Algunos medios de comunicación han publicado que Trump ganó la Florida gracias al voto de los cubano-americanos. Resulta sintomático que uno de los defensores de esta idea sea el presentador de NBC en Miami, José Díaz Balart, cubano americano, http://www.nbcnews.com/nightly-news/video/how-the-cuban-american-vote-helped-trump-in-florida-804395587520 hermano de un congresista y de otro excongresista que debió renunciar por acusaciones de corrupción. […]
Algunos medios de comunicación han publicado que Trump ganó la Florida gracias al voto de los cubano-americanos. Resulta sintomático que uno de los defensores de esta idea sea el presentador de NBC en Miami, José Díaz Balart, cubano americano, http://www.nbcnews.com/nightly-news/video/how-the-cuban-american-vote-helped-trump-in-florida-804395587520 hermano de un congresista y de otro excongresista que debió renunciar por acusaciones de corrupción. Ambos sostienen las posiciones más duras contra Cuba. No debemos olvidar en esta «comparsa» a Andrés Oppenheimer, http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/andres-oppenheimer-es/article112054622.html que dictó la última hora de Castro hace más de 20 años y ahora amenazaba 6 días antes de las elecciones que Trump puede ganar Florida con el voto cubano.
Ahora puede uno imaginarse la segunda parte del macabro plan: «Trump paga lo que debes», dirán los mismos que fabularon que los cubanos dieron el triunfo floridano y a cambio debería detener la política de acercamiento con Cuba.
Sin embargo, todos omiten que Trump ha sido el presidente republicano que obtuvo el segundo peor resultado que ha alcanzado un candidato de su partido dentro de los cubanos residentes en la Florida, lo que debe ser una voz de alerta si en sus intenciones está regresar a las repudiadas medidas del anterior presidente republicano George W. Bush.
Ahora no puede advertirse con claridad que la hegemonía política en el Sur de la Florida la tiene una tendencia que representa a los cubanos que rechazan los pasos de Obama hacia Cuba. Más bien puede confirmarse que hay un fuerte conflicto entre las corrientes de cubano-americanos, mayoritarias las que favorecen la relación con Cuba, pero con menos participación electoral. Aun así de los que votan, Trump pudo sacar apenas la mitad.
Los que hoy aducen que Trump ganó por el voto cubano en la Florida, ocultan que un número creciente de ese grupo social ha modificado sus ideas precisamente en lo referente a la política norteamericana hacia Cuba y asume como un dogma que está congelada su evolución ideológica. De esa manera se intenta presentar a los cubanoamericanos como sujetos inmóviles, que no se han desplazado de las concepciones políticas de derecha o que de haberlo hecho por «error», lo han rectificado el 8 de noviembre de 2016 y han regresado a defender el bloqueo y las sanciones a Cuba. Pero los números no lo confirman. Trump pudo haber alcanzado el 50%, tal vez el 52% del voto cubano en la Florida, muy por debajo de Reagan (80% en 1980 y 88 % en 1984) Bush (85% en 1988 y 72 % en 1992) Bob Dole 65% en 1996; George W. Bush (78% en el 2000 y 71% en el 2004) y McCain 65% en 2008.
Se debate con frecuencia si la emigración es un instrumento de la política norteamericano hacia Cuba o no. Pudiera este ser un tema que enfrente el Presidente Trump y su equipo de seguridad nacional. Aunque usualmente se asume que las diferentes administraciones norteamericanas han utilizado la emigración y su política migratoria hacia los cubanos residentes en los EEUUU y hacia los potenciales migrantes cubanos, como un componente importante de su política contra el Gobierno cubano, muchas de estas aceptaron el papel con beneplácito porque representan al sector del pensamiento cubano que sólo conciben el éxito de Cuba subordinada a los EEUU.
Sin embargo, en la medida que dichas organizaciones se fortalecieron a lo interno de Miami y alcanzaron cierta independencia del Gobierno federal y sus instituciones, y sobre todo las que se insertaron exitosamente en los mecanismos del sistema político norteamericano, han logrado episódicamente ejercer influencias y presiones para conseguir que las diferentes administraciones tomen medidas sobre Cuba que satisfagan sus intereses. Esta influencia les ha garantizado cierta autonomía, que pudiera alterar la relación de instrumento a la que aparentemente han sido destinadas.
Ahora bien, las presiones y autonomía de Miami, terminan donde comienzan los intereses de seguridad nacional de los EEUU, sobre los que no cede ni un Partido ni otro y donde Trump deberá ejercer su pragmatismo y defender el interés nacional, si quiere satisfacer su promesa de campaña de crear empleos y riqueza que con medidas de bloqueo a Cuba, indicarían lo contrario, porque privaría a los agricultores norteamericanos, a las agencia de viajes, a la industria, al sector de las comunicaciones y a otros, de una mercado tan cercano y prometedor como el cubano.
No hay un mandato de los cubanos en EEUU para que Trump desarrolle una política de retroceso en la relación de EEUU con Cuba.