Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
«El trauma es una forma de vida en Gaza», dice Sonja Wentz, profesional estadounidense de salud mental que estuvo recientemente en la asediada Franja para apoyar los esfuerzos de los profesionales palestinos que ayudan a los gazatíes a enfrentarse al continuo trauma diario.
«Me sentí maltratada y humillada por el sistema que Israel despliega para que el cruce de frontera», afirma Wentz, que es profesora académica en el Programa Internacional para el Tratamiento de Traumas en Olimpia, Washington. Trabaja con una ONG no política dedicada fundamentalmente a atender zonas donde los civiles soportan situaciones traumáticas.
Como es una especialista que ya ha trabajado anteriormente en el tratamiento de traumas en otras zonas, como en Croacia y Uganda, piensa que la sistemática deshumanización que sufre Gaza no tiene parangón.
«En Israel me encontré con una estructura complicada de edificios y un sistema para demostrar poder y control sobre sus fronteras, pero nadie me había advertido de ello. En Uganda, las cosas eran más caóticas para mí y la gente me había informado. Los gazatíes me contaron que lo único predecible en sus vidas era el sufrimiento y el trauma, pero a pesar de todo, la resiliencia del pueblo de Gaza es inmensa. Las rutinas diarias, la religión y las relaciones familiares les mantienen en pie», dice.
Según Wentz, una cualidad única del trauma en Gaza es la disociación de los israelíes de lo que allí ocurre:
«No experimenté nada parecido ni en los Balcanes ni en Uganda. Cuando alguien se enteraba de que me dirigía a Gaza, enseguida intentaba hacerme desistir. No tuve oportunidad de encontrarme con muchos israelíes, y estoy segura de que hay israelíes que actuarían de otra forma pero no me encontré con ninguno de ellos. Cualquiera al que le comentara que iba camino de Gaza se distanciaba de mí. Oír la palabra Gaza hacía huir a la gente».
Entró en Gaza por el cruce de Erez, que es utilizado fundamentalmente por extranjeros. Según Wentz, no sólo las condiciones en Gaza, también el paso por Erez, la entrada, y especialmente la salida de Gaza, fueron inhumanas.
«Cuando llegué al cruce, entregué mi pasaporte y empecé a esperar. Hacía tanto calor que permanecí en la sombra. Quizá estaba demasiado cerca de las instalaciones, pero me decían repetidamente que me moviera, así que cruce la calle. Allí había un caballero de la Embajada francesa, me dijo que lo que querían era mantenerme esperando bajo el sol», recuerda.
Wentz añade que después del control del pasaporte, le dijeron que se dirigiera a una instalación fronteriza enorme y que pasara por allí. La instalación parecía una atracción de feria, una casa llena de timbres, espejos y acero diseñados para conseguir que la gente se sintiera desorientada.
«Estaba sola con dos maletas y tuve que caminar dos kilómetros con ellas. En un determinado punto me dí cuenta que había gente mirándome desde arriba».
Wentz fue la única a la que permitieron entrar en Gaza de los tres miembros de su ONG que lo habían solicitado. Una vez dentro, empezó de inmediato a ofrecer formación a la gente. Se reunió con grupos que potencian y apoyan a las mujeres, estudiantes universitarios y profesionales de la medicina y la psicología.
«Me preguntaba sobre el significado de la palabra ‘Intifada’ y averigüé que en árabe significa ‘sacudida’. Eso tenía sentido, realmente. Cuando entré en la zona, pude contemplar como la habían sacudido y una también deseaba sacudirse de inmediato el sentimiento de opresión».
Señala que la infraestructura de Gaza estaba seriamente dañada y que no se permitía que entrara cemento. Los productos son escasos y los síntomas del trauma se hacen visibles por doquier.
Los gazatíes se enfrentan a una gran depresión. La gente tiene muy presente las situaciones vividas, no pueden dormir y sufren de ansiedad. Sentir es demasiado peligroso para ellos porque los sentimientos pueden ser abrumadores. Por eso suprimen los sentimientos, lo que produce problemas psicosomáticos. «Debe haber mucha rabia. Pero lo que viví es que la canalizan hacia el trabajo para poder mantener algo parecido a una vida normal. Sin embargo, hay violencia doméstica y maltrato como reacción ante el trauma», explica.
Wentz estuvo trabajando básicamente en el apoyo de profesionales que ayudan a otra gente. Pero cuando los profesionales trabajan con las víctimas de traumas, a menudo son vulnerables ante esos traumas.
«Por eso, cuidarse uno mismo, la resiliencia y que se apoyen los unos a los otros es muy importante. Estuvimos hablando de eso un día y uno de ellos me preguntó: ‘¿Cuántas veces puede una persona rehacer su cultura?’ ‘¿Cuántas veces más tendremos que hacerlo antes de sentir que ya no podemos más?’ Esa es una pregunta práctica. Pero fue uno de ellos quien la contestó: ‘Hemos estado haciéndolo durante años, podemos hacerlo de nuevo’. Era impresionante ver su resiliencia», dice Sonja.
Según ella, no sólo los profesionales de la salud mental, también el resto de gazatíes han desarrollado formas de construir resiliencia.
«Me encontré con una mujer de cuarenta y tantos años pero parecía que tenía sesenta y cinco. Todo a su alrededor estaba arrasado. Trataba de sobrevivir criando conejos, la gente los come allí, así que ella los criaba para vendérselos. A pesar de todo este trauma, continúa encontrando formas creativas para seguir adelante. Me dijeron que ‘esta es nuestra vida y la parte más predecible de su trauma y sufrimiento. Por eso, lo que tenemos que hacer es encontrar vías para enfrentarnos a la situación’. Esa mujer era admirable, su orgullo y su alegría eran las flores que cultivaba», nos explica Wentz.
Añade que la mayor parte de los gazatíes con los que ella se reunió tan sólo querían una vida normal para sus niños, estaban dispuestos a compartir todo lo que tenían y contrariamente a lo que mucha gente pueda pensar, no estaban llenos de odio. Wentz añadió que muchos podían pensar que todos los gazatíes son partidarios de Hamas, pero no es así.
Según sus observaciones, la gente de Gaza necesita muchas cosas, pero una muy importante es poder contactar personalmente con gente de fuera. «Para ellos es una maravillosa experiencia encontrarse con extranjeros. Cuando les pedía que me dijeran qué recurso podría traerles la próxima vez que volviera y si querían libros y cosas así, me decían que yo era el recurso. Esto es verdad allí por donde ha viajado, pero en Gaza es más importante aún que en otros lugares, porque la gente no puede salir de Gaza. Los peores traumas son los causados por otros seres humanos, y es importante tener relaciones con otros pueblos».
Wentz dice que la parte más difícil fue irse de allí y que eso fue traumático para ella. Sintió que el procedimiento al que la sometieron era la experiencia simbólica de lo que el pueblo de Gaza tiene que soportar cada día.
«Tuve que pasar sola por toda esa estructura fronteriza de nuevo, llena de vidrios y metales, dirigida por órdenes que venían de gente invisible a través de un interfono. Al entrar, me tomaron fotografías con las maletas abiertas. Cuando me decían que me moviera hacia adentro, me sentí indefensa y vulnerable. Me decían a través de interfono que podía caminar hacia adelante pero no veía ninguna puerta ni pasillo. Querían que entrara en un tubo pero no tenía ni idea de lo me decían. Hubo mucha confusión y vuelta a empezar. En un determinado punto, me ordenaron que levantaran los brazos, creo que me estaban escaneando el cuerpo. Eso me pareció completamente inhumano. Pensé para mí que necesitaba realmente conectar con alguien humano. Entré en la zona de control de pasaportes. Allí había una mujer soldado. Pensé que era mi oportunidad de poder decir algo, y le dije: ‘Hey, ¿cómo estás?’, me miró fijamente y su respuesta fue: ‘Necesito su pasaporte'».
Wentz dice que se sintió muy indefensa y que se preguntaba a sí misma: «Si me estoy sintiendo así cuando solo soy una visitante, ¿cómo se sentirá la gente que vive aquí todo el tiempo?».
«El trauma perjudica mucho las relaciones. Salí de Israel con una comprensión más profunda de la herida histórica que permanece abierta. El programa Internacional para el Tratamiento de los Traumas confía en volver pronto a trabajar con sus colegas en Gaza, para apoyar la curación en la región, comprendemos la importancia de construir relaciones entre todas las partes del conflicto».
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