Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Mientras millón y medio de seres humanos en Gaza le imploran al mundo que presione a Israel para que levante su espantoso e inhumano asedio contra ese territorio costero, otros dos millones y medio de palestinos en Cisjordania luchan para hacer frente a una crisis económica sin precedentes que les empobrece y agota hasta límites indecibles.
La crisis, la más dura de los tiempos recientes, viene motivada por un montón de factores locales y globales, entre los que se encuentran: el alza de los precios de los alimentos y la energía, las oscilaciones en el valor de la moneda, el desempleo rampante y las draconianas restricciones israelíes al movimiento de personas, bienes y servicios.
Para colmo, agravando aún más todos esos factores, se está registrando en las últimas décadas una sequía devastadora y sin parangón que ha destruido casi toda la cosecha de grano de este año, cosecha de la que dependen para sobrevivir muchas familias palestinas. La sequía no sólo está afectando a los campesinos. Unida a un desorbitado aumento de las temperaturas, se espera que cause también una grave crisis de escasez de agua en la mayoría de pueblos y ciudades, especialmente durante los meses veraniegos.
Algunos palestinos ya no saben cómo enfrentarse al rápido aumento de precios en los artículos básicos de consumo. Tomemos, por ejemplo, la harina, un producto de primera necesidad para la mayoría de las familias palestinas. El pasado año, un saco de harina de trigo de 50 kilos de peso costaba 70 shekels israelíes, o 20 $USA. En la actualidad, ese mismo saco cuesta 210 shekels israelíes o 65 $USA. Los precios de otros productos básicos alimentarios, como el arroz, la harina, el aceite para cocinar, la carne, incluido el pollo, las verduras y las frutas están asimismo por las nubes, haciéndolos inaccesibles para muchas familias palestinas. Esta semana, se vendía un kilo de tomates de calidad media, en la región de Hebrón, a 10 shekels israelíes o 3$ USA.
Por si todo esto no fuera ya suficiente, el precio de la electricidad y del gas para cocinar se ha convertido en una pesada carga para los segmentos más desfavorecidos de la sociedad, con muchas familias acumulando facturas que les resulta imposible pagar, teniendo que quemar madera para poder cocinar. Añadido a lo anterior, el valor del dinar jordano, la principal moneda de los ahorros palestinos, va en caída libre, habiendo perdido ya la cuarta parte de su valor respecto al shekel israelí.
La Autoridad Palestina (AP), que depende en gran medida de las donaciones de Occidente y los países ricos en petróleo, no ha sabido afrontar adecuadamente la presente crisis.
La pasada semana, la Federación de Sindicatos Palestinos lanzó una «huelga de advertencia» para protestar contra el alto coste de la vida así como contra la negativa del gobierno a pagar, desde hace varios meses, los salarios de profesores y otros funcionarios nombrados en 2006 tras la victoria electoral de Hamas.
Al principio hubo ruido de sables en el gobierno de Salam Fayyad frente a los funcionarios en huelga, jurando perseguir y castigar a los huelguistas. Sin embargo, tuvo que dar marcha atrás y prometer que resolvería «todas las cuestiones» de forma amistosa y dialogante.
Con las conversaciones de paz entre Israel y la AP yendo hacia no se sabe dónde, y con la expansión inmisericorde de asentamientos por parte de Israel, que anula con total eficacia cualquier perspectiva que pudiera quedar aún para un estado palestino viable, se prevé que los próximos meses van a ser cruciales ya que los palestinos tendrán que decidir por qué vía se decantan para hacer frente a su calvario nacional.
Al Ahram Weekly preguntó al economista palestino Hazem Kawasmi cómo pensaba que las masas palestinas iban a poder enfrentarse a la actual encrucijada económica. Kawasmi dijo que preveía un «deterioro histórico y sin precedentes» en la economía de palestina que iba a sacudir los sistemas económico y político de Palestina y de toda la región.
En cuanto a la situación en la Franja de Gaza, donde se registra un desastre económico absoluto como consecuencia del hermético bloqueo israelí, Kawasmi predijo una «explosión» en las próximas semanas o meses. Esta explosión, sostuvo, se iba a dirigir de nuevo hacia la frontera egipcia para intentar conseguir los alimentos, medicinas y todo tipo de productos de los que carece ahora la Franja de Gaza.
«Uno no debe pensar que la gente puede seguir viviendo hambrienta y con inmensas tasas de pobreza y desempleo durante largo tiempo. No hay nada que justifique de forma convincente por qué no se ha abierto aún la frontera egipcio-palestina en Rafah, al menos de forma temporal, y se abandona a niños, mujeres y ancianos a una muerte lenta y cada vez más dolorosa con cada día que pasa», dijo.
El pueblo palestino de Gaza, dijo Kawasmi, no puede continuar sufriendo hasta que se resuelvan todos los problemas políticos de la región, añadiendo que, a menos que se llegue a un acuerdo económico inmediato sobre Rafah que facilite el movimiento de bienes y personas a través de la frontera, la economía de Gaza se derrumbará completamente en un plazo muy breve.
En cuanto a Cisjordania, Kawasmi señala que Israel está dando pasos para desengancharse económicamente de la zona. Tan pronto como se termine el muro del apartheid, sostiene Kawasmi, la base de la nueva relación económica, desde el punto de vista israelí, será la siguiente: «Nosotros estamos aquí, y vosotros estáis allí, y lo que os pueda pasar nos trae sin cuidado».
En este contexto, los palestinos se sienten cada vez más desilusionados de las negociaciones de paz con Israel. Según una encuesta celebrada a mediados de abril por el Centro de Jerusalén para la Información y Comunicación, la proporción de palestinos que apoyan la solución de los dos estados descendió de un 53%, en octubre de 2007, a un 47% en estos momentos. De forma similar, la proporción de quienes manifestaron su optimismo ante la posibilidad de alcanzar una solución pacífica al conflicto israelo-palestino ha caído significativamente del 44,9% del pasado año a un 36% ahora.
Según dicha encuesta, los palestinos están manifestando una serie de puntos de vista como posibles alternativas al punto muerto político actual, con más del 27% abogando por una tercera Intifada o levantamiento, y un 37% pidiendo que se desmantele y se disuelva la AP. Casi el 13% se inclinan por una declaración unilateral de independencia.
Sin duda, la frustración palestina ante el supuesto proceso de paz está más que justificada ya que ese proceso no ha dado resultado sustantivo alguno a pesar de las numerosas sesiones de negociaciones, encuentros a alto nivel -entre dirigentes estadounidenses, israelíes y palestinos-, así como un buen número de conferencias de paz en EEUU y en Europa.
En Nueva York, esta semana, Henry Siegman, director del Proyecto de EEUU para Oriente Medio, subrayó la bancarrota y falsedad del proceso de paz diciendo: «Lo que se espera de los hombres de estado no son más conferencias de paz o hábiles ajustes de anteriores formulaciones de paz, sino el coraje político y moral para poner fin a su colaboración con una broma macabra de mal gusto, que es en lo que se ha convertido el proceso de paz».
«Por supuesto», añadió, «hay que condenar y acabar con la violencia palestina, sobre todo la que se dirige contra objetivos civiles. ¿Pero acaso no es muy poco honrado pretender que la ocupación israelí -mantenida por el ejército de Israel mediante controles y barricadas, helicópteros y aviones de combate, asesinatos selectivos e incursiones militares, por no hablar del robo masivo de la tierra palestina- no es sino un ejercicio de continua e implacable violencia contra más de tres millones de civiles?
Enlace con texto original en inglés: