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Stop de Euskal Herria al sionismo, ¡no a Noa!

Fuentes: Gara

La cuestión no era preguntarse si los jugadores de rugby sudáfricanos eran majos o no, sino preguntarse qué representaban. Cuando ahora pedimos boicotear a Noa, pedimos boicotear a Israel Estos días escuchamos sin cesar el llamamiento de boicot contra China, entendido como una manera de hacer frente a la opresión que ejerce sobre el pueblo […]

La cuestión no era preguntarse si los jugadores de rugby sudáfricanos eran majos o no, sino preguntarse qué representaban. Cuando ahora pedimos boicotear a Noa, pedimos boicotear a Israel

Estos días escuchamos sin cesar el llamamiento de boicot contra China, entendido como una manera de hacer frente a la opresión que ejerce sobre el pueblo del Tíbet. Incluso hay quien ha propuesto boicotear las Olimpiadas que se preparan para Pekín. No sería una cosa tan extraña, puesto que sin ir más lejos durante la guerra fría también se boicotearon las Olimpiadas de Moscú (1980) y Los Angeles (1984).

Sin salir del ámbito deportivo no podemos dejar sin mencionar la campaña de boicot más efectiva que se haya realizado hasta el día de hoy: la que se practicó contra la política de apartheid con la que el Estado de Sudáfrica oprimía a la población negra. Incluso el deporte rey en Sudáfrica, el rugby, «sufrió» el boicot.

Por poner un ejemplo, en 1981 los Springboks, la selección de rugby de Sudáfrica, no podían salir de Sudáfrica a ninguna parte en el mundo por el boicot que imperaba en todos los países. Sólo Nueva Zelanda admitió su visita. Sin embargo, la última vez que acudieron a jugar a aquel país durante la época del apartheid tuvieron que ir en avión privado, ya que las azafatas de las compañías «públicas» les hicieron boicot. Al llegar a Nueva Zelanda las protestas no se hicieron esperar y hubo incidentes, manifestaciones y enfrentamientos con la policía en todos los partidos de la gira. Debido a la magnitud de la protesta el último partido de la gira fue suspendido.

El Gobierno de Sudáfrica ofrecía ingentes cantidades de dinero para atraer conciertos o acontecimientos deportivos a Sudáfrica, y también para que sus representantes de diferentes ámbitos salieran de Sudáfrica al mundo. El objetivo era claro: querían dar apariencia de «normalidad».

Aquella campaña de boicot buscaba el fin de la política de apartheid, aislar al Estado sudafricano y ayudar así a las personas que siendo mayoría absoluta vivían sin derecho alguno en su propio país. Y fue efectiva.

El Estado de Israel se basa en la opresión del pueblo palestino, desde que nació y hasta el día de hoy. De hecho, ese es el fundamento de la ideología sionista: «una tierra sin gente, para una gente sin tierra». El problema para el cumplimiento de este lema eran y son los y las palestinas. Y por eso Israel los tenía y los tiene que hacer desaparecer. Por eso ha causado 4 millones de refugiados, 12.000 presos políticos, el muro de la vergüenza, asesinatos masivos, arrancamiento de olivos, cortes de agua y de electricidad… El Estado sionista llevará adelante el genocidio hasta su fin, cada día de manera más terrible.

La única arma de Palestina es la resistencia y la supervivencia, que como la presa sueña con su libertad y lucha por su sueño. La lucha es desequilibrada, claro, pero ha logrado que Palestina no halla desaparecido por completo. La dignidad y perseverancia de las y los palestinos parecen infinitas.

Por otra parte, para que Israel pueda ejecutar este genocidio ante el mundo, invierte dinerales para dar sensación de normalidad en todos los ámbitos: deporte, cultura, ciencia, enseñanza… De la misma manera que lo hacía Sudáfrica, atraen a artistas, deportistas, músicos y turistas a Israel. Y, de vuelta, mediante sus representantes deportivos, culturales o musicales dan apariencia de estado y sociedad normal.

El pueblo palestino ofrece su dignidad, perseverancia y su vida para no desaparecer como pueblo y lo único que nos piden, lo único que más de 170 organizaciones y asociaciones palestinas nos piden, es boicotear al Estado de Israel: boicot político, económico, cultural, académico, deportivo…

La cuestión no era preguntarse si los jugadores de rugby sudáfricanos eran majos o no, sino preguntarse qué representaban. Cuando ahora pedimos boicotear a Noa, pedimos boicotear a Israel. Pedimos que el Ayuntamiento de Tolosa no vuelva a invitar representantes israelíes, pedimos que las y los amantes de la música no seamos cómplices, pedimos que las y los ciudadanos vascos nos movilicemos por los derechos de Palestina y en contra del Estado sionista de Israel.

Y, claro, a Noa le pedimos que luche contra el aniquilamiento del pueblo palestino y que deje de ser embajadora cultural del Estado de Israel.

Por todo ello, porque Euskal Herria debe decir stop al sionismo, decimos no al concierto de la cantante israelí Noa en el teatro Leidor de Tolosa el día 11 de este mes.

El autor es miembro de Askapena