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Tensión en el Líbano por revelaciones de WikiLeaks

Fuentes: The Independent/ICH

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Julian Assange podrá afirmar que la revelación por WikiLeaks de documentos estadounidenses es por el bien del mundo, pero en el Líbano han tenido un efecto incendiario. El partido Hizbulá utiliza los cables como prueba de que la ONU está involucrada con Washington -y por lo tanto, por extensión, con Israel- y hay políticos que niegan desesperadamente que hayan entregado información de inteligencia a los estadounidenses sobre el sistema secreto de comunicaciones de Hizbulá.

Durante semanas, el secretario general de Hizbulá, Hassan Nasralá, ha denunciado que el tribunal de la ONU que investiga el asesinato del ex primer ministro Rafiq Hariri es un complot estadounidense-israelí. Dice que cualquiera que entregue información a los estadounidenses es un espía israelí.

Los periódicos de Beirut dedican páginas enteras a cables estadounidenses no expurgados, según los cuales responsables libaneses revelaron los nombres de presuntos asesinos a diplomáticos de EE.UU., un acto que -en este país- puede terminar en un ataúd enflorecido y lágrimas de cocodrilo de los asesinos. Misericordiosamente, lados opuestos en el Líbano han preferido aceptar los extraños e inverosímiles desmentidos de los involucrados. Un estallido de violencias sería imputado a los estadounidenses, no a WikiLeaks.

Las próximas acusaciones del tribunal de la ONU -que podrían ser compasivamente retardadas- ya han llevado a que el gobierno en Beirut se divida en campos opuestos. Ahora los cables estadounidenses revelan que la ONU ha ciertamente cooperado con EE.UU., pidiendo fotos de reconocimiento aéreo del Valle Bekaa y enviando muestras de ADN del presunto asesino del señor Hariri, Ahmad Abu Adass, a la central de FBI para su examen.

Uno de los informes más dañinos es una conversación entre el ministro de defensa libanés, Elias Murr, y el entonces embajador de EE.UU. Jeffrey Feltman en la que dijo que su gobierno «interceptó conversaciones que vinculan a Fatah al-Islam [Extremistas islámicos que libraron una guerra contra el ejército libanés en 2007] y el régimen sirio». El señor Feltman «instó a Murr a compartir esa información a través de los canales de inteligencia».

En otra reunión, el ministro interior libanés Hassan Sabah dijo al señor Feltman que

«Fatah al-Islam está bajo el control táctico directo de Siria». El señor Murr fue objeto de un intento fracasado de asesinato.

Aún más peligroso es un cable de 2008 que señala que el antiguo ministro de telecomunicaciones libanés Marwan Hamadeh suministró a EE.UU. mapas que detallaban la ubicación de la red de comunicaciones de Hizbulá. La red, según la ex embajadora de EE.UU. Michele Sison, «cubre los campos palestinos, y los campos de entrenamiento de Hizbulá en el Bekaa, y penetra profundamente en las áreas cristianas Metn y Kesrwan». Hamadeh, quien niega esos detalles, también había sido anteriormente objeto de un intento de asesinato en el cual murió su guardaespaldas. Sólo semanas después de esta conversación, Hizbulá tomó Beirut Occidental, después de batallas a tiros con fuerzas pro gubernamentales en las que murieron más de 100 civiles, debido a la exigencia del gobierno de que fueran desbaratadas las redes de Hizbulá.

Hay algunos detalles en los cables sobre el Líbano que son demostrablemente erróneos. Una afirmación de Samir Geagea, un político cristiano derechista, de que Irán había suministrado a Siria 15 submarinos, era evidentemente falsa. El señor Geagea se ha negado a comentar sobre este cable. Otra afirmación -que misiles fueron contrabandeados al Líbano a bordo de aviones que llevaban primeros auxilios durante la guerra entre Hizbulá e Israel en 2006- es probablemente falsa; el aeropuerto de Beirut fue bombardeado el primer día de las batallas y no fue reabierto hasta el fin del conflicto.

A esto se suma un cable que muestra que aunque la ONU ya no creía que cuatro oficiales de seguridad libaneses encarcelados después del asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri eran de ninguna manera responsables, el señor Feltman escribió que temía que su liberación podría llevar a que uno de ellos se «vengara» contra la embajada de EE.UU. en Beirut. Los generales, liberados mucho más tarde, siguieron en prisión.

Todo esto hace que los libaneses esperen con ansiedad más revelaciones. Y a que los nombrados en los cables lo hagan con aún más temor. Se sabe que la «hermana» Siria ha tomado sus propias represalias por mucho menos. En cuando a Hizbulá, su parlamentario por Tiro, Hassan Fahlallah, dice que los cables prueban «que EE.UU. está utilizando el tribunal y el comité de investigación como instrumento para atacar a la resistencia [Hizbulá].

Fuente: http://www.informationclearinghouse.info/article27037.htm