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Respuesta a Joan B. Culla

Sobre los muertos de la Anti-España (incluidos los de la Cataluña republicana)

Fuentes: Rebelión

El historiador Joan B. Culla publicó el pasado viernes en El País -Cataluña [1] un artículo en el que criticaba un escrito del profesor Francisco Morente, crítico a su vez de u na nota anterior de Culla sobre la guerra civil y Cataluña. Nadie mejor que el también historiador de la UAB para responder a […]

El historiador Joan B. Culla publicó el pasado viernes en El País -Cataluña [1] un artículo en el que criticaba un escrito del profesor Francisco Morente, crítico a su vez de u na nota anterior de Culla sobre la guerra civil y Cataluña. Nadie mejor que el también historiador de la UAB para responder a esta última crítica de Culla. Por mi parte, m e limito a tres observaciones:

1. Pues bien, escribe Culla, «insisto (y lo hago sin mensajes implícitos, ni subtextos): los militares golpistas del verano de 1936 (ellos, no ‘España’) libraron su guerra ‘de Liberación’ contra la especificidad catalana», contra sus múltiples expresiones y matices: «el catalanismo ‘fenicio’ y ‘plutocrático’ (los miembros de la Lliga ralliés a Franco tuvieron mucho que expiar, y nunca dejaron de ser sospechosos), el ‘separatismo’ de Esquerra, el revolucionarismo de libertarios y comunistas -que, durante la guerra, habían rivalizado a tiros-, etcétera». En el Camp o de la Bota, recuerda Culla, «cayeron, indistintamente, castellanohablantes y catalanohablantes, miembros de la CNT y del PSUC, nacionalistas de Esquerra y gente cuya única patria era la humanidad. Pero, para el franquismo, todos eran enemigos, todos habían surgido de aquella Cataluña dotada de una personalidad específica y, por consiguiente, todos representaban ‘la Anti-España’. Junto con los ‘rojos’ del resto del Estado, claro». Dejando aparte la curiosa referencia (un pelín exculpatoria) a la Lliga y el comentario, innecesario en mi opinión, a las rivalidades entre el PSUC y la CNT, los asesinados en el Camp de la Bota no cayeron, sino que fueron fusilados por el fascismo. No hay diferencias con Culla en este nudo. Pero, eso sí, conviene señalar que muchos de los asesinados, mi abuelo entre ellos, unos 1.800 en total hasta 1953, no lo fueron por ser catalanes o por «haber surgido de aquella Cataluña con personalidad específica» sino, en su caso y a no ser que consideremos que toda colectividad humana tiene su personalidad específica, por ser militante de la CNT, por ser miembro de una organización anarcosindicalista que, como es sabido, no fue secesionista ni nacionalista. Por ser parte, como señala el propio Culla, de la Anti-España. De hecho, también como él mismo indica, la Cataluña republicana formaba parte de la España republicana, de la anti-España, y esta España democrática, popular y republicana, todo ella, fue el objetivo a destruir por parte del fascismo. Eso no quita, por supuesto, que el triunfo del fascismo también supusiera un ataque infame y despiadado a la lengua y la cultura catalana, como ocurrió en el caso de Euskadi y Galicia o de otras comunidades españolas.

2. La referencia posterior de Culla al discurso de Franco de 1944 desmiente en mi opinión su observación anterior. Su reflexión: «No sé si el profesor Morente conoce aquella frase de un discurso de Franco de 1944 en la que habla de la conveniencia de descongestionar las grandes y peligrosas concentraciones industriales de Barcelona y Vizcaya». Aunque tal idea no llegara a ejecutarse, prosigue Culla, «resulta sintomática de la actitud profunda del régimen con respecto a los dos territorios, Cataluña y el País Vasco, que presentaban sendas identidades específicas percibidas como antagónicas respecto a la idea y el proyecto de España que la dictadura encarnaba». Como es evidente, la actitud del Régimen fascista en este punto no tiene nada que ver con las sendas identidades específicas que el historiador de la UAB indica sino con la propia arista señalada por el dictador golpista: las concentraciones industriales, la clase obrera que, en aquellos momentos, se ubicaba fundamentalmente, aunque no únicamente, en Barcelona y en Vizcaya. No hay ninguna duda de que el fascismo español (sin exclusiones en este caso), fue un Régimen político fuertemente anti-obrero y antipopular que arremetió salvajamente, torturas y asesinados incluidos, contra el conjunto de la clase obrera española (con el apoyo entusiasta de las burguesías respectivas) y no porque «las concentraciones industriales» de Cataluña y País Vasco representaran identidades específicas antagónicas al Régimen franquista. Culla parece querer transformar aquí lo que fue una guerra y un Régimen contra la clase obrera (además de muchas otras cosas) en un Régimen contra las naciones o nacionalidades españolas.

3. Todo ello no obsta, señala Culla, para «que existieran catalanes franquistas, y catalanes beneficiarios del franquismo, y catalanes acomodados al franquismo». De acuerdo en este punto, desde luego, un punto no siempre aceptado por parte de algunos intelectuales orgánicos del Régimen secesionista catalán. Ahora bien, prosigue Culla, «equiparar ese franquismo catalán por asentimiento o inhibición con la actitud de ‘muchos alemanes’ respecto de Hitler me parece una barbaridad en términos histórico y una insidia en términos morales». ¿Por qué? Porque «a Hitler le votaron libremente, a lo largo de una década, millones de alemanes, hasta auparlo al poder por la vía constitucional». Culla no lo indica, no hay error aquí, pero hay que recordar que el partido nazi no ganó nunca las elecciones por mayoría absoluta y que si Hitler llegó a ser canciller germano (más tarde líder y canciller imperial) por una decisión, en absoluta inocente, del presidente alemán, Paul von Hindenburg, y de los intereses y colectivos que representaba. Por lo demás, no está en absoluto claro que la ciudadanía alemana pudiera votar libremente a lo largo de la década que señala Culla.

4. Finalmente comenta Culla que a Franco «nunca le votó libremente nadie, y desde luego no ‘centenares de miles de catalanes’. Amoldarse y aprovechar el resultado de una guerra civil no es lo mismo que ayudar al fascismo a ganar unas elecciones». Pero no fue eso sólo, no fue solo amoldarse y aprovecharse del resultado de una guerra civil, sino. como él mismo ha señalado en otras ocasiones, ayudar y formar parte del complejo militar y civil fascista que atentó contra la República democrática de todos los trabajadores, una República que había renunciado a la guerra como instrumento de política exterior.

Nota:

1) http://ccaa.elpais.com/ccaa/2016/09/08/catalunya/1473357921_004691.html

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.