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Sobre las mesas de convergencia ciudadana y las divergencias manifestadas

Fuentes: Rebelión

Hace un par de semanas, José Manuel Naredo escribió un artículo en Público sobre el asunto.»¿Podrá establecerse una base amplia de «mesas de convergencia ciudadana» que active la participación social en la toma de decisiones? Es lo que pretende el llamamiento y el masivo encuentro fundacional celebrado el pasado 19 de febrero en Madrid». Confundir […]

Hace un par de semanas, José Manuel Naredo escribió un artículo en Público sobre el asunto.»¿Podrá establecerse una base amplia de «mesas de convergencia ciudadana» que active la participación social en la toma de decisiones? Es lo que pretende el llamamiento y el masivo encuentro fundacional celebrado el pasado 19 de febrero en Madrid». Confundir la iniciativa «con clubes o coordinadoras de partidos y cargarla de etiquetas manidas que ahuyenten a buena parte de la ciudadanía convocada» era el peor favor que se le podía hacer. El interés de la misma pasaba, insistía Naredo, «por romper los moldes habituales de hacer política desde arriba para abrir nuevos cauces desde abajo».

Carlos Martínez puso «Los puntos sobre las íes» del llamamiento. Uno de esos puntos: «En primer lugar hay que dejar claro, que la idea inicial y el grupo impulsor lo constituimos personas, no vinculadas a ningún órgano de dirección política, más bien fuertemente vinculados a los movimientos sociales y ciudadanos». Si algo les unía, proseguía el miembro de Attac, «es el no dogmatismo y el antineoliberalismo amen de la convicción en que la ciudadanía autoorganizada es la única que puede crear un contrapoder efectivo, frente a los poderosos y a su instrumento principal, los bancos».

Una de sus tesis. Estamos luchando contra el capitalismo en estos tiempos «con propuestas, neokeinesianas, socialdemócratas, reformistas, tal es su dureza criminal». Si se habla del reparto más justo de las rentas, de justicia fiscal mediante la urgente aplicación de tasas sobre los movimientos de capital financiero, de la regulación de los mercados, de la supresión de los paraísos fiscales se está «cuestionando ya el propio capitalismo, pues de que no se apliquen estas medidas tan simples y reformistas pende la supervivencia del sistema».

Miguel Romero de Viento Sur intervino críticamente sobre la asamblea fundacional de las Mesas de Convergencia en lo que fue «Una primera composición de lugar». Uno de sus argumentos: el proyecto se presenta en condiciones políticas poco favorables. «La simpatía que despierta en amplios sectores militantes la idea de una «convergencia antineoliberal» proviene no de un impulso que venga de abajo, de un movimiento social potente (la «ciudadanía activa», en palabras de Naredo en su intervención) que presione por la unidad y clarifique sus contenidos políticos, sino de la conciencia de debilidad frente a un enemigo poderoso y a la ofensiva». Ese movimiento podría haberse creado a partir de la huelga del 29-S, sostiene Romero, «si no hubiera sido primero desactivado, y después frustrado por la negociación y firma del pacto social». El ambiente, en su opinión, está ahora «determinado por las consecuencias nefastas de ese pacto -sobre el cual, por cierto, este proyecto trata de pasar de puntillas- que no empujan hacia la unidad, sino más bien a la división y/o la pasividad».

El proyecto, prosigue Romero, no parece tomar en consideración «la amplia experiencia, positiva y negativa, de acciones e iniciativas unitarias de la izquierda social y política». Nunca se empieza de cero en estos procesos, señala. Comentando una intervención de Juan Torres López en la asamblea apunta: los problemas para converger se ubican, en su opinión, en una cuestión fundamental: «el lugar y el tratamiento de las desacuerdos y los debates en un proceso unitario, aquí y ahora. Torres dijo, y repitió, que debemos «olvidar» lo que nos separa «para siempre». Parece muy unitario, apunta Romero, «pero francamente creo que no lo es. Tampoco es realista; de hecho, en el propio acto se expresaron «diferencias y matices» -particularmente, pero no sólo, en las buenas intervenciones-mítines de Pablo Iglesias y de José Coy-, sobre temas importantes, no sobre si «el punto va arriba o debajo de la coma»». Es natural que así sea admite: «Nos enfrentamos a temas complejos, a decisiones arriesgadas, y lo sano es conocer los distintos puntos de vista y debatirlos responsablemente antes de tomar una decisión colectiva».

Días después, Carlos Taibo explicó las razones por las que no había firmado el llamamiento en un artículo titulado: «Mesas de convergencia: por qué no he firmado». Algunas de sus razones: la propuesta programática vertida en la convocatoria, sostiene, «tiene un no ocultado cariz socialdemócrata. No aspira a nada más que a reconstruir la regulación perdida y, con ella, a preservar nuestro maltrecho Estado del bienestar». En segundo lugar, prosigue, «la condición hipermoderada del diagnóstico y de la propuesta vertidos en las mesas guarda muy estrecha relación con la ausencia, en uno y en otra, de cualquier consideración, ni seria ni liviana, de la crisis ecológica». Es patético, en su opinión, «que a estas alturas los promotores de esa iniciativa sigan hablando de desarrollo sostenible». En un terreno más coyuntural, su tercer argumento, «lo que más destaca en el argumentario que se ha hecho valer para justificar la creación de las mesas es un sorprendente, y frecuentísimo, intento de exculpar a los sindicatos mayoritarios una vez certificada su conducta de las últimas semanas». Entre el catálogo de opiniones patéticas enunciadas hay una que despunta para CT: «la que sugiere que los sindicatos mayoritarios no han podido hacer más de resultas de su escasa capacidad de movilización». Por si faltara algo, Taibo recuerda que «entre los convocantes de las mesas hay personas que no han dudado en apoyar de manera franca el pensionazo». Para él resulta evidente que el hecho de semejantes personas no tengan ningún problema en sumarse a la iniciativa «dice mucho de su condición, como lo dice de la de quienes acogen a estas gentes sin mayor quebranto».

José Manuel Naredo, en comunicación personal tras una propuesta de entrevistarle sobre la iniciativa, señalaba, «porque yo no soy inventor ni promotor importante de la iniciativa de las «mesas», ni tampoco conozco muy bien el trasfondo que critican Romero y Taibo, ni puedo asegurar que vaya a tener éxito. Simplemente está implicado en la iniciativa algún amigo que confío que va de buena fe. Yo me muevo por estas cosas y, además, pienso como Leo Ferré, cuando cantaba en Thanks you Satan, «je suis pour la prise de la Bastille, même quand cela ne serve à rien»». Concluía, «bienvenida sea esa iniciativa, mejor que ninguna». Con punta crítica, siempre afablemente afilada, Naredo no dejaba de señalar alguna observación: «el llamamiento me pareció demasiado largo y enumerativo», con alguna imprecisión, con algunos deslices de lenguaje, «pero acertado en el fondo»

Armando Fernández Steinko, Jorge García Castaño, Carlos Martínez et al, promotores de la iniciativa, respondieron a la crítica de Carlos Taibo: «Sobre la iniciativa de las mesas de convergencia ciudadana. Al compañero Taibo y otros anticapitalistas de buena voluntad». Algunas de sus reflexiones centrales:

El llamamiento, señalan, no es una propuesta programática como la que pudiera proponer un partido. Se trata «de una plataforma mínima común destinada -eso es lo esencial- a agrupar a gente de un espectro social y político relativamente amplio, gente que no sólo esté verbalmente dispuesta a impugnar la salida neoliberal a la crisis, sino que además ha tomado conciencia de que esta es un asunto práctico y urgente». Los que participan en este proceso probablemente tienen ideas distintas sobre muchas cosas, pero, remarcan los autores, «hay una importante que tienen/tenemos todos en común: sabemos que la historia la hacen las mayorías sociales y por eso no nos sorprende lo que está sucediendo en el norte de África».

Prosiguen con una apreciación conceptual sobre la noción del neoliberalismo: «aquella parte de la izquierda alternativa que no se conforma con las palabras necesita operar con el material empírico de un capitalismo concreto y particular. Y este se llama justamente «neoliberalismo», el trozo de capitalismo que nos ha tocando vivir a nosotros… la palabra neoliberalismo explica muy bien la involución social que se consiguió imponer en todo el mundo por medio de la financiarización y la desregulación de la economía». Al hacer alusión a una realidad empírica, concluyen en su primer punto, «el término neoliberalismo da nombre a algo transformable en la realidad mientras que el término «capitalismo-en-general» sólo alude a un concepto que sólo subsiste en el ambiente amable de los ciclópeos debates teóricos y de las kilométricas escaramuzas nominalistas».

El argumento del contenido excesivamente «socialdemócrata» del llamamiento, comentan en el segundo punto de su respuesta, se deriva de una vieja cuestión, la misma «que surge una y otra vez en los ambientes de la izquierda alternativa cuando esta debate la relación entre lucha contra el neoliberalismo y anticapitalismo y que tiene que ver con la vieja relación entre reformismo y rupturismo». Después de una muy discutible distinción entre el capitalismo entendido como una cosa (sic) lógico-conceptual, como «capitalismo-en-general» y el capitalismo entendido como «una realidad en la que se van creando las condiciones para una sociedad más justa y sostenible», coligen: «Por tanto, no se trata de denostar a la socialdemocracia en extinción, sino todo lo contrario, se trata de resucitar sus semillas aprovechables de la misma forma que hay que resucitar todas las semillas sembradas por los proyectos emancipatorios a lo largo de la historia, y también de desechar las inservibles». El sectarismo, añaden innecesariamente, formaría parte del segundo lote. No concretan, no es el momento tal vez, las semillas aprovechables -no afirmo aquí inexistencias- de la tradición socialdemócrata.

Se trata,, señalan en su tercer punto, «de optar individualmente entre dos posicionamientos: o bien por ver las cosas desde el ángulo lógico-teórico o de hacerlo desde una visión histórico-práctica, de ver hacinamientos, desempleo, falta de crédito para las PYMES, destrucción ambiental y necesidad de empoderamiento de la ciudadanía antes que definiciones y conceptos». La distinción, que parece perseguir características de disyunción excluyente, no parece muy conseguida. ¿No es posible conciliar ambas aproximaciones en una mirada, digamos, praxeológica? La afirmación complementaria -«Lo que reivindica este movimiento ciudadano no es la política de la lógica, sino la política de la historia, no la vida de las palabras sino la vida de esas personas que viven, aman, sufren y trabajan en el Estado español hacia principios del año 2011»- abona el mismo sendero, poco afinado en mi opinión.

El tema sindical es presentado así por los autores. No hay en el llamamiento nada «que exculpe a los sindicatos y su posicionamiento en el tema de las pensiones, es claro y contundente en este asunto sin por ello tener que entrar a valorar el acuerdo firmado por los sindicatos». No lo hace, en primer lugar, «porque el movimiento sindical… es una parte sustancial de la izquierda de este país, movimiento amplio y complejo que no se debe reducir en ningún caso a un acuerdo firmado por sus direcciones en un momento determinado», en segundo lugar, con optimismo de alta y, en mi opinión, ingenua tensión, porque antes de firmar el acuerdo «los sindicatos se habían sumado a esta iniciativa y no se puede descartar que acaben haciéndolo reconociendo implícita- o explícitamente el error cometido con la firma del acuerdo», y, en tercer lugar, «porque sólo es posible impugnar el neoliberalismo sumando actores, sólo es posible sumar actores llegando a acuerdos parciales y sólo es posible llegar a acuerdos parciales si entiendes que la otra parte no es un enemigo esencial y definitivo de tu propia causa sino que, a pesar de las diferencias, sigue habiendo cosas importantes que te unen a ella»

En el último punto, los autores piden a «Carlos, y a todas las personas como ellas que abracen la causa de la justicia, la solidaridad y la sostenibilidad, respecto para con aquellos que estamos intentando cambiar el mundo con todas nuestras insuficiencias». Admiten, en todo caso, que la «crítica de Taibo es de agradecer, nos obliga a pensar, a posicionarnos y a definir zonas aún pocos elaboradas de nuestro proyecto que son seguramente muchas y por eso le invitamos a que sea nuestro cómplice desde la distancia que él tenga a bien». En el principio, concluyen, no está el «verbo» anticapitalista (Génesis), sino la acción antineoliberal (Goethe, Marx)

Carlo Frabetti, con la agudeza a la que nos tiene acostumbrados, ha intervenido en la discusión. «La verdadera convergencia» es el título de su aportación. El tono sarcástico que usa en su aportación en algunos momentos no sé si ayuda a acercar posiciones y a disolver malentendidos y pseudoproblemas. Un ejemplo de una senda y un tono que no sé si es necesario cultivar: «Tienen razón Fernández, García, Martínez et al. (los firmantes de Al compañero Taibo…): el capitalismo-en-general, como la cosa-en-sí kantiana, es algo incognoscible e intangible, así que tendremos que conformarnos con combatir el capitalismo-en-particular, ese que nos machaca aquí-y-ahora y que, para simplificar, podemos denominar capitalismo a secas. Gracias, compañeros Fernández, García, Martínez et al. por apartarnos del amable pero engañoso ambiente de los ciclópeos debates teóricos y de las kilométricas escaramuzas nominalistas».

No es el único. Y con algún desliz impropio de un intelectual de su altura. Este por ejemplo: «[…] algunos anticapitalistas de buena voluntad pero ingenuos, como Taibo y yo, nos empeñamos en reivindicar la lógica (es decir, la razón), la teoría (es decir, la reflexión) y la palabra (es decir, la comunicación)…» No sé qué uso hace aquí CF del término «teoría» pero, sea cual sea, la identificación de lógica y razón no es una evidencia del tipo: el siguiente de n es distinto de n. La racionalidad no es sólo logicidad como es evidente.

La posición política de Frabetti queda reflejada en el siguiente paso: «Y en la actualidad se está produciendo una convergencia real que preocupa muy seriamente a los poderes establecidos y que explica, entre otras cosas, la apresurada creación de estas mesas sucedáneas. Es la convergencia de las izquierdas independentistas y las de ámbito estatal, cuyo vigor puso en evidencia la coalición Iniciativa Internacionalista y que ahora se manifiesta en el amplio apoyo de las fuerzas anticapitalistas a Sortu y al proyecto político de la izquierda abertzale». El optimismo del pensamiento desiderativo de CF es loable pero la relación causal que parece establecer entre la preocupación de los poderes establecidos (gobierno, banca, multinacionales, imperio, etc) y la creación de «estas meses sucedáneas» no parece probada. Incluso, siendo un pelín quisquillosos, puede acercase al ámbito del despropósito y del abono de las falsas divergencias.

La guinda del pastel: «La grotesca y variopinta reacción del poder, que va desde la represión más brutal hasta las más burdas farsas refundacionales, pasando por la más vergonzosa manipulación de las instancias jurídicas, da la medida de su preocupación», totalmente justificada concluye. Es decir, en opinión de CF, la manipulación de las instancias jurídicas, realmente existente sin duda; la represión más brutal, no menos activa, y lo que él llama «bardas farsas refundacionales» están ubicadas en el mismo arco político, acaso en posiciones no del todo uniformes, de la reacción del poder». Vivir para ver y leer.

La cuestión que se debate, si no ando muy errado, viene a ser más o menos la siguiente: ¿es posible reunir en mesas de intervención político-cultural a ciudadanos y colectivos de orientaciones no siempre próximas pensando todo ello desde una perspectiva política de base y no desde una política de vértices, instituciones y aparatos políticos fuertemente consolidados? ¿Pueden trabajar y combatir juntos socialdemócratas tradicionales que no han claudicado, socialdemócratas menos tradicionales, activistas de Izquierda Unida y grupos afines -y no tan afines: Equo, ICV, por ejemplo-, fuerzas independentistas socialistas y/o comunistas, colectivos, intelectuales y partidos netamente anticapitalistas, sindicatos alternativos, sindicatos mucho menos alternativos con historial nada envidiable en ocasiones, ecologismos varios con aristas sociales no ocultadas, organizaciones feministas de diversa orientación, grupos cooperativistas, etc? Parece una tarea imposible. La cuadratura del círculo por ejemplo.

No será fácil encontrar un terreno común, no es pan comido superar divergencias sustantivas, no es imposible que las mesas de convergencia sean nuevamente un proyecto abandonado que languidezca lentamente, pero, en mi opinión, la necesidad de su constitución y acción es evidente para todos y para todas. Somos muy poca cosa, nuestras ideas -que en absoluto con equiparables a conjuntos vacíos- apenas cuentan en el espacio público y llegan con mucha dificultad a ciudadanos interesados, y la contrarrevolución neoliberal capitalista en la que estamos inmersos hace imprescindible la unidad, en el disenso, de todas las fuerzas que quieran oponerse a este mundo grande y terrible al que quieren abocarnos. Sin sectarismos, sin identificar radicalidad con extravíos políticos (Marx ya nos enseñó sobre el uso del término «radical»), intentando integrar nuevos ciudadanos y colectivos, politizando, en el sentido noble del término, jóvenes trabajadores/as con alto grado de indignación y con ganas de hacer. Y, sobre todo, intentando confluir prácticamente en los numerosos puntos de acuerdo, discutiendo fraternalmente sobre desacuerdos (que pueden convertirse en futuros acuerdos), y sin olvidar que los significados de las palabras, como nos enseñara Lewis Carroll, suelen tener dueños interesados y dependencias históricas que no son neutrales.

Nota:

[1] http://blogs.publico.es/delconsejoeditorial/1218/economista-y-estadistico-2/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.