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La operación israelí "Plomo fundido" a través de los ojos de las mujeres palestinas (extracto)

Testimonios de Hala y Mohamed Al-Habash

Fuentes: www.pchrgaza.org

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández, Marwan Pérez, Carlos Sanchis, Andrés Prado y S. Seguí. Revisado por Caty R.

(Rebelión publicará en los próximos días el informe completo traducido al castellano)

Entrevistados:

Hala Al-Habash (37 años)

Mohamed Al-Habash (48 años)

Fecha del suceso:

4 de enero de 2009

Lugar:

Distrito de Al-Sha’f, la ciudad de Gaza

Víctimas:

Shaza Al-Habash (10 años): muerta

Jamila Al-Habash (14 años): herida

Violaciones del Derecho Internacional:

Asesinato intencionado: Violación grave de los Convenios de Ginebra

Ataque directo contra la población civil: Artículo 8 (2) (b) (i) Estatuto de la CPI.

El 4 de enero de 2009, seis niños de la familia ampliada de Hala Al-Habash estaban jugando en la azotea de su casa.

Aproximadamente a las 15.00 horas, un avión teledirigido israelí no tripulado disparó un misil contra los niños, causando la muerte de la hija de Hala Shaza, de 10 años, y de su sobrina Isra, de 11. Otros tres niños resultaron heridos en el ataque: la hija de Hala Jamila, de 14 años, y sus sobrinos Mahmoud ‘Amr, de 15, y Mohamed ‘Amr de 16.

Como consecuencia de las heridas sufridas durante el ataque, Jamila perdió ambas piernas por encima de la rodilla, mientras que una de las de Mohamed ‘Amr tuvo que ser amputada entre el tobillo y la rodilla. La casa de la familia Al-Habash fue el único objeto de ataque en el entorno inmediato durante la ofensiva.

El 29 de junio de 2009, el CPDH entrevistó a Hala, de 37 años, y a su marido, Mohamed Al-Habash, de 48, en su casa de familiar en la zona de Al-Sha’f de la ciudad de Gaza. Tres hermanos Al-Habash y sus familias habitan la casa de tres plantas.

«Era el 4 de enero», dice Hala, «la zona estaba muy tranquila, no teníamos realmente miedo. No había resistencia y nos sentíamos seguros, y dejamos que los niños jugaran fuera. Todo el tiempo los niños estaban en la azotea, donde tenemos pájaros y pollos. En el momento del ataque, Mohamed ‘Amr, Shaza, Jamila, Mahmoud ‘Amr, e Isra estaban jugando en la azotea.

«Mi esposa tenía miedo de dejar que los niños subieran a jugar», dice Mohamed, «pero me dijo ‘está bien, Israel tiene un montón de tecnología, ellos saben cuáles son sus objetivos, lo ven todo. Los niños deben tomar el sol, no hay electricidad y nada que hacer en la casa’.»

Hala y su esposo estaban en el piso inferior, conversando, cuando el avión atacó a los niños. «Cuando lo oí subí directamente», dice Mohamed. «Lo primero que vi fue a Jamila sin piernas, era como una carnicería, las tenía cortadas como la carne en una carnicería. Su pierna izquierda había sido lanzada a unos 100 metros, se la dimos a la ambulancia después… En cuanto a Isra, se le veía el cerebro. Entonces vi también a Shaza, con un corte que iba desde la cadera hasta el estómago. Una pierna había desaparecido. Soy profesor, y me ocupo de curar a de los niños si están heridos. Hice lo mismo con Jamila, le dije que no se preocupara, que iba a llevarla al hospital, que iba a pedir una ambulancia.» Mohamed ‘Amr no estaba en la azotea, la explosión lo desplazó y estaba en el alféizar de la ventana del vecino. No me lo podía creer, pensé que la pierna de Mohamed sólo estaba rota, pero le amputaron el pie. Lo cortaron a media espinilla, más tarde tuvieron que cortar todavía más».

«Estaba en la azotea justo antes del ataque,» manifestó Hala al CPDH. «Durante la ofensiva no teníamos electricidad y había lavado toda la ropa el día anterior. El día del ataque estuve en la azotea comprobando si la ropa estaba seca. Los niños cantaban canciones, estaban bastante aburridos, y tuve que entretenerlos. Ya había preparado el almuerzo», dice Hala. «Jamila me había estado ayudando con la cocina y la colada todo el día. La vida durante la ofensiva era muy difícil, no teníamos agua, ni electricidad, ni gas. Cocinábamos sobre un Barbour [hornillo de queroseno] como la gente hace 50 años. Tal vez si hubiera llamado a los niños a comer esto no habría ocurrido. Ya había avisado a mi marido de que el almuerzo estaba listo, pero él dijo que era demasiado pronto.»

«Cuando oí el ataque llamé a Jamila a gritos», dice Hala. «Mi cuñada bajó gritando que le habían cortado las piernas a Jamila. En el momento en que me di cuenta de que mis hijos estaban heridos me quedé tan helada que no podía hablar, ni tampoco llorar. No sé qué me pasó. Normalmente, cuando mis hijos se hacían una herida, por pequeña que fuera, me volvía loca, pero esta vez era diferente.»

Los hombres trasladaron a las mujeres y los niños a una habitación para que no pudieran ver lo que estaba sucediendo. «Pensé que Jamila era el único herido. Mi cuñada estaba gritando ‘Jamila está cortada, Jamila está cortada’ pero ¿qué significaba eso? Después de que nos quedamos en la habitación, mi cuñada miró por la ventana. Dijo que estaba bien, que Jamila todavía se movía. Luego, mi cuñado dijo, ‘Dios te ayude, es la voluntad de Dios, hemos perdido a Isra. Vi a mi esposo y me dijo que habíamos perdido también a Shaza. Yo era incapaz de hacer nada en absoluto. Ni siquiera podía llorar. ¿Por qué no iba hacia ellos? ¿Por qué no podía darle mis piernas a mi hija? ¿Por qué no podía llorar?»

Una ambulancia llegó al lugar casi de inmediato. «Tuvimos suerte», dice Hala. «Jamila estaba sangrando mucho, y cuando llegó al hospital tenía un color azul oscuro».

La familia Al-Habash decidió que tenían que abandonar la casa después del ataque. No sabían adónde ir y se quedaron una noche con un pariente lejano en la calle Jala’a en la ciudad de Gaza. Al día siguiente se fueron a casa de la cuñada de Mohamed, en el campamento de refugiados de Shati, donde permanecieron 15 días.

Antes de salir de la casa en Jala’a, Mohamed preguntó a su esposa si quería ver Shaza antes de que la enterraran. «Me negué», dice Hala, «Quería recordarla en vida, no quise verla. En absoluto. Ni siquiera pude ir a ver a Jamila. Me dijeron que si quería ver a Jamila no debía llorar en su presencia, pero me era imposible, es mi hija. Pensé que si veía Jamila me volvería loca, ella está muy cerca de mí».

Hala visitó a su hija poco después de la operación. «Todo el camino hasta el hospital mi esposo me decía que teníamos que ser fuertes por Jamila, pero cuando la vi me quedé asombrada. Reía y bromeaba con nosotros. Era tan fuerte». «Fue un caos en el hospital», recuerda Hala. «Había tantos heridos, tanto sufrimiento, tantos muertos… La situación era horrible… el olor de la sangre y los heridos. No había suficientes médicos y enfermeras; era como un mercado, no un hospital. Cuando ves el sufrimiento de los demás, el tuyo te parece menor».

El lunes y el martes [5 y 6 de enero] fueron días muy malos en Gaza. Al Jazira entrevistó a Jamila en el hospital. «Después de la entrevista, el rey pidió que llevaran a Jamila a Arabia Saudí», cuenta Hala al CPDH. «El rey corrió con todos los gastos».

Jamila y Mohamed se quedaron siete días en el hospital de Shifa. El 11 de enero las trasladaron juntas a Arabia Saudí. Han sido equipadas con prótesis y actualmente están llegando al final de su tratamiento. El tío de Jamila las acompañó a Arabia Saudí. «Estaba atrapada entre dos fuegos», dice Hala. «No quería dejar a Jamila sola, pero tampoco quería dejar a mis otros hijos en Gaza. Hablamos con Jamila diariamente por Internet, tenemos una cámara web. Hablamos con ella todo el tiempo. Si no estamos en línea es ella quien nos llama y nos dice que quiere hablar con nosotros.»

Fuente: http://www.pchrgaza.org/files/Reports/English/pdf_spec/through-women%27s%20_eyes.pdf

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