Traducción del francés para Rebelión de Juan F. Reina
Después de cada atentado mortal perpetrado por el Daesh o Al-Qaeda, se alega la responsabilidad de Arabia Saudí en el surgimiento del yihadismo: ¡una relación de causa (mal conocida) y efecto (desastroso) evidentemente catastrófica para la imagen del reino! Pero, mirando más de cerca, ¿en qué grado se da esta responsabilidad? ¿Se puede decir que Arabia Saudí sea el molde del Daesh? Al igual que la criatura de Frankenstein, ¿es el Daesh verdaderamente el hijo monstruoso nacido de las contradicciones y las hibridaciones ideológico-activistas saudíes? La respuesta a estos interrogantes exige un repaso a la trayectoria de los grupos yihadistas y a la vez una ojeada a la política religiosa de los Saud…
El yihadismo es una de las principales herencias de las ideas y los proyectos de los Hermanos Musulmanes. Uno de los objetivos claves de esta cofradía, desde su surgimiento en 1928, es la reunificación política y religiosa de la umma. Para llegar a ella, Hassan al-Banna, su fundador, preconiza la reislamización de las sociedades, la toma del poder con la esperanza de fundar un Estado islámico, primera etapa hacia la resurrección del califato -la monarquía universal islámica-.
Aunque es popular, la cofradía no logra llevar a cabo su proyecto. Una parte de sus miembros se decanta por el yihadismo hacia finales de los años 1940. Su principal teórico se llama Sayyid Qutb. Este sostiene que el mundo a recaído en la impiedad. Los «verdaderos» creyentes, ultraminoritarios, deben así romper con la sociedad impía y crear una plataforma sólida a partir de la cual cumplirán el sueño de al-Banna, principalmente poniendo en práctica la yihad de manera continua. Esta hoja de ruta, que retoma esquemas mesiánicos bien conocidos en la historia musulmana, se impone enseguida como base del yihadismo contemporáneo.
A pesar de lo atractivo de sus lemas, esta corriente radical continúa siendo marginal porque sufre de al menos dos problemas fundamentales: la falta de medios y sobre todo la ausencia de una tradición religiosa bien anclada que legitime sus pretensiones y sus acciones. Y es precisamente en estos dos campos donde Arabia Saudí, rico país petrolero, juega un papel crucial.
Desde su aparición en el siglo XVIII, la entidad saudí se presenta como depositaria de la única religión verdadera: el wahabismo, doctrina mesiánica, literalista, rigorista y exclusivista. Los dirigentes saudíes despliegan grandes esfuerzos para protegerla y propagarla. Pero no disponen en un primer momento de los medios necesarios para lograrlo. Las cosas cambian completamente en el siglo XX debido a las convulsiones geopolíticas que tienen lugar y a los petrodólares. Arabia Saudí dispone por fin de recursos para hacer realidad sus ambiciones político-religiosas…
Para hacer frente a los regímenes panarabistas y hacerse un hueco en la escena internacional, el país adopta una política califal no declarada desde finales de los años 1950, con el objetivo de hacer visible su islamidad y de exportar el wahabismo.
Para hacer esto, los gobernantes del reino crean numerosos organismos panislámicos que atañen a una gran variedad de campos, especialmente a la educación y la enseñanza, y ponen en marcha un aparato mediático formidable. También financian directa e indirectamente a los individuos, movimientos y partidos que sirven a los propósitos espirituales y temporales de Arabia Saudí. Miles de millones de dólares se ponen a disposición de numerosos grupos de combatientes en Afganistán, en Pakistán, en Bosnia, en Chechenia, en Iraq, en Siria y en otros lugares… Y es justamente en Afganistán donde tiene lugar la mayor operación de hibridación entre el wahabismo y las ideas de los Hermanos Musulmanes en el origen del yihadismo contemporáneo, todo ello bajo la mirada indulgente de Riad… y de Washington.
Arabia Saudí no es sin duda la creadora del yihadismo -fenómeno multidimensional-. Pero ha participado fuertemente en su expansión. Además de ser el primer proveedor de fondos y el padrino de numerosos grupos fundamentalistas y radicales a lo largo y ancho del mundo, el reino de los Saud es el principal propagador que justifica con la religión las atrocidades de Al-Qaeda y del Daesh: el wahabismo. El régimen de Riad recurre ampliamente, desde su aparición, a métodos similares (castigos corporales, parcelación del espacio público, opresión de las minorías) para asentar su dominio sobre los territorios y las poblaciones que controla. No puede considerarse ninguna solución duradera para la plaga yihadista, y más generalmente para el neotradicionalismo que gangrena al mundo musulmán, sin interesarse por el caso saudí. Parece que todos los caminos de la yihad, desde Mosul hasta Raqqa pasando por Sirte, llevan a Riad.
Nabil Mouline es doctor en Historia y Ciencia Política e investigador del Centro Nacional para la Investigación Científica (CNRS) de París. Es autor de Le califat imaginaire d’Ahmad al-Mansûr. Pouvoir et diplomatie au Maroc au 16e siècle (2009), Les clercs de l’islam. Autorité religieuse et pouvoir politique en Arabie Saoudite (2011) y Le Califat: histoire politique de l’islam (2016). Más información en https://cnrs.academia.edu/NabilMouline
Publicado originalmente en L’OBS, nº 2672 (21/01/2016): https://www.academia.edu/20840005/LArabie_Saoudite_et_lorganisation_Etat_islamique_Daech_Saudi_Arabia_and_the_Islamic_State_-ISIS_