Recomiendo:
0

Táctica y plataforma política

Fuentes: Rebelión

La dominación que padecemos se asienta en tácticas inteligentes y sutiles por parte del poder. Desgraciadamente, los contestatarios entramos en ese juego con demasiada facilidad, haciendo exactamente lo que ellos quieren que hagamos. El ciclo es más o menos así: cuando privatiza, gobierna y recorta el PSOE nos vemos impotentes para romper el bipartidismo, nuestras […]


La dominación que padecemos se asienta en tácticas inteligentes y sutiles por parte del poder. Desgraciadamente, los contestatarios entramos en ese juego con demasiada facilidad, haciendo exactamente lo que ellos quieren que hagamos.

El ciclo es más o menos así: cuando privatiza, gobierna y recorta el PSOE nos vemos impotentes para romper el bipartidismo, nuestras movilizaciones son minoritarias, además de silenciadas mediáticamente, y no logramos impedir que, en las siguientes elecciones, el pueblo vote masivamente al PP. Pero entonces, con el PP en el gobierno, el PSOE comienza a infiltrar todas nuestras movilizaciones, que dejan de ser minoritarias a costa de perder su esencia y su contenido, pasando a una inofensiva y vacía denuncia en contra de «la derecha».

Por supuesto, si, en cambio, denuncias que algunos de quienes ahora toman protagonismo eran precisamente los mismos recortaban o aplaudían en la legislatura anterior, entonces eres un «sectario» o «radical» que no ha comprendido la táctica aglutinadora del movimiento.

Sin embargo, finalmente esta táctica resulta ser siempre un absoluto fracaso, ya que, aun siendo grandotas, las manifestaciones no logran parar absolutamente nada y, para colmo, permiten al PSOE lavar su imagen y volver de nuevo al gobierno, desde donde seguirá privatizando, recortando y haciendo lo mismo que hacía el PP.

Llevamos 35 años en esta desesperante rueda de ratón y, por lo visto, nadie entre nuestras filas quiere probar una táctica nueva: romper este ciclo, aunque sólo sea para ver qué ocurre. Mejor seguir como hasta ahora, a ver si milagrosamente se nos aparece la virgen y hace la revolución por nosotros.

Todo parece encomendarse al idealizado objetivo de incrementar el número de gente que tenemos a nuestro alrededor en manis pacíficas que tal vez algún día podamos contarles a nuestros nietos (aunque no tengan sanidad pública, ni educación, ni convenio colectivo, ni pensión, ni al menos una vivienda donde caerse muertos).

La cosa, nos dicen, es bien simple: no se puede construir la alternativa a CC OO y UGT porque ahí es donde están la mayoría de los asalariados afiliados. ¡Gran complejidad argumental! Reconozcamos su brillantez: tendrán que ser los mismos seres humanos que a día de hoy están en Comisiones quienes realicen revolución socialista, de modo que no debemos decirles que abandonen Comisiones (ni tampoco que no inviertan su dinero en el Forum Filatélico).

Pero es interesante, teniendo en cuenta que también tendrán que ser -quiénes si no- los mismos seres humanos que a día de hoy confían en el PSOE y el PP quienes realicen la revolución socialista. Aunque, por otro lado, esos seres humanos sólo podrán hacer una revolución si previamente cobran conciencia de clase, es decir, si previamente dejan de confiar en el PSOE, en el PP… y en Comisiones.

Por otra parte, el manido cliché de «cambiar CC OO (o el PCE, o -why not?- la Falange) desde dentro» choca con una irrefutable evidencia histórica: nunca jamás, en toda la historia de la humanidad, un proceso emancipatorio fue desencadenado transformando una organización contrarrevolucionaria en organización revolucionaria.

Sabemos, con todo, que la izquierda se niega a aprender y dejar de tropezar una y otra vez con la misma piedra. Sigue empeñada en «ser (numéricamente) más», es decir, en lo cuantitativo, obviando lo cualitativo: acumular fuerzas revolucionarias. Ser más gente, dejándonos atrás los contenidos y principios políticos, no sirve absolutamente para nada. Como máximo, lograremos que el PSOE gane posiciones en su escenificada y alienante competición con el PP. Tal vez, con el inestimable eco mediático del Grupo Prisa y de los «artistas de la ceja», hasta le ayudemos a ganar las elecciones. Y es que lo peor del oportunismo es que, además de traidor, es inútil, ya que para saber sumar fuerzas revolucionarias, lo primero es saber restar fuerzas reformistas.

Los recientes movimientos contra la privatización de la sanidad y la educación son paradigmáticos al respecto. Como el PSOE está en la oposición, se ha propuesto infiltrarlos e instrumentalizarlos en pos de sus propios objetivos. Viendo al Gran Wyoming con una camiseta verde y criticando la privatización de la educación (culpa, según él, exclusivamente del PP), es imposible no recordar aquella viñeta en la que aparece una mani con varios obreros, comunistas y okupas con la cara llena de moratones, preguntándole a un calvo con una banderita del PSOE: «¿tú eres nuevo aquí, no, compañero?».

Efectivamente, no vimos al Wyoming en aquella desesperada lucha contra el Plan Bolonia, ni lo veremos cuando el PSOE retorne al gobierno y continúe la obra privatizadora en la que tan bien se ha ido relevando con el PP. Pero volvamos a la actualidad: en la lucha contra la privatización de la sanidad han surgido dos plataformas: el MATS (Movimiento Asambleario de Trabajadores de la Sanidad) y la RAAS (Red Autogestionada Anti-Privatización de la Sanidad).

El MATS, aunque teóricamente muy revolucionario y de izquierdas, critica únicamente al PP. En cambio, en la web de la RAAS pueden encontrarse denuncias explícitas contra todos aquellos partidos que, aprobando la Ley 15/97 o de «Nuevas Formas de Gestión en Sanidad», facilitaron la privatización de la sanidad (aunque nada de esto lo cuenten en El Intermedio, la entrevista de Ana Pastor o el diario Público). Además, mientras el MATS calla, la RAAS denuncia claramente a la Federación de Sanidad de CC OO, que valoró muy positivamente esta decisión parlamentaria.

En educación, sin embargo, no existe todavía una alternativa a las Plataformas en Defensa de la Educación Pública promovidas por la alianza de CC OO, UGT, PSOE e IU. Si leemos el manifiesto de la plataforma andaluza, encontraremos un texto surrealista, en el que única y exclusivamente se denuncia al gobierno central del PP, de manera insistente y obsesiva, a pesar de que las competencias en educación están transferidas a las comunidades autónomas, por lo que previsiblemente debía ser la Junta de Andalucía, gobernada por PSOE e IU, la que debía efectuar (como más tarde se confirmó) el brutal recorte en este sector y la bajada de salarios a sus trabajadores. Por supuesto, tras oficializarse el recorte, no hemos leído ningún segundo manifiesto denunciando también a la Junta de Andalucía.

Así pues, en este panorama, los activistas nos encontramos frente a dos opciones antagónicas: o generamos una nueva plataforma educativa, inspirándonos en el exitoso ejemplo de la RAAS, o fortalecemos la plataforma orquestada por el PSOE. En el primer caso, habremos generado un polo alternativo de presión o una nueva corriente de opinión en el interior de la Marea Verde y de sus movilizaciones, que denuncie consecuentemente a todos los implicados en este circo bipartidista que aspira a robarnos todos los derechos adquiridos. En el segundo caso, tendremos manifestaciones enormes y divertidísimas, aunque, eso sí, no lograrán cambiar nada, garantizarán la sumisión ideológica de la clase trabajadora al PSOE y facilitarán un nuevo ejercicio del turnismo bipartidista que nos oprime.

«Hay que ir donde está la gente», repiten mecánicamente los revisionistas del PCE, en (no tan) curiosa consonancia con el discurso de las pequeñas sectas trotskistas. Poco parece importarles que en sanidad y educación CC OO y UGT sean en realidad minoritarios, o que, por ejemplo en los IES, exista actualmente una dinámica espontánea de autoorganización en asambleas de trabajadores, mucho más interesante de cara a nuestros objetivos políticos.

Tampoco parecen interesados en promover que los trabajadores superen lo que Lenin llamaría «conciencia meramente tradeunionista», ligando a las imprescindibles reivindicaciones económicas otras reivindicaciones políticas de mayor calado, es decir, armándolos ideológicamente y generando conciencia de clase. ¡Nada de eso! ¡Todo sea por ser más!

Me gustaría recordar una cosa: la revolución cubana la iniciaron 12 hombres armados. Probablemente, si hubieran sido 120 hombres desarmados, no habrían logrado hacer la revolución cubana.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.