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Difamando a Chomsky

The Guardian en las cloacas

Fuentes: Zmag

Traducido para Rebelión por Sinfo Fernández

Introducción

El 31 de octubre pasado, The Guardian publicó una entrevista de Emma Brockes a Noam Chomsky titulada: ‘¿El mayor intelectual?’ (The Guardian, 31 de octubre de 2005).

El artículo era ostensiblemente una réplica al hecho de que Chomsky había sido elegido la semana anterior por la revista Prospect como el intelectual mejor considerado a nivel mundial. Chomsky describe el trato que el periódico le ha dado como «una de las actuaciones más deshonestas y cobardes que recordaba haber visto nunca en los medios de comunicación». (Copia del e-mail enviado a Media Lens el 2 de noviembre de 2005).

La introducción al artículo era la siguiente:

Pregunta: «¿Lamenta haber apoyado a quienes decían que se exageró sobre la masacre de Srebrenica?»

Respuesta: «Lo único que lamento es no haberlo hecho de forma más contundente.»

Extrañamente, y de forma muy estúpida, esta respuesta atribuida a Chomsky había sido dada a una cuestión bien distinta que se le planteó durante la entrevista. En una carta al editor publicada en The Guardian el 2 de noviembre, Chomsky explicaba:

«Manifesté mi pesar por no haber apoyado más firmemente el derecho de Diana Johnstone a publicar cuando la editorial retiró su libro tras los deshonestos ataques sufridos por parte de la prensa, y había analizado el hecho en una carta abierta que cualquier periodista podía haber examinado con facilidad. El resto del informe de Brockes continúa en el mismo tono. Aún cuando las palabras que se me atribuyen tengan algún parecido y precisión con las mías, no me responsabilizo de ellas, debido a los contextos inventados en que se sitúan.

En cuanto a sus opiniones personales, interpretaciones y distorsiones, desde luego [Brockes] es libre de publicarlas y yo debería, por supuesto, apoyar su derecho a hacerlo por razones que ella misma demuestra que no entiende en absoluto.»

Noam Chomsky (‘Enfrentamiento acerca de Srebrenica’, The Guardian, 2 de noviembre de 2005).

Esta es la forma en que Brockes presentó la discusión en su artículo:

«¿Lamenta (Chomsky) haberla firmado [una carta en apoyo del trabajo de Johnstone]?»

«No’, dice él con indignación. ‘Es un trabajo destacado. Lo único que lamento es no haberlo hecho de forma más firme. Puede que esté equivocada; pero es un trabajo muy cuidadoso y excepcional'».

La introducción de cabecera de Brockes combinando a su antojo preguntas y respuestas es un escándalo auténtico – un cinismo en grado tal que ni siquiera suele caer en él el periodismo cotidiano.

En el tercer párrafo del artículo, Brockes escribió que «las conclusiones de Chomsky siguen siendo controvertidas», a saber:

«que prácticamente todos los presidentes de EEUU desde la segunda guerra mundial han sido culpables de crímenes de guerra; que en el contexto global de la historia de Camboya, los Jemeres Rojos no fueron tan lesivos como todos han dado a entender; que durante la guerra de Bosnia, la ‘masacre’ de Srebrenica fue probablemente exagerada. (Chomsky utiliza comillas para resaltar las cosas con las que se siente en desacuerdo y, en cuanto a lo publicado, puede ser entendido menos como académico que como adolescente desdeñoso; como por ejemplo, Srebrenica no fue tal masacre).»

Nosotros escribimos a Brockes:

«¿De dónde procede su afirmación de que Chomsky no estaba de acuerdo con la idea de que había habido una masacre en Srebrenica? ¿Dónde, por ejemplo, utilizó comillas para referirse a la masacre?» (E-mail, 2 de noviembre de 2005).

Es una cuestión importante porque Chomsky se muestra categórico al afirmar que tal fuente no existe. Nos escribió acerca de Brockes:

«… lo más importante en el asunto es su afirmación de que puse la palabra ‘masacre’ entre comillas. Un absoluto invento. Ella y sus editores saben perfectamente bien que no hay nada de eso publicado en ninguna parte y, desde luego, no en esa entrevista: la gente no habla poniendo comillas. Esa es la razón por la que le permitieron que se refiriera de forma imprecisa a la frase que inventó, para que insinuara que eso había sido publicado – lo que ella sabe, y sus editores saben, que es mentira. Preguntadles tan sólo por la fuente». (E-mail a Media Lens, 2 de noviembre de 2005).

No hemos recibido respuesta de Brockes.

Nos llevó sólo unos minutos buscar en Internet para encontrar numerosas citas que contradicen de pleno las afirmaciones de Brockes. Por ejemplo, en su artículo de enero/febrero de 2005 ‘Presidencia Imperial’, Chomsky describía el ataque estadounidense a Faluya en noviembre de 2004 como un asalto que implicaba «crímenes de guerra por los que el liderazgo político podría ser sentenciado a muerte bajo las leyes de EEUU». Añadía:

«Uno podría mencionar al menos algunas equivalencias recientes que se nos vienen a la mente de forma inmediata, como la destrucción rusa de Grozny hace diez años, una ciudad de tamaño similar. O la de Srebrenica, descrita en Occidente casi en todas partes como ‘genocidio’. En ese caso, conocemos con detalle, por el informe del gobierno holandés y otras fuentes, que el enclave musulmán en territorio serbio, inadecuadamente protegido, fue utilizado como base para atacar a los pueblos serbios y, cuando se produjo la previsible reacción, fue horrendo. Los serbios detuvieron a todos los hombres en edad militar y se los llevaron para asesinarlos.» (Chomsky, ‘Presidencia Imperial’, Canadian Dimension, enero/febrero 2005).

Claramente, pues, Chomsky considera a Srebrenica como un equivalente con crímenes «por los cuales el liderazgo político podría ser sentenciado a muerte bajo las leyes de EEUU».

De forma similar, en la pág. 208 de su libro ‘Hegemonía o Supervivencia’ (Hamish Hamilton, 2003), Chomsky también se refiere a la masacre de Srebrenica – no se utilizaron comillas ni allí ni en el índice.

Esas no son las palabras de alguien que insiste con el tono propio de la «arrogancia adolescente»: «Srebrenica no fue tal masacre». No son las palabras de alguien que cree que el término masacre debería colocarse entre comillas al describir Srebrenica. Y a pesar de todo, eso es lo que Brockes afirmó en un periódico nacional.

Entonces, ¿por qué Brockes no ha contestado a nuestro reto? ¿No puede contestar? Si es así, ¿No está The Guardian moralmente obligado a corregir esa calumnia, o a permitir que Chomsky la corrija de forma detallada? ¿Por qué el editor de The Guardian, Alan Rusbridger, y el defensor del lector del periódico, Ian Mayes, también han rehusado contestar a los numerosos correos nuestros y de otros?

Los críticos de Chomsky están omnipresentes en el artículo de Brockes y sus admiradores notablemente ausentes. Los críticos proclaman que Chomsky «tapa con ideología las lagunas en sus conocimientos». Sabemos que «de todos los intelectuales de la lista de Prospect, es a Chomsky a quien se acusa con mayor frecuencia de enlodar un debate con spam (*) intelectual, lo que el escritor Paul Berman denomina su ‘acostumbrada ventisca a base de fuentes poco claras'».

El crítico de libros George Scialabba comentaba sobre la frase «fuentes poco claras» en The Nation:

«Tras la guerra de Indochina, escribe Berman, Chomsky no tenía forma de explicar las atrocidades de Camboya. Por tanto, se propone, basándose en su ‘acostumbrada ventisca de … fuentes poco claras’ (un comentario grosero éste, viniendo del autor de un libro tan escasamente documentado y flojo empíricamente como Terror y Liberalismo), demostrar que ‘en Indochina, a pesar de todo lo que se publicó en los periódicos… no tuvo lugar ese genocidio’ o, si ocurrió, fue todo por culpa de EEUU».

Scialabba explicaba que lo que Chomsky y Edward Herman se proponen hacer actualmente en La Economía Política en los Derechos Humanos era «mostrar de qué forma tan diferente los principales medios de comunicación y eruditos estadounidenses consideran los crímenes de los enemigos oficiales frente a los de los aliados oficiales o los mismos crímenes de los EEUU. Aceptando sin argumentar la existencia de ‘importantes, frecuentes y horribles atrocidades’ en la postguerra de Camboya, Chomsky y Herman analizaban las fuentes que confiaban de forma no crítica en los medios de comunicación principales, y señalaban que fuentes igualmente creíbles que hablaban de atrocidades más o menos similares dentro de la esfera de influencia estadounidense (por ejemplo, Timor Este en Indonesia) eran por lo general ignoradas. No la significativa frase unidimensional que Berman proclama».

Pero Berman no está solo a la hora de tergiversar La Economía Política en los Derechos Humanos, Scialabba afirmaba: «Tratar de forma justa el argumento del libro requiere un mínimo de discernimiento, prestar atención a los detalles y tener escrúpulos a la hora de polemizar, cortesías que muy pocas veces sus críticos le conceden a Chomsky» (Scialabba, ‘Choque de Visiones’, The Nation, 28 de abril de 2003).

Y ciertamente tampoco Brockes se digna hacerlo así en The Guardian.

En realidad, lo que impresiona de Chomsky es que se apoya en fuentes impecables -que son reconocidas autoridades en su campo, en documentos gubernamentales desclasificados, en periódicos del establishment y similares- todo meticulosamente referenciado para que los lectores puedan comprobar por ellos mismos su precisión. No puede ser de otra forma, como Chomsky ha señalado muchas veces – los disidentes que desafían el poder establecido deben conseguir niveles mucho más altos de evidencias y argumentos que los de los escritores en la órbita del poder dominante, ya que tienen garantizado que serán objeto de ataques feroces.

Brockes preguntó a Chomsky si él tenía una «cartera de acciones». Se nos dijo que Chomsky «pareció ponerse de mal humor». Desde su altanera cima de sabiduría y virtud, Brockes nos informó de un rasgo de uno de los más desinteresados, y con principios, detractores de la opresión: «a la gente no le gusta que fisgonee en su vida alguien a quien consideran un/a hipócrita».

Cartas cuidadosamente emparejadas

El 1 de noviembre, The Guardian publicaba dos cartas con la intención de apoyar a Chomsky. Comentarios de Chomsky:

«Tengo que decir que esas cartas me molestan tanto o más que el fraude original, que surtió efectos, como muestran las cartas. Ambos escritores asumen que hay un ‘debate’, como proclamaron falsamente los editores, en el cual cuestiono la masacre (o, como ello pretenden, ‘masacre’) en Srebrenica. Todo eso es puro invento, como los editores saben bien. Se esforzaron muchísimo en crear la impresión de un debate en el que yo adopto la posición que ellos me asignan y han conseguido que les crean. Ahora tengo que cargar con ello, aunque haya sido una invención engañosa por su parte». (E-mail copiado a Media Lens, 3 de noviembre de 2005).

Como se señaló anteriormente, a Chomsky se le permitió una carta en respuesta al artículo de Brockes del 2 de noviembre. En ese mismo día, The Guardian tuvo tanta suerte que pudo publicar una carta ideal de un superviviente de Bosnia que apoyaba las críticas de Brockes hacia Chomsky y elogiaba los documentos de los propios periodistas.

(http://www.guardian.co.uk/letters/story/0,3604,1606321,00.html)

Preguntamos al director y al redactor-jefe si alguien asociado a The Guardian había solicitado esa carta de algún modo -no hemos recibido respuesta.

El artículo también proporcionaba un enlace con una guía interactiva titulada «Masacre en Srebrenica».

(http://www.guardian.co.uk/flash/0,5860,474564,00.html)

Comentarios de Chomsky sobre este sórdido asunto:

«Alguien me envió impresa la carta de The Guardian [2 de noviembre] muy cuidadosamente emparejada con una carta de un superviviente de Bosnia, que, como los editores saben bien, se basa completamente en las mentiras de la falsificada ‘entrevista’ que publicaron».

«Ocurrió otro tanto con su título: ‘Enfrentamiento acerca de Srebrenica’. No hubo debate alguno sobre Srebrenica, y lo saben perfectamente. Nunca lo mencioné, excepto para intentar explicar de forma repetida a Brockes que me opuse a la retirada del libro de Johnstone a causa de los deshonestos ataques de la prensa que no eran más que mentiras, como demostré en la carta abierta que mencioné. Y ahí no había nada que tuviera que ver con el grado de la masacre de Srebrenica, como también saben todos.»

«Como creo que te relaté por escrito, su departamento legal insistió en que suprimiera la palabra «invención» [carta de Chomsky a The Guardian del 2 de noviembre] y estuve de acuerdo. Ahora me doy cuenta que fue un error después de ver lo bajo que pueden caer. Debería haber insistido en la palabra «invención» y haber ofrecido el ejemplo más obvio: el tema principal, la afirmación de que puse la palabra ‘masacre’ entre comillas. Pura invención. Ella y los editores saben perfectamente bien que no hay nada de eso escrito, en ninguna parte, y desde luego no en la entrevista: la gente no habla con comillas. Esa es la razón por la que le permitieron que se refiriera con vaguedad a la frase que se inventó, insinuando que está publicado – lo que ella sabe, y los editores saben, que es mentira. Tan sólo preguntadles por la fuente. Aparentemente, eso no supone problema alguno para los niveles que maneja su departamento legal y para la ética que tienen como periodistas».

«En cuanto a LM [Living Marxism magazine], no tuvo nada que ver en absoluto con Srebrenica, como saben muy bien. Mejor dicho, sí, hubo una foto de una persona demacrada detrás de una alambrada de espino en algún lugar de Bosnia, mucho antes de los hechos de Srebrenica. Pero esa no es en absoluto la cuestión, y todos ellos lo saben. La cuestión, como recalqué una y otra vez cuando ella sacó a la luz repetidamente el escandaloso asunto de LM, es si una corporación poderosa puede arruinar a un minúsculo editor con una demanda por libelo que sabe que necesita de muchísimos recursos para poder enfrentarla bajo las grotescas leyes británicas contra libelos. Ese es un tema muy diferente de lo que suponen los hechos actuales en discusión, pero resulta incomprensible para la gente que no tenga una mínima comprensión del concepto de libertad de prensa.

Noam» (E-mail a Media Lens, 2 de noviembre de 2005)

Aunque la encuesta de Prospect fue algo así como una gran broma, puso el nombre de Chomsky frente a la atención de miles de personas que de otro modo nunca hubieran oído hablar sobre él. Pero alguien que lea en artículo de Emma Brockes en The Guardian sólo puede deducir una cosa sobre Chomsky: Fundamentalmente que es un idiota -un fanático colérico y con más conchas que un galápago que se dedica a negar crímenes obvios contra la humanidad.

Esta es una de las calumnias más escandalosas y espantosas que hemos visto nunca en los medios de comunicación – y eso que nos hemos sorprendido y horrorizado muchas veces en el pasado.

Hemos aprovechado bien nuestro tiempo si logramos reflejar que el engaño no lo ha provocado un fanático y derechista órgano de Murdoch sino el «principal periódico liberal» del país –The Guardian.

Acciones que se sugieren

El objetivo de Media Lens es promocionar la racionalidad, la compasión y el respeto por los demás. Cuando escriban e-mails a los periodistas del Guardian, rogamos profundamente a los lectores que mantengan un tono educado, no agresivo y no ofensivo.

Pidan a The Guardian que les proporcione la fuente de la que Brockes ha sacado que Chomsky piensa que «Srebrenica no fue tal masacre». Pregúntenles por qu’e no contestan a los e-mails sobre esta pregunta.

Escriban a Emma Brockes:
Email: [email protected]

Escriban al editor del Guardian Alan Rusbridger:
Email: [email protected]

Escriban al defensor del lector Ian Mayes:
Email: [email protected]

Por favor, envíen copia de todos e-mails a Media Lens:
Email: [email protected]

N. de T.:
(*) Spam, mensajes electrónicos de tipo publicitario enviados en cantidades masivas.

Texto original en ingles:
http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=21&ItemID=9045