaron expulsar a los palestinos de Gaza en 1948. Israel volvió a intentarlo durante la crisis de Suez y tras la guerra de 1967. Fracasó cada vez, y volverá a fracasar.

Netanyahu terminó su conferencia de prensa diciendo: «La Biblia dice que el pueblo de Israel se levantará como leones. Y vaya si nos hemos levantado. Hoy, el rugido del León de Judá se oye con fuerza en todo Oriente Próximo».

Está cegado por su propia arrogancia. Si no se le detiene, los leones de Oriente Próximo están a punto de descender sobre el pequeño Estado de Israel como nunca antes. Y todos los israelíes van a sentirlo. 

David Hearst es cofundador y redactor jefe de Middle East Eye, así como comentarista y conferenciante sobre la región y analista en temas de Arabia Saudí. Fue redactor jefe de asuntos exteriores en The Guardian y corresponsal en Rusia, Europa y Belfast. Con anterioridad, fue corresponsal en temas de educación para The Scotsman.

Texto original: Middle East Eye, traducido del inglés por Sinfo Fernández.

Fuente: https://vocesdelmundoes.com/2025/02/06/si-trump-intenta-apoderarse-de-gaza-los-palestinos-moriran-alli-donde-esten/