Para Albert Einstein, que hubiera estallado indignado de cólera ante esta inmensa estafa A mi modo de ver, la verdadera fuente del mal reside en la anarquía económica de la sociedad capitalista actual […] El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos […] El resultado de este proceso es una oligarquía de capital privado […]
Para Albert Einstein, que hubiera estallado indignado de cólera ante esta inmensa estafa
A mi modo de ver, la verdadera fuente del mal reside en la anarquía económica de la sociedad capitalista actual […] El capital privado tiende a concentrarse en pocas manos […] El resultado de este proceso es una oligarquía de capital privado cuyo inmenso poder no puede ser eficazmente controlado ni siquiera por una sociedad organizada democráticamente
Albert Einstein (1949)
Cualquier intento de entender la democracia sin tener en cuenta su relación con el capitalismo es dudoso. A pesar de que habitualmente se equipare el capitalismo -o el eufemismo de los mercados libres- con la democracia, una y otra cosa siguen siendo proyectos distintos, con tensiones muy fuertes entre sí que pueden desencadenar un conflicto directo.
Robert W. McChesney (2013)
«El camino de las renuncias» es el título de un artículo de Javier Moreno Luzón publicado en el global-imperial el pasado lunes [1]. Sus tesis principales: 1. Los desistimientos-renuncias de las izquierdas contemporáneas está entre lo mejor que nos ha pasado. 2. Cuidado con Podemos; IU y afines que muerden siempre que pueden y nos pueden llevar al peor de los infiernos.
Veamos el desarrollo de su argumentación. La primera parada: «La historia contemporánea de las izquierdas europeas está llena de renuncias, especialmente visibles en las de raíz marxista. La socialdemocracia, el tronco principal del obrerismo en la mayor parte del continente, combinó durante décadas su fe en las profecías de Karl Marx, que auguraban la inevitable llegada de la revolución proletaria, con prácticas templadas que asumían la participación en el juego parlamentario y se plasmaban en reformas graduales para mejorar poco a poco la vida de los trabajadores».
Sin entrar en otras consideraciones sobre la historia -y sus necesarios matices- del movimiento obrero de tradición marxista europeo. ¿Cabe seguir hablando a principios del siglo XXI de las profecías de Karl Marx? ¿No habría que pensar a Marx, como a cualquier pensador, como un filósofo en evolución y revisión, como un pensamiento que no toma asiento fijo? ¿Dónde está el determinismo profético en el viejo Marx? Por lo demás, «La historia contemporánea de las izquierdas europeas está llena de renuncias». ¿Este es el nudo más esencial, el más definitorio de su historia? ¿Prácticas templadas? ¿Siempre y en toda circunstancia la lucha institucional, incluso englobando la socialdemocracia (que tampoco es un Ser sin divisiones)?
El segundo momento del razonamiento del autor: «Los debates en el seno de la II Internacional, que enfrentaron a ortodoxos y revisionistas, no lograron resolver esa contradicción». Sin embargo, añade, «los partidos socialdemócratas occidentales sostuvieron las frágiles democracias de entreguerras y se convirtieron, tras la II Guerra Mundial, en organizaciones de amplio alcance», interesadas, afirma, «tanto en las clases medias como en las populares». Fueron, en su opinión, «baluartes contra el bloque soviético, aceptaron con todas sus consecuencias la democracia liberal y la economía de mercado, lo cual implicaba renunciar al marxismo, como hizo el SPD alemán en 1959».
Mucha cera en pocas líneas. Unas observaciones: ¿contradicción, qué contradicción? ¿La lucha por las reformas y la aspiración a un cambio global? Incluso: ¿la lucha por las reformas y la convicción, falsa en mi opinión, de que la historia siempre avanza hacia sus nudos más libres y equitativos? ¿Sólo los partidos socialdemócratas occidentales sostuvieron, es decir, lucharon a favor de «las frágiles democracias de entreguerras»? ¿No fueron liquidados en algunos países por fuerzas de reacción que impidieron todo sostén a conquistas obreras y ciudadanas? ¿El que fueran baluartes contra el bloque soviético (¿todas esas fuerzas, sin matices), el que aceptaran con «todas sus consecuencias la democracia liberal y la economía de mercado», es decir, el capitalismo puro y duro, la renuncia al marxismo, como hizo el SPD alemán en 1959 o el PSOE de don Felipe ex Gas Natural años después, no merecería algún comentario crítico? ¿No es este uno de los nudos más regresivos de la historia reciente de la llamada socialdemocracia cada vez menos socialdemócrata?
Tercer desarrollo: «Por su parte, el mundo comunista, inspirado en la revolución bolchevique de 1917 y dependiente de Moscú, casi siempre irreconciliable con el socialismo democrático, se desenvolvió dentro de parámetros autoritarios y totalitarios hasta que surgieron en su seno tendencias heterodoxas».
Dejemos lo de la «dependencia de Moscú», que parece ocultar otras dependencias (¿Y las del PSOE por ejemplo?). ¿El PCI por el ejemplo en los cincuenta y sesenta es un ejemplo de ese carácter irreconciliable? ¿El PCE de la lucha antifranquista es otro ejemplo? ¿El PCE durante la II República, el PCE que apoyó a Negrín hasta el final de los días republicanos? ¿El Partido Comunista sueco también merece esa consideración?
Ya en los años setenta, prosigue el autor, «el llamado eurocomunismo, que hablaba de justicia e igualdad, pero también de elecciones libres y pluripartidistas, certificó su acomodo a la democracia y terminó por aproximarse a las posturas socialdemócratas». Sin entrar en polémicas sobre el significado real del eurocomunismo: de acuerdo, sea así, ¿no habría que añadir que sin renunciar al marxismo ni a la perspectiva comunista-socialista? ¿No fueron los partidarios del eurocomunismo una especie de socialdemócratas con alma socialista cuando la socialdemocracia clásica estaba ya cercanas a otras coordenadas afines al socialliberalismo? ¿No tenemos aquí, entre nosotros, el ejemplo del PSOE?
Seguimos avanzando. Al mismo tiempo se desarrollaba una nueva izquierda, más radical en opinión de JML, «que se miraba en el purismo revolucionario y antiestalinista que había reivindicado León Trotski, en las utopías campesinas de la China de Mao o en las guerrillas tercermundistas del Che Guevara. En torno a las revueltas estudiantiles de mayo de 1968 nacieron también nuevos movimientos sociales, feministas, ecologistas y pacifistas, mucho más flexibles y capaces de dejar una huella profunda en la agenda pública de Occidente». ¿Muchos pacifistas y ecologistas en mayo de 1968? ¿Dónde por ejemplo? ¿No es este un tópico sin contrastación documental? ¿No mezcla aquí en su exposición corrientes y tendencias muy diversas?
En España, prosigue JML, «la dictadura de Franco condenó a las izquierdas a la clandestinidad». No sólo a las izquierdas desde luego. «En la lucha antifranquista se desmochó el viejo tronco del anarcosindicalismo, que ya no recuperaría su fortaleza; se estrecharon los vínculos entre izquierdistas y nacionalismos subestatales y se curtieron grupos armados». El desmoche del anarcosindicalismo no fue casual desde luego: la represión fascista jugó un papel determinante. Pero la primacía, admite nuestro historiador, «correspondió al Partido Comunista, comprometido desde los años cincuenta con una reconciliación nacional que cerrara las heridas de la Guerra Civil», sin renunciar a la memoria ni olvido de los asesinatos por supuesto. Esa postura, prosigue, «dio un relieve extraordinario a su papel durante la transición a la democracia, cuando los comunistas aceptaron no sólo un régimen constitucional sino también la Monarquía y sus símbolos nacionales». Es decir, remata, «cuando renunciaron a las formas republicanas para abrir paso a la sustancia democrática». ¿Renunciaron para abrir paso a la sustancia democrática? ¿No sería que les obligaron a renunciar apuntándoles con una pistola-atómica en la sien? ¿Hay alguna duda sobre ello? ¿De verdad que JML piensa que las renuncias, el concepto clave de su artículo, del PCE y otros partidos de izquierda durante los años setenta y ochenta fueron fruto del convencimiento, de la sabia y equilibrada discusión de las ideas? ¿No se trató, dejando aparte su corrección o no, de consecuencias de jugar en un campo minado hegemonizado por una derecha más que reaccionaria?
Por su parte, asegura JML, «el Partido Socialista, que había tenido un papel secundario en el antifranquismo, se revitalizó gracias a jóvenes dirigentes dispuestos a comprometerse con la democratización y a desprenderse de rémoras doctrinarias». ¿De rémoras doctrinarias? Es decir, de principios básicos. Aquel, señala feliz de conocerte a sí mismo, «hay que ser socialistas antes que marxistas», de Felipe González en 1979, marcó la experiencia de una generación». Efectivamente: la marcó, con hierro, bronce y realismo sucio. ¿Se entiende el núcleo del artículo? Lo peor o lo más servil del «socialismo» español realmente existente convertido en un elogio. Por cierto, ¿de qué socialismo hablaba don Felipe Gas Natural cuando hablaba de socialismo? ¿Del «enriquecerse es maravilloso»?
Transformado en hegemónico, es decir, en parte del sistema Régimen, prosigue JML, el socialismo español atrajo, es decir, les dio cargos, sueldos y prebendas, «a numerosos militantes comunistas y de la izquierda radical, muy activa en los medios universitarios desde los últimos años de Franco -a la manera sesentayochista francesa-, pero con escaso impacto electoral después», eso sí, con alguna excepción en algunas comunidades que JML se olvida de indicar. ¡Pelillos a la mar!
Los restos del naufragio, sostiene (¿en qué naufragio estará pensando?), se agruparon a partir de 1986 en Izquierda Unida, «fundada al calor de la campaña contra la permanencia de España en la OTAN», una de las mayores estafas políticas de la historia de la Humanidad se olvida añadir. La estocada complementaria: «Cuando las derechas acabaron de modernizarse con la expansión del Partido Popular, ya en los años noventa, aparecieron también entre sus cuadros antiguos izquierdistas, algo frecuente en otros contextos nacionales como el neoconservador norteamericano, que arrumbaron sus ideas, pero no sus hábitos intransigentes». El tufillo anticomunista se le escapa siempre que puede. El remate desde abismos insondables de desconocimiento: «Sin embargo, el ecologismo, que en Alemania alumbró una potente fuerza gubernamental, apenas despegó entre nosotros». ¿Apenas despegó entre nosotros? ¿Sabrá de qué habla don Javier? ¿Conoce la historia del movimiento antinuclear por ejemplo? ¿Conoce la primacía político-cultural que tuvieron en este ámbito autores y revistas como Manuel Sacristán, Francisco Fernández Buey y mientras tanto?
Pero al loro, que diría aquel. Hoy, señala JML, «cuando la crisis que sufrimos ha puesto en solfa las bases del sistema político levantado hace casi 40 años, aparecen con energía insólita movimientos y partidos de izquierdas de nuevo cuño», que, admite, «ya son decisivos en la formación de los gobiernos locales y que, con toda probabilidad, tendrán un peso considerable en las próximas Cortes». En estas formaciones, sostiene, confluyen sin dejar estocadas muy diversas tendencias: «veteranos antifranquistas, ecologistas que al fin levantan cabeza, catalanistas más o menos partidarios de la independencia, y gentes movilizadas contra la política económica de la Unión Europea y del Gobierno español», que -¡admite!- han hecho visibles «problemas tan graves como los desahucios masivos o el deterioro de los servicios públicos». ¡Menos mal! Eso sí, aquí viene el punto, «en la base de la ola, un partido controlado por unos cuantos aprendices de Lenin -«buenos bolcheviques», los llama José Ignacio Torreblanca- y seguidores de teóricos marxistas como Antonio Gramsci o Toni Negri, pasados por el filtro del populismo nacionalista bolivariano; un partido en el que asoman además viejas y nuevas caras del trotskismo, apóstoles de la revolución mundial permanente». Está hablando de Podemos y también de algún modo de IU y mezcla todo lo que quiere mezclar son toda la mala atención y nula objetividad de la que es capaz.
Y sigue con una sesuda reflexión que da indicios de su cosmovisión de fondo. Otro golpetazo: «Entre las concejalas recién elegidas hay mujeres que hace poco se enfrentaban a la policía para evitar desalojos; pero también para defender el asalto irreverente a una capilla católica, que no parece un ejercicio impecable de tolerancia democrática». ¿Asalto irreverente, intolerancia, defender el laicismo de una institución pública como la Complutense? ¿No hay espacios propios para que los ciudadanos católicos puedan practicar sus ritos y encuentros? ¿Ubicamos capillas en todos los centros de enseñanza públicos? ¿Se trata de esto?
Es difícil, añade sesudo don Javier, «predecir qué va a ocurrir con estas plataformas, más allá de la inmediata pérdida de poder por parte de los conservadores y de la urgente adopción de algunas medidas que mitiguen injusticias y corrupciones». ¡Pues no estaría mal no les parece si fuera así! Es posible, sostiene, «que los conflictos entre gentes tan variopintas, obligadas a entenderse con la socialdemocracia, desemboquen en un experimento efímero. O tal vez no». ¡Vaya por Dios! ¡Obligadas a entenderse con el social-liberalismo que él llama socialdemócrata! ¿Y por qué no piensa don Javier en otros escenarios? ¿Sabe lo que significa entenderse con la socialdemocracia realmente extenderse? ¿Por qué no se lo pregunta a doña Susana que de esto sabe un montón?
Pero, de cara al futuro, nos aconseja JML, «cabría recordar que el camino de las izquierdas contemporáneas, empedrado de renuncias, no tiene por qué contemplarse como una vergonzosa suma de fracasos». Es decir, a renunciar, a renunciar, hasta enterrar todos los principios y todo perspectiva de cambio social en el mar del neoliberalismo. Eso es lo bueno esa la apuesta.
¿Y eso por qué? La respuesta de don Javier: «Porque fueron esas renuncias las que permitieron aunar en algunos países europeos prosperidad e igualdad de oportunidades, propiedad privada y bienes públicos, respeto a los derechos individuales y protección social, elecciones limpias y educación y sanidad universales». ¿De qué Europa estará hablando, de qué Europa nos habla? ¿Igualdad de oportunidades, bines públicos, prosperidad social? No sólo eso: fueron esas renuncias las que contribuyeron «de forma crucial a que España consolidara de una vez un sistema democrático, imperfecto, pero no abominable, que la sacó del aislamiento internacional». Nadie ha hablado de que fuera abominable, pero ¿es eso, precisamente eso lo que puede decirse de la situación del actual Régimen español? ¿Hay que hacer apología política de unas renuncias que, en algunos casos por simple traición y en otros forzados por una pistola en la sien, implicaron la subordinación política de las izquierdas a los planes de las clases hegemónicas españolas y no españolas?
En síntesis de JML: «costó mucho aprender que no hay democracia sin separación de poderes y sin prensa libre, sin libertades garantizadas por leyes que deben respetarse -aunque parezcan injustas- hasta que puedan aprobarse otras». Toque, nuevo toque contra Ada Colau, que, por supuesto, también es populista. Todo el mundo menos él y la falsa socialdemocracia entregada.
El abrazo a estos ideales, concluye JML, «renunciando a la violencia revolucionaria y a la admiración por tiranos de cualquier signo, y también a proyectos inviables y contraproducentes, forma parte del mejor legado del siglo XX». ¿Proyectos inviables y contraproducentes? ¿Está hablando del socialismo, de la economía de los bienes comunes? Es decir, renunciar a todo y la sumisión total, este es el programa de la hora según JML, instalado por supuesto en puestos relevantes y bien remunerados del Régimen bipartidista, viviendo plácidamente en el mejor de los mundos posibles y dando lecciones. ¿Y si se diera una vuelta por algunos barrios obreros madrileños o barceloneses (o atenienses) pongamos por caso y tomara nota de la situación real de las gentes como historiador que es?
Me olvidaba. JML es catedrático de Historia Contemporánea, en la Complutense salvo error por mi parte. ¡Vivir para ver! ¿Por qué no leerá don Javier algunos de los textos que nos regaló aquel admirable luchador social que fue capaz de regalarnos también algunas de las teorías físicas y cosmológicas más hermosas y deslumbrantes de la historia de la Humanidad?
Nota:
[1] http://elpais.com/elpais/2015/06/17/opinion/1434563689_856390.html
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