La fuerza aérea siria bombardeó ayer una panadería en la localidad de Halfaya y en el ataque murieron decenas de personas. Tal acción resulta particularmente repudiable porque el local bombardeado se encontraba repleto de gente que acudía en busca de alimento, en una ciudad que enfrenta una situación de por sí desesperada por la falta […]
La fuerza aérea siria bombardeó ayer una panadería en la localidad de Halfaya y en el ataque murieron decenas de personas. Tal acción resulta particularmente repudiable porque el local bombardeado se encontraba repleto de gente que acudía en busca de alimento, en una ciudad que enfrenta una situación de por sí desesperada por la falta de abasto: ubicada en la provincia de Hama, Halfaya se encuentra desde hace unas semanas en manos del rebelde Ejército Libre de Siria y la conflagración armada a su alrededor dificulta el suministro de víveres y medicinas.
No es la primera vez que las fuerzas del régimen de Damasco dirigen mortíferos ataques contra blancos civiles; por el contrario, tales agresiones son cada vez más frecuentes conforme se estrecha el cerco diplomático y militar en torno al gobierno de Bashar al Assad y conforme a éste se le constriñe el margen de maniobra. En esta dinámica se inscribe el lanzamiento de misiles Scud contra los rebeldes, en lo que constituye un grave peligro para la población no combatiente, si se considera la falta de precisión de esas armas balísticas.
Por otra parte, en el curso de la guerra, los grupos rebeldes apuntalados por Occidente han realizado también mortíferos ataques contra civiles desarmados, como el reciente atentado dinamitero perpetrado en un barrio militar de Qatana, en los alrededores de Damasco, en el que murieron 16 civiles.
Por lo demás, es claro que actos de barbarie como el de ayer en Halfaya tienden a acelerar la descomposición final del gobierno sirio, el cual parece haber sido abandonado a su suerte por Moscú, según se desprende de las declaraciones del viceministro ruso de Relaciones Exteriores, Mijail Bogdanov, formuladas la semana antepasada en Beirut, en el sentido de que uno debe mirar los hechos y no puede descartarse la victoria de la oposición siria
. En todo caso, es claro que el régimen dinástico y antidemocrático de Bashar al Assad no tiene posibilidades de lograr, mediante el ataque indiscriminado a la población civil, la perpetuación que no pudo conseguir mediante la negociación política.
En otro sentido, es necesario colocar el acto de barbarie de ayer en Halfaya en su justa dimensión: la de una acción de terrorismo de Estado semejante a las que han perpetrado Estados Unidos y sus aliados occidentales en la extinta Yugoslavia, Afganistán, Irak y Libia, y a las que comete Israel contra la población de Gaza. Porque, al igual que las potencias occidentales, el gobierno sirio recurrió a la fuerza aérea para masacrar a decenas de civiles, y ello lleva a recordar los refugios, las celebraciones, los transportes y muchos otros blancos escogidos por las naciones referidas en sus diversas incursiones militares. Los resultados de esos ataques aéreos son, en esencia, los mismos que los producidos por un atentado dinamitero llevado a cabo por fuerzas irregulares: inocentes asesinados y mutilados, una inclemente destrucción material y, entre los supervivientes, un rencor fundamentado y perdurable.
Fuente original: http://www.jornada.unam.mx/2012/12/24/edito