Traducción del hebreo de Rolando «el negro» Gómez
Lo terribles testimonios que fluyeron en días recientes sobre el linchamiento en Anatot revelaron -o tal vez simplemente clarificaron- unos cuantos aspectos particularmente oscuros de la ocupación de los territorios palestinos.
Por ejemplo, el hecho de que en los límites de varios asentamientos judíos hay tierras privadas pertenecientes a palestinos.
Por ejemplo, el hecho de que las fuerzas de seguridad israelíes se ubican del lado contrario a los árabes o activistas de izquierda cuando éstos reciben golpes.
Por ejemplo, el hecho de que parte de los que propinan los golpes son ellos mismos oficiales de alto rango de esas fuerzas de seguridad.
Pero una faceta particularmente grave de los testimonios -en especial testimonios de mujeres- es la violencia sexual. Ese límite borroso entre odio nacionalista y misoginia no es nada nuevo, por supuesto (no de casualidad se adoptó el término «chovinista» -que originalmente señalaba extremismo nacionalista- al campo del género). Los acontecimientos de Anatot simplemente los enfatizaron.
He aquí un grupo de testimonios de mujeres que reuní (sin incluir aquellos hechos en Facebook):
Primera: «desde afuera los colonos golpean las ventanas del refugio. Tratan de fotografiarme, señalan con sus dedos una línea sobre la garganta, para mostrarme que me degollarían. Chillan «-¡sáquenla afuera! ¡ya nos encargaremos de ella! ¡la puta recibió su merecido!»
Segunda: «-¡Tú, mitiavenet!«(insulto hebreo que se puede traducir como «traidora», pero en contexto nacionalista, ya que la palabra se traduciría algo así como «helenizante«, en alusión a los judíos que en la antig ü edad colaboraron con la ocupación griega. N. del t.) «-¡Tú, coges con árabes por el culo!» «¡Tú, puta! ¡Ven, ven! ¡yo te cogeré!» Trato de alejarme, pero temo salir corriendo. Me retiro despacio, espalda al sendero, cara a los agresores. Tengo miedo de darles las espaldas. Ellos siguen insultándome y uno de ellos se acerca a mí demasiado agarrándose el miembro: -«¡te voy a coger!»…Hablaba seriamente. Dos patadas en mis piernas y caí al piso. -«¡Cáete, puta!» me gritaron con alborozo.»
Tercera: «Cuando las mujeres de los agresores vieron que sus esposos golpeaban mujeres y hombres por igual, ellas aplaudieron y me escupieron las palabras -«¡traidora, tienes tu merecido!» Cuando escucharon a sus esposos amenazarnos con -«¡te voy a coger por el culo!», ellas de repente se transformaron en hombres, festejando a sus maridos la conquista sexual como si fueran uno más de los compadres».
Cuarta: «Tres personas fueron enviadas al hospital; entre ellos, Iasín Shafuna (palestino dueño de la tierra en disputa) con el cráneo fracturado y su esposa, a quien le rompieron un palo de escoba en la cabeza y luego la molestaron sexualmente»
Quinta: «En ese punto, un grupo de colonos comenzó a sacudirme y a zarandearme de un lado a otro, al tiempo que rompían la parte superior de mi vestimenta, rompían mi sostén, arrancaban mi camisa y mi blusa. La parte superior de mi cuerpo quedó desnuda, y los activistas de izquierda trataron de cubrirme y de calmarme. Recuerdo en especial que en el proceso de evacuarme del lugar, ese mismo hombre moreno, alto y calvo, acercó su cara a la mía y me dijo: -«¿una polla judía no te viene bien? ¿Tú necesitas una polla árabe, ah?» No habían pasado sino unos minutos desde que me metieron en un vehículo, y uno de los colonos me reconoció. Les llamó la atención a sus compañeros y todos comenzaron a sacudir el auto. Me insultaron con distintos insultos, como «lesbiana» y «coge con árabes». Trataron de abrir el vehículo y lo escupieron. Amenazaron con incendiarlo y volcarlo».
* * *
Todo esto es material chovinista conocido, en alta concentración. Una mujer que se identifica con árabes, de-santifica el honor nacionalista, y por lo tanto también su honor privado, como una puta. Ya que es ella una puta de los árabes, le corresponde que también nosotros la follemos. Pero la follada nuestra es un castigo, una humillación, y por lo tanto debe ser, por supuesto, anal. Porque no sólo somos racistas y chovinistas, sino también homofóbicos. De estos textos de testimonio se puede aprender no poca cosa de la sicología de la violación, del estado mental en el que el acto sexual se convierte en acto de venganza y de expiación del honor propio profanado.
Hace falta leer los testimonios en su totalidad. Aunque no soy experto en la materia, me parece que se ven en ellos efectos pos-traumáticos. El silencio inicial (primero salieron los testimonios de los activistas varones. Les tomó a las mujeres más de una jornada para liberarse de la conmoción), la fragmentación de la memoria en «flashes», y la sensación de disonancia aguda, hasta el dudar de si acaso las cosas realmente ocurrieron.
Entonces allí tienen, para el que no lo notó hasta ahora, las cosas servidas, fáciles de digerir. Una sociedad de «amos feudales» es una sociedad que prospera sobre la base del odio al débil. Y noten bien: no sólo esplendor (para unos) y discriminación (para otros), sino verdaderamente aborrecimiento, con sangre en los ojos y puños cerrados. El débil le recuerda al amo sus pecados. El débil le recuerda al amo que él también es débil frente a amos más fuertes que él.
El colono judío señorial odia a los palestinos; el derechista desafiante odia al izquierdista «claudicante»; el hombre odia a la mujer. Los odios se envuelven y enredan entre sí, y salen a golpear a quienes los despiertan (y así se diferencian de un simple odio, que no se dirige contra los débiles).
Ciertamente, el chovinismo machista no se limita a la derecha, y el nacionalismo no se encuentra sólo entre los hombres. Hay bastantes izquierdistas chovinistas y mujeres nacionalistas.
Sin embargo, la profunda disposición entre las caras del odio al débil llega a los extremos más refinados entre los que se pueden permitir a sí mismos disfrutar de todo tipo de señoría libre de castigos:
macho/judío/colono/oficial/
Fuente: http://idanlandau.com/2011/10/