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«Todavía hay jueces…»

Fuentes: Gush Shalom

Traducido del inglés para Rebelión por J. M.

Esta semana gané una dudosa distinción: una innovadora sentencia del Tribunal Supremo ha sido promulgada por una causa mía. Es un honor del que habría prescindido de buena gana.

Mi nombre apareció a la cabeza de una lista de solicitantes, asociaciones y particulares que pidió al Tribunal anular una ley promulgada por el Parlamento israelí.

Israel no tiene constitución escrita. Esta situación inusual surgió desde el principio del Estado porque David Ben-Gurion, un laico feroz, no pudo lograr un acuerdo con los partidos ortodoxos, que insistían en que la Torá es ya una constitución.

Así, en lugar de una constitución tenemos una serie de leyes básicas que cubren sólo una parte del terreno y el Tribunal Supremo como precedente de las leyes. Este Tribunal se arrogó lentamente el derecho de abolir las leyes promulgadas por la Knesset que contradicen la constitución inexistente.

A partir de la última Knesset, los miembros de la extrema derecha, Likud, han estado compitiendo entre sí en sus esfuerzos por castrar al Tribunal Supremo de una u otra manera. Algunos llenarían el Tribunal de jueces de derecha, otros limitarían radicalmente su jurisdicción.

Las cosas llegaron a un punto crítico cuando un grupo de miembros de la extrema derecha del Likud lanzó una verdadera avalancha de proyectos de ley claramente inconstitucionales. Uno de ellos, el más peligroso, era una ley que prohibía que la gente llame a un boicot del Estado de Israel y, de un modo siniestro, añadieron las palabras «y de los territorios en su poder».

Esto reveló el verdadero objetivo de la operación. Unos años antes nuestra organización pacifista Gush Shalom llamó a la población a boicotear los productos de los asentamientos en los territorios ocupados. También publicamos en nuestra web una lista de los productos. Otras organizaciones pacifistas se unieron a la campaña.

Al mismo tiempo tratamos de convencer a la Unión Europea de hacer algo similar. El acuerdo de Israel con la UE, que exime a las mercancías israelíes de impuestos aduaneros, no incluye las de los asentamientos. Pero se manejó a la UE para que mantuviera los ojos cerrados. Nos tomó mucho tiempo y esfuerzo lograr que los abran de nuevo. En los últimos años la UE ha excluido a estos bienes de las exenciones impositivas. Ha exigido que en toda la mercancía «made in Israel» se declare el verdadero lugar de origen. Esta semana 16 ministros de Asuntos Exteriores europeos pidieron al jefe de Asuntos Exteriores de la UE que exija que todos los productos de los asentamientos estén claramente marcados.

La ley aprobada por la Knesset no sólo tiene aspectos penales, sino también civiles. Las personas que llaman a un boicot no sólo podrían acabar en la cárcel, sino que también podrían ser condenadas a pagar por enormes daños sin que el demandante tenga que demostrar que causaron algún daño real debido a la convocatoria al boicot.

Además las asociaciones que reciben subsidios del Gobierno u otra asistencia gubernamental bajo las leyes existentes se verían privadas de ellos a partir de entonces, haciendo aún más difícil su trabajo por la paz y la justicia social.

En cuestión de minutos después de la promulgación de esta ley, Gush Shalom y yo presentamos personalmente nuestras demandas ante el Tribunal Supremo. Ellos se habían preparado bien con mucha antelación con el defensor Gaby Lasky, un joven abogado talentoso y dedicado activista por la paz. Mi nombre fue el primero en la lista de peticionarios, por lo que el caso se llama: «Avnery contra el Estado de Israel».

El caso expuesto por Lasky era lógico y resonante. El derecho a la libertad de expresión no está garantizado en Israel por una ley específica, sino que se deriva de varias leyes básicas. Un boicot es una acción democrática legítima. Cualquier individuo puede decidir comprar o no comprar algo. De hecho Israel está lleno de boicots. Las tiendas de venta de alimentos no kosher, por ejemplo, son boicoteadas sistemáticamente por los religiosos y los carteles que convocan esos boicots de una tienda específica están ampliamente distribuidos en los barrios religiosos.

La nueva ley no prohíbe los boicots en general, sino que señala específicamente los boicots políticos de un determinado tipo. De hecho, los boicots políticos son comunes en cualquier democracia. Don parte del ejercicio de la libertad de expresión.

De hecho, el más famoso boicot moderno fue lanzado por la comunidad judía en Estados Unidos en 1933, después de que los nazis llegaran al poder en Alemania. En respuesta los nazis llamaron a un boicot de todas las empresas judías en Alemania. Recuerdo la fecha, 1 de abril, porque mi padre no me permitió ir a la escuela ese día (yo tenía 9 años y era el único judío de mi escuela).

Después todos los países progresistas se unieron en un boicot al régimen racista de Sudáfrica. Ese boicot jugó un gran papel (aunque no decisivo) en su derrumbe.

Una ley general no puede obligar a una persona a comprar un producto normal ni prohibirle que lo compre. Incluso los autores de esta nueva ley israelí entendieron esto. Por lo tanto su ley no castiga a nadie por comprar o no comprar. Castiga a los que convocan a otros a abstenerse de comprar.

Por lo tanto esa ley es claramente un ataque a la libertad de expresión y de acción democrática no violenta. En resumen es una ley antidemocrática básicamente fallida.

El tribunal que juzgó nuestro caso estaba formado por nueve jueces, casi todo el Tribunal Supremo. Esa composición es muy rara y sólo se convoca cuando debe tomarse una fatídica decisión.

El Tribunal estaba encabezado por su presidente, el juez Asher Gronis. Eso en sí fue significativo, ya que Gronis está jubilado obligatoriamente desde enero, cuando cumplió 70 años. Cuando la presidencia quedó vacante Gronis ya era demasiado viejo para convertirse en el presidente del Tribunal. Bajo la ley israelí que entonces existía un juez del Tribunal Supremo no puede convertirse en el presidente del Tribunal cuando llega el momento de su retiro final o está demasiado cerca. Pero el Likud estaba tan ansioso por tenerle que hizo pasar una ley especial de habilitación para permitir que se convirtiera en el presidente.

Es más, a un juez que ha estado en un caso pero no terminó su sentencia en el tiempo antes de retirarse se le da un extra de tres meses para terminar el trabajo. Parece que incluso Gronis, el protegido de Likud, tuvo reparos en esta decisión específica. Literalmente la firmó en el último momento -a las 17.30 horas del último día- justo antes de que Israel se pusiera de luto en el inicio del Día del Holocausto.

Su firma fue decisiva. El Tribunal se dividió 4-4 entre los que querían anular la ley y los que querían mantenerla. Gronis unió a los que la aprobaban y se aprobó la ley. Ahora es una ley del Estado.

Por unanimidad una sección de la ley original se eliminó del texto. El texto original dice que cualquier persona -por ejemplo un colono- que afirma haber sido perjudicado por el boicot puede reclamar indemnizaciones ilimitadas a cualquier persona que ha llamado a este boicot, sin tener que demostrar que realmente fue perjudicado. A partir de ahora el demandante tiene que probar el daño.

En la audiencia pública de nuestro caso los jueces nos preguntaron si estaríamos satisfechos si tachasen las palabras «territorios en poder de Israel», dejando así el boicot de los asentamientos intacto. Respondimos que en principio insistimos en la anulación completa de la ley, pero daríamos la aprobación a la anulación de esas palabras. Pero en el juicio final, incluso esto no se hizo.

Esto, por cierto, crea una situación absurda. Si un profesor en la Universidad de Ariel, bien instalada en lo profundo de los territorios ocupados, afirma que yo he llamado a boicotearle, puede demandarme. Entonces mi abogado tratará de demostrar que mi llamada fue bastante desatendida y por lo tanto no causó daños, mientras que el profesor tendrá que probar que mi voz era tan influyente que multitudes fueron inducidas a boicotearle.

Hace años, cuando todavía era editor jefe de Haolam Hazeh, la revista de noticias, me decidí a elegir a Aharon Barak como nuestro Hombre del Año.

Cuando lo entrevisté me dijo cómo salvó la vida durante el Holocausto. Era un niño en el gueto de Kovno y un granjero lituano decidió sacarle de contrabando. Ese hombre sencillo arriesgó su propia vida y la de su familia cuando lo escondió bajo una carga de patatas para salvarle.

En Israel Barak se elevó a la categoría de jurista eminente y con el tiempo se convirtió en el presidente del Tribunal Supremo. Lideró una revolución llamada «Activismo Jurídico» afirmando, entre otras cosas, que el Tribunal Supremo tiene derecho a suprimir cualquier ley que niegue la (no escrita) constitución israelí.

Es imposible sobrestimar la importancia de esta doctrina. Barak hizo por la democracia israelí quizás más que cualquier otra persona. Sus sucesoras inmediatas -dos mujeres- acataron esta regla. Por eso el Likud estaba tan ansioso de poner a Gronis en su lugar. La doctrina Gronis puede denominarse «pasividad jurídica».

Durante nuestra entrevista, Barak me dijo: «Mira, el Tribunal Supremo no tiene legiones para hacer cumplir sus decisiones Es totalmente dependiente de la actitud de la gente. ¡No puede ir más allá de lo que las personas están dispuestas a aceptar!»

Recuerdo constantemente este mandato. Por lo tanto no me sorprendió demasiado la sentencia del Tribunal Supremo en el caso de boicot.

El Tribunal tenía miedo. Es tan simple y comprensible como eso.

La lucha entre el Tribunal Supremo y la extrema derecha del Likud está llegando a un clímax. El Likud acaba de ganar una victoria electoral decisiva. Sus dirigentes no ocultan su intención de poner finalmente en práctica sus siniestros designios sobre la independencia del Tribunal.

Quieren permitir que los políticos dominen el comité de nombramiento de los jueces del Tribunal Supremo y poder abolir por completo el derecho del Tribunal a anular leyes inconstitucionales aprobadas por el Parlamento.

Menachem Begin solía citar al «Molinero de Potsdam» quien cuando se involucró en una disputa privada con el Rey exclamó: «¡Todavía hay jueces en Berlín!»

Begin dijo: «¡Todavía hay jueces en Jerusalén!»

¿Por cuánto tiempo?

Fuente: http://zope.gush-shalom.org/home/en/channels/avnery/1429363587/

rCR