«Somos el pueblo que matará a la humillación y asesinará la miseria. Somos la gente que destruirá la injusticia. ¿No oís sus lamentos, no escucháis sus gritos?». Es posible que el régimen de Bahréin no preste oídos al sufrimiento del pueblo, pero sí los prestó a este poema recitado, en plena revolución popular, por la […]
«Somos el pueblo que matará a la humillación y asesinará la miseria. Somos la gente que destruirá la injusticia. ¿No oís sus lamentos, no escucháis sus gritos?».
Es posible que el régimen de Bahréin no preste oídos al sufrimiento del pueblo, pero sí los prestó a este poema recitado, en plena revolución popular, por la joven universitaria y poetisa Ayat al Qumezi, que sería arrestada el 30 de marzo para ser condenada un año a prisión.
Su delito: leer un poema que según el tribunal militar que le juzgó, «incita el odio hacia el régimen». Hacia un régimen suní que se ha ganado el odio de su población a pulso durante años de discriminación contra la mayoría chií, el 60% de la población, cuyos miembros no pueden acceder a las mismas viviendas ni trabajos que sus compatriotas suníes y tienen vetada la entrada en las fuerzas de Seguridad.
Las denuncias de las ONG internacionales parece que hicieron efecto dado que Ayat, de solo 20 años, fue puesta en libertad sorpresivamente hace unos días tras ser obligada a grabar un vídeo donde pide perdón al rey Hamad bin Issa al Khalifa por haber tomado parte de las protestas que exigían reformas.
Pero Ayat recobró la libertad con mucho que contar: en concreto, las torturas padecidas a manos de sus captoras, las humillaciones, y los golpes recibidos aparentemente por alguien perteneciente a la dinastía reinante, según denunció al Independent. En una entrevista concedida al citado diario británico y otra al canal libanés Al Manar, esta estudiante aportó detalles turbadores de su detención y su estancia en prisión.
Tras la lectura del poema, relató, sus familiares la escondieron durante dos semanas temerosos de un arresto. Cuando supo que le estaban buscando, Ayat decidió entregarse y allí comenzó su calvario, en el mismo coche donde se la llevaron. «Había cuatro hombres y una mujer en el coche. Me pegaron y gritaron ‘vas a ser violada, este es el último día de tu vida’. Estaba aterrorizada con la idea de ser asaltada sexualmente o violada, pero no por los golpes».
En el camino a la prisión, el coche paró para arrestar a otra mujer, miembro del sindicato de profesores: ambas fueron conducidas al centro de interrogatorios. Según explicó la joven al Independent, los abusos nunca pararon. «En una ocasión me dijeron que abriese la boca y me escupieron dentro».
Lo más grave fue lo que vino a continuación: fue azotada en el rostro con cables eléctricos, encerrada en celdas heladas y golpeada hasta quedar inconsciente. Y no por cualquiera, según su denuncia al diario británico. «Cuando me estaban vendando los ojos logré ver a una mujer de unos 40 años en ropas civiles que me golpeaba en la cabeza con un bastón». «Me llevaron en numerosas ocasiones a su despacho para que volviera a pegarme. Me decía ‘deberías estar orgullosa de los Al Khalifa. Ellos no se van a marchar de este país. Este es su país«. Cuando les describió la figura a sus guardianes, una vez que acabaron las torturas, éstos confirmaron, según la joven, que se trataba de un miembro de la dinastía reinante.
Las torturas duraron nueve días, según relató a Al Manar, y le dejaron marcas en el rostro y el cuerpo. «Pasé nueve días de torturas en el centro de interrogatorios a pesar de que habitualmente los interrogatorios sólo duran dos o tres días. La investigación era absurda… El interrogador se centraba en recordarme que el Estado paga mi educación, que pagó la educación de mi padre. Destacaba que mi padre trabaja en un ministerio y que nuestra casa es propiedad del Estado, y apenas mencionaba el poema que leí en la plaza».
«Tras el centro de interrogatorios, me llevaron a un centro de detenidos que aún no habían sido sentenciados. Me mantuvieron en aislamiento por varios días hasta que desaparecieron las marcas de mi cara. Fue entonces cuando llamaron a mis padres. No pude hablar con ellos hasta 16 días después de mi arresto».
El 13 de julio y sin dar más explicaciones, Ayat fue puesta en libertad. Ayer, la joven bahreiní no cogía el teléfono ni respondía a los mensajes de esta periodista. Todo parece indicar que sus primeras entrevistas le han costado amenazas. En la dictadura de Bahréin, sede de la V Flota norteamericana y aliado privilegiado de Occidente, la libertad de expresión es un lujo del que no conviene abusar.
http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/ellas/2011/07/22/torturada-por-un-poema.html