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Siria, detener la carrera hacia el abismo

Fuentes: Le Monde Diplomatique

Traducción del francés para Rebelión por Susana Merino.

He aquí un argumento que contrasta con el pensamiento dominante, que viene de un país importante en la escena internacional y que además es democrático. En una entrevista con el diario Le Monde, Antonio Patriota, el ministro de Relaciones Exteriores  brasileño de Dilma Roussef, intenta hacer escuchar la voz de la razón (Brasilia defiende el diálogo con Damasco con vistas a una transición política).

Pregunta : Antes de llegar a Brasilia, en febrero último, la alta comisionada de la Unión europea para las relaciones Exteriores, Catherine Ashton, se expresó duramente al solicitarle elegir entre Assad y el pueblo sirio…

» Nosotros escogemos siempre la diplomacia y la paz, las soluciones  que signifiquen menos inestabilidad y menos peligros para los civiles. Por eso hemos iniciado un debate en el Consejo sobre la «responsabilidad protectora» (responsability while protecting) en caso de una acción de protección. Aun si el consejo autoriza una intervención  destinada a proteger a los civiles, la historia no termina ahí. Es necesario que la acción a desarrollar bajo ese mandato  sea responsable y no se aparte de los parámetros  establecidos por la resolución del Consejo».

¿Usted piensa en lo que fue la intervención en Libia?

«Pienso en la credibilidad del Consejo de Seguridad, porque si no se respeta el mandato del Consejo, se puede crear una situación en la que cada uno hace lo que quiere. No es para eso que fueron creadas las Naciones Unidas».

La masacre de Houla ¿debe generar una intervención militar occidental como cada vez más voces lo sugieren?

Una observación precedente relacionada con la guerra de propaganda llevada a cabo por los medios occidentales. Es cierta (leer As’ad Abukhalil «Some Questions on the Houla Massacre…and beyond» Al-Akhbar Englis 31 Mai)  Pero esas mentiras se usan a menudo para presentar con una visión favorable la política del régimen, para negar las informaciones creíbles sobre la represión de pacíficos manifestantes, sobre el uso sistemático de la tortura, sobre las milicias confesionales.

La aventura que corrió el periodista belga Pierre Piccinin, con quién yo había debatido acerca de las mentiras mediáticas sobre Siria, es notable: él que criticaba la cobertura de los medios occidentales sobre  la crisis siria fue detenido en Homs. Luego de haber estado encarcelado durante seis días en los que asistió a la tortura de decenas de prisioneros, ha reconsiderado sus posiciones. (Un investigador belga detenido en Siria cuenta «Infierno en la tierra» Franceinfo.fr).

Es importante insistir en que se puede hacer un buen trabajo periodístico incluyendo a la misma Damasco (leer Patrick Coburn «Long War Looms. Syria after the Massacre» Counterpunch, 28 de mayo de 2012).

Volvamos al conflicto en sí mismo. Quisiera destacar algunos datos que ya mencioné pero que me parecen indispensables para comprender la situación. La emoción, aunque justificada, suele ser a veces mala consejera. La revolución siria no se diferencia de las que estallaron desde Túnez hasta Bahrein, desde Egipto hasta el Yemen: es una revolución contra el autoritarismo, la arbitrariedad del Estado, la corrupción, las políticas económicas neoliberales.

La respuesta del poder ha sido una brutal represión contra los manifestantes esencialmente no violentos y que habían logrado superar las divisiones confesionales y nacionales (árabes-kurdos). Esa violencia estatal facilitó la aparición de un movimiento de autodefensa, pero también la militarización de ciertos sectores insurrectos. En respuesta a la instrumentalización por parte del poder de las minorías se desarrolló una movilización comunitaria sunita, envalentonada por la infiltración de grupos armados llegados del Líbano y de Irak, pero también de combatientes de Al-Qaeda como no dejan de reconocerlo los países occidentales más hostiles al régimen.  En varias regiones el conflicto se ha transformado en lucha armada y en guerrillas, asumiendo un carácter confesional. Resulta irónico comprobar que los países occidentales que condenan por lo general la violencia palestina contra la ocupación israelí defienden esa misma violencia en Siria.

Paralelamente, sobre ciertas cadenas satelitales árabes (especialmente sauditas) se ha desarrollado un discurso radical anti chiita, presentando al conflicto como una guerra teológica. Ese discurso ha sido impulsado por los dirigentes del Golfo, especialmente por los de Arabia Saudita que temen la propagación de la Primavera árabe (y aplastan las manifestaciones populares en Bahrein) considerando  que  la principal amenaza es Irán. Esta propaganda concuerda con la estrategia usamericana e israelí de aislar a  Teherán que nada tiene que ver ciertamente con la instalación de la democracia en Siria.

La principal amenaza que pesa sobre Siria, pero también sobre la región – incluido el Libano – es la ampliación  de la guerra confesional.

En ese contexto  ¿que se puede pensar de la convocatoria a una intervención militar – en el marco de la ONU, como lo desea el presidente François Hollande  o también  como lo sugiere Susan Rice, representante de los EE-UU- ente la ONU?

No invocaré aquí las palinodias de Bernard-Henry Lévy, el hombre que entró en Gaza en diciembre de 2008 en un tanque israelí, lo único que hay que saber  es por qué los responsables políticos (y los medios) continúan tomándolos en serio -en tal sentido una buena noticia: su película sobre Libia se anuncia como un fracaso (como la de la que hizo sobre Bosnia)…

Mencionemos, en principio que el balance de las intervenciones extranjeras es muy raramente positivo. La de los EE.UU. en Irak en 2003 ha destruido profundamente al país y se necesitarán años para reconstruirlo (el 31 de mayo nuevos atentados en Bagdad, casi ignorados por la prensa internacional  dejaron un saldo de 17 personas muertas). La de los EE.UU. en Afganistán, esta vez bajo la égida de las Naciones Unidas, ha sido un fiasco y el país quedará  aún más devastado de lo que lo fuera luego de la retirada soviética, cuando se vayan los occidentales. Y no hablemos de Kosovo ni de Somlia… No se trata ciertamente de una regla absoluta  y para remontarnos en la Historia, se podría haber intentado una intervención francesa o británica de apoyo a la República española en 1936. Se podría pensar también que la derrota del régimen Kmer rojo por el ejército vietnamita en 1978, aunque condenado por los occidentales, que lograron que los Kmers rojos mantuvieran su lugar en las Naciones Unidas – fue positivo.

En fin, una regla general -no se agrega guerra a la guerra, como decía un antigup presidente socialista (François Mitterrand en una entrevista en Point, 1973)- pero a veces también existen las excepciones.

¿Qué hacer en Siria ? Es realmente necesario explicar  hasta que punto una intervención militar occidental (aunque fuera con el aval de la ONU, lo que parece poco probable) sería una catástrofe, arrastrando una guerra confesional  en su interior y en el plano regional -¿Irán pero también Irak y sin duda el Hezbollah libanés se alinearían del lado de Damasco? Una salida de este tipo agravaría por añadidura  las tensiones entre chiitas y sunitas en toda la región -esas tensiones no son como se lee generalmente por aquí y por allá, «naturales»: los retratos de Hassan Nasrallah  adornaban todos los comercios del mundo árabe, confundidas en una todas las confesiones religiosas luego de la resistencia de Hezbollah ante el ejército israelí en 2006.

Entonces, ¿no hacer nada? ¿Se puede estar contra la intervención militar  combatiendo la dictadura (Bassam Haddad, «The idiot’s guide to fighting dictatorship in Syria while opposing military intervention», Jadaliyya, 20  de enero de 2012).»

Es de buen tono burlarse de la misión llevada a cabo por el antiguo secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan presentándola como un fracaso. Desde el principio numerosos países occidentales (Francia incluida) y los estados del Golfo afirmaban que no tendría éxito y nada hicieron, es lo menos que podemos decir para apoyarla. Esto ha incitado a los grupos armados sirios -que se hallan extremadamente divididos- a no conformarse, tampoco ellos, a los pedidos de alto al fuego (el régimen mismo ha violado sus compromisos). En lugar de presionar para lograr una concertación entre Damasco y los rebeldes, los Occidentales y Rusia han desarrollado estrategias contradictorias. Sin embargo el balance no es absolutamente negativo (leer la entrevista al opositor Haytham Manna en el Figaro, del 1º de junio).

En una entrevista concedida al diario Le Monde (el 28 de mayo) Robert Mood, jefe de la misión de supervisión de las Naciones Unidas en Siria explica que «solo los sirios tienen la clave de una salida pacífica». De todos modos señala:
«En muchos lugares, hemos registrado progresos a nivel local. Hemos logrado establecer relaciones entre los organismos locales de gobierno y la oposición,  hacer respetar el alto al fuego y  resolver litigios entre las dos partes, especialmente en lo referente a intercambio de detenidos.»
 
Pero precisa:
«En realidad, el instrumento político que constituye la misión de las Naciones Unidas depende absolutamente de la buena voluntad de todos los actores sirios para el cese de la violencia y a entablar un diálogo político. Esto no parece materializarse momentáneamente.»

Es allí donde hace falta que las grandes potencias, pero no solamente las que conforman el Consejo de Seguridad de la ONU, sino también  países como Brasil e India (que han mantenido sus relaciones diplomáticas con el régimen) actuen no solamente para conseguir que se prolongue la misión, sino también para emprender un proceso político  sin el cual, para la crisis, no hay ninguna salida posible. Es un camino muy estrecho pero todos los demás precipitarían al pueblo sirio y a toda la región en un abismo.

Fuente original: http://blog.mondediplo.net/2012-06-01-Syrie-arreter-la-course-a-l-abime