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Sobre los trabajadores y el voto a la derecha

Fuentes: Rebelión

Mi amigo Salvador López Arnal hace un análisis muy lúcido de la certera pregunta que hizo Miguel Riera hace unos meses, en la revista El Viejo Topo, a unos cuantos representantes de la izquierda española sobre porqué la clase obrera votaba a la derecha en España [ ¿Por qué sectores de las clases trabajadoras votan […]

Mi amigo Salvador López Arnal hace un análisis muy lúcido de la certera pregunta que hizo Miguel Riera hace unos meses, en la revista El Viejo Topo, a unos cuantos representantes de la izquierda española sobre porqué la clase obrera votaba a la derecha en España [ ¿Por qué sectores de las clases trabajadoras votan a la derecha política en España?]. Pero hay dos cuestiones que pienso que vale la pena añadir:

La primera tiene que ver con que en España tenemos una cuestión nacional que genera identificaciones fuertes . Una gran mayoría de los obreros llegados de otras zonas a Cataluña y al País Vasco, por ejemplo, se sienten españoles y, a falta de otras diferencias, prefieren votar a quien considera que en este sentido les representan, que es en algunas comunidades el PSOE y el PP y en otras únicamente éste último. También algunos obreros, que son una minoría en estas comunidades, se sienten básicamente vascos o catalanes y pueden votar por esta razón al PNV o a CDC. Independientemente de la justicia de algunas reivindicaciones lingüísticas o autonómicas ( que desde la izquierda creo que hemos de enmarcar en la reivindicación de una república federal contra el Reino de España) me parece que las discusiones centradas en el tema de la nación sirven para dividir a los trabajadores. Esta crítica va tanto contra el nacionalismo españolista, que es el más agresivo, como contra los nacionalismos periféricos.

El segundo tema es la inmigración. Los obreros no entienden discursos políticamente correctos como los que dicen que los inmigrantes benefician a todos porque pagan Seguridad Social, nos ofrecen diversidad cultural y aumentan la natalidad. La percepción que tienen a nivel cotidiano son los conflictos producidos por la convivencia, la falta de plazas escolares ocupadas por inmigrantes, la masificación de la Seguridad Social por su presencia o la competencia para conseguir un puesto de trabajo.. Y no tienen los beneficios de los empresarios ( más mano de obra para elegir) ni de las clases medias ( una buena oferta de trabajadores domésticos al uso).. Esto quiere decir que para no crear divisiones la cuestión tiene que plantearse no en términos de intereses sino de lucha de clases. Es decir, que hay que volver a ir construyendo una cultura socialista frente a la ideología capitalista. Es difícil y casi no hay medios pero es la única alternativa. Hasta que no entendamos que todos somos trabajadores y que el enemigo es el la lógica del capitalismo y sus agentes no eliminaremos estas divisiones. El discurso políticamente correcto de la tolerancia no sirve porque es puramente superficial y creado por y para ocultar los antagonismos reales del sistema. Aquí hay que evitar también la mala conciencia con respecto a los inmigrantes porque ellos también han de crear las condiciones para esta alianza y responsabilizarle de ella. Mientras no consigamos esta alianza real ( en los planteamientos y en la práctica) los trabajadores prefieren a partidos duros con la inmigración ( por lo menos hasta ahora porque el discurso de Corbacho se sitúa, evidentemente, en esta línea justo porque su origen obrero le ha dado olfato para entender esta cuestión). Sólo hay que mirar a Francia para entender lo que nos puede pasar. Pero no nos engañemos : el populismo de extrema derecha se convierte en portavoz de lo que piensan o sienten muchos trabajadores. La izquierda/derecha políticamente correcta niega los problemas en lugar de enfocarlos desde la perspectiva de otros conflictos y luchas, que son los de clase. Y aquí hay otra cuestión : muchos trabajadores piensan que la pseudoizquierda no se enfrenta a los empresarios pero los asusta y que esto sólo les provoca peligros graves y pocos beneficios.

La cuestión de fondo es que no hay partidos de trabajadores que tengan una función integradora. Sólo hay partidos burocráticos cuyos dirigentes, como dice Salvador, poco se diferencian entre sí en forma de vida y forma de hacer políticas. Hay muy pocas excepciones, incluso en la izquierda ( en la que no incluyo, por supuesto, al PSOE). .

El discurso políticamente correcto de la izquierda liberal no convence a los trabajadores porque saben que nos es verdadero. Ni tampoco la verdad ética política de lo que hay que hacer para transformar este mundo entra en este discurso políticamente correcto. Sólo hay que estar en Cataluña para comprobar el discurso de Iniciativa/Verds y ver como sus resultados electorales se apoyan en la pequeña burguesía ilustrada. Lo que antes era un partido obrero, el PSUC, que hizo un buen trabajo para integrar a obreros inmigrantes en la defensa de derechos lingüísticos y políticos de Cataluña ha quedado en un partido ajeno a la clase trabajadora de Cataluña. En realidad no quedan partidos de trabajadores porque todos los partidos son estructuras burocráticas que están desvinculados de la realidad social en la que viven aunque algunas organizaciones de izquierda, por supuesto, cuenten con militantes que participen en sus luchas.

Tenemos, desgraciadamente, un buen caldo de cultivo para el populismo de derechas mientras no seamos capaces de generar un discurso y una práctica más verídica que el

políticamente correcto común a la izquierda y la derecha liberal que lo único que hace es ocultar los antagonismos reales. Y mientras los políticos de izquierda no ofrezcan un estilo diferente de los de la derecha, tanto en su forma de gobernar como en su forma de vivir.

Ciertamente, Salvador, aunque el panorama sea desolador sólo podemos, como dices, predicar con el ejemplo de una vida más digna que la que nos ofrece el nihilismo tecnológico de la sociedad de consumo e ir construyendo una cultura realmente socialista . También luchar por reivindicaciones concretas a las que deberíamos dar la dimensión universal de quién pide algo justo, para que no aparezcan como puramente corporativas. Y tampoco descarto una guerra de posiciones en las instituciones sin dejarse fagocitar por ellas. Que no es poco.

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