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Contribución al debate del CPF de IU del 19 de noviembre de 2005

Sobre la difícil situación de Izquierda Unida y la urgente necesidad de construir una salida colectiva

Fuentes: Rebelión

1. Parecería que es una simple cuestión de estado de ánimo. Cualquiera que asista a una reunión de la Permanente de Izquierda Unida, pocas y con escaso contenido, se sorprendería ante un resumen final que machaconamente nos divide entre «optimistas» y «pesimistas». El análisis veraz sobre lo que nos ocurre es sustituido por cualificaciones psicológicas […]

1. Parecería que es una simple cuestión de estado de ánimo. Cualquiera que asista a una reunión de la Permanente de Izquierda Unida, pocas y con escaso contenido, se sorprendería ante un resumen final que machaconamente nos divide entre «optimistas» y «pesimistas». El análisis veraz sobre lo que nos ocurre es sustituido por cualificaciones psicológicas y la autocrítica desaparece ante un horizonte de irresponsabilidad. Nadie se responsabiliza de nada y es la vida la que se impone con sus despampanantes acontecimientos. Todo lo más, las idas y las venidas en torno a los ministerios, las visitas periódicas al jefe de gobierno y esa insuperable sensación de gobernar y de determinar.

Seguramente seremos tachados, una vez más, de pesimistas, pero seguimos pensando (y lo decimos) que la situación de Izquierda Unida es muy grave y que si no reaccionamos pronto, corremos el riesgo de desaparecer como opción política real en la sociedad española. Con la misma rotundidad expresamos nuestra convicción que IU como proyecto, organización y estrategia es hoy necesaria y diríamos algo más, imprescindible para una parte sustancial de hombres y mujeres que sin IU serían más débiles, que ya se han debilitado mucho con la postración y el declive de una fuerza política en la que pusieron esperanzas e ilusiones.

Izquierda Unida, después de fracasos electorales continuados, sigue acentuando su caída y, prácticamente corre el riesgo de desaparecer en las encuestas. A estas alturas estar por debajo del 5% y en alianza con Iniciativa por Cataluña, nos convierte en la práctica en una fuerza extraparlamentaria. Sin embargo, estos no son los peores datos: la pérdida real de afiliación, la desmoralización y la pasividad de una parte sustancial de los militantes más activos va acompañada de una degradación extremadamente perceptible de las asambleas de base que acentúa un mal que para una organización de la izquierda alternativa es fatal; a saber, la desconexión con la parte más dinámica de la sociedad, la burocratización y la dependencia excesiva de los cargos institucionales. Esto último lo decimos sin afanes excesivamente críticos: si no fuera por nuestra modesta red de cargos institucionales municipales, la presencia de IU sería mínima y estaríamos prácticamente desaparecidos.

A todo esto hay que añadir un elemento que agrava mucho la situación y que, sobre todo, dificulta las posibilidades de una salida. Nos referimos al funcionamiento democrático de la organización en general y al de los órganos dirigentes en particular. Desmoraliza mucho a nuestras gentes la sima que progresivamente se va agrandando entre lo que se dice y lo que se hace. Dirigentes que no se cansan de repetir palabras como democracia, respeto a las minorías y defensa del Estado de derecho han construido un modo de funcionamiento donde la opacidad, las prácticas autoritarias y el desprecio por las reglas estatutarias se convierten en algo permanente. Es la consagración, en una organización de izquierdas y alternativa, de un «doble estado» que hace imposible la síntesis, la creación de un consenso político básico y que arruina cualquier posibilidad de un debate franco de ideas y propuestas. Se crea mayoría orgánica basada en intereses nunca explicitados y se sumerge a la organización en una confusión permanente donde nadie sabe si somos de los nuestros y donde la fragmentación, el «sálvese quien pueda» se convierte en la práctica real de una organización que se deconstruye y que pierde aliento y sustancia social. El asunto llega hasta el ridículo cuando se habla de construir una organización amable hacia fuera, acompañada en el ámbito interno por una descalificación del otro al que se le ve como enemigo.

2. El principal problema sigue siendo el político. Aparentemente -subrayamos lo de aparentemente-, no sabemos muy bien si somos oposición o aliados preferentes de una mayoría parlamentaria en torno a Zapatero. La fórmula (oposición exigente e influyente) siempre ha ocultado más que definido una verdadera política. Exigente frente a quién y frente a qué; influyente respecto a qué política y a qué orientaciones. ¿Acaso una oposición política firme, apoyada en la opinión pública de izquierdas y en el conflicto social no influye y no consigue conquistas reales?. El problema nunca ha sido éste: la verdadera propuesta ha consistido, desde el primer momento, en configurarse como colaborador preferente del gobierno de Zapatero y desde ahí influir. Esto, con tres diputados y en alianza con una formación política como IC, parte del gobierno de Cataluña y al servicio de los intereses del mismo.

Nunca hemos defendido posiciones maximalistas y hemos partido desde el primer momento de la difícil disyuntiva que IU tenía que afrontar después de la derrota del gobierno de la derecha que coincide con el fracaso electoral de IU. Situarse bien en este nuevo ciclo político exigía elevadas dosis de realismo; es decir, una evaluación muy medida de la coyuntura que había propiciado la llegada al gobierno de Zapatero y de radicalidad político-moral para construir en ese contexto un espacio autónomo desde el proyecto que IU ha defendido y defiende. Año y medio después sabemos con mucha claridad la política que realmente hace y practica IU: somos socios preferentes del gobierno y parte de una mayoría parlamentaria que lo sostiene. En todos los temas fundamentales nos hemos alineado con Zapatero, violentando, precisamente, las cuestiones que más tienen que ver con la identidad política de IU, y cuando ha habido diferencias, éstas se han expresado de forma discreta y sin ir acompañadas de llamamientos a la movilización y campañas específicas, más allá de las ruedas de prensa. La excepción a esto pudo ser la campaña por el No a la Constitución Europea, pero la escasa -y en el mejor de los casos tardía- convicción en esa posición por parte de un amplio sector de la dirección impidió convertirla luego en palanca de apoyo para la reactivación de IU y la mejora de nuestros lazos con los sectores más activos de la izquierda social.

La paradoja puede ser solo aparente: somos parte de una mayoría parlamentaria sin un acuerdo político explícito. Una de dos: o aceptamos coherentemente ser parte del bloque mayoritario del PSOE y acordamos un programa de legislatura, o pasamos a la oposición con todas sus consecuencias. Desgraciadamente, cabe una tercera opción que, lo decimos con toda claridad, es la peor posible: tener un acuerdo implícito de gobierno y no hacerlo público porque no sería aceptado por la organización.

Esta última cuestión nos lleva a otra. La actual dirección de IU ha cambiado un aspecto sustancial de la identidad de nuestra formación política: nos referimos a la centralidad del programa a la hora de establecer alianzas. Frente a esto, la posición que una y otra vez se mantiene es muy simple: no coincidir, ni siquiera en apariencia, con la derecha. Esto deja todo el espacio de oposición exclusivamente al PP y nos encadena sistemáticamente al gobierno del PSOE, renunciando así a construir un «tercer espacio» y a ofrecer el impulso y el apoyo decidido de IU a las diversas expresiones de malestar y de protesta que desde la izquierda social y desde movimientos sociales y ciudadanos están surgiendo. Porque la «mala conciencia» de algunos sectores de IU sobre la supuesta «pinza» no hace más que reforzar la percepción opuesta de que no cabe otra política que no sea la de convertirse en una fuerza subalterna que forme parte de la mayoría gubernamental.

Aquí, como en otros momentos, la posición de quienes proponemos esta reflexión ha sido clara: oposición a la derecha (política y económica) y a las políticas neoliberales desde un proyecto y unas propuestas políticas de izquierda alternativa. Obviamente (nunca hemos defendido otra cosa), esto es perfectamente compatible con acuerdos puntuales con el gobierno del PSOE y con una oposición diferenciada de la que practica el Partido Popular. Para decirlo sin ambigüedades, dos ejemplos: desde nuestro punto de vista, nunca se debió apoyar la Ley de Defensa y, desde luego, había que oponerse a los presupuestos que se están discutiendo, ya que chocan abiertamente con nuestro proyecto y nuestras propuestas.

Una paradoja más de la política que realmente hacemos tiene que ver con una acentuación extrema del parlamentarismo en un momento de gran debilidad de nuestra representación. Con tres diputados y en alianza en un grupo con IC, nuestro centro de gravedad político y organizativo ha pasado al Parlamento, hasta el punto de que las grandes cuestiones organizativas y de intervención en la sociedad desaparecen en la práctica de nuestras prioridades -las Areas son víctimas propiciatorias de esta situación- y se convierten en algo instrumental para lo que «hacemos» en el Parlamento y en nuestras relaciones con el gobierno del PSOE. En momentos en los que la prioridad debería ser reconstruir nuestros vínculos sociales y fortalecer la organización, la idea que se transmite es que IU «no vende» y que no somos capaces de sacar partido a nuestros acuerdos con el gobierno de Zapatero. La insistencia es siempre la de que la imagen y la aparición continuada en los medios de comunicación «darán sus frutos», dejando así en un segundo plano el contenido de lo que se hace y dice, la inserción en la sociedad en un sentido transformador y la necesaria motivación de una militancia cada vez más perpleja ante una política con la que no puede identificarse y la degradación de su propia organización.

3. Como decíamos al comienzo, IU vive un momento extremadamente difícil y urge una salida colectiva desde los principios y la identidad de una izquierda alternativa. Creemos que no tenemos todo el tiempo del mundo y que debemos reaccionar con rapidez. Lo fundamental es construir un acuerdo político y una mayoría orgánica, lo más amplia posible, capaz de afrontar en positivo la situación y de aprovechar todas las energías, los recursos humanos y morales existentes en nuestra formación política. No nos resignamos al declive de IU y creemos que nuestra organización está aún en condiciones de ser el centro aglutinante de un bloque político-social alternativo.

Nuestra propuesta pasa por:

– Recuperar nuestra autonomía ante el gobierno del PSOE y pasar resueltamente a la oposición, que, como hemos dicho, no es incompatible con acuerdos puntuales con ese gobierno y con una posición diferenciada y beligerante frente al Partido Popular.

– Construir una plataforma de acción donde se concreten, en positivo, nuestras propuestas, pactándolas con los movimientos sociales e impulsando, aun sabiendo que es difícil, una agenda política distinta a la que hoy marca el gobierno. Nuestro objetivo debe ser mostrar los límites crecientes de ese gobierno a la hora de hacer frente a la ofensiva de la derecha y de responder a las necesidades de la mayoría social. Y nuestro horizonte estratégico tendría que guiarse por la aspiración a crear las condiciones para una «segunda transición» en el plano político (con el federalismo republicano, plurinacional y solidario, libremente construido, como eje fundamental) y ecológico-social (en ruptura con un neoliberalismo que sufre una crisis de legitimación social creciente y que, sin embargo, persiste en su voluntad de generalizar la precarización de nuestras vidas y de poner en riesgo el futuro del planeta) que a la vez se inserte dentro de la apuesta por otra Europa abierta y solidaria con el Sur y, en nuestro caso, a los pueblos vecinos del Mediterráneo, en lugar de construir una «Europa fortaleza».

– Situar el centro de nuestra política en las necesidades y problemas que perciben en su entorno los afiliados y afiliadas y simpatizantes de IU, desde el convencimiento de que este es un instrumento fundamental para cambiar la sociedad y para avanzar electoralmente

– Preparar sistemáticamente las elecciones municipales y autonómicas, revitalizando las asambleas de base de IU, concretando alianzas sociales y potenciando encuentros con las gentes de los pueblos, barrios y ciudades. Concretar un federalismo que también sea municipalista, mestizo y solidario y que apunte a la reapropiación de los espacios públicos, de los bienes comunes, a una seguridad social de todos y todas y a una práctica efectiva de la democracia participativa.

– Las Areas de elaboración colectiva y de acción deben configurarse como un elemento central de la recuperación político-organizativa de IU

– Restablecer, a todos los niveles, el carácter colectivo y colegiado de las direcciones.

Nuestra convicción es que IU, como proyecto y como formación política, sigue teniendo sentido. Se acaba de realizar el primer congreso del Partido de la Izquierda Europea; lo paradójico es que cuando en Europa, con muchas dificultades y con desafíos de grandes dimensiones, avanzan formulaciones que hemos venido defendiendo desde hace 15 años, aquí IU retrocede y vive en una crisis permanente. Es más, en condiciones de bipartidismo político exacerbado y con dificultades similares de la izquierda alternativa, ésta reconstruye en muy diversos países espacios de intervención, impulsa las resistencias y es capaz de conservar y ampliar su base electoral.

El movimiento feminista ha puesto el acento en la necesidad de la autoestima desde un proyecto autónomo fuerte. IU debería aprender de su experiencia: todas y cada una de las personas que la conformamos, necesitamos recuperar nuestra autoestima, no como simple propaganda sino como fortalecimiento de nuestra confianza en una organización, en una identidad política moral e intelectualmente sentida, de la cual nos sintamos parte necesaria e insustituible. Lo que se nos exige a la dirección de IU es claro y solamente hay que saber escucharlo: políticas de izquierdas, transformadoras y alternativas, centralidad del programa, democracia interna, valorización del pluralismo y dirección colectiva y colegiada.

De todos nosotros y nosotras depende.

Firman los siguientes miembros del CPF:

Magdalena Barahona (Galicia)

José Cabrero (Andalucía)

Susana López (Madrid)

Asunción Merinero (Euskadi)

Manolo Monereo (Madrid)

Pedro Montes (Madrid)

M. Dolores Nieto (Andalucía)

Jaime Pastor (Madrid)

Teresa Rodríguez-Rubio (Andalucía)

Diosdado Toledano (Catalunya)