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Líbano

Siete cosas que hay que saber sobre las elecciones parlamentarias

Fuentes: The New Arab/Al Araby

Una página web libanesa ha publicado la lista de una segunda generación de políticos que se presentaban reemplazando a sus padres y las fotos de sus hijos pequeños con este pie de foto: «Los miembros de nuestro parlamento en 2025». Es la única forma de democracia de Líbano. Casi todos los libaneses y libanesas se […]

Una página web libanesa ha publicado la lista de una segunda generación de políticos que se presentaban reemplazando a sus padres y las fotos de sus hijos pequeños con este pie de foto: «Los miembros de nuestro parlamento en 2025».

Es la única forma de democracia de Líbano. Casi todos los libaneses y libanesas se quejan de lo mismo: las mismas dinastías políticas dominan año tras año el gobierno y el parlamento. Los políticos trabajan únicamente para su secta o para sus propias familias. Ninguno gestiona la reparación de la red eléctrica, decrépita desde hace décadas, ni organiza la recogida eficiente de las basuras debido a la rivalidad empresarial de la élite política.

Es un sistema difícil de cambiar porque nadie quiere cambios que afecten al poder o a la protección de su comunidad. Después de la amarga guerra civil entre 1975 y 1990, el equilibrio entre chiíes, suníes y cristianos -las principales sectas de las 18 oficiales que existen- conserva una estabilidad precaria que siempre parece estar al borde del colapso pero que aguanta, al menos en la última década.

Son 3.6 millones de votantes registrados los llamados a las urnas para las elecciones parlamentarias del domingo; he aquí siete cosas que hay que saber sobre el sistema:

Primeras veces

Es la primera vez que los libaneses votan por un parlamento en nueve años. También es la primera vez que se celebran elecciones desde que comenzó la guerra en Siria, en 2011. Se han pospuesto en varias ocasiones por cuestiones de seguridad temiendo que provocasen tensiones entre las sectas libanesas, ya exasperadas por esa guerra.

Los legisladores eludieron la reforma electoral durante años y al final, el verano pasado aprobaron una nueva ley que reemplaza a la antigua vigente desde 1960.

Por primera vez, se permite votar a los expatriados. De los 900.000 votantes que residen en el extranjero solo se han inscrito 83.000 y más de la mitad votaron la semana pasada.

Por primera vez, las mujeres han representado casi el 10% de las candidaturas frente al escaso 1,7% de 2009. En las últimas elecciones solo cuatro mujeres obtuvieron cuatro de los 128 escaños del parlamento libanés, una cifra desmoralizadora en comparación con otros países de la región. Además se han presentado muchos activistas de la sociedad civil y candidatos independientes.

Ley complicada

La nueva ley electoral es tan compleja que muchos ya anunciaron que preferían quedarse en casa porque no entienden cómo se calculará su voto. La ley pone en marcha un sistema proporcional que otorga escaños según la cantidad de votos recibidos en lugar de «el que gana se lo lleva todo» en cada distrito, como ocurría con el sistema anterior. Las circunscripciones electorales se han reducido de 23 a 15 y permite a los votantes elegir tanto una lista electoral como un candidato de esa lista.

En teoría debería permitir que los candidatos ajenos al poder tradicional obtengan un escaño en el parlamento. Pero también preserva la división sectaria de escaños en diferentes distritos; los musulmanes y los cristianos obtienen aproximadamente la mitad, y las comunidades más pequeñas el resto.

El elefante en la cacharrería

El partido político más fuerte de Líbano es el único que cuenta con una milicia activa: Hizbolá. La formación chií respaldada por Irán tiene desplegados miles de combatientes en Siria reforzando al presidente Bachar al Asad, una intervención que estuvo a punto de fracturar Líbano el año pasado. La mayoría de los sunníes simpatizan con los rebeldes que intentan derrocar a Asad y les ofende que Hizbolá domine la política libanesa y que mantenga una fuerza armada separada y más fuerte que el ejército nacional.

Pero este es un asunto muy delicado que causa demasiadas divisiones como para haber emergido en el debate electoral. En cambio, muchos se han centrado en reclamar el regreso a Siria de los más de un millón de refugiados sirios que han desbordado Líbano, argumentando que amenazan el equilibrio sectario y que sobrecargan las infraestructuras.

Padres e hijos

A pesar de que la guerra civil terminó hace 28 años, la política sigue dominada por antiguos caudillos y dinastías familiares enmarañadas en divisiones sectarias. El control que ejercen estas élites sobre el poder siempre les ha permitido arreglar el resultado electoral antes de que los votantes llegaran a las urnas.

Algunos son prácticamente intocables. El presidente del parlamento, el chií Nabih Berri, de 80 años y que ha ocupado el cargo durante más de 25, es un candidato que prácticamente no tiene oposición.

Otros van pasando sus escaños a sus hijos. El dirigente druso Walid Yumblat, de 68 años, se ha retirado en favor de su hijo Taymur. El escaño de Suleiman Frangieh, dirigente cristiano maronita de 52 años y potencial candidato presidencial, va para su hijo Tony. Michelle Tueini, hija del diputado y periodista Gibran Tueni asesinado en coche bomba en 2005, también se ha presentado.

Una página web libanesa ha publicado la lista de una segunda generación de políticos que se presentaban reemplazando a sus padres y las fotos de sus hijos pequeños con este pie de foto: «Los miembros de nuestro parlamento en 2025».

Votos simbólicos

Para los desposeídos y los olvidados el periodo electoral es una oportunidad para hacerse notar. Manal Kortam se ha presentado aunque solo simbólicamente: no tiene derecho a postularse como candidata ni a votar porque es palestina. En realidad, su madre es de Líbano y su padre palestino pero según la legislación libanesa las mujeres no pueden transmitir la ciudadanía.

En Líbano hay alrededor de 174.000 refugiados palestinos registrados, muchos de ellos descendientes de aquellos que huyeron al país durante la creación de Israel en 1948. No tienen ciudadanía, se les conceden muy pocos derechos, y solo pueden acceder al mercado laboral para un restringido grupo de profesiones. A menudo se les acusa de alterar el delicado equilibrio sectario.

Kortam llevó a las redes sociales su campaña #WeExist, ha recorrido los campamentos de refugiados y ha intervenido en canales de TV «para que nos tengan en cuenta tras las elecciones», como expresaba en su cuenta de Twitter.

El primer ministro de selfie

El primer ministro Saad Hariri ha empapelado todo Beirut y hasta su famosa noria de la costa con fotos de él mismo y de su padre asesinado cuyo cargo político heredó. Le apodan «el primer ministro selfie» por su afición a hacerse selfies con sus seguidores. Incluso ha creado una app. Algunos de sus seguidores han pintado ovejas y camellos de azul (el color de campaña de su partido Movimiento Futuro) y los han paseado por las calles antes de matarlos provocando la indignación de los activistas por los derechos de los animales.

Esto ilustra hasta qué punto se ha movilizado su organización, que es un bastión sunní. La nueva ley electoral ha abierto un espacio para que suníes alternativos obtengan votos. Hariri ha tenido que hacer frente a cierto resentimiento por sus estrechos vínculos con el Hizbolá chií, de cuyo apoyo depende para su puesto.

Después de la euforia, los chistes

El cambio de la ley despertó cierto optimismo de que pudiera quebrarse el sistema político confesional tan arraigado en las familias sectarias. Tan pronto como se hizo evidente que eso no ocurriría la resistencia empezó a expresarse en chistes y comentarios sarcásticos. Un grupo de payasos conocido como «Clown Me In» se ha mofado de todos los lemas de la campaña. «¡Ya es hora!», proclamaban los carteles de campaña de un partido cristiano. Y un payaso de nariz roja respondía en un meme: «Es hora de las palomitas de maíz».

Una cuenta de Twitter presentó a 12 candidatos octogenarios como la lista de los «De Dios venimos y a Dios volveremos», la frase que se dice cuando se muere alguien.

Dos artistas, Michelle y Noel Keserwany, han tocado la fibra sensible con un video musical que se ha hecho viral en el que instan a los jóvenes a que ejerzan su derecho a decidir y a romper el ciclo. Su estribillo es un pegadizo llamamiento a la acción: «Allá vamos otra vez, allá vamos de nuevo».

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