La Convención de Ginebra prohíbe atacar a la población civil de los países con los que se está en guerra. Israel no admite estar en guerra con Palestina -ni siquiera admite la existencia de Palestina como nación-, pero ataca a su población civil por muy diversos métodos, incluyendo los muy crueles del sitio. En tiempos […]
La Convención de Ginebra prohíbe atacar a la población civil de los países con los que se está en guerra.
Israel no admite estar en guerra con Palestina -ni siquiera admite la existencia de Palestina como nación-, pero ataca a su población civil por muy diversos métodos, incluyendo los muy crueles del sitio.
En tiempos remotos era cosa corriente: llegaban los ejércitos invasores a las puertas de una ciudad y, si quienes la gobernaban se negaban a rendirla, la sometían a asedio todo el tiempo que hiciera falta, para que la sed y el hambre hicieran el trabajo que sus armas no lograban.
Era una forma primitiva de terrorismo. El terrorismo consiste en eso: en aterrorizar a la población civil para que, desesperada, fuerce a quienes la gobiernan a hacer lo que de entrada no querían.
Los gobernantes israelíes están impidiendo que la población de Gaza reciba incluso las mercancías más elementales: alimentos, medicamentos, combustibles… Ahora dicen que se plantean dejarla sin el poco suministro eléctrico que todavía le toleran, después de haber bombardeado y destruido la única central eléctrica local.
Los lectores del Viejo Testamento sabemos de la crueldad del Dios de Israel, tan tolerante en materia de violaciones y estupros y tan expeditivo en el castigo de los desafectos, a los que, según cuentan sus Sagradas Escrituras, no dudaba en exterminar en masa cuando se enojaba.
Es esa concepción del mundo la que aplican sus hijos bienamados, en los que no sólo Él tiene puestas todas sus complacencias, sino también Bush y buena parte de los que controlan las finanzas y la industria del armamento mundial (lo cual, desde que a Yavhé le da menos por manifestarse, resulta más decisivo).
Todo lo cual me parece muy mal, pero peor todavía que quienes mandan en la Unión Europea hagan como que la cosa no va con nosotros y contemplen esa insoportable barbaridad, ilegal e ilegítima, sin mover un dedo. Me duele doblemente porque sus sueldos (los de los Solana, los Moratinos, los Prodi y demás burócratas de cuerpo y alma) los sufragamos todos nosotros con nuestros impuestos.
Me hacen sentirme cómplice. Y con razón, porque lo soy.
http://www.javierortiz.net/jor/dedo/todos-somos-complices
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