Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos.
Hani Amer es un hombre de 59 años de edad padre de cuatro hijos y dos hijas, cuya familia está profundamente arraigada en Kafr Qasim, situado en el lado occidental del Muro de Anexión que separa Palestina de Israel. Cuando en el año 1948 Israel declaró Kafr Qasim tierra del Estado toda la familia Amer fue expulsada, perdió su tierra y se trasladó a Mas’ha, que pertenece al gobernorado de Salfit y está situado en la parte este del Muro. «La catástrofe de mi familia empezó ya en 1948 y no solo con la construcción del Muro en 2003. El Muro es el último problema, no el primero», insiste Hani Amer mientras empieza a contar su historia.
La casa en la que vive actualmente Hani Amer con su familia la construyó el propio Hani a principios de la década de 1970. Entonces no había colonias en la zona y el sueño de Hani era construir una casa en su propia tierra donde pudiera crear una familia y proporcionarle una buena vida. Solo tres años después de que su familia se mudara a la casa Israel reclamó la zona cercana a la tierra de Hani por motivos de seguridad y poco a poco empezó a construir una colonia ilegal. A pesar del hecho de que las colonias constituyen una violación del derecho internacional, desde finales de la década de 1960 Israel ha reclamado tierra palestina con el pretexto de su uso militar y de razones de seguridad aunque ha terminado por trasladar ciudadanos israelíes a esas tierras y las ha convertido en colonias.
A pesar de que la familia Amer tuvo una vida bastante tranquila hasta 2003, la situación empezó a cambiar significativamente con la construcción del Muro de Anexión en 2003. «Los israelíes me dijeron que podía elegir: o bien se construía el Muro exactamente donde estaba mi casa y yo me tendría que trasladar al otro lado del Muro o ellos convertirían mi vida en un infierno y nosotros sufriríamos», relata Hani. Como no quería abandonar la casa, la familia Amer decidió quedarse y desde entonces ha pagado un precio muy alto por esta decisión. Construyeron el Muro justo enfrente de la casa de Hani, lo que redujo drásticamente su tierra, y la parte trasera de la casa da a la colonia israelí de Elkana. De este modo la tierra de Hani fue añadida físicamente a la colonia, a pesar de estar separada de ella por una amplia valla de alambre, lo que crea un caso único de sufrimiento. Las fuerzas de ocupación israelíes no solo trataron de echar a la familia de su casa sino que los residentes israelíes de Elkana hicieron cuanto pudieron para hacer que la vida de sus vecinos palestinos fuera todo lo desgraciada posible. «Entre 2003 y 2010 apenas dormí y permanecí despierto la mayoría de las noches para estar preparado para cuando nos atacaran los colonos. Con frecuencia atacaron nuestra casa y a mi familia, aparecieron en el jardín y nos tiraron piedras, nos gritaron y nos acosaron», explica Hani.
El continuo acoso ha tenido un grave impacto sobre la vida de la familia. Más de una vez los soldados israelíes irrumpieron en la casa de Hani en medio de la noche para hacer una «inspección», despertaron a toda la familia gritando por altavoces y sacaron a los seis niños de sus camas a punta de pistola. «Mi hijo pequeño, Shaddat, tenía tres años cuando se construyó la casa. Los abusos regulares de los colonos unidos a las irrupciones de los soldados han tenido graves consecuencias psicológicas para él. Dejó la escuela a los 8 años porque no se podía concentrar y era agresivo con los profesores», explica Hani al relatar el impacto de la ocupación en su familia. Uno de los peores incidentes que recuerda el padre fue cuando Shaddat tenía tres años y logró deslizarse bajo el Muro y pasar a la colonia israelí, y los soldados se negaron a devolver al niño a la familia. «Temíamos que los israelíes secuestraran y nos lo quitaran», reitera Hani. Cuando Hani volvió del trabajo por la noche unos palestinos que trabajaban en la colonia y que se habían hecho cargo del niño devolvieron a Shaddat a su familia. Tras el incidente los soldados israelíes echaron al culpa a Hani por dejar a su hijo solo. «Me pareció que los soldados me estaban provocando, estaba muy enfadado y triste, y les pregunté porqué no tenían un sentimiento de humanidad o de moralidad», recuerda Hani.
Por otra parte, la colonia y el Muro de Anexión tuvieron graves consecuencias sociales y económicas para la familia Amer, ya que ambas cosas no solo la separaron físicamente de la ciudad de Mas’ha, sino que acabaron con los negocios palestinos ubicados en la carretera principal entre Kafr Qasim, Mas’ha y Qalqilya. «Antes de la construcción del Muro la calle pública que nos unía con Kafr Qasim y Qalqilya estaba repleta de comercios, que fueron obligados a cerrar. Los israelíes nos aislaron completamente», insiste Hani. Además, la colonia separó a Hani de sus tierras de cultivo, situadas al oeste de esta. Tras las presiones de la ONU y de varios grupos de derechos humanos los soldados israelíes accedieron a abrir la puerta de acceso a la colonia a las 7 de la mañana y a las 3 de la tarde para que Hani pudiera tomar la carretera de la colonia que lleva a sus tierras tras una caminata de 5 minutos. Sin embargo, muchas veces Hani se veía obligado a esperar durante horas tras la puerta cerrada antes de que la abrieran cuando se les antojaba. «Siempre que finalmente me dejaban pasar, los niños de la colonia me tiraban basura y me gritaban consignas racistas, así que dejé de pasar andando por la carretera de la colonia. Prefiero conducir una hora a través de los pueblos para llegar a mis tierras antes que sufrir a diario ese acoso», afirma Hani.
Hani no solo estaba separa de sus tierras de cultivo sino que al principio la familia ni siquiera tenía llave de la puerta que llevaba a su casa ni estaba autorizada a recibir huéspedes, excepto los miembros de la familia. Tras las presiones de varias organizaciones de derechos humanos recibieron la llave, pero los soldados eran quienes decidían quién podía entrar y quién no. La familia Amer no obedecía esta orden israelí y siempre que recibían amigos en casa, los soldados podían irrumpir, interrogar a los invitados y expulsarlos. Cuando un grupo de activistas internacionales y de trabajadores de derechos humanos visitó a Hani en 2010 los soldados israelíes deportaron a los invitados y confiscaron la llave que la familia tenía de la puerta como castigo. Cuando los invitados informaron a sus embajadas se suscitó la atención internacional y las embajadas presionaron al ministro israelí de Exteriores. A consecuencia de ello un representante israelí visitó a la familia junto con el Director Ejecutivo de la UNRWA [la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos] para negociar con la familia las condiciones de las visitas. «Les dije que tenían que elegir entre dejarme vivir como un ser humano con todos mis derechos o llevarme a la cárcel hasta que muriera. No clasificaré a las personas que me visitan», afirma Hani mientras cuenta cómo ganó esta batalla y logró que le devolvieran la llave. Desde 2010 la familia puede recibir a quien quiera y el acoso ha disminuido. Pero hasta hoy en día la familia Amer vive con un miedo constante. «Los soldados y los colonos nos dijeron que mientras vivamos en la casa nos consideran enemigos. Me siento amenazado y en peligro todo el tiempo, pero este es mi hogar así que seguiré centrado en cómo podemos permanecer aquí», insiste Hani.
En 2004 el Tribunal Internacional de Justicia consideró ilegal la construcción del Muro de Anexión dentro de Cisjordania y pidió que fuera desmantelado y se pagaran indemnizaciones a las personas afectadas por él. A pesar de ello Israel siguió construyendo el Muro y se calcula que una vez completado tendrá una extensión el doble de larga que la Línea Verde y un 85 % del Muro estará en tierra palestina. Israel utiliza el Muro de Anexión para ocupar aún más tierra palestina, particularmente en Jerusalén Oriental y en la Zona C de Cisjordania, dividiendo familias, separando a las personas de sus lugares de trabajo y de sus tierras, y, en última instancia, creando hechos consumados para que sea imposible crear un Estado palestino dentro de sus fronteras.
Fuente: https://pchrgaza.org/en/?p=9022
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